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Antón Castro

EL EDITOR JAVIER CINCA ESCRIBE DE ALFREDO CASTELLÓN

[Esta tarde, a las 20.00 horas, en el Ateneo de Madrid, como anunciábamos ayer, se presenta el libro ‘El ruido de la memoria’ de Alfredo Castellón Molina. Intervendrán, además del autor (realizador de TVE durante casi 40 años, director de películas como ‘Platero y yo’ y ‘Las gallinas de Cervantes’, dramaturgo, escritor, guionista...), Silvia Bardelás, Ángel Guinda y Javier Ciria. El editor de STI ha tenido la gentileza de enviarme su disco de hoy. Aquí está para todos los que no puedan trasladarse a Madrid o acudir a la presentación de este libro de amor y desamor, de recuerdos de la Guerra Civil, de viajes, de sueños, de memoria familiar y afectuosa.]

 

‘EL RUIDO DE LA MEMORIA’ DE ALFREDO CASTELLÓN

 

Por Javier CINCA. Editor de STI

 

Buenas tardes a todos. En primer lugar quiero decirles que me siento emocionado por encontrarme en este emblemático edificio presentando un libro editado por mi editorial. Pero, acto seguido, les contaré que vengo de Zaragoza a Madrid como si fuera a una ciudad lejana, no sé, como si fuera a La Coruña o Sevilla o a la Corte del Rey Arturo.

Es una paradoja, pero ahora que tenemos un tren de Alta Velocidad que nos lleva en lo que cuesta leer un periódico y que vivimos en plena revolución de las comunicaciones, tengo la sensación de que estamos más incomunicados que nunca. El AVE se ha demostrado que lo usa una exigua parte de la población y la revolución telemática, en vez de abrirnos al mundo, parece que nos vaya encerrando más y más en nuestro propio agujero. Debe de ser el signo de los tiempos: concentrados en nuestros asuntos, cada vez más desinteresados de lo que hace el vecino.

Me da la sensación de que Madrid ha dejado de ejercer una capitalidad cultural y social efectiva, limitándose a una capitalidad política y ésta a la defensiva, frente a “los otros”. Sin embargo, sigue conservando unos enormes privilegios y ventajas a nivel de gestión, producción y control a nivel cultural, económico y de información.

No les voy a contar mis penas, las dificultades, por ejemplo, que he tenido para poder distribuir unas pocas decenas de libros de una autor veterano, y vecino de Madrid, como Alfredo Castellón. Otro detalle que me llamó la atención fue la entrevista que le hicieron en el diario El Mundo, en la que se escamoteó concienzudamente cualquier referencia a Zaragoza, siendo que la editorial y el autor son de allí y esa ciudad forma parte esencial de la trama de El ruido de la memoria. No estoy pensando en ninguna mala fe del periodista (por lo demás, muy correcto), sino que de alguna forma se puede pensar que nombrar a Zaragoza puede restar interés a la noticia para un lector predominantemente madrileño o de otras comunidades. Ya les digo, creo que estamos sufriendo un proceso de ensimismamiento y desinterés.

Les puedo asegurar, porque yo lo viví, que era mucho más fácil distribuir unos fanzines de música industrial en el Madrid de principios de los 80 que ahora unos libros de un autor veterano. Y es que durante la nueva ola española —abusivamente llamada movida madrileña— Madrid jugó un papel realmente aglutinador de lo que estaba pasando en toda España, el interés y la curiosidad eran sinceros y los medios de comunicación tenían un carácter realmente nacionales. Hoy un fenómeno parecido es completamente impensable.

No quiero que piensen que pretendo enarbolar ninguna bandera ni cubrir ningún hueco de los personajes que han ejercido de aragoneses en Madrid, cuyos dos más insignes representantes de los últimos tiempos nos dejaron hace poco: me refiero, claro está, a los enormes Labordeta y Félix Romeo, verdaderamente insustituibles. Aún nos quedan buenos valedores, como los dos Ángeles (Guinda y Petisme) o el mismo Alfredo Castellón, que sigue conservando su piso de Zaragoza y visitándola con regularidad. Pero me temo que éste ‑el de los aragoneses en Madrid, que también podríamos llamar quizás madrimaños‑ es otro fenómeno en vías de extinción.

Pero se supone que debo hablar de mi editorial: STI Ediciones o, como ahora me gusta más llamarla: STI (2ª época). Segunda Época porque es la continuación ‑tras un paréntesis de 20 años, nada, un pequeño “ayer”- de un proyecto iniciado en los primeros años 80 en el ámbito de la música experimental, el arte postal, la poesía visual y sonora, el video, etc. Las siglas responden a la marca SINDICATO DE TRABAJOS IMAGINARIOS, un sindicato de un único miembro que, pese a ello, no logra ponerse de acuerdo. Un Sindicato ‑como solíamos decir en las entrevistas‑ Horizontal, como el de las prostitutas o el del crimen. Inactivo desde los primeros 90, el STI resurge veinte años después, más reposado y sereno, dedicado a la edición de libros, postales, etc.

Sé que es una falsa virtud la que nace de la necesidad, así que no diré que nuestra editorial es pequeña porque es vanguardista, selecta, maldita o elitista. Es una editorial modesta simplemente por cuestión de realismo. Renunciar a pretensiones de una difusión comercial es la única manera de sobrevivir.

STI es una joven editorial, cuyos autores dan una media de edad de casi 61 años (que se van a los 70 si contamos a  un olvidado escritor inglés que murió en 1903 y que hemos rescatado); una editorial que acoge a las viejas promesas ‑que convendrán conmigo en que son las mejores-, a creadores tímidos y secretos, a artistas frustrados y tardíos, etc. Una editorial sin atributos -parafraseando esa novela que todo conocemos y casi nadie ha leído- que no tiene línea ni diseño editorial, sino que cada libro es como es.

Por ello cuando me propusieron publicar el libro de relatos autobiográficos de Alfredo Castellón no lo dudé un instante, ya que es un honor para nosotros contar con un autor, laureado como realizador audiovisual, y con una bibliografía de más de una decena de títulos. No me extenderé mucho, ya que otros van a ser los que hablen de él. Solo les diré que conforme iba conociendo la obra de Castellón más me interesaba. Me gusta su heterogeneidad, su dispersión, su excentricidad en el sentido de alejado del centro, cultivador de unos géneros -como el teatro de cámara o incluso el mismo teatro a secas, la literatura infantil, las adaptaciones (algunas de ellas magníficas, infinidad de otras perdidas para siempre), los monólogos...-  muy alejados todos ellos de la corriente comercial ‑la mainstream como diríamos- de la literatura. Pero sobre todo me gusta por su entusiasmo, por su fe en la palabra escrita, su veneración casi. Alfredo es, en su escritura y más aún en su persona, un caballero como de otra época y hay algo de anacrónico en su obra  (¿quién sino alguien como él se atrevería a escribir a día de hoy un diálogo entre el joven Costa y el viejo Costa o entre Colón y los reyes?), pero forma parte d su encanto. Si Alfredo fuera un director de cine americano diríamos que era un director de serie B, de esos que tarde o temprano terminan siendo “de culto”. Esperemos que, en vez de “de culto” siga publicando sus muchos escritos que permanecen inéditos. Yo les puedo asegurar que El ruido de la memoria es su libro más accesible que podría ampliar el número de sus lectores, ya que transmite un grado de emoción que no deja indiferente.

Gracias, Alfredo, por confiar, en STI (2ª época) y gracias a todos ustedes por acompañarnos en el día de hoy.

 

Zaragoza, 4 de febrero de 2013

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