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Antón Castro

CARLOS SAURA HABLA DE 'AUSENCIAS'

CARLOS SAURA HABLA DE 'AUSENCIAS'

Carlos Saura novela su pasión

por la fotografía en ‘Ausencias’*

 

 

 

El artista y cineasta publica una novela donde juega con la imagen, la locura, el amor y el crimen

 

 

Carlos Saura es un anciano juvenil. Nacido en Huesca en 1932, solo le preocupa el futuro: es como si tuviera un cuaderno repleto de proyectos y viviera con la ansiedad y el afán de poder concluirlos. Huye del pasado y de la melancolía como de la peste. Es hiperactivo, soñador y quizá ensimismado. Cuando ve la edición impresa de novela ‘Ausencias’, publicada por el sello Laborinto (Madrid; 350 páginas), dice: “¡Anda! Si yo no había visto este libro. ¿Ya lo tiene?”. Lo acaricia y lo firma, pero con esa extraña sensación de quien se halla ante algo inesperado o raro.

“¿Lo ha comprado en una librería? Es el primer ejemplar que veo. Qué ilusión. ¿Sabe? De la novela, además de esta edición, se va a tirar otra, de 200 ejemplares numerados con mis 27 dibujos de las cámaras a gran formato”, avanza. ‘Ausencias’ es la novela de la fotografía del fotógrafo y coleccionista de cámaras e historiador de la fotografía que es el realizador oscense, que acaba de ser homenajeado en el Festival de Cine de Zaragoza. Lleva, en el inicio de cada capítulo, un pequeño dibujo de las cámaras: la Speed Graphic, que tanto usaron Diane Arbus y Weegee; la Ernemann Ermanox, capital en el libro, la favorita de Erich Salomon, muerto en un campo de concentración en Auschwitz; la Hasselblad, que emplearon muchos, y entre ellos Edward Weston, amante de Tina Modotti, de quien elogia un desnudo sobre la arena.

“‘Ausencias’ es una novela que escribí en 2002 y 2003, poco después de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, que aparecen en el libro. La novela me ha acompañado estos años, la he cogido, la he dejado, entre película y película, y al final llegó al libro”, dice el cineasta, que siempre lleva una cámara al cuello. La novela, que presenta esas atmósferas oníricas propias de su cine, del tipo ‘Elisa, vida mía’ (película a la que alude el propio Saura), cuenta la historia de un abogado, Mario Romero, de poco más de 40 años, que tiene una enfermedad misteriosa y su psiquiatra le recomienda que ingrese en un residencia de reposo. Allí conocerá a varias mujeres y a otro personaje que es como su vigilante y su antagonista, Correveidile; vivirá diversas peripecias de amor, delirio y fantasía, y con una de las pacientes, Elena Arroyo (de la que se dice que ha cometido un crimen), inventará una ficción. Una novelita dentro de la novela, que no es un texto ingenuo o aleatorio; tiene mucho que ver con la propia historia de la residencia. Pero hay muchas más cosas: entre ellas, algunos crímenes, que parecen sacados de fotografías del citado Weegee, el reportero de calle al que se le dedicó la película ‘El ojo público’ de Howard Franklin (“que es una buena película”, dice Saura), o de aquellas instantáneas directas de Diane Arbus, a la que también le gustaba retratar deformidades, gentes muy delgadas o muy flacas, y evidentes patologías.

“Esta laberíntica novela parte de un hecho real. Compré un libro de Diane Arbus y le faltaba una página. Y esa ausencia me permitió fabular. Imaginar muchas cosas. Me encanta la fotografía de esta mujer que se suicidó de manera horrible cuanto estaba en la cumbre. Me impresionan su vida y su fin. Lo que hago en la novela es rellenar con narraciones, a medio camino entre la realidad y la fantasía, la página desaparecida; al fin y al cabo los personajes tienen diversos grados de inestabilidad mental”, subraya Carlos Saura. Mario Romero es, además de un abogado enfermo, violonchelista y fotógrafo: tiene una colección de más de 400 cámaras fotográficas.

“Mario Romero es un poco mi sosias. Mi ‘álter ego’. Yo también tengo una buena colección de cámaras, me encantan, y vivo, como él, en las afueras de Madrid, en una casa de campo”. Saura, que ha perdido hace poco a su cocinera y asistenta portuguesa, dice que la novela es un homenaje a fotógrafos maravillosos, “ahora que ya no quedan. O quedan cada vez menos. Con las nuevas cámaras, cualquiera es capaz de hacer una buena foto, una foto excepcional, y no es nada fácil distinguir a los maestros”. Contiene, por otro lado, el mayor erotismo hasta ahora de los libros y de las películas de Saura. Por ejemplo, Mario tiene una hermana, Teresa, muy bella, al que se le ha muerto su marido pintor. Un día se encuentran y ella le explica cómo le gusta el sexo y le cuenta un sueño carnal que ha tenido con él. Todo muy explícito. El propio Mario describe varios coitos.

“Quizá sea mi libro más sexual, sí. En mi cine nunca he abordado el acto sexual. Lo resuelvo mediante la elipsis, lo sugiero y corto. En realidad, me gustaría contarlo de manera naturalista pero entonces se convertiría en pornografía y no podría rodarlo. Ja, ja, ja. Lo que me sucede es que me encanta escribir, cada vez disfruto más. Mis guiones nacen de la pasión por la escritura”. Bueno, había que decir que le gusta escribir, pintar, fotografiar (hace fotos todos los días y casi todo el tiempo) y dirigir cine. Ha sido objeto de una biografía reciente del director Félix Viscarret: ‘Saura(s)’.

Carlos Saura -que expresó en la clausura del Festival de Cine de Zaragoza su pasión por la jota y reprochó a los organizadores que no fueran capaces de integrarla en el menú- trabaja en dos nuevos proyectos: una película que se rodará en México sobre música mexicana, “a la manera de ‘Tango’”, y ‘Guernica’, “que saldrá, saldrá. Seguro. Antonio Banderas me ha confirmado que sí, pero tampoco me queda mucho tiempo”, precisa. 

*Autorretrato de Carlos Saura.

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