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Antón Castro

SOLEDAD PUÉRTOLAS: NUEVA NOVELA

SOLEDAD PUÉRTOLAS: NUEVA NOVELA

El acordeón de todos los secretos

 

[Mi amor en vano. Soledad Puértolas. Anagrama. Barcelona, 2012. 226 páginas.]

 

Una de las mejores novelas de Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) es ‘Una vida inesperada’. Cuando redactó aquel libro, según ha confesado, le quedaron por ahí algunos flecos o personajes a la deriva que fueron convirtiéndose casi en una obsesión. Con el paso de los años, escribiendo y reescribiendo, tomando notas, aquellas criaturas adquirieron cuerpo. Son los protagonistas de su nueva novela: ‘Mi amor en vano’, una narración que nace del arrebato de una voz o de las voces. El joven Esteban, con sus ojos azules, aprende a escuchar historias: ahora es un muchacho con muletas que, tras un terrible accidente de circulación, decide cambiar de barrio y asiste diariamente al Centro de Rehabilitación. Violeta, hija de Dayana y Eugenio ‘el Piloto’, se deja cautivar por una voz a través del teléfono, la de Julio, el hombre negro que alquilará el ático y que un día, de súbito, se marchará a París. La propia Dayana, que fue modelo de fotógrafo y de pintor, actriz y cantante, es alguien que habla sin parar: cuenta su vida, sus oportunidades perdidas, sus aventuras con su marido, el cronista de deportes, el Piloto, siempre borracho, con su representante Dani o con el Portugués, que fue como un fulgor inolvidable en su vida.

A ese mundo se acomoda Esteban. Lector de las novelas de Pío Baroja y herido físicamente y moralmente tras la muerte de su novia Laura. Poco a poco parece constatar que “el accidente le había dado sentido a mi vida” y confiesa que “pertenezco al amplio, disperso y dolorido grupo de los inválidos”. Él quiere romper con su pasado y huye de su familia, quizá porque “la vida, en el fondo, es un recorrido que debe de hacerse a solas”.

A solas. Sin duda. A solas incluso cuando se está en compañía de otros. Ese paisaje humano es muy importante: uno de los grandes personajes de la novela es, sin duda, Dayana. Habla, recuerda, hace recuento y pasea a sus perros. Le revela al joven cómo ha sido su vida, en que falló, cómo le gustaba cantar y bailar y cómo lo hizo con algún éxito (sobre todo en Orense), cómo le gustaba percibir que su cuerpo atraía a los hombres y cómo, en medio del alcohol y de las derrotas cotidianas de la convivencia, amó a su marido.

En cierto modo, en esa relación y en esa complicidad, cada más interesante en el desarrollo de la novela, pensamos en otra estupenda novela de Soledad Puértolas: ‘La señora Berg’. A ese fauna también pertenece el escurridizo Eugenio, de quien su hija Violeta, diseñadora, solo lee el primer párrafo de su crónica o de sus reportajes. Y pronto irrumpe otra mujer especial: rebelde, libre, incomodada con su destino, casada y madre de cuatro hijos. Teresa. Hermoso cuerpo, “magnífico e imbatible”. Esteban volverá a sentir el aguijón de la vida y el incendio del deseo (“Lo único que puede salvarte es la voluntad casi instintiva de volver a vivir”), e iniciará algo que hace a menudo: fantasear sobre los otros. Al fin y al cabo, “vista desde fuera, casi cualquier vida parece misteriosa”. Y la de Teresa también lo será: es exhibicionista, colecciona ropa. Y tenía una mirada penetrante: “parecía tan poseída por sus primeros sueños”, dice el joven enamorado.

Soledad Puértolas maneja las voces a su antojo. Las voces que cuentan. Las voces que se interfieren. La de Violeta, enamorada de Julio. La de Dayana, que busca un cómplice a su soledad. La de Esteban: excitado por la pasión, que debe reponerse a la vergüenza: “La vergüenza es el sentimiento que más daño puede hacernos, más daño que el miedo”. La de la propia Teresa, que abandona a su marido y a sus hijos, sin sentido de culpa. La de otros personajes, como Selina, que viene del pasado. Manejando el relato como si fuera un acordeón -estiro aquí, repliego allá, expando la acción hacia los escondrijos de la memoria, ajusto aquí la confidencia y la emoción...-, Soledad Puértolas habla de muchas cosas, sobre todo, de los secretos de familia, del amor equívoco, de la segunda oportunidad, del fracaso y de las traiciones, y del dolor y de la enfermedad. Habla de los sentimientos, de la ternura, de la intimidad, del amor que quema por dentro y de la necesidad de hallar un interlocutor. “No hay felicidad mayor que sentir cómo surge la voz dentro de ti”.

Como casi todos los libros de Soledad Puértolas, ‘Mi amor en vano’ es un libro que huye de lo enfático, de la explosión. Avanza sin estridencias pero con buena música y sin nostalgia.  Pero discurre en el centro del torbellino, pleno de sabiduría (“Ser anónimo significa ser libre”, se dice), de conocimiento del corazón, y del amor y del odio que empapan la existencia de cualquier familia o de un barrio completo.

 

*La caricatura es de Luis Grañena. Apareció,como el texto, en la página ocho de 'Artes & Letras' de Heraldo de Aragón.

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