EL ABEDUL (REEDICIÓN)
Roberto Abizanda y su equipo han intentado mejorar la edición de blogia. Gracias. Ahora mi página va un poco más rápida, pero sigue sin permitir correcciones y no mantiene el cuerpo de letra; ayer, al colocar el texto de Eduardo Viñuales, ha salido así, descuajeringado, por eso lo vuelvo a colocar para que se pueda leer con algo más de coherencia. La nueva foto también es de Eduardo Viñuales.
En los altos valles del Pirineo Centro-Oriental crece un árbol inconfundible por su blanquísima, brillante y lisa corteza, ramillas pardo-rojizas y hojas deltoides, puntiagudas y con borde aserrado. Nos referimos al abedul, también conocido en el Alto Aragón por el nombre de “bedull” “barracera” “albarén” o “albá”. No supera los 10 ó 15 metros de altura, posee flores masculinas y femeninas, y cuenta con diminutos frutos en forma de lenteja y dos alas membranosas. Perteneciente a la familia de las Betuláceas –junto a los alisos y al avellano- forma parte destacada de nuestros bosques atlánticos. Su presencia en el solar ibérico se remonta a hace 2 millones de años, momento en el que el
enfriamiento del clima anunciaba la llegada de los fríos periodos glaciares del Cuaternario.
El abedul que encontramos por la provincia de Huesca en realidad pertenece a dos especies distintas de difícil separación y, por tanto, sólo reconocibles gracias a pequeños detalles poco visibles como la pubescencia de los brotes o ramillas más jóvenes durante primavera. Una de ellas es la conocida con el nombre científico Betula pendula –antes
Betula verrucosa-, con distribución eurosiberiana, siendo de las dos especies la más frecuente en valles altopirenaicos como los de Benasque, Bielsa o Tena, y cada vez más rara hacia el oeste, apareciendo incluso en áreas prepirenaicas como Guara, Santo Domingo, Peña Montañesa-Cotiella o Turbón-Sierra de Sis. Y, por otra parte, la segunda especie es Betula alba –antes llamada Betula pubescens o B. celtiberica-, que según el botánico José Antonio Sesé es de requerimientos más borealpinos, estando a diferencia de la anterior muy localizada en algunos puntos del Alto Pirineo como Ordesa-Bujaruelo, Benasque-Cerler, Sahún o Castanesa… presente así mismo en la Sierra del Moncayo. Ambas dos muestran preferencia por los sustratos silíceos que los calizos, es decir, suelos con mayor acidez. Para complicar la situación, en ocasiones Betula pendula y Betula alba se hibridan.
Por norma general el abedul es un árbol distribuido por la zona norte de Europa y Asia. Soporta bien el frío invernal, es poco exigente en nutrientes y, eso sí, requiere de parajes luminosos con cierta humedad en el suelo. Cuenta con pequeñas poblaciones emplazadas en Sierra Nevada, el Atlas Marroquí y el volcán Etna (Sicilia), y que son las más meridionales. En España se reparte prácticamente por toda la mitad septentrional -desde Galicia al extremo oriental de los Pirineos gerundenses-, debilitándose su existencia hacia el sur, con rodales relícticos en los ambientes microclimáticos de algunas montañas del centro peninsular como Gredos, Guadarrama, los Montes de Toledo, las Serranías de Cuenca y Albarracín, o el ya citado Moncayo.
Por lo general este árbol habita dentro de Aragón en zonas de montaña con cierta humedad edáfica -riberas de ríos, arroyos y barrancos de montaña, orillas de lagunas o entornos de turberas-, además de canales de aludes y caídas de piedra, o suelos móviles. En nuestra comunidad suele repartirse por terrenos de montaña comprendidos entre los 900 y los 2.000 metros de altitud. En muchas ocasiones se le considera un árbol pionero, pues aprovecha y coloniza por sucesión espacios huecos, dejados vacíos por otros bosques desaparecidos a causa de avalanchas, incendios o talas… Y si en el norte de Europa el abedul se asocia con píceas y serbales de cazadores, o en las montañas cantábricas lo hace con robledales, fresnedas y hayedos, en el Pirineo oscense el abedul se entremezcla con abetos, pinos negros –en el piso forestal superior- y diversas frondosas como el haya, bien formando masas mixtas o bien salpicando a estas formaciones arbóreas dominantes. Existen algunas excepciones a esta norma como la que podemos hallar en el bosque casi puro de abedules que hay en la cara este de la Sierra de Chía, en la Ribagorza, sólo comparable a los notables abedulares de los valles pirenaicos vecinos de Luchon y de Arán.
Popularmente el abedul ha sido utilizado para la obtención de su savia antes de que broten las hojas, siendo muy apreciada como excelente remedio contra inflamaciones renales, para quitar pecas o poner tersa la piel. Con ella también se elabora en el norte de Europa una bebida alcohólica a modo de cerveza o vino de sabor agradable. La madera del abedul es clara, blanda, de grano fino, con poco dibujo y muy ligera, recibiendo variadas utilidades a la hora de elaborar cubas, cazuelas, platos, muebles… e incluso cestos y canastos con las ramas.
Su corteza fina y casi transparente fue útil como pergamino y recibió antiguamente el nombre de “librum”, del que deriva hoy el nombre más moderno y castellanizado de “libro”. El abedul, en Rusia y en Finlandia, es un árbol inspirador de poetas, de leyendas y de cuentos… a caballo entre lo sagrado y lo melancólico.
*Eduardo Viñuales es un estupendo amigo y un naturalista y fotógrafo incansable. Hace unos días se presentaba, con el editor Modesto Pascau y el consejero Alfredo Boné, el último libro que ha coordinado: ‘Los bosques de Aragón’ (Prames), en el que colaboran muchos autores y más de una treintena de fotógrafos. Eduardo me envía un texto sobre el abedul y una de sus luminosas fotos.
1 comentario
Mariano Ibeas -
Mariano Ibeas