TERESA WILMS MONTS: EVOCACIÓN Y TEXTOS
TERESA WILMS
BELZEBUTH
Mi alma, celeste columna de humo, se eleva hacia
la bóveda azul.
Levantados en imploración mis brazos, forman la puerta
de alabastro de un templo.
Mis ojos extáticos, fijos en el misterio, son dos lámparas
de zafiro en cuyo fondo arde el amor divino.
Una sombra pasa eclipsando mi oración, es una sombra
de oro empenachado de llamas alocadas.
Sombra hermosa que sonríe oblicua, acariciando los sedosos
bucles de larga cabellera luminosa.
Es una sombra que mira con un mirar de abismo,
en cuyo borde se abren flores rojas de pecado.
Se llama Belzebuth, me lo ha susurrado en la cavidad
de la oreja, produciéndome calor y frío.
Se han helado mis labios.
Mi corazón se ha vuelto rojo de rubí y un ardor de fragua
me quema el pecho.
Belzebuth. Ha pasado Belzebuth, desviando mi oración
azul hacia la negrura aterciopelada de su alma rebelde.
Los pilares de mis brazos se han vuelto humanos, pierden
su forma vertical, extendiéndose con temblores de pasión.
Las lámparas de mis ojos destellan fulgores verdes encendidos
de amor, culpables y queriendo ofrecerse a Dios; siguen
ansiosos la sombra de oro envuelta en el torbellino refulgente
de fuego eterno.
Belzebuth, arcángel del mal, por qué turbar el alma
que se torna a Dios, el alma que había olvidado las fantásticas
bellezas del pecado original.
Belzebuth, mi novio, mi perdición...
FRAGMENTOS DE SU DIARIO
Madrid (enero 1920)
¡Me muero! Al decirlo no experimento emoción alguna, por el contrario, me inclino curiosamente a contemplar el hecho como si se tratase de un desconocido.
Si tuviera la capacidad de estudiar el fenómeno, podría asegurar que es mi conciencia la que ha desaparecido debilitando mis sensaciones corporales, hasta hacerme creer que el cuerpo sólo vive por recuerdo.
No hay médico en el mundo que diagnostique mi mal; histeria, dicen unos, otros hiperestesia. Palabras, palabras, ellas abundan en la ciencia.
Al escribir estas páginas una fuerza sobrenatural me ordena que imprima en ellas un nombre. ¡No, no lo diré, me da miedo!
Cuando aparece este nombre en mi círculo nebuloso, se levantan mis manos con lentitud profética y fulguran bajo la noche con estremecimientos sagrados.
¿Me muero estando ya muerta, o será mi vida muerte eterna...?
Madrid
Extraño mal que me roe, sin herir el cuerpo va cavando subterráneos en el interior con garras imperceptibles y suaves.
¡Me muero!
París
Quiero reposar en la tierra solamente envuelta en una sábana o si es posible en un pedazo de tierra de la fosa común...
Dejo a mis hijas Elisa y Sylvia todas mis buenas intenciones, es lo único que poseo y mi único tesoro.
*Los textos de Teresa Wilms, así como la foto de la poeta, recostada, aparecieron en ‘Teresa Wilms Mont. Un canto de libertad’ y ‘Libro del camino’, obras completas que de esta autora que preparó para Grijalbo y Randon House Mondadori, 1993 a 2009, la estudiosa Ruth González-Vergara. Amablemente me escribe y recuerda este detalle. Gracias. Estos textos aparecen en otro lugar del blog, sin esta referencia que pongo aquí con sumo gusto.
5 comentarios
angela vallejos -
Niggerman -
Por lo demás, ¡qué crudos en el diagnóstico Gómez de la Serna y González Ruano!
Y por tercero y último: qué pobres figuras, en el fondo, estas que requieren la coronación de un suicidio o de una tisis juvenil para adquirir un hálito sacral.
pepe montero -
Estupenda reseña.
El Canibalibro -
Gracias.
Un saludo de El Canibalibro
Magda -
Cuántas mujeres más se han suicidado en París, ahora recuerdo a Antonieta Rivas Mercado, otra gran mujer.
Un abrazo para ti