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Antón Castro

'AFINIDADES': FÉLIX ROMEO EVOCA A PEDRO VILA

'AFINIDADES': FÉLIX ROMEO EVOCA A PEDRO VILA

Esta tarde, a las 20 horas, en la galería Aragonesa del Arte, que dirigen Montse y Mariano, se inaugura la exposición ‘Afinidades’, que coordina Chus Tudelilla. En ella un artista y un escritor colaboran. Las parejas se han formado así: María Buil-Ismael Grasa; Gonzalo Tena-Alejandro Ratia; Enrique Larroy-Manuel Vilas; Fernando Sinaga-Jesús Jiménez Domínguez, y Lina Vila-Félix Romeo. Ambos, Félix y Lina le rinden homenaje a Pedro Vila, padre de Lina, a quien Félix no llegó a conocer, o quizá lo viera fugazmente en Albarracín, pero sí lo ha adivinado a través de sus sueños, de sus poemas y de sus secretos. Y de lo que le han contado. Este es un hermoso texto. Yo he conocido mucho a Pedro Vila: siempre me pareció un hombre estupendo, apasionado por Aragón, por la cerámica, por la cultura. Un hombre sin pereza que admiraba profundamente a un maravilloso hombre del tiempo: Eduardo Lolumo. Siempre me lo decía. Insisto: he aquí el texto de Félix Romeo para ‘Afinidades’. La imagen, un poco pequeña, corresponde al instante en que Lina pintaba un árbol lleno de objetos e imágenes en honor de su padre.

 

 

OCULTO EN EL BOSQUE

 

    Todo lo que sé de él me lo han contado.

    Sé que le gustaba la sabina de Villamayor.

    Sé que quería plantar un sabinar en Villamayor.

    Sé que le gustaba la flor del azafrán, y que en la guerra y en la posguerra, en Plenas, ocultaban el azafrán mientras les requisaban el tocino y el pan.

    Sé que le gustaba el alabastro. Lo consideraba una piedra preciosa y lo llamaba flor de magnolia.

    Sé que le gustaban los almeces. Y a mí me gusta la definición de “almez” del Diccionario: “árbol de unos doce a catorce metros de altura, tronco derecho de corteza lisa y parda, copa ancha, hojas lanceoladas y dentadas de color verde oscuro, flores solitarias”.

    Sé que le gustaban los olivos.

    Y los laureles.

    Y las vides.

    Y las higueras.

    Y los almendros. Y la flor del almendro.

    Y el piracanto.

    Y los sauces.

    Sé que le gustaban las películas del Oeste: El hombre que mató a Liberty Valance y La diligencia. Y puedo imaginar que le habría gustado ser John Wayne.

    Sé que le gustaba conducir su furgoneta, y que prefería viajar por carreteras secundarias que por autopistas.

    Sé que en los viajes largos no le importaba dormir en el coche.

    Se que le gustaban el pan y las nueces.

    Sé que sólo usaba colonia Pino Silvestre. En julio de 2008 recorrimos todas las perfumerías de París buscando Pino Silvestre, con su envase de cristal verde, sin encontrarla. Sí la encontramos en Pau, poco más tarde: botes grandes y botes enanos en un guariche lleno de perros de porcelana. Se llama Pino Silvestre pero huele a albahaca.

    Sé que le gustaban las aliagas, con flores amarillas.

    Sé que le gustaba la alfarería, y que coleccionaba cántaros y cantaricos: barro cocido.

    Sé que le gustaban los cántaros del alfarero Alfonso Gayán y también su huerto en Fuentes de Ebro: con higueras y con cerezos.

    Sé que le gustaban las mujeres.

    Y las monjas, como a Juan Ramón Jiménez. Pero no sé si le gustaba Juan Ramón Jiménez.

    Sé que le gustaban las pinturas de Goya.

    Sé que al garaje donde escribía le llamaba La Cueva.

    Sé que decía que le habría gustado ser pastor.

    Sé que le gustaba hurgar en los motores.

    Sé que le gustaban los lápices de carpintero de dos colores: a mí también, y ahora me gustaría tener uno para escribir este texto en rojo y en azul.

    Sé que le gustaba navegar en barco, e ir en la proa.

    Sé que le gustaban las margaritas.

    Y las caléndulas.

    Todo lo que sé de él me lo han contado.

    Sé que le gustaban las cigüeñas.

    Que le gustaba observar a los pájaros, y que los distinguía por su canto.

    Que le gustaban las rosas.

    Y los cipreses.

    Y el romero.

    Y el tomillo.

    Y la lavanda.

    Sé que le gustaba el espliego.

    Sé que le gustaba Lisboa y Volterra y Venecia y Albarracín.

    Sé que, de pequeño, había trabajado en un cine, vendiendo caramelos: pero no sé si eso le gustaba. No sé si fue entonces cuando se apasionó por La diligencia y por John Wayne y por las demás películas del Oeste. Tampoco sé en qué cine trabajó.

    Sé que no pudo producir películas del Oeste pero produjo documentales.

    Sé que le gustaba esta jota:

    “La niña cuando va a misa, y ole, ay, va delante de su madre y ole, ole, carretero qué jaleo lleva el tren. Parece un ramico albahaca y ole, ay, que lo bandolea el aire y ole, ole, carretero qué jaleo lleva el tren”. Pero no sé si la aprendió en el cine donde trabajaba cuando vio Nobleza Baturra.

    Sé que le gustaba Pedro Saputo, la novela de Braulio Foz. Pero no sé si le gustaba porque a Pedro Saputo también le gustaban mucho las monjas.

    Sé que le gustaba el vino, y prefería el vino joven.

    Sé que decía a menudo:

    “Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”.

    Sé que le gustaba la montaña negra de Carcassone.

 

    He mentido. Hay cosas que sé de él que no me han contado. Las he leído en los poemas que escribía en La Cueva. Ahora, mientras escribo con la mano derecha, toco con la mano izquierda uno de sus cuadernos de poemas. En la cubierta, escribió: “Los Viajes”. Y lo firmó: Pedro Vila Solanas.

    Sé que le gustaba escribir a mano.

    Y que le gustaba corregir obsesivamente: ajustar el metro y la rima, buscar variantes, cambiar palabras.

    Sé que le gustaba emplear las mayúsculas en las palabras que él creía importantes. Escribía:

    “de Lavanda y de Laurel.

    Del Laurel y del Olivo,

    de la Altea y el Almez,

    de la prolífica Higuera

    y el arrogante Ciprés”.

    Sé que le gustaban las listas. Escribía:

    “encinas, sauces llorones.

    cascajas y zarzamoras,

    lentisco, sabina y roble”.

    No sé casi nada de él, pero sé que su cuerpo de ceniza se ha mezclado con las raíces de la sabina de Villamayor.

    El primer verso de uno de sus poemas inacabados dice: “Te oculta un Bosque entero”.

 

    FÉLIX ROMEO

 

2 comentarios

frida sinka -

y precioso el poema de amor filial que ha prendido en la sabina.
besos.frida

ana a. -

Hermoso el texto de Félix.