CARLOS ALCORTA: UN POETA EN BICI
Carlos Alcorta (Torrelavega, 1959) me envía esta poema inédito. Es un honor. Es un estupendo poeta, autor de libros como ‘Lusitania’ (1988), ‘Compás de espera’ (2001) o el que acaso sea mi favorito: ‘Corriente subterránea’ (2004). Ha codirigido la revista ‘Ultramar’. Me manda el poema con esta preciosa carta:
“Mientras busco el archivo de Corriente subterránea, he comprobado tu pasión ciclista y leído el poema que has colgado en el facebook. Poema que ha provocado que afloraran muchos recuerdos infantiles. Yo iba todos los días en bicicleta al instituto, distante 4 ó 5 kilómetros, hiciera frío o calor, lloviera o helara y, los fines de semana, hacía excursiones de 40 ó 50 kilómetros con algunos amigos. Estaba bien entrenado y no se me daba mal el pedaleo, sobre todo las pendientes. Tenía madera de escalador. Ah, qué años.
Bueno, a lo que iba. Como la afición sigue existiendo, aunque ya no monte ni en una bicicleta de paseo, te envío este poema, escrito hace unos meses, el pasado verano, y que seguramente sufrirá alguna corrección final”
DESCENSO ALPINO
Algo no marcha bien.
Desconecta el auricular. Desoye
las órdenes de equipo. Agudiza
el oído tratando de averiguar de dónde
procede el amenazador silbido
que agarrota sus músculos
y desvía su esfuerzo ahora decreciente
hacia un dios cuyo rostro
adivina entre sombras galopantes.
Interrumpe por fin el pedaleo.
En el descenso
frena suave a la entrada de una curva
pero no evita que los tubulares
se deslicen romos por el arcén
y siente como si le deslumbrara
una luz negra cuando se reintegra
al asfalto. Confunde la fricción
en las llantas de pinzas y zapatas
con el trino de mirlos y jilgueros,
con un son de punzones que percuten
regulares en las piedras de cantera,
con el violín del viento entre las frondas.
No puede detenerse, aunque presiente
que una rótula, un buje defectuoso
le apartará definitivamente
de la carrera. Pugna contra sí
mismo, contra el dolor y la fatiga.
Cuando cruce la meta,
ensayando un ceremonial privado,
rezará una oración infantil que mitigue
su infundada desesperanza,
como cuando siendo un adolescente
el deseo era tan intenso
que lograba paralizar su mente
y rogaba a ese dios en el que aún
creía, que suministrara arrojo
a sus manos promiscuas, vacilantes
sobre la cima oscura del pezón
que se yergue complaciente.
CARLOS ALCORTA (inédito)
*Las cuatro fotos son de un extraordinario fotógrafo, un auténtico especialista en la fotografía con bicicletas: Stanko Abadzic, que nació en Vukovar, Croacia, en 1952. Para mí es un auténtico maestro. Un maestro de la luz y del contraluz, del contraste, de la sombra, un poeta de la sutileza y de la composición que posee una gran variedad de temas.
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