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Antón Castro

'EL DICCIONARIO' DE JAVIER BARREIRO

'EL DICCIONARIO' DE JAVIER BARREIRO

¿Con qué espíritu, con qué idea general has hecho el proyecto?  

Como el título de la obra subraya, Diccionario de Autores Aragoneses Contemporáneos 1885-2005, se trataba de desbrozar casi un siglo y cuarto de producción de libros creativos publicados por autores aragoneses en un periodo en que los cambios sociales, industriales y económicos, modifican por completo el panorama anterior. La gran mayoría se trata de obras y autores que no han tenido relevancia pero también están los que sí la han tenido y los que, sin tenerla, hubieran merecido otra suerte. De cualquier modo, el diccionario es un catálogo que relaciona todo lo que buenamente se ha podido consignar en cuanto a nombres, obras y bibliografía, una puesta al día personal, como no puede ser de otra manera, del juicio que puedan merecer los autores más relevantes y, sobre todo, un instrumento que escanea la historia social y literaria de un territorio llamado Aragón y que hemos convenido en que nos identifique. Aparece, además, en un momento en que la electrónica está trayendo cambios tan profundos que modificarán, hasta donde no somos capaces de prever, el espectro de lo que hoy llamamos mundo del libro, con lo que puede ser un buen resumen de una etapa que está dando sus últimos coletazos. 

¿Quién está, para arrancar, quién es escritor aragonés? 

Por un lado, todos los autores nacidos en Aragón, aunque hubiesen vivido poco tiempo en su territorio, pero también quienes han residido en él, al menos durante el periodo en que hubieran publicado alguna obra de calado literario. Tal decisión amplificativa no representa un deseo de prohijar un mayor número de escritores o una forma de chovinismo y, mucho menos, de nacionalismo, sino que es una forma de zanjar una cuestión compleja dando la mayor información posible, sin que ello implique ninguna absurda apropiación.

 

  El sustantivo “autor” se toma en el sentido más bien abstracto y medianamente ambiguo que hace referencia a quienes hubiesen publicado un libro de creación. Así se excluyen, entre otras cosas por la manifiesta imposibilidad de cubrir tal océano, a los firmantes de obras ensayísticas, eruditas, recopilatorias, científicas, didácticas o de cualquier otro jaez no creativo. Otra  condición es haber publicado al menos un libro o haber estrenado alguna obra teatral. 

-¿Cuántos autores y cuántas sorpresas, por decirlo así? 

Son 1781 fichas, de las que 161 son seudónimos que remiten a su autor, con lo que nos quedaríamos en 1620 autores literarios en el periodo. Por supuesto, que en los últimos decenios, la abundancia es muchísimo mayor que en los precedentes, lo que tiene que ver con el despegue económico y la facilidad para publicar que se ha dado en los últimos tiempos. Y las “sorpresas” van a ser muchas, al menos para aquellos a quienes interesen ese tipo de asombros. La cantidad de raros, “desconocidos” o “piantados”, que diría Cortázar, es tan amplia como podría desear el maestro argentino. Aunque la vida es como es y muchísimas veces son historias tristes. Recuerdo, por ejemplo a Vicente Lacambra, que pasó casi diez años en la cárcel por un crimen que cometió su hermano y que murió en el exilio mejicano, a Miguel Ezquerra, último defensor de la cancillería hitleriana y cuya vida es una película o, como contraprestación, a los varios que sobrevivieron a Mauthausen, Gusen y Dachau y hubieron de contarlo. Se han localizado también obras de cuya existencia se dudaba, se ha adjudicado a autores conocidos o no, seudónimos que no se sabía a quién pertenecían, con lo que se ha incrementado su obra, en fin, hay unos cuantos descubrimientos. Con todo, lo mejor es que hay cientos de autores que, sin poner ningún voluntarismo, dan para tesis doctorales que habrán de partir de este diccionario. Claro, cuando uno ve que escritores como Juan José Lorente, Marcos Zapata o Pablo Parellada no han dado, ya no para una tesis sino para unos cuantos artículos de cierto fuste, se da cuenta de que está todo por hacer. 

-¿Cómo están organizadas las fichas? ¿Te has carteado con los autores vivos, has pedido información a ellos? 

Cada autor fallecido tiene una ficha en que se habla de su vida y obra, de acuerdo a su importancia. Tanto de los fallecidos como de los vivos se relaciona su obra literaria completa y la bibliografía que he podido manejar, que, sin tontas modestias, tiene un volumen muy superior a cualquier otra obra de estas características. 

He escrito cartas a todos los autores vivos cuya dirección he podido conseguir. También correos electrónicos, y llamadas telefónicas. A veces, contactos a través de terceras personas. Y, por supuesto, muy numerosas cartas y llamadas a familiares de autores muertos. Me he encontrado con la relativa sorpresa de que, a pesar de la innegable vanidad y egotismo de todo creador, una buena parte ni guarda lo que se ha escrito acerca de ellos ni contesta con prontitud a quien se interesa por su obra. 

-¿Qué significa un proyecto así en las letras aragonesas y españolas? 

A través del monumental diccionario de Latassa y su refundición y ampliación por parte de Gómez Uriel en 1885-1886, las letras aragonesas son hasta esa fecha las mejor catalogadas y conocidas de todas las peninsulares. Con esta obra lo son también en la época contemporánea porque, a pesar de que hay decenas, de diccionarios que se ocupan de literaturas regionales o provinciales, no existe ninguno con la exhaustividad de este.  

-¿Cómo ha sido el trabajo, el rastreo, dónde habéis buscado? 

-Se empezó con todo el material que yo había reunido a lo largo de mi vida procedente del vaciado de veinte mil volúmenes y también de un inmenso material hemerográfico que había dado lugar a bibliografías e innumerables fichas y referencias. Sin ello no se hubiera podido afrontar el proyecto porque empresas  tan ambiciosas no pueden partir de cero. Después se vaciaron las principales bibliotecas aragonesas (la Biblioteca de Aragón, Universitaria, Diputación, Moncayo, Instituto de Estudios Altoaragoneses…) y se visitaron todas de cierta importancia. Se investigó a fondo en la Biblioteca Nacional, en la Biblioteca de Cataluña, en la SGAE, en  los Institutos de Estudios Comarcales, bibliotecas regionales, casas de Aragón, en el archivo de Alcalá de Henares… Por otro lado, persiguió la pista de los emigrados y exiliados en Méjico, Argentina, Santo Domingo y Cuba, especialmente. No dio tiempo a hacerlo con Venezuela. Se trabajó en catálogos, bibliotecas privadas, librerías de viejo, editoriales…Y, por supuesto, se machacaron las diversas bases de datos y fondos digitalizados que, poco a poco, van poniendo a disposición del estudioso todo aquello que antes era tan latoso de obtener.  

-Algún detalle...

Casos curiosos ha habido muchísimos, desde la autora de la que nada sabíamos, aparte de los títulos de sus libros, y a la que se localiza en el BOA por no pagar una factura de vertidos y basuras, hasta buscar datos del postmodernista Arturo Romaní de Céspedes y encontrarnos con su nieto, el famoso banquero socio de Mario Conde, que había escrito un libro no venal y, por tanto, desconocido, sobre él. Ahora, lo más sorprendente es la cantidad de autores que pensábamos fallecidos y que viven con noventa y muchos años o más de cien. En estos momentos la autora de más edad es la caspolina Elvira García Muñoz que cumplió 104 años en diciembre. 

-Para quién está pensado este diccionario. 

Es un instrumento de consulta que, supongo, va a ser especialmente útil para investigadores, bibliotecarios, libreros, profesores, estudiantes, bibliófilos y curiosos de toda laya. 

Después de hacer el libro: ¿qué conclusiones se pueden extraer? ¿Cómo es el espíritu literario de Aragón? ¿Es tierra de dramaturgos, de ensayistas, de poetas? 

Creo que aquí no hay ninguna revelación. Aragón es tierra de ensayistas y, hasta diría yo, de periodistas. Empezando por Martínez Salafranca y Nipho y siguiendo por Eusebio Blasco y  Mariano de Cavia, aragoneses han sido muchos de los grandes periodistas españoles. No olvidemos a teóricos como Rafael Mainar, autor del mejor manual de periodismo publicado en este país en muchos años o a directores de periódicos fundamentales como, por citar uno entre cientos, Rodrigo Soriano. En cuanto a la erudición, especialmente en el ámbito literario, es impresionante el elenco de primeras figuras dado por Aragón en los últimos ciento cincuenta años. Aquí aparecen sólo aquellos que, como Cejador, Costa, Camón Aznar, Manuel Alvar, Lázaro Carreter y algunos más, han publicado obras de creación.  

-Se dice que vivimos una auténtica edad de oro en las letras aragonesas. ¿Lo confirma o lo desmiente el diccionario? 

En los ciento veinte años de que se ocupa hay una figura señera, Sender, y, a bastante distancia, unas decenas de buenos autores pero no puede decirse que la literatura hecha por aragoneses haya sido especialmente brillante en este periodo, sobre todo si la comparamos, con la escrita por andaluces, gallegos, vascos, madrileños... Otra cosa es el momento actual, en el que, efectivamente, hay una cantidad más alta que en cualquier otra época de autores vivos de evidente interés. Pero habrá que dejar transcurrir el tiempo para ver qué queda. No se puede juzgar la actualidad con la perspectiva de la actualidad. Por eso mismo en el diccionario los autores vivos figuran con todas sus obras y la bibliografía que han deparado pero no tienen, como los fallecidos, una ficha que describa su obra porque la perspectiva sería parcial. 

¿Cuánta gente habéis trabajado, cuántas horas se han invertido, cuántos desvelos?

 El grueso del trabajo lo hemos afrontado mi documentalista, Francisco Ruiz Pérez, y yo. Además he tenido colaboradores externos, con trabajos parciales en bibliotecas y archivos u otro tipo de trabajos burocráticos, que han sido mi cruz, yo que soy incapaz de distinguir una factura pro forma de un filete de añojo. Como aragonés, soy orgulloso pero también partidario de colocarme las medallas que otros no me han de poner, así que suelo decir que el ‘Diccionario de la Literatura Catalana’ que apareció a finales de 2008 y de extensión muy similar a este, contó con 110 colaboradores durante ocho años, mientras nosotros hemos sido dos durante cuatro años, aparte de los trabajos encargados y contando con los treinta años que yo llevaba recogiendo materiales. Los desvelos los doy por bien empleados porque, de no ser por la sensibilidad de la Asociación Aragonesa de Escritores, que promovió el diccionario, la DPZ, que lo financió y lo edita y la DGA, que me ha permitido dedicarme a esto, el trabajo de una vida hubiera quedado inédito.

 

‘Diccionario de autores aragoneses contemporáneos’. Javier Barreiro. Documentalista: Francisco Ruiz Pérez. Diputación Provincial de Zaragoza. Zaragoza, 2010. 1.200 páginas. (Javier Barreiro ejecuta un arriesgado salto sin red).

1 comentario

Santiago -

Podrías indicarme dónde o como puedo obtener el Diccionario Autores Aragoneses Contemporáneos. a mí, como autor, me pidieron datos; pero luego no supe nada más.