FIDEL SEBASTIÁN EDITA Y EXPLICA LAS CLAVES DE TERESA DE JESÚS
[Hoy, exactamente hoy, 28 de marzo de 2015, se cumplen cinco siglos exactos del nacimiento de Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Ávila o Teresa de Jesús. Hoy en Heraldo.es se publica una amplia entrevista con el filólogo Fidel Sebastián Mediavilla, bilbilitano nacido en 1948, que es el editor del 'Libro de la vida' (RAE / Galaxia Gutenberg). Aquí está la entrevista por entero.]
¿Qué significa la figura de Teresa de Jesús en la literatura española?
Es una de sus cumbres. Afirmaba fray Luis de León que dudaba que existiera en nuestra lengua quien se pudiera igualar a ella en la forma del decir y en la pureza y facilidad del estilo. Si en Cervantes admiramos la perfección en el uso del español ya hecho, en santa Teresa nos deleita la maestría en un castellano que aún se está haciendo.
¿Cómo se explica su vocación tan temprana, esa pasión por el martirio, por jugar a eremitas, esa obsesión por Dios?
Su vocación fue más bien tardía, según los parámetros de su tiempo: no ingresó en el convento hasta los veinte años, después de resistirse lo que pudo a la llamada interior. Su vocación por lo grande y arrojado se forjó al contacto con los libros de santos y de caballerías que leía a la par, y con el ejemplo de sus hermanos varones que embarcaron armados para las Indias o se batieron con los tercios españoles en Italia. Al tiempo de aprender a leer, seguro que atrajeron su mirada y despertaron su imaginación y deseos unas viñetas muy expresivas sobre la Pasión de Jesús que venían al principio de las vidas se santos (el Flos sanctorum) que manejaba.
Su vida tiene algo de relato inverosímil: por ejemplo esa fuga de casa para ingresar en un convento o esa parálisis de casi dos años. ¿Cómo se explica? ¿Qué hay de realidad y de leyenda?
La fuga de su casa a los veinte años se explica porque de esta manera evitaba a su padre viudo tomar una decisión que le costaba sobremanera. De hecho, al día siguiente de la escapada, el padre se presentó en el convento para negociar la dote que habría de aportar para el sostenimiento de su hija. La parálisis es un hecho: lo cuenta ella misma en el Libro de la vida y lo cuentan sus compañeras. Hay diversas hipótesis acerca de las causas. El hecho es que se produjo después de estar sometida a un cruel tratamiento a base de purgas por la curandera de Becedas y un posterior colapso que la hizo pasar por muerta durante tres días. Contaba entonces veinticuatro años.
¿Quién la curó en realidad: su fe, San José (?), una hechicera? ¿Cómo se explica su recuperación?
Ella misma cuenta que, habiendo fallado los médicos de la tierra, se encomendó a los del cielo. Se lo había pedido a san José y le quedó muy agradecida. En toda Ávila corrió la voz de que se trataba de un milagro y menudearon las visitas al monasterio de la Encarnación para ver a la curada. El hecho es que, después de estar tres años postrada en un cama, empezaba a moverse, y a caminar a gatas.
Hay un momento en que parece que se va a inclinar por la vida más mundana. ¿Qué le lleva a cambiar de opinión?
Dios la favorecía en la oración con vivencias muy intensas. Por otra parte no sabía negarse a recibir a las muchas visitas que la venían a ver, y esto la disipaba: se debatía entre el coro y el locutorio. Esto le causaba una tensión que pensó superar eliminando la oración mental. Más tarde reconocería que este fue el mayor peligro que pasó en su vida, y recomienda que no la abandone nadie que haya empezado a tenerla, por mal que se esté portando, porque es el medio más eficaz para poderse enmendar.
¿Cuál es la aportación del 'Libro de la vida', que redactó en dos ocasiones y completó la segunda edición a los 50 años?
Lo escribió para sus asesores porque buscaba por encima de todo la verdad, y quería saber con certeza si andaba bien con su modo de hacer oración, en la que menudeaban los fenómenos místicos que Dios le daba sin ella buscarlos. Lo escribe con intención de anonimato, por lo que evita nombres o detalles que la puedan identificar si el libro escapara de las manos de sus destinatarios. El resultado es una obra maestra de la literatura en general, y de la mística en particular; un retrato humano y psicológico donde se han inspirado los más altos creadores artísticos y donde han encontrado un banco de pruebas los analistas de la salud física y mental.
Háblenos de esas visiones del Cristo resucitado, de los ángeles. ¿Se podría entender eso en alguien que no sea un místico?
Parece, por la historia, que también las han tenido ocasionalmente personas que no han alcanzado la santidad. Santa Teresa, en todo caso, insiste en que no está la santidad en tener visiones ni revelaciones. Ella no las quería, y pidió a Dios que se las quitara, sobre todo cuando estaba delante de otras personas: no quería llamar la atención ni que la tuvieran por santa. No obstante, todo lo que Dios le mandaba lo agradecía. Tenía por regla segura no guiarse por esas visiones (donde podría ser engañada por sí misma o por el demonio), sino por lo que dispone la Iglesia para todos y de lo que le mandaban sus confesores.
Otro asunto que describe con precisión es la levitación. ¿Era verdadera o era soñada?
Cuenta en el Libro de la vida que algunas veces, en oración, se elevaba todo su cuerpo; pero –precisa—“esto ha sido pocas”. También lo cuentan las testigos, aunque ella les mandara que no lo dijeran. Para evitar que lo notasen, si estaba en la iglesia, pedía que la sujetaran, o se tendía en el suelo. Pero pidió a Dios que no le diese levitaciones en adelante, y no las tuvo más.
¿Cuáles serían los principios fundamentales de Teresa? ¿Sus ideas, su poética, por decirlo así? [Aquí te invito a decir cuatro o cinco cosas en breve para un lector de calle]
Santa Teresa participó de las inquietudes espirituales de su tiempo que buscaban un modo de vivir la religión más interior: en concreto la práctica del recogimiento, de la oración mental. En su caso, frente al derrotero que tomaron los luteranos o los alombados, Teresa se atenía siempre a la autoridad de la Iglesia, como criterio seguro. Muy amiga de los libros (para entretenerse, cuando pequeña; para nutrir su oración, de mayor), lamentó mucho la prohibición (arbitraria y transitoria) de muchos de sus autores preferidos, pero Dios, según ella cuenta, le dijo que Él le daría libro vivo: empezó a tener vivos coloquios con la Humanidad de Cristo, y a verle a veces con los ojos del alma. Teresa supuso una cumbre en la mística y es maestra en el conocimiento de Dios por experiencia. Para ella, la piedra de toque, con todo, era la Sagrada Escritura y lo que le decían los teólogos competentes. De su oración salían sus decisiones y sus libros. Escribió, aparte escritos sueltos, diez libros importantes, y fundó en quince años diecisiete conventos de monjas y dieciséis de frailes. Y, antes de morir, pudo ver su fundación, el Carmelo Descalzo, dotado de jurisdicción propia, con independencia de los calzados.
¿Qué vínculos tiene con San Juan de la Cruz [y con el quietismo]?
Santa Teresa, después de emprender la reforma de las monjas, entendió que necesitaba el apoyo de frailes de la misma institución, y encontró en fray Juan de la Cruz el primer candidato adecuado, que llevó tan a la perfección su espíritu de reforma. Tuvieron largos coloquios, en que ambos se enriquecían de las profundidades de la oración del otro. San Juan de la Cruz fue el hombre que la santa escogió, cuando tuvo que volver, por obediencia, al monasterio de la Encarnación como priora, para que hiciera de confesor de aquellas monjas, y las llevara por caminos de contemplación. De allí salieron muchas monjas para los carmelos descalzos de la madre Teresa. Literariamente, san Juan de la Cruz es el primer poeta en español, sin lugar a dudas. En la mística, comparte podio con la santa.
¿Cuál ha sido su trabajo específico en este libro?
En primer lugar, fijar el texto, a partir del manuscrito autógrafo que se conserva en El Escorial y revisando las ediciones impresas anteriores. Se han resuelto algunas erratas que se arrastraba desde la primera edición. Se ha devuelto el sentido y la coherencia a frases que quedaban inacabadas o que presentaban irregularidades sintácticas: hay que tener en cuenta que la santa no puntuaba prácticamente sus manuscritos, y que el personal de la imprenta donde se estampó por primera vez hizo lo que pudo, puntuando muchos pasajes difíciles inadecuadamente (todas estas divergencias se justifican en el “Aparato crítico”). Mis estudios sobre la puntuación en el Siglo de Oro español me han servido mucho en este empeño. Por otra parte, por primera vez se anota exhaustivamente el texto, con todas las aclaraciones que el lector necesita sobre el contexto cultural, social, espiritual y filológico. La notas se estructuran en dos niveles: a pie de página, lo que se considera indispensable para el buen entendimiento de lo que refiere el texto; en un apartado específico de “Notas complementarias” lo que el erudito o el curioso quiera saber más acerca de ello. Los estudios que acompañan al texto ofrecen al lector el estado de la cuestión a día de hoy respecto a la crítica histórica y literaria y a los diferentes aspectos de la investigación sobre la santa y su obra. Dos índices, uno onomástico y otro de notas, permite buscar fácilmente aquel asunto sobre el que se quiere consultar.
¿En qué medida la persiguió la Inquisición? ¿En qué dificultades reales le puso?
La Inquisición no la persiguió en ningún momento. Tan solo, el Libro de la vida fue retirado para examen, a partir de una denuncia de parte de la princesa de Éboli, que actuó por despecho cuando la santa decidió que sus monjas abandonaran el monasterio que ella les había regalado y en el que no dejaba de interferir. Fue una suerte, porque el escrito se conservó estupendamente hasta que se fue a buscar doce años después para ser impreso, y poco después, reclamado por Felipe II, colocado en lugar de honor como reliquia en la biblioteca de El Escorial. Una denuncia con poco fundamento y menor sustancia de una novicia que entró con ínfulas de señora y de santa en el monasterio de Sevilla, y que hubo de salir de él porque no servía para descalza, motivó un interrogatorio a la santa y a otras religiosas, resolviéndose en nada. Tanto la denuncia de la de Éboli como la de Sevilla apuntaban maliciosamente al modo de hacer y enseñar a hacer oración de recogimiento, como si tuviera que ver con la desviación del quietismo o alumbradismo, que era la máxima preocupación, por entonces, de la Inquisición.
¿Qué otros libros le parecen capitales para conocerla?
El fundamental es este, que ella llamaba a veces “mi alma”. Naturalmente, se expresa también toda su intimidad en las “Cuentas de conciencia” que escribió antes y después del Libro de la vida para sus confesores. Y las cartas, que es un terreno sobre el que queda pendiente llevar a cabo una tarea de edición que las comente adecuadamente. Por lo demás, todos sus libros son importantísimos. La cumbre literaria y espiritual de ellos la constituye el Castillo interior también llamado Las moradas.
¿Cómo definiría su estilo, su vocabulario, su modo de escribir?
Su estilo es la sencillez. Escribe como se habla; como hablaba una hidalga castellana vieja del siglo xvi, que había leído mucho y que estaba acostumbrada a hablar y escribirse, del rey abajo, con todos. Tengo comprobado que aprovecha y, sobre todo, place mucho más leerla en voz alta. Mejor: oír que la leen bien. No se olvide que tanto ella, como Cervantes, por ejemplo (que también procuraba escribir como se habla), vivían en un medio cultural en el que lo más común era la lectura en voz alta; en parte, porque eran pocos los que sabían leer; y en parte por hábitos culturales y sociales como las reuniones familiares para leer o las lecturas en común de los refectorios.
Leyendo tus estudios, parece una obsesa de las fundaciones de conventos... ¿Con qué objetivo?
Al principio no pensó sino en fundar un monasterio donde se viviera la regla del Carmen como la vivieron los primeros carmelitas en Palestina, en pobreza y silencio y meditación, siendo pocas. Luego, cuando el general de todos los carmelitas la visitó en el recién fundado monasterio de San José, la animó a fundar tantos cuantos pudiese con el mismo espíritu. Y ella obedeció a su superior y a Dios, que le empujaba a ello en su oración. Pensó que era cuanto ella podía hacer para ayudar con sus oraciones a los que trabajaban por escrito y de palabra en defensa y propagación de la religión. Luego sería ella misma la que pediría al general que le permitiera fundar monasterios de hombres que las pudieran confesar y gobernar con su mismo espíritu, y así comenzaron los frailes descalzos, extendiéndose prodigiosamente por toda España y saltando fuera de España antes de acabar el siglo.
Teresa le ha interesa mucho a la literatura, al cine, al teatro, a las jóvenes generaciones: Ray Loriga, Espido Freire, Carolina Morales, entre otros. ¿Qué tiene esta mujer de particular, por qué ejerce esa atracción hacia nuestros contemporáneos?
Teresa ofrece muchas facetas que pueden atraer la atención de diferentes sensibilidades: la escritora, la mística, la fundadora, la doctora. Desde el mismo momento de su muerte empezó a abastecer de materia a poetas como Góngora, Argensola o Cervantes; a Jacint Verdaguer, Gabriel y Galán o Manuel Machado; a dramaturgos como Lope, Catulle Mendès o Eduardo Marquina; a novelistas como Ramón J. Sender, Olaizola, Bárbara Mújica o Sánchez Adalid. Y todos los que Vd. cita más arriba y tantos otros más que ahora, con motivo del V Centenario están presentando nuevas obras de su producción.
Una última cuestión: Fernando Delgado, en su próxima novela, fabula acerca de la relación de amor entre Teresa y Jerónimo Gracián. ¿Se sabe algo real?
Es un disparate. En el estudio que acompaña a mi edición cuento toda la historia de cómo unas monjas inquietas del monasterio de Sevilla, después de que se hubo marchado la santa, a instancias de los calzados y con la connivencia de su problemático confesor, denunciaron no solo que hubo trato carnal entre la madre y Jerónimo Gracián, a quien llevaba nada menos que treinta años (tenía la santa entonces sesenta y tres) sino que Teresa había tenido varios hijos que había despachado para América con la colaboración de su hermano Lorenzo. A pesar del absurdo, la cosa hizo ruido en Sevilla. Finalmente, una de las causantes se desdijo y la Inquisición acabó no tomando en consideración las acusaciones, sin abrir siquiera las diligencias. Lo que es cierto es que la sintonía y el aprecio mutuo entre la fundadora y el que sería primer provincial de la descalcez fue altísimo, como revelan los escritos de una y otro. Confío poder editar próximamente la vida del padre Gracián escrita por él mismo, ciertamente ejemplar y apasionante.
El retrato de Teresa de Jesús, mejorado, lo tomo de François Gerard.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/9c/Teresa_of_%C3%81vila.jpg
Lo publicado hoy en Heraldo.es
http://www.heraldo.es/noticias/ocio_cultura/cultura/2015/03/28/teresa_jesus_una_las_cumbres_las_letras_espanolas_348215_308.html
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