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Antón Castro

FERNANDO BELTRÁN: UN DIÁLOGO

“Una imagen no vale más que una sola palabra”

 

El poeta Fernando Beltrán (León, 1955), creador de términos como OpenCor, La Casa Encendida o Amena, cuenta su historia de ‘nombrador’ en ‘El nombre de las cosas’

 

Empecemos de modo elemental: ¿qué es ‘El nombre de las cosas’ (Conecta, 2011)?

Es la historia de mi vida y de mi andadura profesional, entendiendo la poesía como un oficio.

¿Puede ser la poesía una profesión?

Me fui de mi casa a los 17 años porque quería ser poeta. Y eso significaba aceptar aquel aserto: “De la poesía se vive, pero no se come”. Y tuve que buscar mil oficios distintos: fui librero, actor, guionista, periodista, colaboré con varias agencias. Pero siempre tuve claro que eran trabajos circunstanciales y de poca duración: al final siempre estaba un libro de poesía, que aparecía como un vómito, como algo muy intenso y personal.

¿Y cómo llegó a esta profesión que le ha hecho famoso?

Observé que en las diversas campañas se hablaba de diseño gráfico, de logos y anagramas, de estrategias publicitarias o comerciales, pero que los nombres no tenían especialistas. Siempre te decían: “Dale una vuelta al nombre. A ver si se te ocurre algo”. Para eso ni siquiera existía tarifa. Y yo me dije: “Qué cosa más extraña: el nombre es importantísimo”. En realidad, casi todo empieza por una identidad verbal.

¿No habíamos quedado en que una imagen vale más que mil palabras?

Desde luego, pero una imagen no vale más que una sola palabra. Pasé una auténtica, y veces desesperada, travesía del desierto de ocho o nueve años, entre 1988 y 1997. No era fácil convencer a los clientes. Ahora, tras el gran éxito, intento disfrutar y ser dueño de mi tiempo: sigo teniendo una empresa pequeña. Ahora me llama mucha gente joven, que quieren dedicarse a lo mismo: el ‘naming’.

Concretemos: entonces usted es...

Soy nombrador, nombre que no recoge la RAE. Una vez mi hija pequeña dijo que su padre era “poeta y nombrador”. Me pareció una excelente definición. Soy el que nombra, un creador de nombres, que no de marcas, la marca viene luego. Me ocupo de la página en blanco a partir de un embrión.

Dice que el libro que ha leído más veces es ‘Cien años de soledad’ de García Márquez...

Sí, hay una frase que me gusta mucho: “El mundo era tan reciente que las cosas no tenían nombre, y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo...” El nombre nace de la existencia de una laguna verbal y de la necesidad de llenar ese vacío, aunque uno dude siempre antes de hacerlo.

Recuérdenos algunos de sus nombres: Amena, Faunia, 8’17’, Opencor, La Casa Encendida, La Gavia, Novela...

Lo de Amena me llegó de rebote, cuando solo faltaba cuatro semanas para que se pusiera en marcha. Entonces se llamaba Retevisión Móvil. Pensé que si quería tener algunas opciones tenía que alejarme de lo convencional, huir de la terminología inglesa y del concepto tecnológico. Y pensé en un término joven, distinto, femenino, que al mismo tiempo fuera cordial, sorprendente, próximo. Y gustó muchísimo.

¿Y Faunia?

Faunia es el Parque Biológico de Madrid. No iba nadie. Con este nombre empezó a llenarse de gente. Presumo mucho de otro nombre de una empresa de Energía Solar de Zaragoza. De repente, puse en la pantalla 8’ 17’’. Nadie entendía nada: “eso es lo le cuesta al rayo llegar a la tierra desde que sale del sol”, expliqué. Les entusiasmó. El nombre es de quien lo crea, claro, pero aún más es del cliente que apuesta por él. Otra vez me llamaron para una empresa de expansión exterior. Era un nombre difícil: después de darle muchas vueltas, escribí P4R. Tampoco entendían nada: les dije que lo había tomado del ajedrez, peón, cuatro, rey, y que era “la apertura española”.

Otro de sus nombres es ‘La casa encendida’.

Me pareció muy bonito jugar con el título del libro de Luis Rosales y con lo que se espera de un espacio así.

¿Qué le deben sus nombres a la poesía?

He llegado y llego a casi todos los nombres, alrededor de 500, a través de la poesía. La poesía es síntesis: el poeta dice mucho en un verso y el nombrador dice mucho con una sola palabra; el poeta cambia el nombre de las cosas y les añade acepciones. Neruda llama al amor de 47 formas distintas: es un ciclón y un cíclope. Es un poeta impresionante. Una de mis referencias, con César Vallejo y con Lorca. En la poesía que escribo intento hallar mi vida, y está entre la furia y la delicadeza, entre la mirada íntima y lo que ocurre fuera; y con la elección de nombres intento designar la verdad de los demás a través de sus proyectos, sus inquietudes, sus ideas y su propia biografía.

Creo que ha colaborado con Isidro Ferrer.

Sí, fue una experiencia preciosa. Hemos bautizado como Asombra ese espacio donde se comercializan los trabajos de los pintores, escultores y diseñadores que están en la cárcel. Son gentes que están en la sombra, es la creación que parece inmersa en el túnel y que de pronto sale a la luz. Asombra. Además, tengo una preciosa historia con Aragón...

¿Cuál?

Hace casi treinta años, en torno a 1983, descubrí la obra de Miguel Labordeta. Me impresionó tanto que cogí un tren y vine aquí: estuve dos días, recorriendo las calles, releyendo sus versos. Fue como una cita a ciegas con Zaragoza de la que conservo un recuerdo imborrable. Tuve la misma sensación que tengo siempre que vuelvo: los aragoneses siempre van de frente. 

 

 

*La foto de Fernando Beltrán la tomo de internet: pertenece a los archivos de abc.

1 comentario

Vicente -

Sí, señor. Un poeta nombrador muy bueno. Por cierto, cuando estoy escribiendo aquí, en el recuadro correspondiente a "Comentario" la palabra "NOMBRADOR" se ilumina su línea de base con unos puntitos rojos. ¡Será la cosa encendida!