DIÁLOGOS: MANUEL GUTIÉRREZ ARAGÓN
MANUEL GUTIÉRREZ ARAGÓN
"Aquí quiero ser un narrador puro y duro, con el ritmo narrativo de la oralidad"
Hace unos días, en la librería Los Portadores en compañía del catedrático José-Carlos Mainer, el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón presentó 'La vida antes de marzo' (Premio Herralde de Novela), su primera novela donde se aproxima al radicalismo islámico y al 11-M. Este es un resumen de la conversación que mantuvimos para ‘Heraldo’ y para ‘Borradores’.
Pero, hombre, ¡a quién se le ocurre: dejar el cine por la literatura!
Me lo he pasado realmente bien. En el fondo, he recuperado mi primera vocación.
¿Por qué lo dice?
Mi primera vocación fue la de ser escritor, pero esa vocación quedó subsumida bajo mi ocupación de director de cine. Cuando era joven tenía un profesor, Samuel Gil i Gaya, que me estimulaba mucho. Era represaliado de la República, un filólogo con una gran sensibilidad. Él me animaba a escribir. De hecho, en 1961 me trasladé a Madrid con la idea de matricularme en la Escuela de Periodismo, lo más próximo a las letras, pero como estaba cerrada me apunté al cine. Y el escritor quedó debajo…
¿Y no se sintió tentado a escribir entre película y película?
No porque yo me cargo las pilas del cine mientras hago las películas y las preparo. Y ahora, con 'La vida antes de marzo', tengo la sensación de que retorno a la juventud, de que recupero el tiempo perdido donde lo había dejado. O sea, que me he sentido muy joven.
¿Se había imaginado que iba a ganar un premio tan importante con una primera novela?
En absoluto. Aborrezco tener que competir, pero al final acepté presentarme. Es muy estimulante obtener un galardón que antes obtuvieron autores como Enrique Vila-Matas, Javier Marías, Félix de Azúa, Roberto Bolaño, etc., y editar en el sello Anagrama.
¿Por qué le interesó el 11-M?
Quizá porque es una tragedia distinta, un atentado terrorista brutal que nos ha cambiado la vida un poco a todos. El terrorismo me repugna, y creo que lo demostré en mi última película: 'Todos estamos invitados' (2008), aquello fue como un deber cívico. Pero en realidad, creo que la novela no va exactamente ni sobre el terrorismo ni sobre el 11-M…
Usted, dirá, entonces…
Creo que 'La vida antes de marzo' [se presentó ayer en Los Portadores de Sueños] narra un encontronazo entre un mundo ajeno, el islamista, y el nuestro. En el libro se habla del rechazo y de la fascinación que ejerce. Hubo un momento que pensé que me metía en un peligroso jardín. Y también aborda el límite de la inocencia.
¿A qué se refiere?
La novela cuenta dos historias: la de Martín, que se enamora -en un medio rural como el de la mayoría de mis películas, próximo a Santander y a Asturias-, de una joven musulmana. Y la de Ángel, que vive en un ambiente urbano y convulso, y tiene un amigo íntimo que es un islamista radical.
Esos dos hombres, Martín y Ángel, se reúnen en un tren circular que da la vuelta al mundo, que no se detiene nunca, y comienzan a contarse cosas…
Sí, cuentan sus vidas, recrean su intimidad. Yo aquí quiero ser un narrador puro y duro, próximo a la inspiración oral, con ese ritmo narrativo. Y más aquí. El tren es como una gran metáfora…
¿Una metáfora de un mundo siempre en marcha, de un viaje a la memoria que no se detiene?
No sé si tanto, aunque la idea es bonita. Esos dos hombres se emborrachan en el interior de un tren moderno, futurista, y se lo cuentan todo sin tapujos. El alcohol aquí es decisivo para que los dos hablen de su intimidad y de sus secretos.
La primera historia especialmente parece más rápida, y más deudora del cine, de su propio cine. ¿O no?
En mi cine también había claros ejemplos de una narración desnuda y directa. Le digo una cosa: antes que los guionistas existían los narradores. Piense en Galdós, en Dickens: ellos eran anteriores al cine y contaban maravillosamente, con dinamismo, sin parar, con hechos y personajes todos el rato. En 'La vida antes de marzo' escribo con esa atmósfera oral, rápida y descarnada. Y me he divertido mucho porque soy primerizo.
*Esta foto pertenece a Terra.es.
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