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Antón Castro

FÉLIX ROMEO Y LA HARINERA

[Javier Aguirre, experto en la obra de José Antonio Labordeta y gran amigo de Félix Romeo, reside desde hace algunos meses en Cork, con su compañera Mar Herrero. Ella, durante los años de gestión municipal en el grupo Chunta Aragonesista, tuvo una relación intensa y muy concreta con Félix Romeo, que suministraba proyectos sin parar. Amaba Zaragoza con locura y amaba a sus ciudadanos. Mar Herrero, a través de Javier, me envía este texto que recuerda uno de los proyectos más amados por Félix: convertir La Harinera en una residencia de artistas, en un proyecto para creadores. Yo jamás he conocido a nadie que amase tanto la ciudad, su historia y sus creadores, y tan desinteresadamente.]

 

 

 

FÉLIX ROMEO Y EL PROYECTO DE LA HARINERA

Mar HERRERO

 

Tras la tristísima noticia del fallecimiento de Félix, he recordado el periodo en el que, entre los años 2003 y 2007, colaboró con la concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Zaragoza. Con la ayuda del recién aprobado Plan Joven, nos propusimos el objetivo de crear espacios donde los jóvenes escritores, músicos y artistas de nuestra ciudad pudieran dar cauce a su actividad creativa, así como convertir a Zaragoza en una ciudad de referencia para los jóvenes de otros lugares. Desde la concejalía pudimos sacar adelante becas dirigidas a los creadores jóvenes. La presencia de Félix fue de gran ayuda, pues poseía una vastísima cultura que abarcaba numerosos campos. Félix daba una gran importancia a estas ayudas, por considerar que las becas podían representar al punto de arranque en el trabajo de nuestros jóvenes creadores. Todos aquellos que disfrutaron de una de aquellas becas han de saber que la tenacidad e ilusión con la que Félix abordó el proyecto hizo que ni los limitados medios de que disponíamos ni las trabas burocráticas con que a menudo nos encontrábamos nos echaran para atrás. Sin lugar a dudas, el proyecto más ambicioso que abordamos para la ciudad fue la creación de un espacio físico donde, a modo de residencia, los jóvenes pudieran trabajar, exponer sus obras, intercambiar opiniones y generar debates.

Queríamos convertir Zaragoza en un lugar de referencia en el que pudieran convivir nuestros jóvenes creadores con otros que, atraídos por lo que Zaragoza pudiera ofrecerles, dispusieran de un lugar privilegiado para disfrutar de una estancia, y generar de ese modo una sinergia de creación y vivencias que no sólo se transmitiera a la gente joven, sino a toda la ciudad, a todos los zaragozanos. Se trataba de un proyecto ciertamente ambicioso. Félix pensaba en el Manchester de los primeros 80’, magistralmente retratados en 24 Hours party people, la película de Winterbottom a la que haría referencia en más de una ocasión. Félix tenía en su mente el Berlín de la caída del muro, la Barcelona post-olímpica y su siempre recordada Residencia de Estudiantes de Madrid, lugares donde fijaba su mirada como modelos para nuestra ciudad.

Queríamos una Zaragoza culturalmente abierta, dinámica y cosmopolita. Era un placer visitar con él los espacios recuperados para nuestra ciudad, como el Palacio de Fuenclara o la Harinera de San José, y oírle comentar todas las posibilidades que esos lugares albergaban. Sin duda alguna, el proyecto que más tiempo y trabajo nos llevó fue el de la Harinera de San José. Este edificio industrial, que el Ayuntamiento salvó del derribo y conseguió rehabilitar, lo planteamos como escenario de buena parte de nuestros proyectos. Su emplazamiento, estructura y amplitud eran los idóneos. Pusimos mucho tiempo y esfuerzo en ello. Sin embargo, las obras se desarrollaron muy lentamente y finalmente no conseguimos el compromiso municipal de financiación ni las aportaciones dinerarias externas. Lo intentamos.

Recuerdo las reuniones con los responsables de una importante caja aragonesa, en las que Félix se esforzaba por transmitirles todo su entusiasmo por el proyecto. Hoy la Harinera de San José está felizmente rehabilitada, pero cerrada y en espera de un destino definitivo. En algún archivo de alguna dependencia municipal se guarda un gran proyecto para el edificio y para la ciudad. En él se reflejan los sueños de Félix. También los míos. Hay que añadir que, generoso como era, nunca quiso cobrar por su trabajo. Ante la evidencia de que el proyecto no se asumía y de que finalmente no se iba a materializar, no quiso aceptar el dinero que desde el Ayuntamiento quisimos pagarle por su asesoramiento. Así era Félix. Deseo que algún día sus sueños se vean cumplidos. Y deseo que nuestra ciudad reconozca a Félix como figura fundamental en ese gran proyecto de construir una Zaragoza abierta, dinámica, joven, culta y cosmopolita.

 

 

 

 

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