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Antón Castro

RECUERDO DE CLARA DEL CAMPO

RECUERDO DE CLARA DEL CAMPO

Se ha ido una estupenda amiga: Clara del Campo. La conocí a finales de los 70 y principios de los 80. Era la mejor amiga de Lola, una coruñesa que se había instalado en Zaragoza y creo recordar que trabajaba en Telefónica. Coincidíamos a menudo: en casa de Lola, hermana de Mamen, otra gallega que se asentaría en Sabiñánigo y luego en Artosilla con su compañero Jesús García Mainar. Estuvimos un tiempo sin vernos, y años después nos encontramos en la Casa de la Mujer. Morena, simpática, sensible, era una gran lectora, un poco mitómana diría yo, se había casado con su compañero de siempre, Fernando (creo recordar que, por entonces, ella y Fernando vivían en Zumalacárregui) y tendrían una hija. Siempre me pareció una mujer alegre, vitalista, ávida de vivir más, de leer, de charlar, de disfrutar de las pequeñas cosas. Un cáncer de esos rápidos, tan malignos como fulminantes, ensombreció sus últimos años. O quizá fue tan letal que no le dio tregua y no fueron ni años sino meses devastadores.

Una de las últimas veces que la vi fue en una charla con Lita Cabellut en Ibercaja, creo que fue el 24 de abril de 2019. Hablamos luego, lo había pasado muy bien, recordamos viejos tiempos, y siempre tenía ganas de hablar de su hija, que estudiaba lejos, de su marido Fernando (que la define y la definía con más razón que nadie “como una persona única y adorable”), de Almudena Grandes, de Fernando Aramburu, de los descubrimientos literarios que hacía, de libros dedicados, de amigos comunes como Gervasio Sánchez y su familia, como Pilar Maldonado y Luis Germán, etc. Se fue el pasado 29 de noviembre. Y lo hizo casi en secreto: con el pudor y la delicadeza que siempre mostraba, rodeada de su familia y de un círculo de íntimos. No tengo una foto suya, quizá no le habría gustado que la pusiera, pero sí le habría gustado saber que muchos la recordamos y la hemos querido y admirado muy sinceramente. El adjetivo “adorable”, que le dedicó su marido Fernando, me parece el más idóneo. Y uno de los más hermosos. O al menos uno de ellos. Buscó la felicidad para ella y para los otros.

 

*La foto que elijo aquí es de Brooke Shaden. Para el alma soñadora de Clara, que ya anda por ahí, en otras latitudes, en otras tierras ignotas, como un ave errante en pleno vuelo. [Con todo mi cariño para Fernando y su familia.]

1 comentario

gonzalo Del Campo Antolin -

Querido Antón, te agradezco infinito este recuerdo de Clara, mi querida hermana, expresado de forma tan emotiva y delicada. Evocas un tiempo y unas personas que, además de ella, también están en mi memoria y con las que, aún en la distancia, mantengo ese sentimiento de amistad que la escasez de roce difumina, pero no hace desaparecer por más tiempo que pase.
En la descripción que haces de ella no olvidas ninguna de las cualidades que también a nuestros ojos la hacían, además, entrañable. Era alguien que, además de dejar un poso duradero en la memoria, también seguirá acariciando con cada recuerdo el corazón. A todos nos hacía partícipes de su devoción por las pequeñas cosas, por las flores que tan presentes estaban en su día a día, por la primavera que tanto le llenaba. Nació en abril, el tiempo de las flores.
Lo de “un poco mitómana” se me escapa, aunque imagino que lo habrás deducido de alguna conversación sobre su literatura preferida, no lo sé.
El cáncer que nos ha privado de ella ha sido de esos que hacen su triste papel en poco tiempo y no durante años. Nos ha dado a todos una muestra y lección de entereza y generosidad hasta el final. Como tú dices se fue con el “pudor y la delicadeza” que le eran propias.
Yo también compartía con ella el gusto por la literatura y me encantaba regalarle mis “críticas” de libros que me recomendaba porque le habían gustado, además de mis cuentos y poemas que siempre apreció con enorme generosidad.
De sus amigas y amigos, agradezco el cariño que le dieron y me conmovió, nos conmovió a todos, el recuerdo que hizo de Clara Gervasio Sánchez al recibir su premio “Manu Leguineche” y la sinceridad que reflejó su voz, casi quebrada, al evocarla.
Comparto con Fernando y contigo la palabra adorable referida a Clara y esa convicción de que su mayor placer era dar felicidad a todos los que quería.
Será inevitable seguir queriéndola para todos los que recibimos alguna vez el regalo de su bondad, la alegría de su cercanía, el aire fresco de su vitalidad siempre despierta. La querremos al menos hasta que nos aguante la memoria o la vida.