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Antón Castro

EL VERANO Y SUS PASIONES / 4. ANA ALCOLEA

Ana Alcolea (Zaragoza, 1962) es profesora, especialista en el teatro de Antonio Gala y escritora. Debutó con ‘El medallón perdido’ en 2005 y desde entonces no ha parado, con un ritmo en ocasiones de dos y hasta tres libros al año. Uno de sus libros más redondos, pensado para un público juvenil, es ‘La noche más oscura’ (Anaya). Es autora de novelas para adultos como ‘Postales coloreadas’ (Contraseña) y ‘El brindis de Margarita’ (Harper Collins). En 2020 recibió el Premio de las Letras Aragonesas de 2019 y acaba de publicar un cuento ilustrado sobre Manuela Sancho, ilustrado por Coco Escribano. Coordina el proyecto ‘Los abrazos perdidos’ del Gobierno de Aragón.

1. ¿Cómo será su verano tras la pandemia? ¿Tiene muchos viajes aplazados?

Todavía no lo sé. La pandemia nos ha enseñado, entre otras cosas, que no se puede programar nada con demasiada antelación. Lo primero va a ser visitar el día 10 de julio el pueblo de Plenas, donde la ilustradores Coco Escribano y yo vamos a presentar el libro que ha editado la Comarca de Belchite sobre Manuela Sancho, que nació en la localidad.  También quiero ir a Monzón, donde me honraron con un monolito en su Paseo de Las Letras, que todavía no he podido ver. AsÍ que espero que sea un verano muy aragonés, después de tanto tiempo sin pisar mi tierra.

2. ¿Qué significa el verano para usted?

Cambio. Mar. Montaña. Reencuentros. Encuentros con personas que cambian tu vida sin que lleguen a sospecharlo siquiera. 

3. ¿Dónde veranea? ¿Es de playa, de montaña, de ciudad o de pueblo?

No tengo un sitio concreto para veranear. Habitualmente voy a Noruega, donde tenemos una cabaña en las montañas, pero solemos combinar ese lugar con algún viaje a otro país. El mundo es muy grande, somos curiosos y nos gusta conocer, observar y vivir otros espacios. Soy más de ciudad que de pueblo. Pero como contraste, me gustan los lugares aislados que me hacen sentir la naturaleza en estado puro. 

4. ¿Qué le dicen las piscinas?

Hace años que no voy a piscinas, solo las de algún hotel si el agua está calentita... De niña era diferente: era socia del  Stadium Venecia, y era un lugar para socializarse, para hacer deporte y para conocer chicos. Pero ahora no me gustan especialmente. No me gustan los veranos con demasiado ruido, y en las piscinas hay mucho ruido.

5. ¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida?

 

Me resulta difícil elegir porque he hecho viajes muy interesantes y diferentes. Pero quizás el último gran viaje que hicimos con mi padre: fue a China y caminamos juntos por la muralla, que era una ilusión que tenía él desde pequeño. Fue precioso poder hacerlo juntos.
6. El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. ¿Hay algo especial para recordar?

Algún que otro enamoramiento en aquellos veranos de adolescencia, desde luego: del camarero del hotel, que por supuesto se fijaba en las chicas más mayores y más guapas; del vecino de mi tía en el pueblo, alguna que otra verbena. Pero sobre todo, la primera vez que estuve en un país diferente, en el que había cosas que aquí no había, se hablaba otra lengua, se comía diferente, y había muchas flores, ardillas y  muchos bosques de avellanas. De repente, todo era distinto y me di cuenta de que el mundo era muy grande y diverso. Era yo muy pequeña, pero lo entendí enseguida.

7. ¿Cuál es su mejor recuerdo de vacaciones?

También hay muchos. Hubo años en los que mi marido y yo cruzábamos Europa desde Noruega a España o viceversa en coche. Leíamos los mapas y elegíamos lugares por sus nombres. Nunca trazábamos rutas previas. Afortunadamente no había GPS, y gracias a eso conocimos lugares bellísimos cargados de historia y de arte: Karsbad, Bled, Monpazier... Nos sentíamos libres. No teníamos prisa en llegar a destino. El viaje era lo más importante.

8 ¿Qué tipo de lecturas, u otras actividades, realiza estos días?

Leo los últimos libros de Carmen Santos, ‘Flor de Arrabal’, y de Joaquín Berges, ‘Peregrinas’, así como el último poemario de José Ramón Ayllón Guerrero, Premio Blas de Otero de 2020 y ‘Mi familia y otros animales’, de Gerald Durrell, que aún no lo había leído. 

9. Impresionante la serie ‘Los Durrell’. ¿Qué película está asociada a un verano inolvidable?

¡Creo que en los veranos inolvidables no veíamos películas! Acaso, tengo un recuerdo especial de ‘La túnica sagrada’, que la ponían en un cine en Barcelona y entramos mis padres y yo a verla para hacer tiempo antes de subirnos al barco que nos llevaba de vacaciones a Italia. Habíamos llegado a mediodía a la estación de Francia de Barcelona y hasta las siete o las ocho de la tarde no se podía embarcar, así que vimos aquella película de romanos en la que me enamoré de Richard Burton sin remedio. 

10. ¿El disco o la canción o las canciones de verano?

Claramente ‘Marguerita’ de Richard Cocciante es mi canción de verano. Del verano del 85 en Nervi, Liguria. La cantaba con un amigo que tocaba una guitarra de doce cuerdas y que conseguía que yo la pudiera cantar en mi tono. Aquel fue un verano muy especial, y siempre que vuelvo a esa región, me gusta pasear por aquel paseo marítimo en el que tantas veces canté aquella canción. 

11. ¿Cuál ha sido el gran personaje de esta época del año?

Dos mujeres muy importantes en mi vida: mi tía abuela Pilar, que vivía en Biota, y con la que pasé algún verano de infancia y de adolescencia. Una mujer libre y poco convencional, que era muy querida en el pueblo. Cuando se ponía malita, sus vecinas, maravillosas, le pasaban comida y la cuidaban porque sus sobrinas estábamos todas lejos. Mi madrina Anna, con la que pasé veranos maravillosos en Italia, y que me hizo descubrir que el mundo era grande y hermoso: ella fue mi "Grand Tour" particular. 

12. ¿Internet y los móviles han hecho mejor mejores las vacaciones? ¿Las han cambiado de alguna manera?

No sé si mejores, pero sí diferentes. Antes mi marido y yo nos íbamos a nuestras cabaña aislada en las montañas y no podíamos llamar a nadie y recibir mensajes, ni nada de eso. Estábamos en la naturaleza, y éramos una parte de ella. Ahora eso ya no es posible. A cualquier hora entra un mensaje, que puede ser interesante o cargante. A través del móvil me siento a veces invadida por el mundo que quiero dejar cuando estoy de vacaciones.

13. ¿Cuáles serían los conciertos de su vida?

No soy de conciertos multitudinarios. No lo he sido jamás. A mí los conciertos me gustan en un teatro, en un auditorio, o en un espacio amable. Recuerdo dos grandes conciertos en sendas plazas de toros: el de Franco Battiato en Huesca creo que fue en el 86. Y en el 83, el de MIkis Theodorakis en Zaragoza, interpretando con su orquesta el ‘Canto General’, de Pablo Neruda, que fue algo muy extraordinario.

14. ¿Cuál es la más extraña o sorprendente anécdota veraniega vinculada a su profesión?

Pues no sé si extraña o sorprendente, pero siempre que viajo lo hago con un cuaderno donde voy tomando notas de lo que veo, siento, pienso ante los espacios. Y muchas de esas notas se han convertido después en novelas. Por ejemplo, un visita a un faro en medio del mar en Noruega, con mi cuaderno y mi observación, culminó en la escritura de ‘La noche más oscura’, o un tapiz que compré a una señora en Guatemala me inspiró para escribir ‘El secreto del colibrí dorado’, porque yo a los espacios y a los objetos les pregunto cosas. Y los lugares y los objetos son tan generosos que me cuentan novelas...

15. ¿Cuál es la más bella o inverosímil aventura de sus veranos?

Estar remando en el lago de Bled, en Eslovenia, hacia una pequeña isla en la que hay un viejo monasterio, y que de pronto todo oscurezca porque hay un eclipse de sol, y como no veíamos las noticias, no nos habíamos enterado. Fue sobrecogedor. 

 

 

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