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Antón Castro

ROSA ACQUARONI, EN OLIFANTE

ROSA ACQUARONI, EN OLIFANTE

[Olifante no para. Publica ahora ‘Discordia de los dóciles’ de Rosana Acquaroni, la poeta madrileña, con una solapa de presentación de Amalia Iglesias. Copio aquí, además, algunos poemas que me envía Trinidad Ruiz-Marcellán, así como la foto de Rosa Acquaroni. Las restantes son de Keith Carter, un magnífico fotógrafo que trabaja sobre una idea de la foto vintage y de la foto surrealista.]

 

ROSANA ACQUARONI

Por Amalia IGLESIAS

En el nuevo libro de Rosana Acquaroni, Discordia de los dóciles, no hay héroes ni nombres propios, sólo “rostros de cuyo nombre/ nadie quiere acordarse”. No hay hazañas que narrar, ni victoria, ni homenaje, ni exaltación, y, sin embargo, sus poemas tienen aliento de épica, se conjugan desde el nosotros, arrastran un poso de conciencia colectiva, retratan un mundo en decadencia, dibujan la vergüenza del fracaso social de nuestro tiempo. Muertas las utopías el mundo amanece apático y cansado. Podría decirse que la suya es la épica de los desheredados globales, la épica de los vencidos. A estos poemas se asoman los dóciles, “títeres sin hilos”, los que no tienen voz, los que deambulan por las orillas del mundo, porque todo sentido les ha sido negado; aquellos que ni siquiera buscan porque hace mucho que perdieron la esperanza de encontrar.

  Tras diez años sin publicar, Rosana Acquaroni nos ofrece en su quinta entrega poética un libro bicéfalo, en él que convergen de forma natural dos obsesiones extremas, por un lado la preocupación por el lenguaje, su elaborada visión de la poesía como lugar propicio para la belleza, como ocasión para el hallazgo y el misterio verbal siempre capaz de inaugurar nuevos sentidos. Y, por otro lado, la dimensión ética, inseparable de su modo de aproximarse a la palabra, que crece sujeta a la estética desde la raíz, como esas plantas cuyos troncos se alzan abrazados en trenza.

 

CUATRO POEMAS

 

ANOREXIA

Ella

sueña con despertarse en otro cuerpo,

un cuerpo ingrávido que ruede

                             o se deslice

en el silencio inservible

de las cosas.

 

No se deja tocar.

 

En su única isla

habitan maniquíes

que saquean las despensas vacías

del corazón.

 

Se irrita cuando hay algo

que llevarse a la boca.

Ella sueña senderos voladizos

que hagan caer su sombra

entre la nieve.

 

Su peor pesadilla:

engordar alimañas.

 

 

LA SENDA DEL MALTRATO

 

 

Mansa

disciplinada

 

deja que él

la alimente con su mano.

 

Como al amo que esconde

su señuelo

a veces le suplica.

 

Después

guarda cada pedazo

de corazón dormido

y amordaza su cuerpo.

MARCAS DE LA LOCURA

 

Contemplo a una mujer

sin rostro

ante el espejo.

Parece que regresa de algún mundo.

Lleva el alma vendada

y la boca cosida

con un ancla de labios y tristeza.

Cruza las avenidas,

huye

 tras la añoranza de sus pasos.

No hay camisa de fuerza

 y  sin embargo, arrastra

su cama de cartón descolorido,               

el tetrabrik que calma la miseria.

-Está el mar inclinándose ante mí; no os oigo respirar. Alguien viene a buscarme.

Las voces no responden.

-No torturéis mi alma, pertenece a la nieve.

Tras los muros le aguardan

su lecho inmaculado,

el vasito de plástico con la dosis pautada

y la tiniebla blanca

de un paraíso ausente y sosegado.

 

EL HIJO

 

Qué de cierto se esconde en el estigma

de esa mano que nace y se detiene,

volcando su destierro,

su deriva hacia dónde,

hacía qué rompeolas.

Hijo

grieta en el agua inerte,

tu silencio es quietud ya movediza,

cicatriz que despierta

y desanda la herida.

Hijo

huella creciente,

                  raíz  de un corazón

                                         varado entre la nieve

que rompe su silencio.

Recorrerás el mundo,

saldrás de todo esto.

                   Volverán las canastas

                                                     trampolines de aire

que incitan a los sueños.

Recogerás el mar en tus muñecas.

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