TOMÁS SERAL Y CASAS: UN POETA EN EL ARTE
Se cumplen cien años del nacimiento del nacimiento del escritor, periodista, editor y galerista-librero de Libros, de Clan y de Cairel
El año 2008 que culmina ha sido el del centenario de Pedro Laín Entralgo, Pablo Serrano, Luis Galve, González Bernal, Inocencio Ruiz Lasala y, entre otros, el de otro personaje decisivo de la cultura española y aragonesa del siglo XX: Tomás Seral y Casas (Zaragoza, 1908-Madrid, 1975). Los Sitios, Goya y la Expo 2008 han eclipsado las efemérides de todos ellos. En Tomás Seral y Casas se congregan distintas facetas: hijo de un fabricante de harinas de Alagón, fue director de cuatro números de la publicación ‘Vida alagonesa’, de 1927 a 1928, fue redactor jefe en 1930 del periódico ‘Cierzo’, que dirigía Valero Muñoz-Ayarza y ejerció como periodista en ‘La Voz de Aragón’, donde igual realizaba reportajes o entrevistas que escribía de cine, de literatura o de artes. Y fue un joven poeta de su tiempo, un autor vanguardista que firmaría distintos poemarios muy distintos entre sí. ‘Masticando goma de estrellas (poemas bobos)’ (1931) es un poemario de iniciación y de asuntos variados: la búsqueda de la pureza, el eco del cine (desde Bebe Daniels y Clara Bow a Chaplin), el repaso de las huellas de la I Guerra Mundial. En ‘El amor violento’ (1933) adopta el tono de la composición neopopular, casi al modo de Rafael Alberti o Lorca, en un volumen impregnado de lirismo, de denuncia del mundo burgués y de pasiones contemporáneas. Y ‘Cadiera del insomnio’ (1935) es un poemario próximo a la exaltación de los afectos amorosos de Pedro Salinas. En ese mismo año apareció también ‘Chilindrinas’ (las reeditó Larumbe Chicos con dibujos de Elisa Arguilé), un libro de greguerías -esa aleación de metáfora, ingenio y humor-, a la manera de Ramón Gómez de la Serna, que le envío su bendición y elogió varias de ellas, como ‘El bombo estornuda por los platillos’.
La actividad en vísperas de la Guerra Civil de Tomás Seral y Casas fue constante: codirigió con Ildefonso-Manuel Gil y Antonio Cano catorce números de la revista ‘Noreste’, desde 1932 a 1936, publicó manifiestos poéticos y creó una colección, ‘Cuadernos de poesía’, donde editará a Gil Comín Gargallo, Juan Eduardo Cirlot, Maruja Falena, Juan Gil-Albert, una antología de Pierre Reverdy y ‘Violento idílico’ de Miguel Labordeta, en 1949. José Enrique Serrano, uno de los grandes estudiosos de su obra, valoró así su poesía: “Nuestro autor no fue un gran poeta evidentemente, pero supo como pocos escribir con dignidad y dolor máximos”.
Tras la Guerra Civil, en 1940, Tomás Seral abriría en la zaragozana calle Fuenclara la librería-galería Libros, donde realizará una increíble labor cultural; luego, Víctor Bailo se haría cargo de ese establecimiento. Escribía más o menos en secreto, pero la actividad más importante de entonces sería la de promotor del arte contemporáneo: en el acogedor espacio del palacio expondría a Ángel Antonio Mingote (una muestra suya inauguró el cautivador local), Baqué Ximénez, Santiago Lagunas, Alberto Duce, Julián Gállego, Ortega Muñoz, Menchu Gal, etc., y se enfrentó a las adversidad de la crítica y de la incomprensión con absoluta dignidad. En 1945, fundó en Madrid la librería-galería Clan, que tuvo dos sedes: una en la calle Arenal, adornada con un mural de Luis Castellanos, y a partir de 1948 se ubicó en Espoz y Mina, cuyo local decoraron dos de sus mejores amigos: Juan Pérez Páramo y Alfonso Buñuel.
Por los dos espacios pasaron los más importantes artistas españoles (Álvaro Delgado, Zabaleta, Benjamín Palencia, el fotógrafo Nicolás Muller, incluso el Cela pintor), y organizó varias colectivas, una de ‘Jóvenes pintores españoles’ y otra de artistas consagrados de renombre universal como Picasso, Klee, Chagall, Calder, y aquella de ‘Arte fantástico’ que preparó Antonio Saura. La muestra de Ahmed el Yacoubi contó con la presencia del narrador Paul Bowles; la conexión tangerina le llevó a vivir una experiencia amarga con Truman Capote en el café Gijón junto a unos amigos y a su mujer Gloria Aranda: oyó como alguien, según Emilio Sanz de Soto, lo llamaba ‘maricón’.
Más tarde, Tomás Seral probó la experiencia parisina con la librería Cairel, donde expuso a Manolo Millares. En los últimos años de su vida, con una indecible e injusta sensación de fracaso, Tomás Seral y Casas se dedicó a la edición de libros de caza. Falleció en Madrid en 1975. José-Carlos Mainer, que acaba de recordarlo en ‘Turia’, y Chus Tudelilla le rindieron merecido homenaje en 1998 en la ambiciosa muestra ‘Tomás Seral y Casas. Un galerista en la posguerra’, que se presentó en el Centro Conde Duque de Madrid. Seral y Casas fue un galerista, un escritor, un promotor incesante de la creación, un hombre de acción de la cultura.
*Este texto lo publiqué en Heraldo de Aragón ayer martes.Tengo el sistema estropeado y apenas puedo actualizar. Pequeña portada de la edición de 'Chilindrinas' de Tomás Seral y Casas, que ha ilustrado para Larumbe Elisa Arguilé.
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