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Antón Castro

ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE: SUS ENTREVISTAS EN RADIO POPULAR

Dentro de un par de mes, como máximo, Rolde publicará el primer tomo de las memorias de Eloy Fernández Clemente: más de 500 páginas llenas de recuerdos, de personajes, de hechos, de aventuras personales que tuvieron, de inmediato, una proyección colectiva. Muy gentilmente, Eloy me envía un fragmento de sus recuerdos como entrevistador en Radio Popular. Este asunto figura en las memorias, pero no es exactamente este el texto. Por otra parte, Eloy, un caballero que ama a Marisa Santiago y que además va al cine a enamorarse, como casi todos, me confiesa que acaba de descubrir a Elisabeth Shue. Con ellas, y con el texto, empezamos el años 2011. Abrazos para todos y feliz 2011.

 

 MIS ENTREVISTAS

 

Por Eloy FERNÁNDEZ CLEMENTE

[Recuerdos y evocaciones del oficio de periodista]

Mis horarios venían a ser las tardes/noches, ya que estaba acabando Magisterio cuando comencé, y luego estudié los dos cursos comunes y ejercí de maestro, a la vez. Además de los programas musicales citados, seguí haciendo crítica de cine en 1963, entusiasmado por el italiano, muy duro con el español salvo excepciones, matizador con las norteamericanas, fascinado por Bergman.

Pero mi trabajo principal radicó en hacer a lo largo de tres años un breve programa (brevedad con excesos tolerados casi siempre), “Nuestros invitados especiales”, en que entrevistaba cada noche a una persona. Si lograba llevarles a la emisora, mejor; incluso si podía ir grabando algunas para días difíciles; si no, había que ir por ahí cargando del tremendo magnetofón. A veces surgían antes o después de un acto, eran solicitadas por autoridades, formaban parte de un reportaje más amplio.

Mi ídolo en ese género era el aragonés Manuel del Arco, autor de quintaesenciadas entrevistas en La Vanguardia, recogidas en 1960 en Los personajes son de carne y hueso, y luego en Fuera de cámara, 1963. Como yo mismo escribí, “a veces hay que buscar y rebuscar para encontrar el personaje deseado, o para conseguir que acepte la entrevista”. Mi documentación consistía en sacar a los compañeros qué les preguntarían a unos u otros. Es curioso cómo recibían la inmensa mayoría la petición de una entrevista, amabilísimos, dispuestos, inquiriendo qué les iba a preguntar, pidiendo a veces si podían repetir algo que les había salido mal. De entre tantas, aunque a veces por las prisas o la ausencia de visitantes de fuera recurría a la habitual castañera en noviembre y todos los demás tópicos, recuerdo algunas de modo especial por unas u otras razones:

Las realizadas a dirigentes católicos: Luis Cuesta sobre el campamento de AC; el Deán Hernán Cortés; el obispo auxiliar de Valencia Rafael González Moralejo, Juan Antonio Cremades, Enrique Miret, José Ágreda sobre el bombardeo del templo del Pilar del que era capellán; el canónigo Sánchez Marqueta; el jesuita P. Acha; Manolo Pardos, sobre el Congreso internacional de la JOC; un Nuncio del Vaticano, el cardenal Bueno Monreal. Al propio Morcillo le tomé varias veces declaraciones. Una de las que anoté en mi “cinturón” fue por haber sido la primera que se le hacía antes de entrar a la ciudad, al nuevo arzobispo don Pedro Cantero Cuadrado, hasta entonces obispo de Huelva y que lo sería 13 años de Zaragoza desde 1964 a 1977. Le abordé al llegar a Cogullada, en el momento de bajar del coche para luego dirigirse a la ciudad, según la tradición, montando una burra blanca: me miró entre extrañado y enfadado por aquel atropello. Le dije, como excusa, que era de la emisora diocesana; dulcificó el gesto y entendió -era periodista titulado, de lo que hizo siempre gala-, aceptando pronunciar unas breves palabras que me supieron a importante trofeo. Así era entonces el periodismo de a pie, y así era uno.

Encuentro en el inventario que Gustavo Alares ha hecho hace poco de las élites políticas y culturales de la Zaragoza franquista, muchos nombres que traté, desde mi humilde escondrijo, a los que entrevisté y escuché muchas cosas que no voy a poder reproducir. Ya me gustaría. La mayoría de ellos me trataron con displicencia e impaciencia, y a lo sumo decían, como a todos los “chicos de la prensa”, frases como “Hola, muchacho”, “Aprieta el botón cuando quieras”, “¿Estamos grabando?”, “Anda, dime lo que me vas a preguntar”… Recuerdo especial amabilidad en Rafael Pastor Botija, que fue decano del Colegio de Abogados desde 1960 hasta más allá de 1970; el de Notarios entre 1951 y 1966, Francisco Palá Mediano, al que estudiaría años después como autor de un curioso proyecto de Estatuto de Autonomía para Aragón en 1936; el rector Cabrera, que vivía encima de los Gastón; Sinués, que moría con 70 años en enero de 1965, presidente de la CAZAR desde hacía treinta y tantos, de la Confederación de Cajas, miembro de muchos consejos (de ERZ a Radio Zaragoza); los hermanos Albareda; Ángel Escoriaza, que murió en 1964 a los 47 años; José María García Belenguer, que llegó en 1965 a Presidente honorario de la Caja; el director de la Feria de Muestras, J.M. Campos Lafuente; el marqués de la Cadena, ubicuo en el mundo social y cultural fundador de La Cadiera, académico de San Luis, de la Económica, presidente del Ateneo. Luego sería este dirigido por Luis Horno, José Giménez Aznar y Tomeo Lacrué, quizá ya con M.ª Rosario de Parada como secretaria. Otro personaje curioso era don Paco Oliver Rubio, presidente de la Academia de Medicina, profesor de Historia de la Medicina ya jubilado.

Políticos: el gobernador Pardo de Santayana, el presidente de la Diputación Antonio Zubiri, el alcalde Gómez Laguna; Pedro Rubio Tardío, presidente de los Alféreces provisionales; el general del Aire Vives Camino. Pero la que más recordaría luego, cuando el personaje fue obteniendo una nueva, tremenda, imagen de ultraconservador, fue la realizada a Blas Piñar, entonces un joven notario, tan falangista como católico, que hasta 1962 ocupó la Dirección General del Instituto de Cultura Hispánica, una plataforma importante en las aún difíciles relaciones hispanoamericanas, que distribuía becas para estudiantes de aquellas naciones en las universidades españolas. Hablamos poco antes de su famoso artículo en la Tercera del ABC, en el que con el título “Hipócritas”, hacía una dura crítica a la política exterior norteamericana, un golpe a las muy mejoradas relaciones españolas con el líder occidental, que provocó un gran escándalo y su cese fulminante, a pesar de lo cual no sólo no se alejó del franquismo sino que se iba a convertir en el guardián de sus más fascistas esencias.

Del mundo de la cultura entrevisté al crítico e historiador del cine Carlos Fernández Cuenca; a Gregorio Marañón Moya, con quien hablamos sobre su ilustre padre, fallecido hacía poco; a los pintores M. Pilar Burges y Julián Borreguero; a don Enrique Aubá sobre su fabulosa colección de quijotes editados en docenas de idiomas; a los dueños de las librerías Pórtico (Alcrudo), Libros (Bailo), Lepanto (Fernández), General (Boya) y a don Santiago Marquina (Hesperia). De la Universidad: al catedrático de origen aragonés don Amando Melón sobre el primer Congreso Nacional de Geografía, celebrado en Zaragoza; a Juan Antonio Sagardoy, subdirector del Miraflores; a los catedráticos don José Guallart, de Derecho y don Fernando Solano Costa sobre la Institución Fernando el Católico, así como a Antonio Serrano Montalvo secretario de la misma; a don José Camón Aznar, sobre Velázquez. Le entrevisté en la casa de su hermano Leonardo, por la Gran Vía; llegó muy tarde a la cita, muy cansado, con algo de asma, y me advirtió de todo ello, tumbándose en un sofá, en cuya curiosa postura respondió a todas mis preguntas, aunque era bastante tarde y le esperaban para comer. Yo estaba incómodo, sobre todo porque se estaba chafando los picos del chaqué –venía de un acto muy solemne-; pero me fui con la entrevista conseguida.

También llevé a escritores y periodistas: entre ellos a mi buena amiga Pilar Crespo, a nuestro premio Planeta Santiago Lorén; a don Ramón Celma, director de El Noticiero desde 1938 hasta 1972; y a los de Amanecer Adrián Guerra y Torrebadella; a don Ramón Salanova Mavilla, con quien hablamos de los libros que para entonces había publicado no hacía mucho: el ensayo Vía Canfranc, y una novela deliciosa, Balneario. Y cuando, a comienzos de los setenta, apareció su colectánea Temas aragoneses, y un folleto sobre Barbastro, me los envió afectuosamente. La que le hice al estupendo fotógrafo y cineasta amateur José Luis Pomarón, inició una amistad a distancia, y provocó, ay, que como deferencia suya, supongo, una foto que me hizo se pasara varios años expuesta en una columna del paseo de la Independencia.

Era muy “agradecido” el mundo del espectáculo: entrevisté al director de cine aragonés José María Forqué, como cuento en detalle en otro lugar; al autor y director teatral Mario Alvar; al actor argentino César Aller; a Luis Gimeno, director de una Compañía de Zarzuela y Ópera; a los actores Carlos Estrada, Mara Cruz, Silvana Velasco, Jorge Sánchez Candial sobre la jota; a las cantantes Soledad Miranda, Lilián de Celis, Carmen Morell (que hizo su entrada en el estudio con un traje blanco lleno de brillantes lentejuelas), el flamenco Farina (le recuerdo cincuenta años después al escuchar a su magnífico sobrino, El Cigala), infinitas reinas de fiestas de barrios o de la ciudad, presidentes o miembros de centros regionales.

En deporte: a los montañeros Alberto Rabadá, Luis Marqueta, Tomás Tomás, Gregorio Villarig; al presidente del R. Zaragoza, Faustino Ferrer; al entrenador del Delicias Antonio Moreno; al jugador Sigi. Y misioneros, maestros, pintores, médicos, músicos (Los Napoli, Los Rítmicos, Los Payadores), o, con motivo de diversos congresos médicos, eucarísticos, del pasodoble, de magia, de hispanistas franceses y de otras muchas cosas, a sus organizadores o participantes. Y al fotógrafo del caballo de cartón tras la Lonja, Francisco Cordero; el director de la Tómbola, Emilio Parra; y a los célebres Emy, Goty y Cañamón, del Circo Americano; y a otro payaso del Radio Teatro; y al canaricultor Jesús Pérez Laviña.

A veces eran una o dos preguntas a propósito de algún hecho concreto, o buscando una opinión sobre un tema en el candelero. Fue así como, con complicidad entre amigos y conocidos, grabé o llevé al estudio a Guillermo Fatás y Pepo Monserrat, el tío Juan Martín Sauras, el cura Faci, José Antonio Sánchez Gericó, el P. Muruzábal, Ynduráin, Luis García Arias (aparte las citadas grabaciones en su casa), José Antonio Páramo creo que por entonces jefe del SEU, los maestros Antonio Vera y Félix Sesma, y tantos otros.

No enfatizaré cuántas cosas se pueden aprender en esas entrevistas, aunque con frecuencia eran demasiado precipitadas. Pero a los dieciocho o veinte años, casi todo es digerido satisfactoriamente.

 

2 comentarios

juan -

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