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Antón Castro

ÁNGEL OLGOSO Y SUS MICROCUENTOS

ÁNGEL OLGOSO Y SUS MICROCUENTOS

Me había dicho el editor Juan Casamayor que me había mandado el libro de relatos ‘La máquina de languidecer’ de Ángel Olgoso (Granada, 1961), uno de esos narradores que hacen microcuentos perfectos, microcuentos que son toda una literatura que tiende puentes y veredas hacia  Borges, Perucho, Danilo Kis, Kafka o Ítalo Calvino. Ese ejemplar estaba dedicado por el autor, a quien no conozco aún, aunque lo sigo desde 2007 tras leer ‘Astrolabio’, y se ha perdido por el camino. Me preguntó qué habrá pasado con ese ejemplar: dónde se habrá quedado, en qué rincón del sueño, en qué vagoneta de un mercancías urgente, en que buzón amarillo de Madrid, en qué ataúd de nieve que resbala hacia el abandono y los abismos…

Ayer cuando llegué a casa tenía en el buzón un nuevo ejemplar, digo nuevo porque este no venía dedicado. Lo abrí por la noche, a primeras horas de la madrugada, seguí leyéndolo esta mañana. Fernando Valls, que es con Clara Obligado el gran patrón y teórico de este asunto del microrrelato (escribo este género, mucho antes de que existiera la mística del microrrelato desde 1990: en ‘Los pasajeros del estío’, Olifante, 1990, ya había una colección de ocho piezas, de ocho a cuarenta líneas como máximo. Fernando es el autor de otro libro canónico: ‘Soplando vidrio’, Páginas de Espuma), casi se excusa por su prólogo ante la maestría y el talento de Olgoso, pero dice algo que me parece preciso: asegura que este volumen de cien cuentos, que caben cada uno en una página, salvo dos o tres, “quizás aporte, hoy por hoy, la medida del género, la indiscutible entidad que es capaz de alcanzar”, y añade que los relatos atesoran “bellas historias inquietantes capaces de entretener y conmover por igual”. Olgoso tiene infinitas cualidades: domina la tradición del relato fantástico, sabe buscar lo excepcional, escribe con una belleza y precisión increíbles, sus cuentos tienen mucho de fulgor, de instante único y de poema en prosa. Y son de una gran riqueza de situaciones, en las que conviven el deslumbramiento, la paradoja y la ironía.

 

Copio algunas piezas breves del conjunto:

 

PERSISTENCIA

AUN TE DESEO, denodadamente deseo volver a trepar a tu carne en carne viva, varar en tus oquedades, rozar tus huesos como yemas de prietos tallos, te deseo con rumor de rebosadero, comensal de tu piel de lava, de tu aster silvestre, aún me atormenta a zarpazos el deseo, bocana de mi puerto, te deseo aún, vivamente, desde las cenizas de esta urna.

 

DOXOGRAFÍA

LA MUJER que desposé se tiende amorosa mente sobre mí. Yo soy la máquina de tortura.

 

DIADEMA EN TU CABELLO

HAY QUIEN afirma que tu única vestidura es tu pelo, tu cabellera cuidadosamente cepillada y peinada y ungida con perfume, tu largo pelo negro que refulge y se ciñe como un manto real al blanco de tus huesos.

 

 ‘La máquina de languidecer’ de Ángel Olgoso, editado por el sello Páginas de Espuma, Madrid, 2009, 131 páginas, es un libro especial, una selección de un centenar de piezas que funcionan impecablemente. La foto es de Jean Loup Sieff.

9 comentarios

Niggerman -

Gracias, estimado JPP, por las advertencias. Tengo la impresión de que resultan muy oportunas, y también de que conoce usted estas trochas y veredas...

Whitewoman -

Pues sí, JPP (por cierto, de acuerdo en lo de la nieve, cenutrios nosotros intentando afirmar que es negra), el mundo del microrrelato (y el de la novela, y el del cuento largo, y el del poema, y el del teatro) es cerrado y excluyente, ¡faltaría más! Por eso sus creadores venden millones y se reparten ellos solitos el pastel. Niggerman, amigo, intente no ser soez y sardónico con aquéllos que le pueden dar de comer (léase editores) o satisfacciones no muy bien remuneradas pero sí artísticamente onerosas (léase de nuevo editores: segundo aviso y descabello), que este mundillo es muy pequeño y todos sabemos quién es cada cual y se le pueden cerrar, así a botepronto, unas cuantas puertas por no saber aceptar debates entre adultos. Compórtese, hombre, compórtese. Un saludo.

JPP -

Fe de ratas: "Autores E incondicionales...". Que luego me llaman analfabeto, un bruto que no sabe siquiera de qué color es la nieve.

JPP -

Niggerman, no sabes dónde has ido a meterte. Los autores y incondicionales del género (entiéndase: microrelato), tienen una susceptibilidad especial. Si afirmas sin haberte lavado la boca antes que un micro de Olgoso te recuerda a Quevedo, merecerás de inmediato que se te llame estúpido. Si otro de estos micros te evocase siquiera sucintamente a "Las cerezas del cementerio", peor que peor. Yo creo que de "mastuerzo" no bajarían los calificativos. Se lamentan de lo escaso y desvalido de su territorio, pero si alguien penetra en él sin hacer antes veinte glenuflexiones... ay del sacrílego!
Saludos.

Niggerman -

Buenos días.

Estoy de acuerdo con Ángeles en que el final sorpresivo sólo debería ser requisito para lectores imberbes. Totalmente de acuerdo. Pero lo estará ella conmigo en que se utiliza muy a menudo en este tipo de piezas mínimas. No digo en las de este autor, particularmente. Aunque la segunda sí me lo parece.
En cuanto a lo de que el autor "utiliza la palabra exacta, aunque no común, en el momento preciso y caracteriza su estilo la ausencia total de lugares comunes", resulta, cuando menos, opinable. Pero dado que se refiere a un escritor cuya obra apenas conozco, no opinaré.

En cuanto a Whitewoman, me ha deslumbrado, sí, con la sutileza de que "el microrrelato bordea el espacio invisible entre poema y cuento". Me ha hecho pensar en la infinitud y la indefinición de los espacios cuánticos, ¡no salgo de mi arrobo! Las "variables espacio-temporales definidas" (curiosa paradoja, por cierto) supongo que se pueden traducir por lugar y tiempo. O sea, que un microrrelato lleva consigo un lugar y un tiempo. Ya. Y además "no deja de narrar". Lógico, por eso se llama microrRELATO. Pero claro, cuando todo ello se carea con muchas de las piezas que se acogen a la etiqueta (entiéndame, culta Whitewoman: "se" acogen voluntariamente, "se autoacogen", que dirían por ahí; no las que los críticos insignes autorizan a considerar microrrelatos, que es cosa muy distinta, en la que no entro ni salgo)resulta que muchas de ellas ni se adcriben un tiempo y lugar precisos, ni suceden en un escenario de mínima concreción, ni muertan un decurso tempoespacial (ya que nos ponemos) ni un suceder de acontecimientos. Estas son, en cierto modo, las perplejidades que manifesté en la nota anterior, y que por lo visto usted, ¡ay!, no entendió. Ya lo advertí más arriba: debo de ser un lector muy torpe, por lo visto tampoco se me entiende cuando escribo... Da la impresión, Whitewoman, de que estaba pensando en otras cosas cuando leyó mi inserto, o estaba distraído, o aplicó alguna que otra idea preconcebida. Vamos, que me da a mí que iba usted a piñón fijo...

Whitewoman -

Niggerman, te lo voy a explicar yo: el microrrelato bordea el espacio invisible entre poema y cuento, pero no deja de narrar, crear una historia con variables espacio-temporales definidas, aun en la metaforización estética que procura el tono lírico. Kafka lo hizo (léete, amiguete, "Contemplación" o "La muralla china"), Gómez de la Serna lo hizo, hasta el Cernuda de "Ocnos" tiene textos que son microrrelato y no poema en prosa (donde prima la suspensión de la imagen o el sentimiento, la metáfora sobre la acción). Tienes que estudiar más, Niggerman, y no pedir ayuda después de lanzar juicios estúpidos.

Angeles -

Disiento, no son poemas en prosa sino historias completas que en modo alguno necesitan un sorpresivo final, reservado sólo a lectores imberbes. Olgoso utiliza la palabra exacta, aunque no común, en el momento preciso y caracteriza su estilo la ausencia total de lugares comunes. Por eso puede crear microrrelatos como éstos, magníficos.

Niggerman -

En esto del microtexto me pierdo, de verdad... De las tres piezas reproducidas aquí, a la 1ª y la 3ª se las hubiera llamado hace no mucho tiempo "poemas en prosa". Vamos, digo... De hecho, la primera glosa un motivo archicélebre merced a Quevedo. Hasta se podrían cortar los renglones y, zas, aceptaríase como poema sin otro apellido. En cuanto a la 2ª, vaya por delante que quizás haya fenomenales claves y guiños que, con mi torpeza, no he sabido ver. Vaya esto por delante. Porque a éste torpe lector, simplemente le parece una gracia de escasa gracia, carente de sustancia verdadera. Todo lo encomienda a la sorpresa final, y esa sorpresa es un bluf. ¿Supone esto una descalificación hacia la obra entera de Olgoso? No. No la conozco, y seguro que es indispensable y me estoy perdiendo algo de mucha enjundia. Pero... ¡por favor, que venga Fernando Valls y me lo explique! Esto del microrrelato cada día tiene más anchura y más holgura, y uno ya se pierde. Reteniendo, además, la agria sensación de que si las nueces son muchas, el ruido es mucho mayor aún. Borges sí. Borges escribía microrrelatos sin preocuparse de las etiquetas. Hoy parece que sea aquélla la que se antepone, después ya vendrá lo demás...

Juan Casamayor -

Querido Antón,

muchas gracias por las palabras que dedicas a Ángel.

Nos vemos pronto.

Abrazos

Juan