CESARE PAVESE, por JUAN LUIS PANERO
A LA MAÑANA SIGUIENTE CESARE PAVESE NO PIDIÓ EL DESAYUNO [No me ha dado tiempo a escribir nada sobre Cesare Pavese, un escritor que me ha marcado mucho: por sus poemas, por su diario, por sus novelas y por su condición de traductor y teórico de la literatura norteamericana. En los años 80 sobre todo leía cuanto caía en mis manos sobre él, era una debilidad. Leí la biografía de María de la Luz Uribe y las más raras ediciones. Uno de mis blogs favoritos es el de Fernando Valls, tan cuidado, tan lleno de homenajes y de fotos excelentes, tan oportuno siempre en el recuerdo y tan erudito. En él encuentro este poema de otro poeta al que leí mucho: Juan Luis Panero. Nunca me apasionó Leopoldo y sí en cambio Juan Luis. Lo copio porque me gustan el poeta, el gran escritor piamontés, y esta pieza de su suicidio, que anuncia en su estremecedor diario. Fernando Valls ha retornado a Berlín con Gemma Pellicer, inagotable narradora.]
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Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por primera vez había afirmado su existencia-,
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después –una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.
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JUAN LUIS PANERO, Los trucos de la muerte, 1975
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