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Antón Castro

EN URREA: CON EL CINE Y EL RECUERDO

EN URREA: CON EL CINE Y EL RECUERDO

No escribí ayer en todo el día. Salvo por la mañana, hacia las siete, un artículo sobre Goya y otro sobre Rada Panchovska.

 

Salí temprano para Urrea de Gaén, donde viví cuatro inolvidables años. Allí paseé a la orilla del río Martín, frecuenté a los paisanos, tuve un perro que se llamaba Pluto, nació mi cuarto hijo Jorge, entrené a varios equipos de fútbol y redacté más de media docena, entre ellos dos de mis favoritos: ‘Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados’ (DGA, 1992) Y ‘El testamento de amor de Patricio Julve’ (Destino, 1995), que ya apareció cuando vivíamos en Cantavieja. Durante esos cuatros años vivimos diversas convulsiones: un kart estuvo a punto de dejar sin vida a Aloma, Diego soñaba con ser matador y recortador taurino, encendíamos el fuego todas las noches de otoño e invierno, y cosechamos muchísimos amigos. Luis Alegre y Miguel Mena recordaron ayer en ‘A vivir Aragón’, de Radio Zaragoza, que habían estado en Urrea con Miguel Pardeza, en un encuentro con alumnos. Esa noche, mi hijo Diego no me soltó una de mis orejas en toda la charla. Recuerdo que nos hicimos fotos entre los cañaverales.

 

Aquel fue un período inolvidable para mí. De contacto con la naturaleza. Salía todas las tardes a correr entre las higueras, los manzanos, las huertas y el cauce del río Martín, o en dirección a La Hoya del Moro. A veces, con los niños o yo solo, también corría hacia El Regadío, que es como el gran laberinto de plantíos, surcado por las acequias. Casi siempre corría con Daniel. A veces también íbamos en bicicleta e incluso monté por primera vez en moto con mi amigo Antonio Martín Martín, que había sido un goleador casi de leyenda del campo de fútbol de Urrea, donde se celebraban unas carreras estupendas de cross, en las que participaron, entre otros, José Antonio Adell y Celedonio García, que parecían mantener el aspecto y la enemistad de Steve Ovett y de Sebastian Coe.

 

Estuve en el Festival de Cine Rural de Urrea con muchos amigos en una maravillosa atmósfera de cariño y entusiasmo. El cine ha quedado estupendo. Mucha gente se acercó a ver los documentales; mucha más vio, por la tarde, los cortos de ficción. Se pasaron siete documentales y once cortos de ficción. Algunos de los directores andaban por allí: el jovencísimo Javier Macipe de ‘Cuídala bien’, que se rodó en Ariño y narra una historia de amor y celos en el ámbito rutal; Pilar Palomero, de ‘Niño Balcón’, ese delicioso cuento de ámbito musical y onírico; creo que Ignacio Lasierra, el director de ‘Salomón’, a quien no conozco, una buena película sobre la relación entre el trabajador negro que llega y la gente de un pueblo, etc.

 

Al final de la noche no me quedé a dormir. Volví pronto a casa, hacia las diez por una incómoda travesía de niebla. Saludé a muchos amigos: Félix el Carnicero, que estuvo cariñoso como siempre, Antonio Martín, Manolo el Canillas, etc. Etc. No me caben aquí tantos amigos ni el afecto acumulado a lo largo de los años. Cuando volvía a casa, le dije al alcalde Ángel Tomás que me acompañase a ver La Muela, esa encrucijada de calles, con plaza, donde vivimos. Está todo muy cambiado. Antes había un muro desde el que yo contemplaba el cielo, el cementerio, las casas de Albalate del Arzobispo a lo lejos. Desde allí escuchaba las historias de Tomás, el de las cañas, que me hablaba de su vida en el campo y de su sigilosa soltería. Ayer, con el cielo tocado aquí y allá de mínimas estrellas, volví a sentirme feliz y a recorrer tantas conversaciones y sueños y delirios de aquellos días. Alcé los ojos y vi la pequeña habitación, con terraza, donde había escrito en mi viejo ordenador McIntosh, donde le había dado vueltas y vueltas a las vidas de Félix de Azara, Francisco de Goya, Ramón Acín o a los primeros sueños de un fotógrafo llamado Patricio Julve.

 

Sentí que él no estuviera con nosotros, con Ángel y conmigo, y sentí que anoche me hubiese dejado la cámara fotográfica en casa. Eso sí, en ‘Fotografías veladas’ –ese libro de Xordica que resume tantas cosas de mi vida, tantos  afanes y quimeras de Urrea de Gaén, y de muchos otros sitios. Cada día le tengo más cariño a ese hijo que ha pasado más bien inadvertido- se habla de todo eso y se habla de nuestro perro de aguas, el azafranado Pluto, al que un día alguien dejó tuerto de un ojo como el fotógrafo Patricio Julve.

 

*Esta foto no es de Urrea de Gaén ni de Patricio Julve. Es de Ansel Adams y me ha hecho pensar en los trabajos los días del Regadío y de la Hoya del Moro.

2 comentarios

amparo crespo -

yo también guardo muy gratos recuerdos de este entrañable lugar. Y también tuve la suerte de conocer el interés de Diego por el mundo taurino ah! y por los caballos alados. Hoy yo también tengo un pequeño de 4 años que también se llama Diego Un abrazo muy fuerte para todos, especialmente para Diego, Daniel y Aloma.
-Amparo: maestra de Urrea hace ya la friolera de 16 o 18 años-

Isabel Núñez -

qué buenos recuerdos de ese lugar que no conozco, con un nombre tan sugerente, y ese perro Pluto azafranado, y ya decía yo que debías de estar de viaje