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Antón Castro

AVANCE DE 'DESERTORES DE DIOS'

AVANCE DE 'DESERTORES DE DIOS'

[Este jueves, en la Biblioteca de Aragón, Javier Aguirre presenta una de sus novelas más ambicionsas: ‘Desertores de Dios’, que supone su paso a la editorial Nuevos Rumbos, el sello de los hermanos Pérez Collados. La promoción de la novela es la siguiente:

 

SINOPSIS:

Un secreto nefando se oculta a finales del siglo XX en las interioridades de un convento del País Vasco.

Luis Murillo, fraile lego residente allí, descubre a través de la carta póstuma de su madre la identidad de su verdadero padre, un cura vasco fusilado durante la Guerra Civil por las tropas franquistas.

La acción de esta novela comienza en 1934, y concluye cuando faltan pocos meses para que tenga lugar una de las ceremonias de beatificación masiva de mártires de la Guerra Civil, la celebrada en Roma el 11 de marzo de 2001, bajo el pontificado de Juan Pablo II.

 

 

Presentación 'Desertores de Dios'. Javier Aguirre. Nuevos rumbos. Zaragoza, 2012. Ilustraciones de José María Ubé.

 

He aquí algunos fragmentos dramatizados que van a leer ese día.]

 

Narrador 1(Manuel)

Un sobre cerrado, lacrado, una pesadilla. Largo, antiguo, rugoso, pesado, oscuro. Un féretro de papel. Luis Murillo lo miraba cada día a distancia con sus manos tensas, arrumbado en la última balda de la estantería mientras galopaba por el aire prieto de su celda la tentación de abrirlo. Dentro de la mirada del hombre cruzaba una sombra, el zigzagueo de un folio misterioso que el tiempo había vuelto invisible. El sobre contenía una noticia y su prohibición, la prohibición de saberla. Voces ciegas galopando también entre sus sienes. La ansiedad de saber… y el pánico frenando el ansia. Su mente oprimía una y otra vez el enigmático sobre prohibiéndole acariciarlo entre sus dedos nerviosos. Un deseo sonoro y brutal le quemaba el pecho: el incendio de la voluntad, el estrépito del combate interno. 

Narrador 2(María)

No se puede contrariar la voluntad de una madre moribunda. Menos aún si la donante es ciega y se le puede engañar sin riesgo. No sin riesgo, definitivamente no. Existe la visión interna. Los ciegos perciben a través del susurro del aire, de las miradas cómplices, de los gestos escondidos, de los rumores quietos. Los ciegos ven hacia dentro. Ven el alma o lo que mueva la arquitectura del organismo.

Narrador 1

Pero el sobre era suyo. Le urgía el contenido, lo que dijera u ocultara, lo que pudiera sugerir. Se trataba de una revelación que no pudo descifrar en la mirada vacía de la anciana. Un secreto oscuro, una noticia fatal, la confidencia última. Algo de eso era, indudablemente. El enigma allí guardado le producía pánico.

Narrador 2

Una carta manuscrita entregada con sigilo a su único hijo por una madre agonizante produce necesariamente pánico. ¿Qué querría decirle que no debiera saber ya? Aquella revelación póstuma le iba a complicar la existencia. Tenía esa intuición. Un ciclón de inquietudes le circulaba desbocado por el pecho. Temblaban sus manos. Temblaban sus piernas.

Narrador 1

Siempre el temblor.

 

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Narrador 1

 Las primeras líneas de una carta encerrada en un sobre ajado y oscurecido por el tiempo han sido un gran regalo, un regalo enorme, un regalo definitivo aunque tremendo. Ha vuelto a leerla: “Hijo mío, te quiero mucho. Perdóname porque nunca me atreví a contártelo…”.

 Narrador 2

Luis Murillo sabe por fin quién fue realmente su padre. La letra temblorosa de su madre ha abierto una puerta vital, hasta entonces oculta, en el edificio de su vida.

 

 Narrador 1

Un ser humano tiene derecho a saber quién ha sido su padre, qué sueño dulce o qué impulso fiero lanzó al mundo la semilla que ha fructificado en la entraña de una mujer.

 

 Narrador 2

La información privada que da una madre en su lecho de muerte es un enorme secreto que no debe revelarse a nadie por la fuerza. Aunque ellos ya lo supieran o lo sospecharan, él no tenía ninguna obligación de confirmarlo.

 

Narrador 1

 Seguramente lo averiguaron con malas artes.

Narrador 2

 Tal vez presionaron a la mujer a partir de vagas informaciones. Era posible que hubieran intentado sobornarla tiempo atrás, en su época de mayor penuria, cuando murió su marido, el pobre Rufino Alonso. Si ya lo sabían todo, ¿qué querrían ahora de él?

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Narrador 2

Ahora comprende por qué se le ha concedido el privilegio. Jamás pensó que formaría parte de la comitiva que acudiera a Roma el día de la beatificación del padre Mario. Nadie contó con él en las fiestas que se celebraron cuando fue incoada la causa. Tampoco al declararlo Siervo de Dios. Nada sabía entonces y quizá ellos tampoco.

Narrador 1

Aunque tal vez sí, y lo mantenían en secreto. También a él lo mantenían en secreto. Siempre lo tuvieron apartado de todo, encerrado en su jardín, en su cuarto de herramientas, en su invernadero. Ahora empieza a comprender.

Narrador 2

Durante muchos años no lo supo nadie, salvo su madre. Y el Venerable padre Mario, claro. Luego se enteraron; no sabe cómo ni cuándo, pero se enteraron, es indudable. Puede hacer poco tiempo, porque el cambio de actitud es reciente.

Narrador 1

 Habrán hecho averiguaciones. Tal vez encontraron algún documento o recibieron alguna información secreta.

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Narrador 1

Pero todo se le rompe dentro.

Sus sensaciones son menos áridas, de una dulzura imprecisa que le envuelve los miembros doloridos.

Narrador 2

Todo se rompe en su interior.

Se sabe rodeado por las ansias de la vida y al mismo tiempo seducido por la quietud de la muerte.

Siente la quiebra de los sentidos corporales.

Narrador 1

Tiene los ojos cerrados, pero ve.

Se agrietan las raíces de la vida.

Sus oídos están ciegos, pero oye.

Narrador 2

No entiende sus pensamientos.

Sus músculos aprisionan los huesos, pero juntos danzan.

Un licor oscuro le asciende por las venas.

Hay aromas infinitos dentro y fuera del universo.

Narrador 1

Un licor oscuro invade sus huesos huecos.

El paladar gustoso de la miel es un lejano remedo de los almíbares en los que todo el cosmos chapotea.

Un licor campesino le sonríe con sarcasmo.

Se siente lleno y vacío a la vez, ignorante y sabio, entero y disperso, todo y nada.

Narrador 2

Un licor salvaje danza en su interior.

Un coro de voces inaudibles entona un cántico esencial.

Cada parte de su cuerpo danza sin ritmo ni medida.

Sus mandíbulas se mueven sin voluntad.

Narrador 1

Repentinamente todo queda a oscuras

Narrador 2

Repentinamente todo queda a oscuras

 

 

 

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