POETAS DE LA VIDA Y DEL LOCO AMOR
Las maletas de poesía de cinco mujeres
[Nuevos poemarios de Magdalena Lasala, Carmen Ruiz, Marta Fuembuena, Maribel Hernández y Milagros Martín que exploran la pasión, el cuerpo y sus heridas, el viaje y la memoria]
Algo pasa con la poesía en Aragón. Con la poesía en general y con la poesía de mujer en particular. El libro ‘Yin. Poetas aragonesas, 1960-2010’ (Olifante) está siendo un pequeño acontecimiento: no sabemos si de ventas, pero al menos de promoción, de recitales, de viajes, de presentaciones aquí y allá. De exaltación de la palabra de mujer. La idea de Ángel Guinda, tan generoso él, tan alucinado hacia la poesía, mueve montañas, agita públicos, concentra espectadores y oyentes. Ya sea en Tauste, en Zaragoza, en Soria, en Teruel, en Tarazona o el Calatayud.
Estos días, han aparecido nuevos poemarios de mujeres. Elegimos hoy cinco. Hace unos días, Magdalena Lasala presentaba ‘Arderé en el exilio de tu cuerpo’ (Endymion), un nuevo volumen de amor (“amor loco” lo llama, que “domina, aturde, esclaviza, somete”) donde explora la intensidad de las relaciones, el dolor de la ausencia, la energía de la entrega, ese estado permanente de éxtasis que viven los amantes. Lasala había recorrido antes este territorio, con más ironía y sentido del humor tal vez: aquí recupera la pasión volcánica, la excitación febril (“dejo su boca /apresando con su fiebre la mía”), la urgencia de la consumación del deseo, los pequeños detalles del vivir con ese lenguaje característico suyo, tan voluptuoso y dado al arrebato. Dice Magdalena Lasala, por ejemplo: “…ven, bebe este exceso a sorbos, / floréceme con tu saliva plena / de tu deseo, de tu nombre en mí pleno/de ti/sáciama saciándote de las corrientes que fluyen / en tu paraíso”.
Carmen Ruiz Fleta es una poeta del amor, del cuerpo y de la identidad. En ‘Polaroid (Todos parecemos más fuertes en la fotografías)’ (Olifante) se acerca a la poética de la inquietud y de la fragilidad, parece próxima a Sylvia Plath, a Elizabeth Bishop y, entre las poetas aragonesas y españolas, se acerca a Miriam Reyes. Su poesía habla de un cierto desamparo, del extrañamiento que se produce entre los amantes, de la difícil relación con los padres, de un frío ambiental y anímico, y de esos enigmas de familia que te dejen un tanto perplejo, como asomado al umbral del abismo: “Hablas de mi padre, / de mi madre joven, / de los suicidas del álbum. / Eres un desconocido / que habla de mis recuerdos (…)/ Esta noche pronuncias / todos los nombres de mi prehistoria”. Quizá la poética de la autora podría concentrarse en este verso: “Voy desnuda, pero todos alabáis mis vestidos”. Es, hasta ahora, su mejor libro: ensancha los temas que ya había tocado antes y crea, además, nuevos espacios de ficción.
Marta Fuembuena es la autora de ‘La excusa de los días’ (Comuniter. Colección Resurrección), una plaquette que, ante todo, intenta construir una voz. Una voz que habla de la paradoja, de la fugacidad de las cosas y del amor, de la espera y de la esperanza, una voz que habla de esos desencuentros cotidianos, atravesados por el silencio o el malentendido, que cercenan la alegría, que casi excluyen la felicidad. La poesía de Fuembuena tiene una ironía propia, un punto de humor, un acento a menudo teatral: “Hay muchas maneras de decirte que sin ti, / es difícil planear las aves que seríamos. / En la caída un cielo incierto, /la única que se me ocurre es la mía”. Y dice también: “De tu casa a la mía / hay un desfiladero de fantasmas, / aparcados en fila de a uno. / Por las noches, / si se asustan, / corren a meterse en mi cama”.
Maribel Hernández firma ‘Extraños con paraguas’ (Bubok), un libro que alterna la prosa y el verso. El poemario podría ser algo así como un diario de viaje: la prosa es la acotación, el acta del tránsito (en el espacio, en el tiempo y en la historia), y los poemas son meditaciones acerca de la soledad, del cuerpo y sus heridas, del amado que se esfuma y reaparece (“…mi cuerpo en línea recta / gotea una ausencia tuya, / pusilánime, / avergonzada de existir / aún…”, dice), y reflejan también la mirada sobre el paisaje y las ciudades.
Y desde Barcelona llega ‘Descubriendo mi tiempo’ (Ediciones Carena) de la oscense Milagros Martín Carreras, una “poesía que brota, humilde, de los humildes rincones de la vida. Una poesía sutil, interna: ‘Oigo voces que pronuncian mi nombre’. El misterio del amor, del dolor del amor…”, escribe José Membrive de esta mujer de 80 años, que utiliza el copla, la canción y otras composiciones breves al servicio de sus recuerdos, de las pequeñas cosas de cada día, de lo que ve y siente, o de algunos homenajes, como el que le dedica a José Antonio Labordeta: “Y llorarán por ti las aguas de los ríos. /Recordarán las cumbres el eco de tu voz…”
*La primera foto, tan refrescante, es de Guy Bourdain. La segunda de Ellen Kooi.
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