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Antón Castro

MILENA BUSQUETS: UN DIÁLOGO

Milena Busquets ha publicado uno de los libros de la temporada: 'También esto pasará' (Anagrama, 2015), que puede definirse de muchas maneras. Por ejemplo, como una carta de amor a la madre, Esther Tusquets. Hace unos días, en compañía de María Teresa Slanzi, conversamos y luego paseamos por Zaragoza. Estas son algunas notas de la entrevista que se publicó en Heraldo. 

"Mi madre fue una escuela de seducción estupenda"

¿En qué medida su novela es una autobiografía o una ficción, porque se crea un personaje? 

Es cierto que me creo otro personaje, quería mantener la distancia. Es un libro muy íntimo y por lo tanto, por mi propia salud mental, me parecía que lo mejor era mantener una cierta distancia...

Eso le permite fabular... 

Sí, claro. En muchos casos hay fabulación, ficción, y en cierto sentido es menos autobiográfico de lo que la gente piensa. Está claro que la parte de mi madre, Esther Tusquets, es autobiográfica, cuento las cosas como las recuerdo yo. No me he querido sujetar a la autobiografía, buscaba un territorio de absoluta libertad desde la lealtad máxima...

¿Qué quería contar?

Una historia de amor entre madre e hija.

¿De amor? Su relación con su madre era compleja: de amor y de desamor, ¿no?

Totalmente. Es una historia de amor de madre e hija. De amor y desamor. De amor y odio. Al principio y al final. Las grandes historias de amor son grandes historias de amor y odio, estoy convencida. El amor es el único terreno donde, al final y en el siglo XXI, tenemos absoluta libertad. Vivimos sin control o más descontrolados. Es un terreno salvaje, donde hay gente a la que amas y adoras y a veces la odias, la quieres matar. Si juegas al juego del amor y de la pasión acabas descubriendo el odio; forma parte de las reglas del juego.

Su madre y usted eran distintas: ella, por ejemplo, no tenía vocación de madre...

-Sí. Siempre lo decía, aunque luego reconocía que le habíamos dado muchas satisfacciones. Disfrutó conmigo y con mi hermano a partir de la adolescencia. Así como yo sabía, desde los cuatro años, que iba a ser madre, tenía una colección de muñecas, les daba clase, las vestía, les ponía notas y redactaba sus diarios, Esther fue madre a los 36 años, para aquella época era muy tarde. No entendía mi pasión por los niños. Nada. Le parecía un poco ridículo y a veces hasta me lo reprochaba: “¿No podías disimular un poco?”. Ja, ja, ja...

-A veces, a la luz de su libro, incluso podía ser un poco borde...

Mi madre era muy dura, muy seca, esta cosa simpática y dicharachera que puedo tener yo no lo tenía en absoluto, pero era leal, tenía un gran sentido del humor. Consideraba que no necesitaba ser simpática. Pensaba que una cierta dureza te hace más fuerte. Era muy exigente, difícil de satisfacer, sí. Era la persona más difícil de seducir que he conocido. Cualquier hombre, a su lado, es facilísimo, ja, ja, ja. Mi madre fue una escuela de seducción estupenda.

Ella le daba consejos sobre los hombres

Sí, sobre los hombres, sobre la vida, hay que disfrutar, decía. Me daba pocos consejos, no era de esas de dar la lata, pero me salvaba cada vez. Con una frase, tuviese el problema que tuviese, mi madre me salvaba, me devolvía a la tierra y ahora he tenido que aprender muchas cosas...

-¿También ha querido escribir un libro sobre el duelo?

- Me gusta mucho el de Joan Didion, ‘El año del pensamiento mágico’: Joan Didion es Dios. Cuando empecé a escribir no me planteé nada, hice el primer capítulo muy rápido, en quince minutos, en la mesa de la cocina comprada en Ikea, entre ruidos, con los niños viendo la tele. No podía parar. Me daba igual que fuese un churro o una obra maestra. De repente vi la historia muy clara, tuve un esquema muy pronto, capítulo a capítulo, y hubo un momento en que asimilé la redacción como un destino... Pero nunca pensé que era una novela sobre el duelo, sino una exaltación del amor a mi madre.

Desde luego.

Entre otras cosas porque para mí mi madre no está muerta. Sigue tan presente en mí, me gusta tanto oír hablar de ella, conocer nuevas anécdotas, redescubrirla, que madre sigue ahí, y no soy nada espiritualista. Y esto se nota en el libro. Soy una mujer muy física, directa, carnal, que busca el placer y los pequeños gozos de las cosas de cada día. El otro día me decía: “No es que piense en ella cada día, es que pienso en ella cada dos horas”. He llegado a Zaragoza y he pensado cuando estuve con mi madre en Zaragoza buscando desesperadamente pastel ruso. Está conmigo. Si nos llevases los recuerdos contigo, ¿qué sería la vida?

-Al final, dice, su madre empezaba a mentir. ¿Por qué?

Mi madre se daba cuenta de que había tenido muchísimas armas y que las estaba perdiendo poco a poco, como las perderemos todos, y en algunos casos la forma que utilizaba para asumir esta pérdida era la mentira, cambiar las cosas, no reconocerlas. No es que fuesen mentiras escandalosas o que nos perjudicasen, pero eran pequeñas cosas que nos extrañaban en una mujer tan auténtica.

En la novela desliza un autorretrato suya de buscadora, promiscua, parece saber mucho del amor...

Es un retrato de ficción. No sé. Algunos días sé mucho del amor y otros días no sé nada. El amor que vale la pena es aquel en el que pierdes los papeles; aquel que ya sabes cómo vas a manejarlo desde el principio no tiene gracia... La gracia para un cazador es cazar algo que nunca ha cazado. Tuve que seducir a una reina que era mi madre, difícil de seducir. La seducción es un juego importante...

Hablemos de sexo.

A mí no me parece que haya tanto sexo...Yo soy una persona física, sensual. Somos animales, seres físicos que necesitamos ser tocados. Y sí, como digo en el libro, el sexo a veces es el auténtico antídoto contra la muerte. La vida es efímera y hay que entregarse a ella sin límites. El sexo tiene una potencia, un poder, una conmoción, no me gusta nada cuando se banaliza.

¿Cómo mezclan el sexo y el amor?

Bien. El sexo no es solo sexo: es la aventura, la seducción, lo que puede pasar, es el mar, tan físico. En el fondo, este es un libro muy romántico. Vivir sin amor es lo más difícil del mundo; vivir sin la conciencia de que has sido amado de verdad es una tragedia absoluta. Todo ser humano merece haber sido apasionadamente querido, aunque tampoco es necesario tener amor en vena constantemente.

 

*La foto de Milena Busquets la tomo de aquí.

 

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