VICENTE SIMÓN: TRES POEMAS
Vicente Simón es un joven poeta que acaba de publicar ‘El guapo’ en la editorial Vitruvio. Él mismo ha seleccionado tres poemas; toda su poesía tiene un aire un tanto desafiante, como sucede especialmente con el poema segundo y el tercero. Creo que nunca había leído algo así sobre la Virgen del Pilar, ni podría imaginarme que un joven poeta, de perfil transgresor y a la vez clásico, se detuviese en la imagen y en el mito.
FEA
Las cien baldosas sueltas de tu cuerpo,
tu carne trenzada con baratas mortadelas,
la libreta rayada de tu piel.
Tus gafas macizas
reflejan mi vida
vasta, honda, ancha,
la vida grande que debiera arder.
Debe de estar ahora toda la luz
en tus ojos.
Cuando esta noche desmaquille su mentira
contra tu mirada marrón vulgar,
más allá de los sábados feroces,
brindaré por ti
con Cocacola.
LA MUERTE
Quisiera enamorarla.
Cuando estalle una explosión demográfica de trapecistas y toreros,
cuando los ríos pierdan su apetito voraz
y los fusiles escupan hortalizas,
quisiera enamorarla.
Quisiera enamorarla con diario íntimo.
Quisiera enamorarla entrechocando valsones tristes bajo una parra moscatel.
Quisiera enamorarla vertiendo en su copa drogas ingobernables.
En los cafés melancólicos
y en pueblos con discoteca,
junto a un fuego de sarmientos
o en los recodos de un chat
quisiera enamorarla.
Y si así me lo permite,
quisiera hablar con usted
despacio,
corrompidos por antiguas lentitudes,
y conocer si es cierto su perfil pálido de mujer sola
con olor a tabaco
negro en el vestido,
que cuando la vida parece renovarse,
desnuda el cuerpo de toscas geometrías y se deja
chupar los costurones
en el sepulcro indistinto y comunal
del Deseo.
La he conocido —revestida con tus ropas de gobierno,
confianzuda, casi casquivana con los camareros del vagón restaurante—
por un vago aire de desánimo en la sonrisa
y por su grueso cuaderno de contabilidad.
BEATA CON BESO ( o La Virgen del Pilar)
Me besas,
pero mal,
con besos tropezados
de niños que no saben darse besos
y te pones tonta después de besar
y tu boca me sabe
—acaba sabiéndome—
a vino manso y sin sed.
Los buenos besos
—déjame guiar tu saliva inhabitada, tu saliva nueva—
se fraguan,
casi sin empujarlos,
en cafés asediados por la lluvia.
Besaré tu saliva inhabitada
fuerte y lento
como besan los últimos artesanos.
Déjame mudar tu amor para toda la vida
en un roce de mujer urgente y usadera.
Déjame arrancarte al socavón de los domingos,
susurrar
la pedrada irreverente del Deseo
bajo la tiritona estéril de los cirios.
Yo seré el Mesías de camisa negra que te pinte los labios.
El individuo cruel y hermoso que te acerque a los barrios junto al río y,
a pesar de la muda protesta en tus ojos,
te bese la boca,
dejando en tu conciencia
un suelo de escombros
que se confunda
con la felicidad.
Yo seré el galán de viudas que te enseñe a besar durante los oficios de la tarde,
el Señor que revele orgulloso sus estigmas
a unos besos empachados de carcoma.
Yo seré el Redentor al margen de la ley que tutele tus malos pasos,
la bicha que te muestre prodigios
en la última bancada de la catedral barroca.
Para desalojar tus últimas trincheras,
para desahuciar tu hornacina de pureza, necesito
solamente estas manos
que conocen los caminos,
las angosturas,
las escaleras incógnitas.
Te daré la paz
durante los desórdenes de la comunión y volveré al mundo
con el traje bien compuesto,
un carraspeo de decoro
y una flor
salvada del mar entre los dedos.
Yo seré tu Dios. Un Dios enojadizo
de voz tormentosa y exhortaciones inapelables
que violente las reglas de tu Biblia sobada
y te envíe sueños reveladores:
Un vestido rojo abrazando tu cuerpo.
Toneladas de azul en los ojos.
La noche narcótica de tu primer aquelarre
sintiendo crecer el cuerpo abierto.
*Todas las fotos son de Steven Meisel. Nacido en Nueva York en 1954, se ha hecho muy famoso por sus fotos de moda para 'Vogue' y para la casa Versace, sobre todo, pero también es un espectacular fotógrafo de desnudos y de mujeres que parecen atrevidas, dueñas de su mundo.
0 comentarios