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Antón Castro

SIETE POEMAS DE ÁNGEL GUINDA

 

CRUCIFIXIÓN

 

 

¡Hablo en nombre de aquellos cuya vida es una encrucijada!

 

En nombre de quienes sólo encuentran cruces a cada paso, espantapájaros en cruz, cruceiros en su peregrinación.

 

Hablo en nombre de los que a duras penas avanzan rebotando entre cruces, apartando cruces, esquivando tumbas, atropellados por cruces.

 

¡Mujeres y hombres sin voz con los brazos en cruz!

 

Cruces andantes por los campos baldíos.

 

¡Hablo en nombre de los crucificados!

 

¿Soy una ?

 

¡Soy la crucifixión!

 

¿Cómo permanecer con los brazos cruzados viendo rodar el mundo con tanta cruz a cuestas?

LOS CABALLOS

 

 

 

Sé que el vino conduce a la embriaguez

y sé que la poesía conduce a la pasión.

Salah ‘Abd al-Sabur

 

 

 

Retumban en mi calabozo pisadas avanzando, avanzando.

 

(Será el trotar de cascos de los caballos desbocados que son mis pensamientos abriéndose paso entre la lucidez, la hostilidad, el abarrotamiento.)

 

En ese calabozo hay tantos encuentros y abandonos; tanto fragor, turbiones, mundos; tantas riadas y avalanchas, que sus barrotes van a reventar la cabeza que es mi calabozo.

 

¿Adónde lleva el espanto a estos caballos?

 

¡Trotan y trotan caballos avanzando, avanzando hacia la lejanía; atados a sus sombras, sin un destino fijo, cegados por el sol!

 

 

¿SOY LA BALDOSA que se mueve de tanto ser pisada?

 

¡Soy el tragapatíbulos!

 

Una chimenea crece en cada uno de mis pies. ¡Camino a tientas en medio de revólveres!

 

El fanático degüella por la espalda a su rehén ante una cámara.

 

Soy el teléfono que cuelga de una mano del aire. ¡El resucitado que muere definitivamente!

 

Patrullas embriagadas de furor ejecutan la masacre en una aldea.

 

¡Caen de mis ojos rascacielos mojados!

 

Tras el eco vagabundo de los tiros de gracia, soy el reguero de sangre que busca por las calles un corazón que lo contenga.

 

Mi dolor se camufla en un cromlech, como fauces salvajes en el vientre abierto de la oveja agonizante.

 

(Estas imágenes corren despavoridas dentro de mi cabeza.)

LOS INMIGRANTES

 

 

Los inmigrantes caminan por las calles con mortajas al hombro, lápidas al hombro, cruces al hombro, lágrimas al hombro, corazones en las manos, el cielo sobre un desierto en su mirada. Con una familia y un país escondidos dentro de la cabeza.

 

Los inmigrantes tienen muchos hombros, muchos corazones, muchas manos, muchas piernas.

 

Entran en las tiendas, en los bancos, en los locutorios, en los bares: con fotografías enmarcadas bajo un brazo, con féretros bajo el otro brazo.

 

Nadie ve esas mortajas, esas lápidas, esas cruces, esas lágrimas, esos corazones, esas familias, esos países, esas fotografías, esos féretros, cielos ni desiertos.

 

No nos miran a los ojos: ¡saben que somos ciegos!

 

 

¡ENTRE QUITAMIEDOS de sangre el hombre de humo viaja a la velocidad del furor en un coche con neumáticos de alcohol, llantas de irritación y cafeína!

 

Desciende a tumba abierta un puerto. Esnifa con sus ojos grageas blancas por línea discontinua.

 

(Vientos gitanos barren tierras quemadas.)

 

El hombre de humo asciende otro puerto. Brama el motor, barritan los frenos. Claman sus mordajos a la copa de los árboles:

 

-¡La realidad mata! ¡Tumbad la realidad!

 

Ya en la cumbre, el hombre agobiado sale al zaguán del abismo, aparta nubes, vocifera en zigzag:

 

-¡Eh, vosotros, hipopótamos con frac; orangutanes con pajarita, hienas con tacones de aguja; tenias adictas a la codicia! ¡Sí, vosotros: acercaos más, más! ¡Me rajaré el vientre, desenrollaré mis intestinos, los enroscaré a vuestro cuello y os estrangularán como serpientes!

 

(Dándose cabezazos contra el aire, flota por el vacío el eco descomunal del luto.)

 

[ ]

 

 

Eras el mar abierto a la obsesión del faro. Una gota de sol congelada en la noche.

 

( )

 

Eres la mancha de agua en un relámpago de sombra. La estatua de aire sobre un pedestal de niebla.

 

CERCA DE LA LEJANÍA

 

 

Estoy lejos del tiempo, estoy en todo

lo que se va tragando el infinito;

pegado a ti: ¡estoy en lo que he escrito!,

libre de horror, afán, prisa, cruz, lodo.

 

Dentro del aire me desacomodo

y a la desolación me precipito:

mudo, sereno, intenso. (Me limito

a no ser más que un espectro beodo.)

 

No veo el horizonte, nada pienso.

¿Ruedo? ¡Floto!, invisible: por el mundo

de la ausencia, que nadie ha traducido.

 

Fuera de mí, a solas con lo inmenso:

en el descanso de lo más profundo,

en el olvido que es haber vivido.

 

5 comentarios

Andrea Mazar-Barnett -

Conocí a Ángel Guinda por " la diferencia". Poeta enorme..cubre los huecos por donde veo lis dolores de los que no puedo hacerme cargo. No es fácil. Por contrapartida...me deja visiones y angustias nuevas.
Es así. Genial..impredecible. presente. Toda mi admiración de poeta q empieza.

Miguel Ängel Ballarín Badía -

Como creo que sólo por una ilusión se puede pagar otra, te ofrezco esta pequeña dádiva:

LA LUZ DE TU MIRADA.

A la luz de tu mirada
vislumbré el cielo.
Tus ojos me esquivaron
Y oteé el infierno.
Cuando no haya en mis ramas
más brotes tiernos
y ya todo lo nuevo
me suene a viejo.
Cuando hayan caducado
todos mis sueños
y ya las ilusiones
sean recuerdos.
Cuando a las heridas
no acuda luego
el cristalino jugo
de los renuevos
y éste emprenda a sus raíces
viaje postrero.
Ya nadie busque sombra
bajo los restos
de aquel árbol frondoso
en otros tiempos,
pues sólo un espantajo
nudoso y seco,
quede de lo que fuera
porte altanero,
y sólo sea un estorbo
junto al sendero,
la luz de tu mirada
brillará aún dentro.
Cuando cedan al hacha
mis hueros restos
y se vayan en humo
del rojo fuego
dejando en las cenizas
indicio incierto,
la luz de tu mirada
se irá con ellos.

Ángel Guinda -

Gracias, Olga.

Olga Asensio -

Gracias por tener colgados estos poemas nuevos de A. Guinda. En su página hay menos. Me sigue pareciendo fascinante su dominio de las palabras, la forma evocadora de sus versos y el profundo sentimiento que reflejan.

Ángel Guinda -

Gracias, hermano.