JAVIER DELGADO PUBLICA 'TIERRA DE NADIE' EN XORDICA
El pasado sábado, tras la apurada victoria del Real Zaragoza, el editor Jusep Raül Usón fue objeto de un homenaje de una multitud de amigos y cómplices en Casa Emilio: Xordica cumple quince años. Se fundó en la primavera de 1994 y presentó sus primeros libros en la Aljafería; poco después, Luis Alegre hizo una fiesta impresionante en el Oasis con motivo de la publicación de ‘Besos robados. Pasiones de cine’, el mayor éxito de la editorial junto a ‘Tierra sin mar’ y ‘Cuentos de San Cayetano’ de José Antonio Labordeta. A Raül lo sorprendieron libreros, historiados, escritores, pintores, editores, cineastas, fotógrafos, bastantes de sus autores, amigos y él apareció creyendo que venía a otra cosa con su última publicación: ‘Tierra de nadie’ de Javier Delgado, una novela sobre un espacio rural, Greda, que se convierte de inmediato en el espacio mítico o paradisíaco de un joven que viene a pasar allí sus vacaciones. Algunos fines de semana aparece el padre del protagonisa. Su madre es una enamorada de la ópera y una fumadora compulsiva. Javier data la novela en 1967. Entreteje una narración con amor, humor, aventuras, revelaciones maravillosas, y la sacude de cuando en cuando con el temblor de la fatalidad, con lo inesperado.
Copio algunos fragmentos de la novela, que se presenta el día 21 de abril en la librería Antígona. José Antonio Labordeta ejercerá de padrino de esta historia que, en el fondo, tiene dos protagonistas muy claros: Daniel y Rafael, de trece años. Esta foto es de Gerald Bloncourt.
“En Greda mi padre pasaba los fines de semana: de la tarde del sábado a la del domingo, como tantos padres por aquellos años, cuando llegaba era una fiesta, siempre con regalos, pequeños regalos o grandes regalos, nunca se sabía, regalos para todos, incluso algún regalo para él, regalo envidiado: unos catalejos, una brújula, un cazamariposas, regalos suyos que nos daba permiso para utilizar mientras él no estaba, mi madre me decía Pero son de papá, para que no lo olvidáramos, que los cuidáramos especialmente, para que no contáramos con esos objetos como si fueran nuestros, de cada uno de nosotros, la verdad es que casi siempre los tenía en mi cuarto mi hermano mayor y eso me daba rabia, lo decía pero siempre mi madre salía en defensa Él es mayor…”
“Cuando tenía once años, Daniel acudía cada tarde, a la salida del colegio, a los alrededores de un circo que se instaló en su ciudad durante varios meses. Yo iba a que me raptaran y me llevaran con ellos. ¡Pero nada! Hice alguna demostración de equilibrista con un palo en la nariz, por si me veían y eso, ¡todo fue inútil!”
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