ÁLVARO CUNQUEIRO EN SU SIGLO
[Si he escrito algunos libros, si desde joven me aficioné a la literatura, es porque, entre otros autores (García Márquez, García Lorca y Bécquer serían los otros), leí con absoluta devoción a Álvaro Cunqueiro Mora, el señor de las palabras de Mondoñedo, nacido en 1911, hace ahora un siglo, y fallecido en 1981, hace ahora treinta. En este artículo recuerdo algunos datos de su vida, de su trayectoria, de sus libros.]
2011: el año de las mil magias de Cunqueiro
[Se cumple el centenario del nacimiento del gran escritor y erudito gallego, nacido en 1911 y fallecido en 1981. Fue narrador, ensayista, poeta, autor de teatro, charlista, gastrónomo y director del periódico ‘Faro de Vigo’]
Si 2011 es el año de Joaquín Costa y de Miguel Servet, también lo es de otro personaje singular, raro, desubicado en la vida y en la muerte, gallego de Mondoñedo y embajador de los secretos del trasmundo: Álvaro Cunqueiro Mora (1911-1981), un señor divertido que aprendió el arte de narrar en los sótanos del palacio arzobispal y en las tertulias desaforadas de la botica paterna.
Cunqueiro lo fue casi todo: un poeta que perteneció al neotrovadorismo y a las vanguardias cuando andaba por Santiago, bajo la lluvia, esbelto como junto y con paraguas; sería periodista hasta su muerte, dirigió ‘Faro de Vigo’ y escribió los pies de fotos más ingeniosos y poéticos que se recuerdan; elaboró relatos, retratos y novelas; fue viajero, cocinero, andariego y fue, ante todo, un escritor increíble, irreductible, emparentado con Jorge Luis Borges, con Marcel Schwob, con Marguerite Yourcenar, con Alfonso Reyes.
Encarnó al escritor que se sentía hermano de sangre y de invenciones de su paisano Rafael Dieste, aquel que firmó ‘Historias e invenciones de Félix Muriel’, que redactó en buena parte en el café Tortoni, en Buenos Aires y muy cerca de Borges; se sintió pariente de Joan Perucho y de Néstor Luján, entre otros nombres, con quienes firmó algún libro de cocina y anduvo ocasionalmente por Calaceite. Cunqueiro es el autor de dos libros inolvidables sobre gastronomía y cultura: ‘La cocina cristiana de Occidente’ (existe edición en Tusquets y es uno de esos libros que contiene erudición, diversión, picardía y un asombroso conocimiento del alma humana), y ‘Viaje por los montes y chimeneas de Galicia’ (1962), que compuso en colaboración con Xosé María Castroviejo, otro raro al que le gustaba la caza, el paisaje y contar historias hasta que se fundían la noche y la aurora y los espectros.
Álvaro Cunqueiro se inició como poeta en Santiago y perteneció al Partido Galleguista, en el que formaban los pintores y dibujantes Carlos Maside y Castelao, y escritores como Otero Pedrayo o Carballo Calero. En la Guerra Civil se alió con el bando nacional, perteneció a Falange, intentó hacer carrera en Madrid y finalmente abandonó la ciudad y la militancia falangista, y regresó, desposeído del carné de prensa y decepcionado del curso de los acontecimientos y de sí mismo, a Mondoñedo, donde empezó a escribir prosa.
Un día, retirado en una especie de desván con vistas al bosque y a un cielo raso de pájaros errantes, empezó a escribir un libro prodigioso: ‘Merlín e familia’, en el que recuperaba al mago Merlín y a la reina Ginebra. Ahí recomenzó su carrera: Cunqueiro poseyó siempre una sabiduría inagotable, de libros, de autores, de Historia, de lenguas y de la vida popular. Tenía un sexto sentido para los paisanos y captaba las existencias extrañas o exuberantes al vuelo, como se ve en los libros deliciosos de la trilogía compuesta por ‘Escola de menciñeiros’ (Escuela de médicos, 1961), ‘Xente de aquí e de acolá’ (Gente de aquí y de allá, 1970) y ‘Os outros feirantes’ (Los otros feriantes, 1979). Metió en sus libros las consejas populares, las supersticiones, los mitos, los miedos, el universo de la Edad Media y de los monasterios y de las peregrinaciones; metió en sus libros un acerbo cultural inagotable: igual rindió homenaje a Homero -en novelas como ‘Las mocedades de Ulises’ y ‘El hombre que se parecía a Orestes’ (Premio Nadal, 1948)- que a Shakespeare, a Chretien de Troyes y a ‘Las Mil y una noches’, recuperó a Simbad el marino en ‘Si el viejo Simbad volviese a las islas’, hizo desfilar a los muertos (piensen en ‘Las crónicas del sochantre’. Premio Nacional de la Crítica, 1959), narró historias inverosímiles y apócrifas basadas en los sueños, en la erudición o en su portentosa imaginación, que estaba siempre teñida por la melancolía, la vitalidad, el sentido del humor, la poesía y el disparate o la desmesura controlada.
Escribió en gallego y en castellano. Y es difícil hallar un escritor a quien le siente con tanta precisión el nombre de mago. Álvaro Cunqueiro fue un mago de la palabra, de la ficción, un bardo, un trovador de la narración y del verso; él se definía como “vagabundo y dado a la dispersión”. Amancio Prada hizo un disco espléndido con sus poemas: ‘A dama e o cabaleiro’. Cunqueiro falleció hace ahora 30 años y fue enterrado en un día de llovizna. En su tumba pidió que, entre otras cosas, escribiesen: “Eiqui xaz alguén que, coa súa obra, fixo que Galicia durase mil primaveras máis (Aquí yace alguien, que, con su obra, hizo que Galicia durase mil primaveras más)”. La Biblioteca Castro publica dos volúmenes con sus novelas y relatos, con piezas teatrales y poemas: más de 1500 páginas que introduce Miguel González Somovilla.
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santi -