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Antón Castro

PLENAS PINTA LOS OFICIOS DE AYER

PLENAS PINTA LOS OFICIOS DE AYER

 

[A PLENO SOL. La localidad zaragozana del campo de Belchite rinde homenaje a las faenas agrícolas y a un músico como Benito Luño mediante una decena de murales.]

 

Plenas pinta los oficios del pasado

 

Plenas es una localidad llana que pertenece al campo de Belchite. Allí nació la heroína de los Sitios Manuela Sancho (Plenas, 1784- Zaragoza, 1863), y aún se conservan restos de un aeródromo de la guerra civil española. Es un pueblo minúsculo, que apenas supera el centenar de habitantes, pero que este verano ha cobrado una vida especial a través de unos murales que recuerdan los oficios del pasado y a algunos personajes del pueblo, como al gaitero y tamborilero Benito Luño y a su hermano Marcelino; ambos vivían de las faenas del campo, en particular del pastoreo, aunque su pasión era la música.

Explica el gaitero y diseñador Ignacio Navarro, coordinador de la revista ‘Gaiteros de Aragón’: «Hace un par de años con el profesor de dibujo y artista Ángel Tomás, cuya madre es de Plenas, decidimos hacer un primer mural en una de las paredes de mi cochera. Esperábamos críticas o reticencias, pero fue exactamente al revés. Por nostalgia o lo que sea, la gente del pueblo visitaba el mural asiduamente y observaba con detenimiento los dibujos que le recordaban oficios desaparecidos». Uno de los oficios extinguidos en Plenas es el de pastor. Recuerda Ignacio que un día se encontraron ante el mural a la viuda del último pastor, fallecido hace algunos años. «Emocionada, nos dio las gracias por recordar a su marido y a este oficio totalmente desaparecido del lugar»

, revela.  

Benito Luño fue el último gaitero y tamborilero del pueblo. Cuenta Ignacio que, por sus convicciones de izquierda, fue detenido y llevado a la cárcel al acabarse la contienda del 36. «Su mujer y sus hijos sufrieron mucho, tanto que tuvieron que abandonar el pueblo. Es una de esas terribles historias de la guerra. Antes de su partida tuvieron que oír una de las coplas que solían cantar ante su puerta, mientras su esposo estaba en el calabozo: “Gaiteros y gaitericos, /qué mal lo vais a pasar, /la ‘magra’ que habéis comido /la ‘tendráis’ que ‘gomitar’”». Una copla cruel que ya ha pasado a los libros.

La historia de Benito Luño, alias ‘El Manco’, es conmovedora: tiene algo de ese antiguo relato del candor abatido de golpe, casi antes de que el agredido y humillado se dé cuenta de nada. «A Benito Luño lo apodaban así porque tenía parte de una mano paralizada. Cuando salió en libertad, en la década de los 40, estaba muy deteriorado y murió pronto. Se decía que tocaba muy bien. Nos lo dijo al músico e investigador musical Luis Miguel Bajén y a mí, hace unos 25 años, un gaitero de El Villar de los Navarros llamado Benito Pujala, al que fuimos a visitar a una residencia de ancianos. Se acordaba perfectamente de sus cualidades». 

 Una de las melodías de Plenas que Benito Luño tocaba era ‘El reinao’, un baile carnavalesco que tuvo muchos problemas durante siglos, «ya que hacía mofa a los reyes o poderes establecidos de la época. La letra, de carácter popular, no era generosa con la monarquía», señala Ignacio Navarro. Benito Luño tocó con su hermano Marcelino en las fiestas del zaragozano barrio de la Magdalena, tal como señalaba ‘La Voz de Aragón’ del 14 y 15 de agosto de 1929; decía que «los dulzaineros de Plenas habían tocado con gran brillantez». Ignacio Navarro rescata otro detalle: «Ese viaje a Zaragoza tuvo algo de excepcional, sin duda. Plenas está a 80 kilómetros de Zaragoza. Al gaitero y tamborilero hizo referencia Luis Miguel Bajén en su libro ‘Músicas de la tierra’, (DPZ. Zaragoza 2010), que maqueté yo mismo».

El efecto del primer mural, en la casa de Ignacio, cuajó en Plenas y desde entonces han varios vecinos («pleneros», los llama Ignacio Navarro) los que han cedido paredes de sus casas, muros o parideras. «Hace unos días regresó a Plenas Ángel Tomás con sus hijas Claudia y Fátima, que también son artistas. En pocos días, con mucho trabajo y entusiasmo, han hecho más de diez murales. Los demás les echamos una mano en lo que podíamos. Esperamos hacer más en cuanto tengamos tiempo libre», dice Navarro, y recuerda que se ha elegido el color negro porque «impacta más. La elección está haciendo efecto». Agrega: «Creemos que esta forma de arte popular es una manera de recordar viejos oficios y darle vistosidad a un pueblo que cuenta con pocos habitantes. También es una bonita forma de que los más pequeños sepan qué es lo que había en tiempos pasados».

¿De qué labores está hablando exactamente? Agrega Ignacio Navarro que «en los diez murales hay representaciones de gaitero y tamborilero, pastor, herradores de caballerías, diversas faenas del campo como segar, acarrear la mies, trillar, aventar, ‘porgar y exporgar’; hay, además, un acordeonista y un cantador de jotas en una bodega, perros, gatos, pájaros, una vaca (porque había vacas en la casa), animales de la zona… Nuestro deseo es seguir haciendo cosas». Por ahora lo están logrando: no hay más que mirar aquí y allá. Plenas cuenta, en forma de pintas, los trabajos y los días de sus antepasados.

 

EL ANECDOTARIO

 

El novillero y el pasodoble. Ignacio Navarro ha dado con otro personaje particular de Plenas. Explica: «Un descendiente de aquí fue un afamado novillero en Valencia: Francisco Villanueva. Contó con peña taurina y se retiró de los toros por un accidente en la pierna. Hace 50 años, un maestro musical valenciano le compuso un bonito pasodoble. El pasado año, recibí las partituras de parte del novillero. Estuve en la SGAE e intenté que se recuperase la música. Se la cedí a la Banda de Alagón y, desinteresadamente, pasaron  a un sistema informático la extensa partitura que estaba hecha a mano. En noviembre de 2013, la Banda de Alagón interpretó el pasodoble como primicia en la Sala Alaún de Alagón. ¡Una pasada! Grabaron el pasodoble en vídeo y lo metimos al blog de Plenas». Este Francisco Villanueva, que ronda los 80 años, fue hijo de un tal tío Servando que se dedicaba «a comprar azafrán por este territorio».

 

 

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