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Antón Castro

JULI CARO, EL BAROJA MÁS SABIO

A PLENO SOL. Académico de la Lengua y Premio Príncipe de Asturias, fue uno de los grandes antropólogos del siglo XX en España. Le apasionaron tantos los mitos nacionales y los problemas de España como los de Navarra y el País Vasco. Fue el sobrino preferido de Pío Baroja y un sabio apasionado por casi todo.]

  

Julio Caro, el Baroja más sabio

 

“La figura de Julio Caro Baroja es enorme, lo mismo que la cantidad de ciencia y conocimiento que constituyen su reserva”, dijo a mediados de lo años 80 el poeta y director de la RAE Dámaso Alonso del polígrafo vasco, del que se cumplen en noviembre cien años de su nacimiento. Decir Julio Caro Baroja (Madrid, 1914-Vera de Bidasoa, Navrra, 1995) es invocar, de entrada, a un sabio, a un antropólogo esencial, a un historiador, a un pintor y dibujante, a un etnógrafo y a un bibliófilo que amaba a Homero, a Tólstoi y los libros de viajes. Decir Julio Caro Baroja es enfrentarse a un Baroja y lo que eso significa: la casa de Itzea en Vera de Bidasoa, vivienda de cuatro plantas de 336 metros cuadrados que adquirió Pío Baroja en 1912 y que tiene mas de 30.000 volúmenes, un museo de objetos populares y una valiosa pinacoteca; decir los Baroja es invocar uno de los libros más hermosos de Caro Baroja, ‘Los Baroja’, publicado en 1972 y reeditado en 1986, la crónica minuciosa de una familia apasionante en la que se cuentan marinos, editores e impresores (como su padre Rafael Caro Raggio), artistas (como su tío Ricardo Baroja), cineastas (como su hermano Pío Caro Baroja que llegó a dirigir ‘El mayorazgo de Labraz’ para TVE) y escritores como Carmen Baroja, madre del antropólogo, y Pío Baroja, el gran escritor que perteneció a la Generación del 98.

“Los Baroja hemos vivido de una manera anómala o no común, un poco aislados y con falta de acomodo a la vida social. Hay en todo esto un poco de…, bueno, de miedo social”, le confesaba Julio Caro Baroja a Baltasar Porcel para su ‘Retrato’ de la serie Galería de Grandes Contemporáneos de Círculo de Lectores (1987). El autor de ‘Memorias de un hombre de acción’ siempre se sintió muy cercano a su sobrino: habló con los antropólogos José Miguel Barandiarán y Telesforo Aranzadi para que trabajase con ellos en los veranos que pasaba en Vera de Moncayo, entre 1931 y 1936, y luego convenció a Walter Starkie, director de Instituto Británico en Madrid, para que le diese un  empleo; lo hizo y Julio Caro se convirtió en su secretario personal entre 1941 y 1946.

Aunque había nacido en Madrid en 1914, Vera de Bidasoa fue su paraíso. Le permitió acceder a la fabulosa biblioteca de su tío y, además, se convirtió en su mejor compañero. Julio Caro vivió la Guerra Civil en la casa familiar, tras aquel incidente terrible en el que Pío Baroja estuvo a punto de ser paseado por los requetés; el autor de ‘El árbol de la ciencia’ se fue a París y residió allí hasta que los nazis tomaron Francia; malvivió de sus colaboraciones con ‘La Nación’ de Buenos Aires. El joven Julio se doctoró en Historia Antigua en 1942 y empezó a publicar de inmediato: si a los 20 años debutó con ‘Tres estudios etnográficos relativos al País Vasco’, en 1941 aparecería ‘Algunos mitos españoles’, uno de sus temas preferidos, y en los años siguientes ‘Los pueblos ibéricos del Norte de la Península Ibérica (1943) y ‘La vida rural en Vera de Bidasoa’ (1944). Solía realizar dibujos del natural que enriquecían sus aportaciones. Lo dibujaba todo: aperos de labranza, la fachada de una casa, el retrato de un campesino en su labrantío o una escalera interior. Una selección de esa obra gráfica aparecería en 1979 con el título de ‘Cuadernos de campo’. Entre 1943 y 1953, además de trabajar con Walter Starkie, dirigió el Museo del Pueblo Español de Madrid. Recorría España de punta a punta e hizo de cicerone de un personaje como el estudioso George M. Foster que entre 1949 y 1950 recorrió 16.000 kilómetros con el objeto de analizar el eco de España en América.

Julio Caro Baroja vivió por entonces dos historias de amor con final desdichado. Se enamoró de una inglesa “muy graciosa y muy guapa” que trabajaba en el Instituto Británico: Caro Baroja confesó que le dio “unas calabazas rotundas”. Y también tuvo una novia formal madrileña pero su complicada vida familiar le acabó alejando de las pasiones y del deseo. “Yo soy de temperamento de animal de sangre fría, como de reptil”, diría.

En ese período, poco antes de la muerte de su tío, con quien vivía ya en solitario en un piso grande la calle Alarcón, el escritor le mostró un cajón de su armario de luna donde tenía un montón de dinero: “Habrá como 40.000 pesetas”, le dijo el escritor. Había 700.000 pesetas (alrededor de 4.000 euros de hoy), que les permitieron hacer algunas inversiones y vivir “holgadamente durante todo el tiempo de la enfermedad de mi tío”.

Trabajador metódico y audaz, apasionado de la filosofía y de la historia de España, especialmente de los perseguidos, 1961 es un año clave en su producción: publicó ‘Los judíos en la España moderna y contemporánea’ y ‘Las brujas y su mundo’. Baltasar Porcel recuerda que siempre le atrajeron los mundos ocultos y acosados, así como la literatura popular y los oficios un tanto insólitos, de ahí volúmenes como ‘Vidas mágicas e inquisición’ (1967) o ‘El señor inquisidor y otras vidas por oficio’ (1968). Caro Baroja es autor de ‘Romances de ciego’ (1966), ‘Pliegos de cordel’ (1969), ‘Ensayo sobre literatura de cordel’ (1969) o ‘Teatro popular y magia’ (1974). Los temas vascos y navarros le interesaron desde muy joven (les dedicó alrededor de una veintena de títulos), casi tanto como las teorías antropológicas, la religión y el ateísmo, el folclore, las fiestas o el análisis “del carácter nacional” en toda su complejidad.

Tímido, reservado, de una curiosidad intelectual inagotable, publicó casi un centenar de libros sobre todas las épocas y analizó, con agudeza e intensidad, al hombre corriente y sus problemas más fieramente humanos.

 

El anecdotario

 

Viajes con su tío. Julio Caro Baroja fue un gran viajero. Discípulo de Hermann Trimborn y Hugo Obermaier, visitó numerosos países europeos (Italia fue su gran debilidad) y en el Sahara. En 1930, con su tío Pío Baroja, realizó un viaje por las tierras aragonesas: salieron de Morella y recorrieron el Bajo Aragón histórico y llegaron hasta Zaragoza; también estuvieron en el Maestrazgo. De esa ruta realizada en marzo de 1930 nacieron al menos dos novelas de su tío: ‘Los confidentes audaces’, que narra un trayecto que pasa por Peñarroya de Tastavíns e Híjar, y ‘La venta de Mirambel’, novela de misterio que le permitía hacer una visita a la historia y los mitos de Cantavieja, La Iglesuela, Mirambel, etc. De Mirambel dijo Baroja que “parece un animal muerto dentro de su concha”. 

 

 

-Tomo la primera foto de aquí:

https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-394107c4789e7e8a02053b22441eac19.jpg

-Tomo la segunda foto de aquí: https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-ab14d2575fd3cd34297f60809d2ce5d5.jpg

 

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