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Antón Castro

UN DIÁLOGO CON ÁNGELA CENARRO

Angela Cenarro, primera mujer catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza.Oliver Duch.

“Soy tranquila, de ritmo lento, y me incomoda mucho trabajar y hacer cosas de manera apresurada, necesito mi tiempo. La universidad ha pasado de ser un sitio donde la gente vivía bastante bien e investigaba, a un sitio inhóspito, en los últimos años se ha burocratizado enormemente. Nos pasamos el día haciendo papeles y estos es algo que no se ve en los currículos… Con todo me gusta mi oficio: la docencia, investigar, realizar proyectos y me encanta dirigir tesis doctorales; me encanta ayudar a encauzar líneas de trabajo y a la vez me gusta dar libertad. He dirigido seis y ahora dirijo otras cinco más”, dice, casi a modo de autorretrato, Ángela Cenarro Lagunas (Zaragoza, 1965), que acaba de ser acreditada como catedrática, y es la primera mujer que lo logra en la Universidad de Zaragoza en la especialidad de Historia Contemporánea.

"Con todo me gusta mi oficio: la docencia, investigar, realizar proyectos y me encanta dirigir tesis doctorales; me encanta ayudar a encauzar líneas de trabajo y a la vez me gusta dar libertad"

¿Cómo se siente?

Muy bien. Lo llevo con alegría y gratitud, porque es un reconocimiento a muchos años de trabajo. He recibido muchas felicitaciones desde todos los lugares, sobre todo a raíz del artículo de María Pilar Benítez en HERALDO. Me ha emocionado que me han escrito alumnos de hasta hace diez años. Y a la vez esto de ser la primera produce una sensación un poco ambivalente: por un lado te alegras, pero no por ser la primera sino por el hecho de haber llegado aquí, y por otro lado te hace pensar que qué está pasando, qué mecanismos invisibles o sutiles hay para que qué una mujer sea catedrática sea noticia...

Bueno, es la primera en un área importante en Aragón.

Está claro que es un área de una gran potencia investigadora y con una enorme proyección porque aquí ha habido maestros que marcaron líneas de investigación, que hemos continuado y a la vez hemos abierto otras. Y claro es como recoger un legado y a la vez abrir caminos para los y las que vengan detrás, que esto a mí me interesa mucho.

Hay otro detalle que refrenda el hecho: cuando se habla de la ‘Escuela de Zaragoza’ se piensa en señores -Carreras, Forcadell, Carmelo Romero, Julián Casanova, Ignacio Peiró…-, pero también con ellos ha habido muchas mujeres. Pienso, de entrada, en las que firmaron con usted ‘El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939)’ en 1992, Julia Cifuentes, María Pilar Maluenda, María Pilar Salomón, y en Inma Blasco, en Mercedes Yusta, en Carmen Frías...

-Sí, somos muchas mujeres. Creo que ha habido un momento en que las mujeres accedimos de forma masiva a la universidad y a los niveles más altos, a la investigación, con becas pre y post doctorales, y con contratos y es un fenómeno social Y tiene que ver con un cambio social y la democratización de la universidad, pero ahí señalaría dos cuestiones más.

Diga, diga

Siempre ha habido generación de madres que han tenido un empeño especial en que sus hijas estudiaran, y eso no se suele contar. Eso hay que valorarlo, porque ellas han sido las promotoras silenciosas y anónimas de ese enorme cambio social que es que las mujeres estén incluso por encima del 50 % en la Universidad… Y por otro lado, la responsabilidad. Vivo esto con alegría, pero también con responsabilidad. No podemos quedarnos quietas por haber llegado hasta aquí. Las chicas, y es un tema que me preocupa mucho, las chicas no están llegando a los niveles postdoctorales. Hasta el doctorado hay bastante equilibrio, pero ya en el postdoctorado se produce una brecha enorme.

¿A qué lo atribuye?

La crisis ha traído la restricción de plazas, como consecuencia de ello hace que esta sea una carrera hipercompetitiva entre los 30 y 40 años, hay que calcular unos diez años de carrera postdoctoral hasta que se consigue una forma de estabilidad, en forma de titularidad o de contrato indefinido… Y mi impresión es que las chicas no se sienten con fuerza de abordar diez años de inestabilidad. Viven la carrera de otra manera, no sé si son más pragmáticas, si también se plantean aspectos como la maternidad. Esos son elementos culturales, mecanismos sutiles e invisibles, entre ellos el famoso techo de cristal, y de cómo quieren abordar su vida y su futuro. No es un tema menor.

ANGELA CENARRO ( PROFESORA DE HISTORIA CONTEMPORANEA EN LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA Y ESCRITORA ) / 08/04/2021 / FOTO : OLIVER DUCH[[[FOTOGRAFOS]]]
Angela Cerrano, en la biblioteca de su casa. 
Oliver Duch.

Demos un giro. ¿Cuándo sintió la llamada de la Historia?

Con trece años. Tuve una profesora de un colegio en Madrid (nací en Zaragoza, pero vivimos en Barcelona, Madrid y en Burgos en un período de siete años) que explicaba la Historia de maravilla. Con ella todo adquiría sentido. Me gustaba la manera de contar, de explicar, de mirar al pasado, como algo que no era un cúmulo de nombres, lugares y hechos, de informaciones memorísticas, sino que tenía su lógica. No me identifico en exceso con el modelo erudito.

O sea que cuando llegó a la universidad lo tenía muy claro. ¿Ya había elegido Historia Contemporánea?

No eso vino luego. Me apasionaba la Historia Antigua, el Arte, bueno, la vocación se definió hacia la mitad de la carrera.

Ahí aparecen profesores claves. Usted siempre habla de Julián Casanova.

Sí claro. Es mi maestro. Él acababa de llegar de sus posdoctoral de Londres y estaba lleno de energía, las clases eran apasionantes, nos abrió un montón de mundos y de referencias. Los movimientos sociales, por ejemplo, el movimiento obrero, el feminismo. El feminismo lo veíamos a finales de los 80 en las clases de Julián Casanova, todas las teorías de la revolución, la Guerra Civil… No habíamos estudiado la Guerra Civil, pero si es que debimos ser la primera generación que estudiamos la Guerra Civil en la Universidad… Su llegada a Zaragoza fue una bocanada de aire fresco en una universidad que, todo hay que decirlo, ya había maestros de verdad: Juan José Carreras, Carlos Forcadell, que tenían un compromiso democrático y eso se traducía en la manera de enfocar el pasado.

"La llegada de Julián Casanova a Zaragoza fue una bocanada de aire fresco en una universidad que, todo hay que decirlo, ya había maestros de verdad: Juan José Carreras, Carlos Forcadell, que tenían un compromiso democrático y eso se traducía en la manera de enfocar el pasado"

¿No había maestras?

A mí me gustó mucho, me encantó, es verdad, Mariví Escribano. Estaba haciendo la tesis, e impartía unas clases impecables, eruditas, preparadísimas. Ella nos contaba que igual pasaba días y días leyendo para hablar luego quince minutos. Era de una entrega increíble… Fueron años de aprendizaje intensísimo, de estudio con pasión. La biblioteca del Departamento estaba siempre llena, había que correr para coger sitio, ¡qué tiempos! Deshacíamos los libros de tanto usarlos.

Y de repente se incorpora a un proyecto pionero, ‘El pasado oculto’, que publicó en 1992 Siglo XXI y luego reeditó Mira. ¿Por qué le tocó Teruel?

Julián Casanova había montado un grupo de investigación, y esta es otra idea que me gustaría señalar: venimos trabajando desde finales de los 80 en grupos, en equipos de investigación. Las investigaciones de Huesca y Zaragoza ya estaban asignadas y a mí me tocó Teruel. Y coincidió que solicité una beca al Instituto de Estudios Turolenses y me la dieron. El trabajo se hizo con las fuentes de archivos, con los registros civiles, había que recorrer los municipios de toda la provincia para ver las actas municipales, cuando eran pueblos de cierta envergadura, o el libro de defunciones. Y bueno, aquello fue una aventura, no conducía., dependía de que me llevaran compañeros. Fue toda una odisea. Gracias al carácter pionero del trabajo en aquel momento no había ninguna suspicacia ni ningún reparo que miraras los libros de defunciones o las actas municipales. Buscábamos los fusilados del régimen de Franco desde 1936 hasta 1939; a partir de 1938 las ejecuciones ya se hacían en Zaragoza.

Ese libro la marcó mucho.

Si, era un proyecto financiado, con becas y respaldo del Gobierno de Aragón. Fue un libro pionero en la recuperación de ese pasado incómodo, y a partir de entonces seguí los temas del franquismo Hice la tesis sobre los orígenes del franquismo en Aragón, que luego se convirtió en el libro ‘Cruzados y camisas azules’ (PUZ). Y luego estuve dos años en Londres conociendo la Historiografía hispanista de Raymond Carr, Paul Preston, E. P. Thompson... Y más tarde, también trabajé en Nueva York, pero para entonces ya me había especializado en la perspectiva de género, impartía ‘Historia de las Mujeres en Occidente en la Edad Contemporánea’, que fue otra hermosa experiencia que me ha llevado por nuevos caminos. 

"No tengo un modelo de historiadora. Quiero seguir haciendo proyectos. Me gustaría en estos años que me quedan de vida universitaria seguir trabajando en esta línea de franquismo y mujeres que llevo"

Ha publicado dos libros importantes como 'La sonrisa de Falange. Auxilio Social en la guerra civil y la posguerra' (Crítica) y 'Los niños del Auxilio Social' (Espasa).

El primero me condujo al segundo. Me escribió mucha gente y surgió la oportunidad de hacer historia oral, que es otra forma de abordar la historia, no sirve para rastrear datos sino para ahondar en la subjetividad. Todo lo que yo había ido estudiando en los archivos, eso que eran listados fríos de nombres y fechas, de repente se hacían carne: esa herida enorme que sufrió la sociedad española en la guerra se hizo visible a través del relato y el testimonio de una veintena de personas.

¿Qué historiadora quiere ser?

No tengo un modelo. Quiero seguir haciendo proyectos. Me gustaría en estos años que me quedan de vida universitaria seguir trabajando en esta línea de franquismo y mujeres que llevo. Como le avanzaba, me gustaría hacer algunas pequeñas biografías -el genero biográfico está en alza de moda-; analizar grandes procesos de cambios históricos a partir de trayectorias individuales. Me parece un mundo fascinante. Y me encantaría analiza, visibilizar y analizar críticamente esas trayectorias de vida de mujeres.

¿Cambia la vida una cátedra?

No. La vida va a seguir igual pero con un mayor sentimiento de responsabilidad hacia todo aquello que haces…

Se atrevería a recomendar algunos libros de Historia que sean especialmente importantes.

Dejo al margen los de mis maestros, que tanto me han influido y que no sabría cuál escoger, y elijo tres. La biografía de 'Emilia Pardo Bazán' de Isabel Burdiel, que me parece insuperable, francamente. Es un libro magnifico de una madurez y una brillantez abrumadoras. Me gustó mucho también ‘La Europa negra’ de Mark Mazower, fascinante, arrojaba una mirada del siglo XX más compleja. Señalaba que los autoritarismos, al margen de esa dimensión represiva, también habían tenido un apoyo, un respaldo, y habían creado mecanismos de protección y de bienestar, con todos los calificativos que queramos ponerles, y de consensos. Mark Mazower es muy interesante. Y ‘Rojas’ de Mary Nash es otro de libros que recomiendo a cualquier lector.

 

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