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Antón Castro

ISABEL GONZÁLEZ: MICROCUENTOS

ISABEL GONZÁLEZ: MICROCUENTOS

 

Isabel González, nacida en Ejea de los Caballeros, es autora de un espléndido libro de relatos: ’Casi tan salvaje’ (Páginas de Espuma), que ha tenido adeptos inmediatos y que tiene muchos seguidores. Isabel ha publicado cuentos y microrrelatos en distintas publicaciones y blogs. tiene la gentileza de enviarme una selección textos breves. Una maravilla. Inquietud, poesía más o menos agreste, imaginación, energía...

 

MICRORRELATOS DE ISABEL GONZÁLEZ 

 

Un vivo

 

Es la hostia encontrar un vivo. Encontrar un vivo es encontrar una perla dentro de una ostra dentro de la barriga de un pez dentro de la barriga de una ballena dentro de un océano sin agua. Eso es encontrar un vivo. Y soportarlo. Porque encontrar un vivo es reunir todas las ganas de matarlo. Ahí mismo. Yo mismo. Un incapaz que una vez atropelló un zorro y se bajó corriendo del coche para hacerle el boca a boca. No se dejaba el muy terco. Me mordía y parecíamos dos amantes locos en la cuneta. Él herido y de pelambre rojo. Yo ansioso por devolverle el aliento. Qué asustado estaba, dios santo. No sé quién más. No sabría precisar. Murió en mis brazos. Tal vez lo apreté demasiado para que se estuviera quieto. No lo sé. Murió y el taxidermista me hizo una estola con su cabeza y sus patitas. Qué suerte tuve, me digo. Qué suerte. El desollado podría haber sido yo. Yo convertido en estola. Mis zapatos italianos colgando a un lado, y al otro, mi cabeza gorda siempre alerta con sus pasmados ojos de cristal.

DE ANTOLOGÍA: LA LOGIA DEL MICRORRELATO

Editorial Talentura 2013

 

 

¿Cuánto tiempo pueden pasar sin besarse frente a un café?

 

Él lo sabe y por eso calla.

Ella lo sabe y por eso habla.

Él bebe y se fabrica una mancha en los labios que a ella le molesta. Pero ella no va a señalarla. Ella no va a pronunciar labios porque labios es más silencio que el silencio. Ella se alía con el ruido. Mucho ruido. Las cucharillas contra la loza, las tragaperras, la televisión. Un cliente abre la puerta y el aire destruye los peinados. Ella sigue hablando, come pelo. Él se aburre, bosteza. Qué interés puede tener la conversación frente a un café del que apenas queda un sorbo. El hombre lo apura y perfila consciente la mancha de su boca. Algo oscuro que ella debería limpiar con saliva. La saliva acude. Pero ella no. Ella resiste. Ella bebe despacio y se desliza inexorable hacia el momento de sus propios labios sin café ni meta. Su boca vacía. Las tazas vacías. La mancha que se aproxima y la convulsión. Porque no es pigmento. Porque vista de cerca, la mancha también es hueca. Negra de tan vacía, de tan profunda. En un acto de legítima defensa, la mujer congrega todas las palabras en su mandíbula y las arroja al pozo. Palabras sólidas como piedras: trabajo, esposo, reloj, hijos, religión, padre. El beso aplastado en lo hondo alimenta las tinieblas. Dos fantasmas piden la cuenta.

 

DE ANTOLOGÍA: LA LOGIA DEL MICRORRELATO

Editorial Talentura 2013

 

Plof

El acróbata salta de su trapecio al trapecio en que llega sucompañera —ya sabéis cómo son las mujeres— tarde y espléndida.

 

LA ALDEA DE F

Universidad Autónoma de México 2011

Colectivo Microlocas

 

Cuaderno de campo de un niño prodigio

Es cierto que el sapo, carente de hueso entre la boca y los ojos, parpadea al engullir su alimento y lo impulsa así con sus globos oculares hacia el estómago. No descartemos, sin embargo, otro fenómeno biológico igualmente propiciatorio de este hecho: el placer de observar, tripas adentro, la lenta deglución de las presas.

LA ALDEA DE F

Universidad Autónoma de México 2011

Colectivo Microlocas

 

Esposa

Él, que una vez, apretando el puño, juró comprimir el carbón para fabricarle diamantes. Él, sesenta años más tarde, se yergue apenas dentro del vagón en marcha. Una mano asida a la barra vertical, la otra, apoyada en el respaldo y cuando el vehículo frena, soltar ambas como lanzarse desde un trapecio. Es decir, saber, pero nunca saber del todo, que ella lo recogerá y alcanzarán la salida. Ella, que jamás le pidió un diamante por no humillar su puño.

LA ALDEA DE F

Universidad Autónoma de México 2011

Colectivo Microlocas

 

O

 

Te gustaría verme ahora, corazón. Ahora no tengo casa. Ahora me paso el día por ahí, me huelen el culo, me piden la patita y me dan una galleta. Cómo me gustan las galletas. Me gustan aún más que las que las migas de pan que me echan los viejos en el parque. Aunque nada comparado con el sabor del pescado. Por una sardina cruda, vida mía, por una sardina hasta sostengo balones con la nariz. Y me aplauden, claro que me aplauden. Algo que antes ni soñaba. ¿Recuerdas lo mal que dormía? Yo sí. Mucho. Sobre todo cuando entro en la cueva y me ovillo y pasa el invierno y llega la primavera y otra vez lo mismo. Me desperezo, sacudo las alas y salgo a buscarte. De flor en flor. Vuelo y te busco. Por todo el planeta. Pero no estás. O no te reconozco. O no sé, amor mío. Cambiamos tanto.

INÉDITO

 Abandono I

 

¿Recordáis cómo la pantera rosa se metía en la lavadora y salía convertida en una pelusa flotante y rosa? Así me siento yo cuando me dices que te vas. Como una lavadora con la puerta abierta.

 

Del libro en preparación con el Colectivo Microlocas

REVISTA QUIMERA

Noviembre 2013

Urbi et orbi

 

Sé que no puedo ser Papa ni cura ni obispo porque para ser Papa, cura u obispo hay que tener polla. Así son los asuntos del alma. Sé que no puedo casar ni bautizar ni dar la extremaunción al hombre que en su último aliento, pronuncia el nombre de una mujer hermosa, pero puedo bendecir como nos bendicen a todos los árboles un día de viento. Y puestos a bendecir, bendigo a todos los hombres, también al anciano Papa que abdicó y a su dulce debilidad por los mocasines rojos. Bendigo a los obispos de tres en tres y a los curas de veinte en veinte. Bendigo a todos los hombres dentro y fuera de la Iglesia. Los bendigo a todos porque a veces me desean y a veces no. Hombres que vuelven la mirada y no dicen nada o lo dicen todo en su idioma de pan con aceite, guapa, bonita, contigo ‘mecagüentó’.

Bendigo al que se casa conmigo sobre todas las cosas.

Bendigo a Johny Depp, a Xabi Alonso, a Luciano Pavarotti, a Frankestein de quien podría enamorarme locamente.

Bendigo al que me abandona, al que abandono, al que no me conoce, al que no conozco. Bendigo al que soñé porque no existe y porque puedo seguir soñándolo. Al que me ignora, no, a ese no lo bendigo. Pero sí al que me traicionó con una ex, con una amiga, con alguien a quien pagó aunque creo que esto no cuenta.

Bendigo al que me agarra del pelo, al que me besa la cara interna de las rodillas, al pervertido, al lujurioso, al tímido, al que dobla los pantalones en la silla. Bendigo al hombre que sin más, en el metro, me mira con cierto pudor fingido y tiene las pestañas negras y no aparta la mirada y es joven y hace que el vestido elegido con desconfianza frente al espejo sea el mejor vestido del mundo.

 

REVISTA QUIMERA

Noviembre 2013

La transición española

 

Convulsa transición española. Convulsa para los españoles y convulsa también para los botijos, que por aquella época y tal vez aún por ésta, éramos casi lo mismo. Algo arcilloso y chaparro que crecía al pie de un olivo; un silencio ventrudo en una sombra; una forma de rezar hecho bola, de rodillas, con las manos y los pies muy juntos. Un tiempo de tierra hasta que llegaron las neveras. Las neveras fueron las suecas de los electrodomésticos. Blancas, altas, frías, haced vosotros el resto de comparaciones. Las neveras invadieron nuestras casas y nos demostraron sin clemencia la humildad refrigerante de nuestros hermanos de barro. Porque lo eran. Porque los botijos eran nuestros hermanos. Porque los botijos éramos nosotros nos resistimos a tirarlos y los metimos dentro. En el único sitio donde cabían, en la parte inferior del invento. Compartían espacio y volumen con la sandía, lo recuerdo bien. Abrías la nevera e igual que dos pechos asimétricos, uno verde y despezonado, y otro ocre y empitonado, sandía y botijo refrescaban nuestras fantasías puberaniegas. No nos hacía falta mucho. Sabíamos cuánto teníamos, pero apenas sabíamos qué nos faltaba. Sabíamos que los pechos auténticos, los de carne, los pulposos, los que vimos a no sé quién no sé dónde (eso jamás se cuenta) no se guardaban en la nevera. Los pechos de verdad se guardaban en la tele. Encendías la tele y aparecía una teta. Una teta: ojo de Cíclope. Una teta: mitad de pecado. Una teta: hipertrofiada mitra. Una excita más que dos. Eso también lo aprendimos en aquella época de botijos presos, sandías escarchadas y fantasías monopectorales como amazonas. Mitología ibérica. Metamorfosis hortofrutícola. Trece años. Verano. Convulsa transición española.

 

REVISTA QUIMERA

Noviembre 2013

 Cosas

Tengo faldas de ortografía y faltas escocesas; errores que me dejan hecha un cuadro y atuendos bajo los que perpetrar cualquier horror. Si mezclo clavo y madera me sale pinza o Cristo; si mezclo bailarín y asesino me sale torero o batidora. Si mezclo monja y tinte platino me sale María Magdalena o Catherine Deneuve en ‘Belle de Jour’. No me odies por ser impuntual pues sabes tan bien como yo que las seis y cuarto contienen dentro las cinco, y que me esperarás hasta la muerte. Peor fue la nuez que se dejó abrir muy fácil y salió podrida. Faldas y faltas, clavos y maderas, María Deneuve en ‘Catherine la belle’, que las nueces se abran fácil y que sepan bien. Nunca renunciaremos a nada. Siempre lo querremos todo.

 REVISTA QUIMERA

Noviembre 2013

1 comentario

Clara Obligado -

Una magnífica cuentista, sin duda, que merece mucha más atención de la que ha recibido. Gracias, Antón, por estas píldoras poéticas, y un abrazo fuerte.