EL 'BÉCQUER' DE RUBIO Y PALOMO
Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1834-Madrid, 1870) es un poeta lleno de hojarasca y de tópicos. Esa imagen de escritor del amor, enfermizo, que fallece de tuberculosis es completamente inexacta. Jesús Rubio Jiménez lleva más de un cuarto de siglo estudiando la vida y la obra del poeta y de sus familiares, y concluye que murió de pulmonía. Dice en la nueva edición de ‘Rimas. Leyendas y relatos orientales’ (Fundación Lara. Colección Clásicos Andaluces, que dirige José Lara Garrido), que se acaba de presentar en Madrid: “La enfermedad que lo llevó a la tumba fue una bronquitis cogida en el trayecto de la Puerta del Sol a su casa en Claudio Coello sentado en la terraza descubierta de uno de los nuevos tranvías tirados por caballos que hacían el recorrido y de los que por cierto acababa de proporcionar información la revista ‘Madrid moderno’. Fueron los días más fríos vividos en Madrid en mucho tiempo”. Añade en su límpida biografía, basada en textos administrativos y en las escasas cartas del poeta, que el día de su entierro, en la Sacramental de san Lorenzo, “el sol, que había palidecido ligeramente por un eclipse el día de su muerte, ya había recobrado su brillo habitual”.
Esta nueva edición está llena de novedades. María del Pilar Palomo, que había editado el ‘Libro de los Gorriones’ en 1977, ordena de nuevo las ‘Rimas’ y explica la complejidad del vate sevillano: afirma que su labor poética es un acto de lucidez, de conciencia y no un desahogo sentimental. Bécquer tenía la visión de la poesía como amada y del poeta como amante. Fue un poeta de insatisfacción permanente, que intentaba dominar y domar el lenguaje y que fue un teórico de la poesía, “su auténtico amor inalcanzable”. Para Pilar Palomo, Bécquer “intentó expresar la belleza y el sentimiento del mundo a través de la poesía y la razón. Y de ahí deriva su modernidad: es un poeta popular, moderno y de gran profundidad”. Asimiló diversas tradiciones: los ecos del Renacimiento, el romanticismo alemán, la poesía popular andaluza. María del Pilar Palomo, que estuvo dos años en la Universidad de Zaragoza, donde contó con alumnos como el poeta Ángel Guinda, ha reordenado las ‘Rimas’ (que habían adulterado sus amigos) y les ha dado coherencia y una lectura simbólica más precisa. Sitúa al escritor sevillano, tan vinculado con el Moncayo y con Veruela, a la altura de Charles Baudelaire, Mallarmé o Arthur Rimbaud. “Sus campos semánticos fueron la luz, el aire y el pensamiento”.
Jesús Rubio Jiménez ha estudiado a casi toda la familia, al padre Joaquín y al tío José del escritor, ha editado a Bécquer en varias ocasiones, ha dirigido la revista ‘El gnomo’ y ahora trabaja en un proyecto muy ambicioso ‘Valeriano y Gustavo Adolfo. Vidas paralelas’. Dice: “En la introducción del volumen, lo que he hecho es ajustarme a los datos. En cierta forma, intento deconstruir al personaje para saber quién era de verdad y recompongo su biografía a partir de los documentos. Me alejo de los testimonios de sus amigos, que ofrecieron tantas manipulaciones e idealizaciones”, señala.
Se especuló mucho con los amores de Bécquer; Rubio es preciso: “Hay que acabar con la leyenda y con la visión ‘angelizada’ del poeta. Solo hay dos mujeres en su vida: Julia Espín, de la que se sabe muy poco, y su esposa Casta Esteban, de la que se separaría. En cambio, hay algo muy importante: su faceta de periodista, de escritor de periódicos, determinante”. Bécquer lo fue todo en la prensa: desde redactor de un suelto, de una necrológica, de reportajes y crónicas hasta director de una cabecera y, también, un creador de ficciones en el periódico, algo que se analiza al estudiar sus ‘Leyendas’ y los relatos orientales. “Por ejemplo, una historia como ‘El caudillo de las manos rojas’, heredera de los testimonios de los viajeros a Oriente y de los ecos de ‘Las mil y una noches’, tuvo hasta tres versiones. Las ‘Leyendas’, por otra parte, tienen un gran atractivo para los estudiosos de la literatura fantástica moderna, que lo consideran un clásico del género”, resumió Jesús Rubio.
*Retrato de Gustavo Adolfo Bécquer, realizado por su hermano Valeriano en 1862.
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