Blogia
Antón Castro

Músicos

EL VERANO Y SUS PASIONES / 13. ELEM

EL VERANO Y SUS PASIONES / 13. LAURA CEBRIÁN, 'ELEM'

Elem: "Los primeros amores fueron en verano y eso nunca se olvida, me dieron muchos disgustos"

La cantante y pianista, que acaba de publicar su segundo álbum, 'Si tú supieras', repasa sus vacaciones, sus viajes, las canciones que le han marcado

Retrato de la compositora y cantante Elem, que publica 'Si tú supieras'.Retrato de la compositora y cantante Elem, que publica 'Si tú supieras'.Guillermo Mestre.

La compositora, cantante y pianista Laura Cebrián, Elem (Zaragoza, 1993), publicaba el pasado mayo su segundo álbum: 'Si tú supieras'. La presentación oficial, con toda la banda, será el próximo 30 de septiembre,  en el Teatro de las Esquinas.

1. ¿Cómo es su verano tras la pandemia? ¿Tiene muchos viajes aplazados?

Mi verano, por suerte y, sobre todo, por todos los profesionales del sector de la música que están trabajando muy duro, se presenta con varios conciertos y, en mi tiempo libre, con escapadas a la playa y a la montaña. En agosto, me iré con mis amigas a Tarifa, como es tradición para nosotras, a sentir la alegría del sur. Tengo aplazados dos viajes que, por la pandemia, no he podido hacer: Berlín, en fin de año, y Nueva York. Me encanta viajar y espero poder hacerlos pronto.

"Si tengo que elegir una canción que me traiga muy buenos recuerdos, sería ‘No estamos locos’, de Ketama"

2. ¿Qué significa el verano para usted?

Haciendo un esfuerzo para imaginar que pronto volverán los veranos sin pandemia, para mí, el verano siembre ha sido sinónimo de alegría. Es la temporada en la que suele haber más conciertos, viajes, sol, ambiente festivo, más improvisación... Un tiempo para vivir experiencias y salir de la rutina.

3. ¿Dónde veranea? ¿Es de playa, de montaña, de ciudad o de pueblo?

Depende del año pero, en general, de playa y de montaña. Pero, por encima de todo, lo más importante es descubrir sitios nuevos y crear recuerdos únicos. Donde nunca me importa repetir destino es en el Pirineo aragonés.

4. ¿Cuál es el vínculo de la música y el verano para usted, cuál es su experiencia?

En mi caso, verano y música se han convertido en trabajo. Lo bueno es que me apasiona lo que hago, pero hay momentos de nervios, tensión, responsabilidad, incertidumbre… El verano y la música son un conjunto de sentimientos encontrados para mí.

5. ¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida?

El viaje de mi vida fue en el verano de 2019, a Islandia, con mi hermana. Una experiencia increíble disfrutando de la naturaleza. Me quedé con ganas de volver.

Laura Cebrián, en Islandia, en el verano de 2019.
Laura Cebrián, en Islandia, en el verano de 2019.Archivo Elem.

6. El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. Ritos de paso, relaciones, amores. ¿Hay algo especial para recordar?

Mis veranos en la infancia me llevan a Salou con mi familia, en el apartamento de mis abuelos, con mis primos, y los recuerdo con mucho cariño y nostalgia. Da la casualidad que los primeros amores de adolescente fueron en verano, y eso nunca se olvida, porque me dieron muchos disgustos.

7. ¿Qué lugar ocupa el verano en sus canciones y en sus fantasías?

Ocupa mi lado más folk y flamenco. De hecho, a finales de este mes de julio, estrenaré una nueva canción, una rumba, que compuse en Cádiz y que se llama ‘Ellas', porque está dedicada a mis amigas.

8. ¿Qué tipo de lecturas u otras actividades realiza estos días? ¿Hay un libro que encarne para ti el espíritu del verano?

En verano es cuando más leo. Me compro un libro para leer en la playa que sea ligero y 'de no pensar', y mi libro 'tocho', para después de cenar y quedarme dormida relajada con el airecillo que entra por la ventana. En verano también me gusta ir a conciertos al aire libre, pasar tiempo con mis amigas y comer mucho helado.

9. ¿Qué película o películas están asociadas a un verano inolvidable?

Me apetece ver comedias, pero no recuerdo ninguna que asocie directamente a esta época. Así como en Navidad te podría decir muchas, con el verano no me pasa.

10. ¿Cuáles serían los discos y las canciones del verano para ti?

De adolescente, recuerdo escuchar varios veranos en mi discman, sin parar, el disco de Céline Dion, ‘A New Day Has Come’. Y, actualmente, rumbitas, canciones en las que abunden guitarras españolas, en definitiva. Si tengo que elegir una canción que me traiga muy buenos recuerdos, sería ‘No estamos locos’, de Ketama. No me siento muy identificada con la música que se escucha ahora masivamente dentro de las ‘canciones del verano’.

Laura con su hermana pequeña, en Salou en 2001.
Laura con su hermana pequeña, en Salou en 2001.Archivo Elem.

11. ¿Cuál es el gran personaje de esta época del año?

El helado de pecán.

12. ¿Internet y los móviles han hecho mejores las vacaciones? ¿Las han cambiado de alguna manera?

Mejores, no sé si es la palabra. Yo diría más cómodas, ya que tienes acceso a buscar lo que necesites en cualquier momento, estar comunicado, a encontrar tu destino con un mapa que te va diciendo por dónde tienes que ir... Por lo demás, no deberían ocupar más de nuestro tiempo. Tenemos por delante muchos mundos por descubrir, especialmente en verano, cuando tenemos más tiempo libre, y estar pegada al móvil no me parece la mejor opción.

13. ¿Cuáles serían los conciertos de su vida?

La respuesta va a sonar muy típica, pero la verdad es que los conciertos de mi vida son todos, porque en cada uno de ellos aprendo cosas nuevas, crezco y tengo experiencias de todo tipo. Cantar en directo delante de personas que han decidido emplear su tiempo y comprar una entrada para escuchar tu música es un privilegio que solo se puede sentir si lo vives. Me encantaría que cada vez hubiese más gente que le interese escuchar mi música en distintos lugares.

"Cantar en directo delante de personas que han decidido emplear su tiempo y comprar una entrada para escuchar tu música es un privilegio que solo se puede sentir si lo vives"

14. ¿Cuál es la más extraña o sorprendente anécdota veraniega vinculada a su profesión?

Se me ocurre una, el verano pasado, cuando me llamaron para cantar en un pueblo. El concierto acabó siendo dentro de la iglesia, para controlar los accesos y el aforo por el Covid, justo después de la misa, y la situación fue muy diferente a lo que estoy acostumbrada. Además, el sacerdote me pidió que cantara durante la misa, algo que, lógicamente, no estaba previsto. Como insistió mucho y era muy entrañable, interpreté el ‘Hallelujah’ de Leonard Cohen que, por otro lado, es una canción maravillosa. No estoy muy acostumbrada a esas situaciones ni a ese público, pero tengo que decir que también disfruté y que fueron muy amables conmigo.

"El sacerdote me pidió que cantara durante la misa, algo que, lógicamente, no estaba previsto. Como insistió mucho y era muy entrañable, interpreté el ‘Hallelujah’ de Leonard Cohen que, por otro lado, es una canción maravillosa"

15. ¿Cómo sería su verano ideal?

En el mundo de los sueños, un verano en el que sea totalmente dueña de mi tiempo y pueda elegir varios destinos para viajar, y conciertos en los que dar a conocer mis canciones. 

UN DIÁLOGO CON EL MÚSICO HÉCTOR PÉREZ

UN DIÁLOGO CON EL MÚSICO HÉCTOR PÉREZ

https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2020/10/01/hector-perez-de-joaquin-sabina-aprendi-la-poesia-hecha-historia-para-decir-lo-importante-1398017.html

DIÁLOGO CON SANTIAGO AUSERÓN

DIÁLOGO  CON SANTIAGO AUSERÓN

ENTREVISTA CON SANTIAGO AUSERÓN

 

-Si le parece, empecemos por su vinculación con Zaragoza.

-Nací aquí. Mi padre trabajó empezó de topógrafo en la Base Americana para construir las pistas de aterrizaje y luego los americanos pidieron personal que hablase inglés para administración y entretenimiento, y mi padre hizo el curso de inglés y se quedó en la Base, haciendo de “entertainer” para los soldados: bingo, espectáculos. Y eso nos proporcionó bastante información de primera mano.

-O sea que la pasión por el espectáculo la heredó de su padre...

- Lo cierto es que mis padres se conocieron haciendo zarzuela como aficionados. Después mi padre trató con artistas y orquestas: vivíamos el ambientillo del “show bussines” de cerca. Aunque la mayor influencia fueron los discos en casa: eran los discos que los amigos americanos le dejaban a mi padre o cuando venían a casa con ellos bajo el brazo. Teníamos información del primer Elvis, pero también de la orquesta de Duke Ellington, de Ella Fitzgerald. Había nombres muy fuertes que luego me siguieron influyendo a lo largo de los años, como Nina Simone. Toda aquella información en la mente de un niño zaragozano tarda mucho en expresarse y en adquirir carta de naturaleza.

-¿Qué lugares frecuentaba entonces?

-Además de música en casa, también recibía influjos a través de mis amigos de la calle con los cuales salía a las ferias. Había unos billares en El Tubo, en los que no me dejaban entrar. Veía aquellos tíos patilleros con jerseys de rayas y pantalones de campana, que ponían música en la máquina de discos. Me quedaba en la puerta y les pedía las canciones que me gustaban. Además, iba con mis hermanos pequeños y con mis primos ir a los autos de choque del Cabezo y a oír allí novedades. Me acuerdo perfectamente de la primera vez que oí “Satisfaction” de Los Rolling Stones. Y en la radio Marconi de mi abuela, en la calle Las Armas, oí los primeros Beatles. En el Cabezo recuerdo que había máquinas y el primer “soul” llegaba allí. En la máquina de la piscina de Torrero, donde íbamos algunos veranos, se oía la primera música ye-yé española. Antes de irme de Zaragoza, pillé los aires de una ciudad que estaba muy viva musicalmente.

-Pronto inició su vida errante...

-Nos fuimos a Asturias. Mi padre dejó la Base y recuperó su trabajo de topógrafo en la construcción en Obras Públicas. Vivimos en un pueblo que se llama Infiesto, de allí pasamos a Torrelavega, luego volvimos a Zaragoza, luego al Pirineo, a Jaca y Canfranc, volvimos a Zaragoza otro año y de aquí nos fuimos a Huelva donde estuvimos cuatro años, en la frontera del “Far West”: en la frontera con Portugal. Allí entré de aprendiz de delineante, de aprendiz de topógrafo, mientras terminaba el Bachillerato. Y desde ahí ya nos vinimos a Madrid.

-¿Cuándo nació su pasión por la filosofía?

-Nació en Huelva, mientras era delineante, en la oficina de un pueblo que se llama Villanueva de los Castillejos. En los ratos muertos, yo repasaba mis libros, tomé contacto con la filosofía en los textos de Bachiller. Al principio las teorías de Kant y todas aquellas cosas me sonaban a chino pero tenían algo atractivo y de misterio. Sentía una cierta atracción mental hacia eso. Había un delineante mayor que yo de Sevilla que me empezó a pasar algunas lecturas. Era un subversivo de la época. Fue muy curioso: a aquel pueblo deportaron a algún estudiante sevillano, por conflictos en la universidad, y se formó un ambiente especial: musiquero, venían los grupos de la región, muy “souleros”, de fervorosa inquietud juvenil.

-¿Cantaba ya o tocaba algún instrumento?

-Empecé allí: los amigos me empezaron a enseñar a manejar una guitarra con los rudimentos del fandango de Huelva. Y de los fandangos ya nos pasamos a intentar copiar algunas cosillas de los discos de los Kink. Mi padre hacía viajes a Sevilla, y nos traía discos a Luis y a mí, y algunos de ellos han sido influencias muy perdurables, particularmente recuerdo uno excepcional de Eric Burdon & The Animals, y discos de los Kink. Y empezábamos a enredar con el tocadiscos portátil y me compraron la primera guitarra española.

-La biografía de Radio Futura dice que comenzaron en 1980.

-Empezamos mucho antes, con escarceos, en 1970/1971, y con un homenaje a García Lorca. Tuvimos nuestros más y nuestros menos con la Guardia Civil, que nos decía que el “Romancero gitano” contenía textos provocativos. Luego vinimos a Madrid y entré en la Universidad. Había muy buen ambiente musical, más en la periferia que en el centro; el centro era muy pogre, contestatario, musicalmente un poco pesado. En los barrios obreros, mi hermano tenía un círculo de amigos, melenudos, muy activo musicalmente, que seguían la música de la Velvet Underground, la vía Lou Reed, la vía John Cale, todo lo que se llamó “La Escuela de Canterbury”, Kevin Ayers, Soft Machine, Phil Manzanera y Roxy Music, Brian Eno, un poco el rock sofisticado, tocando un poco el “glam” en su parte más literaria. Y David Bowie y también algunas bandas de rock duro. Yo había entrado en la Universidad un poco antes que ellos, y vivía en los ambientes contestatarios, me quedaba más con Bob Dylan y Leonard Cohen. De San Blas y del círculo de amigos de mi hermano me venía la música más intrigante, frívola en apariencia, pero con contenidos más inquietantes. Eran ya los últimos años del franquismo, nos estábamos metiendo en un ambiente de pre “nueva ola”.

-En 1977 se fue a París.

-Me fui a Vincennes a iniciar mi tesis doctoral sobre Antonin Artaud. Iba a estudiar a la estupenda biblioteca de La Sorbona, pero yo estaba matriculado en Vincennes, que era la universidad maldita. Me interesaba seguir el rastro de Gilles Deleuze, Jean François Lyotard, Chatelet, me apunté a los tres cursos, e inscribí la tesina sobre Artaud con Gilles Deleuze. Quería analizar “La metafísica en Antonin Artaud” a partir del tema de las imágenes y del pensamiento como espacio escénico. Hice una tesis a medias, porque pensaba en la posibilidad de quedarme a vivir en París, y convertirme en escritor o intelectual de oficio, pero en aquellos años fue el estallido del punk, del after punk, la “nueva ola” y todo eso. A partir de 1977 se vivió una efervescencia cultural y musical en relación con la música. En los viajes de vuelta a Madrid, y en las vacaciones, me quedé atrapado. Empezaban a sonar canciones más frescas y con más intención.

-Fue en esta época cuando conoció a la escritora Catherine François, su esposa.

-La conocí mucho antes, en 1974. Ella me inició en la lectura de los escritores franceses que más me han influido: la poesía del XIX, el romanticismo, el simbolismo, y todas las primeras vanguardias. Mi fascinación por Artaud se la debo a ella. Entonces, convalidó su carrera de letras aquí en España, y venía conmigo a la Facultad de Filosofía y Letras a seminarios sobre Nietzsche, Nietzsche y Borges, etc. Con ella me metí a fondo en el estudio de la cultura europea, me introdujo en el Romanticismo alemán. He estado muy pendiente de su propia escritura. Editamos, en edición de autor, en colaboración con Pre-Textos, “La ciudad infinita”, quedó un libro muy personal y enigmático, y luego Pre-Textos publicó su primer ensayo novelado sobre las tradiciones de la China antigua: “Caminos bajo el agua”, es de 1999, un texto denso, pero lleno de poesía. Pre-Textos también me publicó a mí “Las canciones de Radio Futura”.

-Háganos un balance de la larga década de Radio Futura.

-Nuestro lema era “Escuela de calor” porque nos lo tomábamos como un aprendizaje intenso y caliente. No podía ser de otra manera porque las carreteras españolas eran así. Los caminos del rock se iban construyendo conforme nosotros llegábamos también. Aquello era muy intenso, divertido y emocionante. Nos lo tomamos como un aprendizaje que consistió en tratar de realizar en lengua española lo que nosotros sentíamos en las canciones de otros medios: tratábamos adaptar a la métrica del español el modo de expresión que nos llegaba del soul, del rock o del rythm and blues. Nuestra idea era utilizar la canción popular como medio de experimentación y de creación. Queríamos hacer canciones más elaboradas, que permitiesen algo más de reflexión, jugar con la imagen, nos preocupaba la captación poética, la metáfora.

-¿Cómo no van a decir luego que Santiago Auserón es el rockero intelectual?

-Naturalmente en mi aproximación a la canción popular hay dos vías, trabajo como con dos manos. Un lado es el acercamiento adolescente natural, y otro es el aspecto de estudiante, que he mantenido vivo desde entonces. He ido buscando una acercamiento al papel de la lírica contemporánea, al papel de las canciones en el mundo actual y su posible incidencia...

-Creo que ahora está muy fascinado por el mundo de los trovadores...

-Sí. Desde hace algunos años, a lo largo de la experiencia de Radio Futura, estábamos muy interesados en buscar apoyos que dieran sentido a la búsqueda de una nueva canción en España. En lo musical empezamos a mirar hacia la negritud americana, próxima al fraseo español, primero Jamaica, con Bob Marley y el “reggae” a la cabeza, y luego Cuba. Nos metimos muy a fondo. Ese pulso negroide nos empezó a cautivar. Eso empezó a partir del 84.

-Tengo una curiosidad. ¿Cuándo Radio Futura titula su primer disco “La ley del desierto”?, ¿no estarían pensando en Aragón?

-Yo creo que se me fundieron varias imágenes: el páramo castellano, también los Monegros, y un poco La Mancha. También titulamos otro álbum “De un país en llamas”.

-¿Qué es lo que le lleva a crear un heterónimo? ¿O no podíamos decir que Juan Pedro es un heterónimo?

-Sí, lo es. Es un heterónimo que me sirve para canalizar tendencias un poco contradictorias: el lado público y vagabundo exigido por el trabajo en la carretera, y el trabajo de búsqueda, de sones, y compatibilizarlo de algún modo con la necesidad del trabajo privado, del estudio, de la reflexión, de ir poniendo cosas en limpio en los cuadernos. Son como dos mentalidades y dos actitudes que parecen opuestas e irreconciliables pero para mí son las dos verdaderas y las vivo como una especie de oscilación periódica, casi estacional. De hecho el ejemplo de los trovadores, por el cual me ha preguntado, me es muy grato porque en alguno de los textos de estudio (Martín de Riquer o Menéndez Pidal, sobre todo) he encontrado una situación semejante: el trovador era una persona que vivía seis meses de estudio y seis meses de juglaría para llevar y cantar sus propias canciones.

-Su carrera en solitario como Juan Perro ha pasado por fases muy diferentes: el jazz, una reivindicación de lo latino (fue usted, en cierto modo, quien lo puso de moda), lo fronterizo, la mezcla...

-En Radio Futura ya estaba eso. Hicimos temas como “Semilla negra”, que es una fórmula que provoca consecuencias posteriores, hay una relación simbólica entre “Semilla negra” y “La negra flor”. Con Radio Futura visitamos Cuba, trajimos muchos materiales, y nos dimos cuenta de que ahí había mucho lío en el son campesino que remite, en sus orígenes, a estructuras muy interesantes en lo melódico y en lo rítmico. Yo me lo tomé un poco como tarea más personal. Mientras que mis compañeros estaban pensando más en la deriva hacia lo electrónico, en el estudio casero, decidí ir más a Cuba a conocer los viejos soneros, la práctica, la música de tú a tú en su propio círculo familiar. Me gustaba cantar casi sin amplificación y la inmediatez de las músicas tradicionales. También me relacioné con los círculos flamencos de Madrid. Me interesaba desarrollar todo eso como vocalista y por la escritura.

-Usted posee una vocación poética inequívoca, ¿no?

-Sí, pero quiero ser muy cauto con eso. Hay una vocación creciente y una afirmación de la necesidad que yo tengo de leer a los poetas, por dos razones: una, por oficio, para tratar de escribir mejores canciones, y otra por razón de mentalidad porque hay realidades tan escurridizas -supongo que siempre ha ocurrido pero en los tiempos que corren se vive con mayor ansiedad, porque todo parece ocurrir de una forma muy veloz-, que siento la necesidad de capturarlas.

-Le hemos leído que las canciones son un barómetro sociológico más fiable quizá que los cambios políticos.

-Lo que ocurre es que hay patrones musicales, pequeños problemitas rítmicos, que resumen enfrentamientos de culturas, de etnias, de lenguas, y que decantan soluciones que duran mucho más que un imperio. Hay patrones rítmicos que atraviesan la historia con una ligereza increíble. No están asentados, no tienen territorio propio, viven casi mejor en los altos fronterizos y parece que se alimentan de ese extrañamiento, de saltar de un pueblo a otro, incluso a veces de saltar al pueblo del enemigo. He sentido la necesidad de remontar la tradición lírica que me permitiese escribir mejores canciones en castellano, desvelar algo del entramado rítmico latente en la lengua, en los versos, y con los patrones rítmicos de la música popular, que desaparecen, se echan al viento y se van. Ahí he encontrado mi temática, esto es lo que me obsesiona porque a la vez me lleva por el lado de la práctica musical, por el lado de la decantación del lenguaje en los versos, y también por el lado de la reflexión al intentar comprender algo dentro de esas oscuridades.

-¿Cuál es su estado natural: la insatisfacción, la curiosidad, la búsqueda o el riesgo?

-Supongo que una curiosidad enfermiza y doliente. Me veo arrastrado por corrientes que confluyen a veces y luego divergen. Vivo en la incertidumbre y en la indefinición. Lo central de mi carácter es esa especie de confusión o de oscilación entre un extremo y otro.

-¿Mr. Hambre sería también un “alter ego” que se abre camino en medio de esa confusión?

-Había un personaje así en alguna canción de Radio Futura, “Cara o cruz”, un Rufio Datura que era una prefiguración de Juan Perro; estaba en “La canción de Juan Perro”. Creaba heterónimos, figuras y personajes por la necesidad de personificar en alguien la búsqueda rítmica y melódica de la canción popular española contemporánea, por darle un rostro, y en ese juego entró Mr. Hambre, fugitivo, huidizo.

-No sé si se retrata de nuevo. Usted ha declarado: “Vivo una eterna adolescencia en la que no encuentro por donde tirar”.

-Sí me encuentro en esa sensación. Pero este impulso irremediable y cíclico ya me lo tomo con buen humor.

¿Le dice algo el nombre de Fernando Pessoa?

-Me gustan muchas cosas de él. Es un poeta por naturaleza. Lo comparo con Kafka, son dos funcionarios “poetas”. Tengo la sensación de que Fernando Pessoa necesitase heterónimos para, al fin, hacerse su propia encarnación poética. No he pretendido parecerme a Pessoa. Deben ser síntomas de escisión, pero estas cosas no son caprichos de uno mismo, sino de la madre naturaleza.

-Me ha sorprendido que un antiromántico como usted diga: “La herida amorosa tiene mucho que ver con el canto”.

-S, claro. El canto es una especie de sutura o de recubrimiento balsámico. Lo amoroso siempre conduce a algún tipo de herida por el mero entusiasmo de la naturaleza que te lleva de la querencia a los extremos dolientes inevitables, mientras no les pones remedio. Y casi nunca sabes cómo hacerlo. No he sido muy partidario del sentimentalismo ni de la expresión lírica que engorda el yo ni del lamento nostálgico. Prefiero vivirlo y cuando me toca expresarlo, hacerlo de un modo algo más impersonal.

-Otra frase: “Soy un extranjero de aquí”. ¿Es un extranjero en la música, en España, en Aragón?

-Del aquí. Mi manera de ser un aragonés errante o ciudadano español es disfrazarme de turista. Yo soy de la tribu como el primero, pero siempre tengo la querencia de irme un poco a los márgenes para ver las pasiones de la tribu y los sones que llegan de lejos.

-Su último álbum es “Cantares de Vela”. Parece que vuelve al jazz y al soul.

-De algún modo, mientras la canción en España se está poniendo cada vez más pesada porque tiende a la explotación de lo vulgar. Creo que hay un círculo de rockeros de cierta edad que necesita recuperar territorio. Y se vuelve a las fuentes. Ahí está la música negra, el rythm and blues, el jazz, que es la gran explosión de la música negra americana porque es donde se lleva a cabo la revolución drástica de poner en el terreno de la música popular toda la experimentación posible. De algún modo, tenemos que recuperar la memoria.

-Y su memoria, ¿es jazz?

-No es que pretenda ser jazzístico porque para eso hay que nacer, pero sí me gustan los discos, las atmósferas de jazz, su libertad de improvisación (sin exagerar), y el fenómeno en bloque de la negritud americana, que habla inglés o español. “Cantares de vela” es un término literario que he tomado de Menéndez Pidal, son unos cantares populares que llegan hasta Lope de Vega y también hay otra referencia en Gonzalo de Berceo, en un episodio en que los judíos van a decirle a Pilatos que ponga veladores nocturnos en el sepulcro de Cristo para que los discípulos no roben el cuerpo y digan que ha resucitado. Además me ocurrió que tras las giras de “Mr. Hambre” me pasaba las madrugadas en vela, y por eso muchas canciones han nacido con esa imaginería.

-Usted ha hecho defensa del humor negro y se ha identificado con Goya y Buñuel.

-Desde luego. Me siento cercano a los elegiacos, a los que saben enfrentarse a la negrura del mundo, pero no me gusta ni me parece oportuno el lamento airado del genio romántico. Me parece más pertinente llevar la elegía con algo de humor. O con el sarcasmo, que es una de las virtudes de mi tierra. Me parece una estrategia de pensamiento. A lo largo de los años, uno va entendiendo mejor la obra de Luis Buñuel, que ese cine en blanco y negro no sólo es en la película, sino también en el pensamiento. Es un poco el humor de Goya, naturalmente, pertenece a un talante tribal en el que me reconozco con gusto. Como me siento extranjero de aquí, me puedo permitir aprender algo de los míos con ánimo ligero, liviano.

-¿Se siente muy aragonés?

-Totalmente. Acepto mi ser aragonés con alegría. Reconozco los matices de mi tierra.

 

*La foto es cortesía de mi gran amigo Pablo Ferrer.

JOAQUÍN CARBONELL, AL AMOR DE TERUEL

JOAQUÍN CARBONELL, AL AMOR DE TERUEL

Una hermosa foto de Joaquín Carbonell de una gran fotógrafo como Rogelio Allepuz, que trabajó con él en 'El día de Aragón'.

 

La primera imagen de ese Teruel intemporal, de vaguadas y masías, de precipicios y valles, de farallones como los Órganos de Montoro, de tardes melancólicas donde el tiempo se deshace gozosamente y libre entre las manos, se la debo a Joaquín Carbonell. A melodías como ‘Canción para un invierno’ y ‘Me gustaría darte el mar’, a ‘Paca del Cañizar’, de uno de los álbumes de mi vida. ‘Con la ayuda de todos’, que me reveló el humor, la desinhibición, la mirada a los parias, la sentimentalidad contenida y el lirismo. El primer pueblo turolense de mi memoria es Ejulve, en la puerta del Maestrazgo. Yendo hacia él, en la carretera que va de Andorra a La Venta de la Pintada, uno de mis cuñados paró el Renault-8 verde al lado de un mirador, bajamos y dijo: “Ese es el pueblo de Joaquín Carbonell, que tanto te gusta”. Impresionaba con su colmena de tejados y la aguja de la torre.

Joaquín me parecía evocador, narrativo, hablaba de algo que conocía muy bien por su condición de niño rural y de joven sediento de aventuras en Teruel. Tenía ingenio, sentido del humor, ironía, practicaba la somardería. Tras los años de música, se reinventó en la televisión, sobre todo a través del programa ‘Tres asaltos’, donde preguntaba y boxeaba. O ‘Musicaire’. Luego entró en ‘El día de Aragón’, donde hacía de todo: columnas, reportajes, le atraía lo insólito cotidiano. A la vez, leía todo cuanto podía, se aficionó al uso correcto de las palabras y parecía viajar por el diccionario y disfrutaba como un niño corrigiéndote el uso de tal o cual palabra. Sus amigos de entonces, a mediados de los años 80, eran Javier Barreiro, que tenía algo de preceptor de múltiples curiosidades, Miguel Pardeza, futbolista y algo más, fascinado en aquellos días por el esotérico Mario Roso de Luna y probablemente sonetista oculto, Jorge Valdano, que ya empezaba a conciliar literatura y fútbol, y la profesora de Literatura Maite Cacho. En 1990 entró en ‘El Periódico de Aragón’, en los tiempos de Juancho Dumall y Plácido Díez Bella (que había sido su director en ‘El día’), y descubrió la importancia de la televisión en la vida de la gente, a la vez que hacía reportajes con ese punto de humor y asombro que tanto le gustaban. En ‘El Periódico’ se midió en la entrevista ágil e intuitiva, vertiginosa. Era el nuevo Manuel del Arco.

Como quien no quiere la cosa, se revelaría hiperactivo. Gracias a Georges Brassens recuperó su ser esencial, el de músico que cuenta historias de su época e incrementó su bibliografía literaria: poesía, narrativa juvenil, ensayo, narrativa, biografía, libros misceláneos de humor, con Roberto Miranda. Pero nunca olvidó sus raíces: la infancia en Alloza, los paseos al calvario (donde irán a parar sus cenizas), la huella de un padre afable y protector, una madre, ahora centenaria que le sobrevive, a la que adoraba, el impacto del cine o la concavidad del cielo bajo la que los mineros, sonrientes y sucios, volvían a casa para perderse en el pan, en el beso o en la umbría de las oliveras.

 

EN EL ADIÓS DE JOAQUÍN CARBONELL

https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2020/09/13/fallece-joaquin-carbonell-figura-clave-de-la-cultura-popular-aragonesa-1395069.html

JOAQUÍN CARBONELL EN EL PRINCIPAL. 50 AÑOS EN LA MÚSICA

El 13 de noviembre de 1973 fue una fecha mítica para la canción de autor. En el Teatro Principal cobraba vida de manera muy oficial un movimiento que ya tenía canciones, conciertos y reivindicaciones a sus espaldas: actuaron, entre otros, José Antonio Labordeta, Tomás Bosque, La Bullonera, Pilar Garzón, Renaxer, Tierra Húmeda y Joaquín Carbonell. Y a ese concierto empezó refiriéndose el músico y poeta de Alloza en la celebración de sus 50 años en la canción. Estuvo acompañado por una excelente banda: José Luis Arrazola, guitarra eléctrica; Coco Balasch, contrabajo; Enrique Casanova, batería; Roberto Artigas, ‘Gran Bob’, ukelele, armónica y banjo; Kalina Fernández, violín, y Richi Martínez, piano, teclados, voces y dirección musical.  Carbonell es, según Matías Uribe, “a mi juicio, el cantautor español más sólido, maduro, inventivo en la escritura y la voz en plena forma de este milenio, aunque los laureles se los lleven otros”.

El cantante de Alloza, ante el teatro lleno, dijo que estaba emocionado y nervioso. Y se arrancó con dos temas antiguos muy turolenses, que metieron al público en materia poética: Carbonell ha descrito muy bien esas tierras turolenses de olivo, almendro, masadas y pueblos solitarios, heridos por una campanada al atardecer.

Dijo que es posible que en la sala hubiese algún joven cantante que dentro de medio siglo pudiese recordar aquel concierto. Saludó al presidente Lambán y a las autoridades y les pidió apoyo para la cultura. Con Lambán tuvo un detalle de cortesía: recordó que era un gran entusiasta de la canción de autor y que se sabía sus letras mejor que él, que las fue leyendo toda la noche en el atril. Carbonell, que domina muy bien la puesta en escena (recordó a un puñado de músicos que se han ido en los últimos tiempos (Luis Margalejo, Juan Linacero, José Luis Cortés Panoja, Luis Amador ‘Pichurri’…, entre otros, en una suerte de obituario al modo de los Goya, y les dedicó ‘Dónde estabas tú’) Y cosechó nuevos aplausos. Que se multiplicaron cuando cantó a coro ‘La peseta’, y felicitó a los asistentes, entregado a ese repaso de sus temas: ‘Los versos de Pablo Neruda’, ‘Canción para Dimitri’, ‘Soy un género chico’, ‘El gorila’ (ahí evaluó algo más bajo a su coro), ‘A tu madre no le gusta, un blues clásico que fue uno de los mejores momentos musicales de una banda soberbia, de las que da gusto oír.

Los temas siguieron sonando, hasta llegar a momentos inolvidables: una nueva versión de ‘Me gustaría darte el mar’, ‘Canción para un invierno’, otro himno a su provincia, y esa apoteosis que es y fue ‘De Teruel no es cualquiera’. Dijo que todo lo que es se lo debe a Teruel, que su provincia lo tiene todo, y que encarna el futuro, que lo espera todo de Teruel. Aplausos a rabiar. Hizo una versión de Serrat y, poco antes de la despedida, recordó que los cantantes se inspiran en la realidad, en los periódicos, que quieren y deben estar al lado de la gente, y atacó ‘El sonajero de Martín’, y abogó porque “nos dejen enterrar en paz” a todos los muertos.

Joaquín Carbonell contó con mucha gracia diversas historias de la censura y los censores, recordó una noche en La Mandrágora en que Joaquín Sabina, del que tiene algunos ecos en diversos momentos, fue su guitarrista, hizo una versión de Serrat, glosó algunos versos de Labordeta, recordó a Sanchis Sinisterra, que le habló de Dylan, Atahualpa Yupanqui y de los cantautores, y se fue feliz. Inundado del cariño del público, orgulloso de sus músicos. Carbonell hizo un muy buen concierto, quiso tocar temas de todos sus discos, se versionó a sí mismo y dejó la huella de lo que es: un creador de canciones con argumento claro. Canta a la vida y al amor, con un cinismo sentimental, como quien no acaba de creérselo del todo, canta al paisaje y a la tierra, canta a los humildes –‘La Paca del Cañizar’ y ‘Pascual’, entre otras-, fabrica himnos con facilidad y se compromete de inmediato con las cosas que impactan. Brassens ya está es su ADN y Carbonell usa un humor somarda, que puede ser jocoso, festivo o puramente satírico. Está de voz como nunca y se siente el rey del escenario. Querido y respetado.

Oí y sentí el concierto al lado de dos grandes seguidores y amigos de Joaquín: Luis Alegre y José María 'Cuchi' Gómez. Eso tampoco le pasa a cualquiera.

 

*Retrato de Joaquín Carbonell por Guillermo Mestre.

 

UN DIÁLOGO CON LUIS ANTONIO GONZÁLEZ MARÍN

 

Una entrevista con Luis Antonio González Marín, musicólogo, instrumentista y director de Los Músicos de su Alteza, de Zaragoza.

Serie 'Diálogos en cautividad'.

https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2020/05/24/luis-a-gonzalez-marin-el-encierro-ha-transformado-la-percepcion-del-tiempo-el-trabajo-y-el-ocio-1376462.html

DIÁLOGO CARMEN MAINER MARTÍN, FAGOT.

DIÁLOGO CARMEN MAINER MARTÍN, FAGOT.

- Creo que, en realidad, querías ser violinista. ¿Cómo se produjo el cambio, qué te llevó al fagot?

Tenía once años y mi mejor amiga tocaba el violín y en ese momento lo que quería era tocar lo mismo que ella, ir juntas al conservatorio, etc. Recuerdo que el Conservatorio Profesional de Huesca organizó unas jornadas de puertas abiertas a lo largo de las cuales pude probar todos los instrumentos que se enseñaban. El fagot me llamó mucho la atención el día que lo toqué por primera vez, pero lo cierto es que seguía queriendo tocar el violín. Realmente estoy aquí por una (afortunada) casualidad, porque mi madre se quedó con la copla de que el instrumento me había resultado muy atractivo y pensó que había cambiado de idea. Los primeros años no me gustaba mucho, pero cuando empecé el Grado Medio ya se convirtió en mi instrumento. Realmente ahí se produjo un cambio, gracias a los conciertos de Vivaldi. Descubrí un repertorio que desconocía y me enamoré completamente del instrumento y de su sonido.

 

-¿Podrías definir su sonido, qué lo hace especial, qué dificultad tiene el instrumento?

Es muy difícil definir un sonido… El del fagot podría decirse que es aterciopelado, dulce, melancólico… Pero también de una gran presencia, desgarrador en el registro sobreagudo. Para mí, lo que lo hace tan especial es la madera, esa densidad cálida y envolvente.

En cuanto a la dificultad del instrumento, yo diría que las cañas son un desafío constante. Para aquellas personas que no sepan de qué se trata, la caña del fagot está compuesta por dos láminas de madera muy fina (caña) y la vibración que se produce al soplar en ella genera el sonido del instrumento. De este elemento tan pequeño depende la comodidad del intérprete al tocar, la calidad y el color del sonido… Y las combinaciones de materiales y de formas de hacerlas son infinitas. Por no hablar de los cambios de tiempo que les afectan mucho y que pueden hacerlas cambiar de un día para otro.

-En contra de lo que se suele decir, siempre reivindicas el lugar del fagot en la Historia de la Música. Aludes a Vivaldi de manera especial.

Vivaldi ha sido fundamental en mi carrera, realmente un antes y un después, porque al escuchar sus conciertos para fagot pasé de plantearme la música como un hobby a empezar a imaginar un posible futuro profesional. Sus conciertos son de una imaginación desbordante, de una gran riqueza y audacia en el tratamiento del instrumento y en su lenguaje musical y armónico. Vivaldi escribió treinta y nueve conciertos para las huérfanas del Ospedale Della Pietà en Venecia, que eran fagotistas, y en ellos exploró los límites expresivos del instrumento, que además en aquella época era mucho menos sofisticado que ahora. Para mí, la referencia en la interpretación de los conciertos para fagot es Sergio Azzolini, quien de alguna manera ha sabido conectar con la sensibilidad tan particular y subyugante del cura rojo.

¿Quién fue Isang Yun y qué vínculo tiene con el fagot?

Isang Yun fue un compositor coreano que desarrolló su carrera a lo largo del siglo XX en Europa, fundamentalmente en Alemania. Como otros compositores de su procedencia y de su generación, su lenguaje musical se caracterizó por aunar, grosso modo, la sonoridad de los instrumentos tradicionales orientales y las nuevas formas de componer occidentales que se desarrollaron a partir de la segunda mitad del siglo pasado. A principios de los años 80, Yun compuso su Monolog für Fagott, una obra magnífica para fagot solo en la que explora los recursos expresivos y técnicos del instrumento. Se trata de una pieza de unos diez minutos, fascinante por las atmósferas que consigue crear. La he tocado en varias ocasiones y lo cierto es que siempre que la recupero después de un tiempo ofrece nuevas dimensiones que antes no había percibido. No se termina nunca.

-Eres oscense, Enrique Escartín Ara también, y creo que has seguido los pasos de tu hermana menor Ana, flautista. ¿Por qué? ¿Qué te da Francia que no te hubiera dado España’

Cuando terminé la carrera en el CSMA, aún me quedaba un año para finalizar Historia del Arte en la Universidad. Mientras acababa la Licenciatura, mi hermana pasaba su primer año en París y me animó a irme con ella. Lo cierto es que en el momento no lo pensé demasiado y me fui, fundamentalmente porque en España en ese momento (2013) no tenía trabajo. A lo largo de este tiempo, París me ha dado muchas cosas. Ha sido un camino muy duro, he tenido que trabajar mucho y hay que seguir en ello para mantenerlo, pero hago balance y ha merecido la pena. En este momento soy artista freelance (intermittente du spectacle), trabajo en la Philharmonie de París y doy clases en los conservatorios de los distritos 13 y 20. No puedo saber qué hubiera pasado de haberme quedado en España hace cinco años, pero las oportunidades que intuía que podía encontrar fuera en ese momento ni las imaginaba en mi país.

-Has fundado varios grupos como Gavarnie Ensemble y tocas a veces en varias orquestas. Y creo que das clases. ¿Cómo vive un músico, o mejor como sobrevive, incluso en Francia?

Realmente, los músicos sobrevivimos, más que vivimos, pero en Francia existe un estatus especial para artistas (la llamada “intermitencia”), que nos hace la vida más fácil. De forma resumida, se trata de una ayuda que otorga el Estado a las personas que se dedican al mundo del espectáculo (actrices, bailarines, directoras, tramoyistas, técnicos de luces, y obviamente músicos) cuando se justifican una serie de conciertos/espectáculos declarados (con contrato, no pagados “en negro”) al año. Si se reúne ese mínimo anual, se puede optar a esta ayuda, que consiste en que el Estado paga un salario los días en los que no se trabaja. Por ejemplo, yo como intermitente puedo tener un mes dos conciertos; esos dos conciertos me los paga la sala en la que toco, pero los 28 días del mes cobro esa ayuda del Estado. Si un mes no tengo ningún concierto, el Estado me paga todo el mes. Está francamente bien pensado, porque se paga todo el trabajo (¡que no es poco, más bien al contrario!) que hay detrás de un concierto (horas de ensayo, de estudio, de crear proyectos, de hacer contactos, de mandar propuestas a salas, etc., etc.).

-¿Cómo te has planteado el disco de fagot y piano, con Enrique Escartín Ara y con tu hermana Ana?

Este disco es un gran orgullo para mí. Principalmente, porque es el primer CD que grabo como solista y además gracias a un premio otorgado por el Colegio de España en París que vino en un momento bastante delicado de mi carrera. Lo quise plantear con mucho rigor y seriedad, sobre todo en la elección de las obras que quería grabar, pero también quería disfrutar del proceso de creación, de las sesiones de ensayo y de grabación. Por eso no podía pensar en mejor compañía que la de Enrique y Ana. Enrique fue mi pianista durante los cuatro años de la carrera en el CSMA, y con él he vivido momentos muy importantes en mi vida musical. Que él fuese mi pianista una vez más en mi primer CD me daba una seguridad absoluta, la música de cámara con él siempre ha sido un disfrute. Con Ana hago música desde que somos niñas y aún no tocábamos ningún instrumento. Hemos cantado, improvisado ritmos, creado códigos musicales propios, desde pequeñas hasta ahora. Que Ana me haya acompañado en esta aventura es la continuación lógica de este camino.

-¿Qué sonidos, partituras y emociones buscabas? Lo digo porque aludes a un criterio muy personal en la elección de temas… Se ve que te interesa mucho la música contemporánea...

Cuando pensé en el repertorio que quería grabar, mi idea principal era la coherencia. Quería que todo el repertorio fuese original, que no hubiese ningún arreglo. Otro requisito de gran importancia era que quería grabar repertorio de cámara en el que el fagot pudiese “mostrar” su riqueza expresiva y sonora. Y, por supuesto, que se tratasen de obras con un significado especial para mí, de ahí el criterio personal…

-¿Cómo nace un disco así: hay una documentación previa, interviene el azar, intentas fijarte en un repertorio concreto, aquí del arco de un siglo?

El repertorio que a mi modo de ver podía aunar mejor las condiciones que me había “fijado” de alguna manera se encuentra fundamentalmente en la música escrita durante el siglo XX, que me resulta fascinante. Al final el CD es una muestra de la música para fagot que se ha escrito desde 1921 (fecha de la Sonata de Saint-Saëns) a 2017 (fecha en que estrenamos las Variaciones de Alex Nante).

 

-Hay piezas que son muy bellas y raras, por ejemplo la de Saint Saens. Dices que es como el canto del cisne del compositor…

La Sonata de Saint-Saëns es una obra maestra de nuestro repertorio. La compuso en su último año de vida, de ahí que la considere como su canto de cisne, y, a pesar de su deuda con el romanticismo (pienso fundamentalmente en el primer movimiento), anuncia un tratamiento muy audaz del instrumento, ya que abarca la totalidad del registro del fagot, yendo aún más allá que Stravinsky en La Consagración de la Primavera.

-Está Paul Hindemit, que es uno de los grandes músicos de hpy…

La sonata de Paul Hindemith para fagot y piano se suele considerar una obra menor, pero lo cierto es que es una pequeña gran joya de nuestro repertorio, muy interesante y en absoluto anodina. A mí misma me llevó tiempo aprender a valorarla como merece, y en este proceso de “apropiarme” de la música ha tenido también un papel muy importante Enrique en el transcurso de los ensayos, trabajando parte por parte, escuchando las armonías, la forma en que está escrita la parte de piano. La Sonata de Hindemith es un poco como el Monolog de Isang Yun, no se termina nunca.

-¿Quién es Alex Nante, el más joven de todos?

A Alex le conocí en París, durante el primer año que pasé en el Colegio de España en la Cité Universitaire. Él estaba viviendo en la Casa de Argentina y acababa de crear el Ensemble Écoute, dedicado a la música contemporánea, junto al director y pianista Fernando Palomeque. Alex está terminando su Master de Composición en el Conservatoire National Supérieur de Musique et de Danse de Paris y en estos momentos desarrolla su carrera fundamentalmente en Europa, pero también en Argentina. En 2017 nos compuso sus Variaciones, que tuvimos el placer de poder estrenar y de grabar en este disco y que para mí eran, por muchas y diferentes razones, una manera estupenda de cerrar el CD.

-¿Cómo te defines como intérprete? ¿Eres científica, apasionada, serena?

Si me tengo que definir como músico, diría que soy intuitiva, aunque luego tenga la necesidad de justificar el porqué de lo que hago. Mi forma de aproximarme a la música no es racional en un primer momento, sino que me dejo llevar por lo que me sugiere la partitura a la hora de tomar una decisión interpretativa. En un segundo nivel, razono el porqué de la forma de interpretar y rectifico o no en función de criterios más “científicos” (estilísticos, camelísticos, etc.). No me considero especialmente “científica” ni “serena”, salvo cuando trabajo el repertorio contemporáneo, cuando mi forma de trabajar es mucho menos intuitiva y más racional desde el primer momento.

-¿Cómo has trabajado con Enrique Escartín Ara y con tu hermana, podrías definirlos un poco?

Siempre es un placer trabajar con ellos. Enrique es un estupendo compañero de cámara, con el que toco muy a gusto y en quien tengo una confianza absoluta. Nuestra forma de trabajar es diferente en algunos aspectos, pero lo que uno aporta el otro no, de manera que nos complementamos muy bien en los ensayos. Con Ana tocamos juntas desde hace muchísimo tiempo y cada vez que hacemos un concierto aprendemos algo nuevo, es un camino que no se acaba nunca, porque las dos buscamos una perfección, un ideal, que se aleja conforme nos acercamos a él. Lo mejor de haber trabajado con los dos en este disco han sido los ensayos en los que hemos jugado, en el sentido inglés o alemán del término (play, spielen), literalmente, con la música. Ana y Enrique tienen una forma muy similar de entender la música, más racional que yo, y resulta muy enriquecedor poder trabajar con ellos.

-¿Cuál va a ser el recorrido del disco, lo vas a presentar en España, lo vas a tocar en Aragón?

El disco se ha publicado en un momento difícil para darlo a conocer, ya que salió a la luz en pleno verano. No obstante, la idea es darlo a conocer tanto en España como en Francia a partir de este otoño, aunque de momento la presentación se circunscriba a la prensa. Mi idea sería hacer uno o varios conciertos de presentación, aunque el disco ya lleve unos meses en el mercado, y por supuesto en ese sentido sería muy importante para mí poder darlo a conocer en Aragón.

-Tocas en el Foro Romano, en Uncastillo. ¿Sigues teniendo a Aragón en el corazón?

Sin duda. No creo en las naciones como construcción política, pero me siento profundamente ligada a la tierra en la que he nacido y crecido. A pesar de vivir fuera, de lo mucho que esté viajando en este momento de mi carrera, siempre es un placer poder volver y tocar “en casa”. Este verano tocamos con Gavarnie Ensemble por segunda vez en el Foro Romano y nos estrenamos en el ámbito del cine en el Festival de Uncastillo. Ambos proyectos eran muy distintos, pero nos hacía especial ilusión poder hacerlos primero por el reto musical que suponían, y segundo, pero no menos importante, por poder compartir nuestra música con un público que nos quiere mucho. Es indudable que tocar en una sala como la de la Philharmonie de Paris es un lujo, pero también lo es finalizar un concierto en el Foro Romano y que el público se acerque a ti para decirte lo mucho que les ha gustado.

-¿Le reprochas algo a la política cultural español o al Gobierno de Aragón?

En el ámbito cultural y, más concretamente, en el musical, les reprocharía la situación de toda una generación de grandes músicos que se ha visto obligada a salir de España para poder ganarse la vida. Nuestro sistema de educación musical, con los Conservatorios Profesionales que imparten las Enseñanzas Elementales y Profesionales, es uno de los mejores de Europa. Los músicos formados en España tienen un nivel de base muy sólido al terminar lo que antes era el Grado Medio y antes de iniciar estudios superiores. Mejor que en Francia, donde el sistema de Conservatorios es mucho más elitista y la formación básica mucho menos exigente. Lo mismo sucede en otros países europeos. Y, sin embargo, hay una generación de grandes intérpertes, compositoras, directoras… que ha tenido que salir de España para poder ejercer su trabajo. Europa está llena de músicos formados principalmente en España, con un nivel muy alto. Lamento profundamente que esta generación, formada en uno de los mejores sistemas de educación musical de Europa, no pueda ejercer en su país y “devolver”, de alguna manera, la inversión que el Estado ha hecho en su formación, y por supuesto el esfuerzo de las familias, que es fundamental para desarrollar una carrera profesional en la música. Si esta generación de músicos tuviese la oportunidad de estar trabajando en España en este momento, bien fuese impartiendo clases, dando conciertos, creando nuevos espacios para propuestas multidisciplinares… No me cabe duda de que contribuirían a generar una sensibilidad diferente hacia la cultura en general y hacia la música, clásica o no, en particular.

-Si te pones a soñar, ¿cómo y dónde querrías estar, qué desearías hacer como instrumentista?

En este momento de mi vida casi me parece estar viviendo ya ese sueño, porque compagino dos actividades que para mí son fundamentales como fagotista: la parte artística, con Gavarnie Ensemble, y los proyectos en los que me estoy embarcando con otros grupos, y la docente, con el proyecto DÉMOS en la Philharmonie de Paris. A medio/largo plazo me encantaría que Gavarnie Ensemble se desarrollase con nuevas propuestas que aúnen diferentes formas de expresión artística. No me veo tocando en una orquesta profesional, me interesa más el trabajo de cámara o de ensemble de cámara, donde hay una gran cantidad de repertorio interesantísimo para explorar. Y en cuanto a dónde, por el momento me veo viviendo en París, viajando mucho, pero sin dejar de mirar hacia el sur.

 

*Retrato de Carmen y Ana Mainer Martín.