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Antón Castro

JOAQUÍN BERGES: UNA ENTREVISTA

[El pasado lunes, en el Teatro Principal y en compañía de Eva Pérez Sorribes, jefa de contenidos de Radio Zaragoza-Cadena Ser, Joaquín Berges (Zaragoza, 1965), presentaba su cuarta novela: ’La línea invisible del horizonte’. Hablamos de esta novela protagonizada por el médico Javier, que huye de su pasado, y por Marina, que también huye de algo y juega al guiñote. He aquí las notas de la entrevista por completo.]

 

-¿Qué le debe ‘La línea invisible del horizonte’ a ‘Un estado del malestar’? Lo digo porque los dos protagonistas están en crisis, desubicados, huyen de sí mismos y de los demás...

Ambas novelas fueron escritas consecutivamente y comparten la insatisfacción inicial de sus respectivos protagonistas, es cierto, pero cada uno de ellos se las ingenia de una manera diferente para escapar de su vida rutinaria. Uno se pierde en el colorido mundo de un mercadillo. El otro busca refugio en la madre naturaleza, concretamente en un pueblo del Pirineo.

 

-Al principio, cuando sucede el accidente que da lugar a la acción, la aparición de ese jabalí que le destroza al coche al protagonista, parece que vamos a asistir a una novela de humor... Pero vemos que no... ¿Has querido escribir una comedia o un drama?

Es que, en realidad, no hay tanta diferencia entre ambos géneros. Mis dos novelas anteriores eran comedias pero había en ellas una fuerte carga dramática. Esta vez no he escrito una comedia, pero tampoco he evitado que aparezca el humor en muchas ocasiones, quizá porque en realidad tanto el humor como el drama son inevitables. Y no estoy hablando sólo de novelas.

 

-Es decisivo en la acción el guiñote: Javier se queda en Sinia, casi sin habérselo pensado, para competir a las cartas... ¿Por qué te ha parecido interesante el juego?

El juego es un simulacro de la vida. Una actividad que nos permite experimentar, ganar, perder, conquistar y ser conquistados, pero sin correr ningún riesgo. Era fundamental que la novela comenzara así, como un juego. Es eso lo que le planteo al lector en cierto modo. "¿Quieres jugar conmigo?". Y puestos a elegir un juego ninguno me pareció tan genuinamente aragonés como el guiñote.

 

-¿Qué podemos decir de Javier, neurólogo, viudo reciente, fugitivo? ¿Qué es lo que te interesaba de un personaje como él?

Javier se refugia en las montañas huyendo de sus remordimientos. Durante los nueve días que pasa en las montañas comprenderá que, en realidad, los seres humanos formamos parte de la naturaleza y nos regimos por instintos ancestrales, exactamente igual que el resto de los seres vivos. Hay veces que, confundidos por un entorno de asfalto y hormigón, entre ondas electromagnéticas que nos conectan con los demás, olvidamos lo que verdaderamente somos.

 

-El otro personaje clave es Marina. ¿Existen mujeres así en la montaña, suficientes, seguras de sí mismas y en el fondo tan lúcidas y maternales?

 Marina aparenta ser una mujer segura de sí misma porque vive en un entorno mayoritariamente masculino, rodeada de ganaderos y cazadores de las montañas, pero ella en realidad es una mujer delicada y maternal que vive pendiente de los demás vecinos de Sinia. En palabras de Javier, Marina es un pequeño iceberg que oculta bajo el agua la mayor parte de lo que es.

 

-Hay un momento en que un personaje dice: “Estar con un mujer es lo contrario a morir”. ¿Quiere eso decir que sería esta una novela de exaltación femenina o de amor?

El amor es la base de la inmortalidad. Todos nos enamoramos para perpetuarnos, para seguir existiendo y ser inmortales, aunque solo sea desde un punto de vista genético. El amor es lo contrario de la muerte, porque desde un punto de vista antropológico la vida depende por entero del amor.

 

-Parece claro que el libro es un elogio de la naturaleza y a la vez del regreso a los orígenes. ¿Qué le debes tú a la montaña, qué le deben los personajes?

El Pirineo de Huesca me ha proporcionado mucha paz interior y ha sabido transmitirme la serenidad de sus paisajes y sus pueblos. Lo visito muy a menudo e incluso confieso que me encantaría vivir allí durante todo el año. Es un paraíso, un lujo natural a nuestro alcance. Monte Perdido, por ejemplo, es el macizo calcáreo más alto de Europa. Nada menos. De alguna manera estaba en deuda con esas montañas y les debía un pequeño homenaje en forma de novela.

 

-El otro día me hablabas de la memoria ancestral en relación al paisaje. ¿Qué quieres decir?

Nuestro cerebro de homo sapiens es muy antiguo. Apenas ha cambiado en los últimos 60.000 años. La mayor parte de ese tiempo ha transcurrido en contacto directo con la naturaleza, así que nuestro cerebro reconoce los escenarios naturales como propios. Por eso nos gusta tanto salir al encuentro con la naturaleza, ya sea en la montaña, el campo o el mar, algo que solemos hacer cada vez que nuestra vida urbana nos lo permite.

 

-Otro tema capital es el universo de los pantanos y los pueblos anegados. Cuando creaste Sinia, ¿en qué localidades estabas pensando?

 Los pueblos sumergidos bajo  los pantanos siempre me han cautivado. Son escenarios de la inacción y la memoria que cada año desaparecen bajo las aguas. Y cada año reaparecen al final del verano otra vez. Es un juego metafórico muy atractivo, como el del recuerdo y el olvido. Sinia no existe físicamente pero se encuentra al norte de Aínsa, en plena comarca del Sobrarbe, cerca del valle de Plan.

 

Marina no es lo que aparece. O cuando menos tiene muchos secretos y uno de ellos, el más afectuoso tal vez, es la mallata, su refugio...

 La mallata, una especie de borda muy rústica que Marina ha heredado de su familia, es el único escenario de su infancia que sigue en pie. El resto fue anegado por las aguas del pantano y ya no existe. Cuando Marina llega a su mallata recupera los recuerdos de la infancia y se convierte en una niña pequeña sin problemas, sin secretos ni culpas. Sin nada que ocultar. Pero luego, cuando regresa a Sinia, vuelve a vivir pendiente de dos pequeños misterios: un clavel blanco y una bolsa de golosinas que aparecen y desaparecen regularmente en la entrada de su casa.

 

¿En qué medida has escrito una novela sobre la culpa, la mala conciencia y los secretos inconfesables?

Todos nos sentimos culpables por algo. Mis personajes también y encuentran remedio para superar su mala conciencia en las montañas. Javier siente una especie de fervor religioso hacia las altas peñas que rodean Sinia. Las adora como un peregrino que ha llegado a su destino. Incluso llega a preguntarse si no será una consecuencia de la ley de la gravitación. Dice: "Quién sabe si la masa de una montaña no es suficiente para atraer el cuerpo de un hombre. O su espíritu."

 

En cierto modo, el protagonista queda un tanto incomunicado. ¿Es posible hoy en día extraviarse del todo?

Quizá en la ciudad sea más difícil vivir incomunicado, pero en un escenario como el Pirineo sí es posible. De hecho hay un pasaje del libro que habla de las caravanas de mujeres que fueron al valle de Plan en los años ochenta. ¿Qué fue aquella aventura inolvidable más que una batalla contra la incomunicación de todo un valle?

 

Parece claro que esta es tu novela más aragonesa, incluso en el lenguaje. ¿Por qué, has sentido una necesidad especial de trasladarte a tus paisajes, a tus raíces?

Ninguna de mis tres novelas anteriores está ubicada en un lugar concreto. Algunos lectores me han dicho que El Club de los Estrellados transcurre en Zaragoza o Vive como Puedas en Madrid. Y puede ser. O no, porque no está dicho. Esta vez he querido que la ubicación fuera en cierto modo la protagonista de la novela, por eso sitúo a Sinia en el Sobrarbe de Huesca y doto a mis personajes de un carácter aragonés que yo mismo comparto.

 

Tus personajes son siempre frágiles, especialmente los masculinos. ¿Crees que los hombres son más vulnerables que las mujeres?

 Nos han educado en clichés que vinculaban la fuerza con lo masculino y la delicadeza con lo femenino. No es una cuestión antropológica. Es una cuestión cultural. Hay hombres frágiles y mujeres fuertes. Y viceversa. Y a veces somos las dos cosas a la vez. Al principio de la novela Javier parece un hombre frágil y Marina una mujer fuerte, pero estos calificativos van cambiando conforme avanza la historia.

 

-Al final, tenemos la sensación de que ‘La línea invisible del horizonte’ es, o quiere ser, una novela psicológica: el retrato de un hombre a la deriva con rincones sombríos en el corazón y en la cabeza. ¿Es así?

Yo diría que los sentimientos de mis personajes, sus miedos y sus secretos se van reflejando a lo largo de la novela en la superficie del pantano de Sinia. Los lectores también pueden ver esos reflejos emocionales, de modo que la novela acaba siendo un intercambio de experiencias y una invitación para el perdón y la exculpación, las segundas oportunidades y la forma de conseguir la paz con uno mismo.

 

-¿En qué has cambiado a lo largo de cuatro novelas? ¿Crees que has perdido humor para volverte más grave, incluso más dramático?

Me gusta alternar las novelas deliberadamente cómicas con otros textos más emotivos, llenos de anécdotas, sentimientos y sensaciones humanas. Aspiro a tener dos voces, como por ejemplo tiene Eduardo Mendoza, a quien considero uno de mis maestros. A lo largo de estas cuatro novelas me he hecho un escritor más cercano a mis lectores. Ahora que los voy conociendo, bien sea a través de los clubs de lectura, en presentaciones de libros o por medio de las redes sociales, me doy cuenta de que ya no escribo para un público anónimo y en cierto modo virtual. Ahora escribo para ellos.

 

*He tomado esta foto de Laia Navarra de aquí:

https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-72dc85c787d2a1396c293936f7bd4893.jpg

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