'DÍAS DE FIESTA': ANA ALCOLEA
DÍAS DE FIESTA
Ana Alcolea (Zaragoza, 1962) es escritora y profesora de literatura. Premio Anaya 2011. Acaba de publicar ‘Napoleón puede esperar’.
“Nunca he cantado bien la jota”
“Lamentablemente nunca he cantado bien la jota”
“Me gusta la variedad de trajes aragoneses”
“Mis personajes pilaristas son mi madre y Pilar Lorengar”
Antón CASTRO. Zaragoza
-¿Qué significa el Pilar para usted?
He de reconocer que no soy muy amiga de fiestas en las que parece obligatoria la diversión.
-¿Qué es lo que más le gusta o le disgusta?
Algo de lo que más me gusta coincide con lo que más me disgusta: los fuegos artificiales. Me gusta contemplar la lluvia de estrellas de colores en el cielo. Me disgusta el dineral público que se gasta en pocos minutos. Y también me gusta la Ofrenda de flores.
-¿A qué recuerdos están asociados estos días?
Cuando era pequeña, el Pilar era el momento en el que venía a Zaragoza mi familia madrileña. Mi madre hacía mucha comida, y mi prima y yo jugábamos a adivinar números. Por alguna razón, en aquellos tiempos nos gustaban las matemáticas... Otro recuerdo de infancia es el de los toros: mi padre tenía un abono para la Feria, y mi madre y yo íbamos a buscarlo; los porteros casi siempre nos dejaban pasar al final y podíamos ver el último tercio del último toro, el de “la jota”. También recuerdo las dos veces en las que salí en la ofrenda: la primera vez hacía un viento gélido, y la segunda un calor sofocante. Un recuerdo recurrente de los ‘Pilares’ son los dolores de pies...
-Parece un chiste...
-...de pequeña solía estrenar zapatos y había que andar mucho, porque los autobuses siempre estaban llenos y había que subir al barrio de Torrero andando. Entonces me parecía un paseo muy largo. Ahora no... Años después, durante el periodo en el que viví fuera, pasé muchos ‘Pilares’ sin poder venir a la ciudad. Entonces sentía nostalgia y me ponía la televisión para ver la ofrenda...
¿Cuáles son sus espectáculos favoritos?
No me gusta ir a lugares en los que hay mucha gente apretada. Y tampoco donde hay mucho ruido, así que no salgo mucho por los lugares propios de las fiestas. ¿Mi espectáculo favorito? Ver un rato la ofrenda en Independencia: me gusta la variedad de los trajes aragoneses, y además, siempre me encuentro con alguien conocido.
¿Y su lugar predilecto?
Mi casa con un buen asado de ternasco, un buen vino, y buena compañía.
¿El Pilar es tiempo de charangas, de gigantes y cabezudos, de circo, de teatro, de grandes conciertos, de aventuras amorosas...?
Los cabezudos me daban mucho miedo en mi infancia. Al circo sí que iba: en aquel tiempo me habría gustado ser trapecista, tal vez porque nunca tenía los pies en el suelo... No recuerdo haber ido al teatro en días pilaristas. En cuanto a las aventuras amorosas..., cuando era joven tampoco era muy noctámbula, así que no conocí a ningún galán de noche... ¡Lástima!
Si tuviera que contarle a un foráneo las claves o el embrujo de las fiestas del Pilar, ¿qué les diría?
Que si disfruta la buena comida, el buen vino, la fiesta en la calle, y cierto fervor religioso, lo pasará bien.
Estas también fiestas de tapeo. ¿Cuál es su debilidad?
Las tapas de Los vitorinos y los dulces de Fantoba. Si salgo estos días, tomaré la tapa estrella de la casa, con foie y boletus. Y seguro que para endulzar la hora del café compro unos “macarrons” de Fantoba.
¿Qué le sugiere la Ofrenda?
No puedo evitar asociarla a mis recuerdos de mucho calor, de mucho frío y de dolores de pies. No obstante, me gusta mucho el colorido y el primor con el que cientos de personas miman su atuendo, los trajes, los mantones, los tocados, las joyas. Y respeto y admiro el fervor con el que tantos hombres, mujeres y niños hacen su ofrenda sagrada ante la virgen, muchos de ellos por promesas, gracias recibidas, curaciones... Conozco casos muy emocionantes.
¿Cómo se vive el Pilar desde la literatura?
Hay mucho espectáculo para todos los sentidos. Y los escritores nos nutrimos de todo aquello que vivimos, lo que observamos, lo que escuchamos, lo que olemos, lo que comemos y bebemos, lo que tocamos... En el Pilar hay mucho que ver, que oír, que oler (ese olor a churros..., otro recuerdo infantil), que comer y beber, que tocar... Nunca he escrito nada que se ambiente en el Pilar..., pero nunca se sabe...
¿Qué nos recomienda para estos días, qué libro, qué espectáculos?
Cualquiera de los conciertos programados en el Auditorio me parecen muy atractivos. Un libro... ‘La muerte del padre’, del noruego Karl Ove Knausgaard, que es una gran novela.
¿Qué ocurre entre la jota y usted? ¿Se llevan o no se llevan?
Me gusta cantar, pero lamentablemente nunca he cantado bien la jota. En mi familia ha habido buenas cantantes de jota, mi madre, mi tía Mari... En mi adolescencia aprendí a bailar mal la jota de Alcañiz, que es muy difícil, y nunca la bailé delante de nadie. No estaba dotada. Parece que los días del Pilar son días amigos de la jota. Me gustan las jotas que se cantan dentro de las zarzuelas, sobre todo cuando se las he oído a Beatriz Gimeno y a Santiago Sánchez Jericó. Y las jotas bailadas por Miguel Ángel Berna y su compañía.
¿Cuáles serían sus dos o tres mejores anécdotas?
Cuando era niña, un día me perdí en las ferias sin darme cuenta, y cogí equivocadamente la mano de un hombre que no era mi padre. Pasé una vergüenza tremenda. Ya de estudiante en la Universidad, recuerdo una víspera del Pilar con mi amiga Begoña. Al cruzar el Parque Pignatelli camino de casa, vimos un grupo de jóvenes que cantaban y tocaban la guitarra. Nos sentamos con ellos. Una de las chicas cantó una canción que me pareció preciosa. Luego la he cantado yo en muchas reuniones: ‘Alfonsina y el mar’.
¿Quién ha sido el gran personaje pilarista?
Como gran personaje familiar, a mi madre le gustaba mucho el día del Pilar. Lo celebrábamos poniendo en el recibidor una imagen de la virgen y vistiéndola con un manto que ella misma había confeccionado y pintado. Y como personaje del gran mundo, Pilar Lorengar, que pronunció el pregón de fiestas en 1991 y si no me falla la memoria, cantó un ‘Ave María’ en el camarín de la Virgen. Pilar Lorengar fue una de las grandes voces operísticas del siglo XX. Nació en Zaragoza, se puso Pilar como nombre artístico, y muchos zaragozanos no saben quién fue. A lo mejor en algún viaje a la casa de Mozart en Salzburgo, ven alguna fotografía suya interpretando ‘La flauta mágica’, y desconocen que la mejor Pamina nació en esta ciudad de viento...
*La foto es del archivo en internet de Heraldo de Aragón.
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