NURIA BARRIOS: UN DIÁLOGO
LITERATURA. La escritora Nuria Barrios visitaba ayer Zaragoza y habló de su último libro: ‘Ocho centímetros’ (Páginas de Espuma).
“El dolor y la felicidad van de la mano”
“Me desagrada la comercialización del dolor”
[PIE DE FOTO. LUIS SEVILLANO
Nuria Barrios escribe de la dolencia, de la droga, de la soledad y de la muerte.]
“Todos los jueves, David Osorio acude al psiquiátrico y lee un par de relatos. Su club de lectura cuenta con unos diez internos, más la psicóloga que les acompaña”, así arranca ‘Limbo’, el último relato de los once que componen ‘Ocho centímetros’, de Nuria Barrios (Masdrid, 1962), que acaba de publicar Páginas de Espuma, el sello de Juan Casamayor y Encarni Molina, que cumple quince años. Se trata de un libro complejo e intenso que aborda el dolor evidente y el dolor invisible, la huida, las drogas, diversas enfermedades, entre ella el cáncer, la soledad, el asombro, la amenaza y la proximidad de la muerte. Y, a la ver, es un libro sobre la esperanza y sobre diversas formas de amor y rebeldía. “‘Ocho centímetros’ nace en un momento de mi vida en que me siento más vulnerable al dolor; nace de lo que vivo, pero también de lo que veo, de lo que me cuentan, de lo que intuyo”, confiesa la autora de títulos como ‘Amores patológicos’ o ‘El alfabeto de los pájaros’.
Parece que todos los textos, con diversos matices, analizasen la enfermedad y el dolor.
Deseaba hablar del dolor, no del dolor fulgurante y trágico que marca un antes y un después en nuestra vida, sino de ese otro dolor seguro e ineludible que nos acompaña, al que estamos predestinados al nacer. Quería narrar cómo la normalidad y el desastre caminan a la par, y el profundo desasosiego que eso provoca. Más que hablar del dolor, deseaba hablar de cómo el dolor nos reescribe.
¿Cómo se asumen esos instantes de perplejidad y de desgracia?
Como una agresión a un organismo complejo, que es mucho más que la suma de sus partes. Entre los miembros de la familia surgen tensiones, desconfianza, acusaciones; también miedo, inquietud, nerviosismo y, al mismo tiempo, entran en juego mecanismos de defensa para afrontar la situación que la amenaza y mantener unido al clan. Decía Leon Tolstoi que todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz es desgraciada a su modo.
Ya que usa la palabra clan, el volumen tiene también algo de radiografía de tribu... ¿Cuáles son las pruebas de la vida que más la conmueven?
Las que muestran nuestra vulnerabilidad y nuestro desvalimiento, como esos niños abandonados de los cuentos infantiles, que deambulan en un bosque oscuro y amenazante.
¿Se debe contar todo? Podría sospecharse que usted no es partidaria de andarse por las ramas.
Al contrario, me desagradan profundamente la crueldad, el terror, el morbo, la saña, la perversión, el encarnizamiento... Y aún más, su comercialización. Jamás hablo de eso en mis libros.
Sin embargo, ‘Ocho centímetros’ es un libro directo, descarnado.
Me molestan el morbo y la complacencia en el tratamiento del dolor. ‘Ocho centímetros’ es un libro directo, pero no descarnado: el cuerpo está muy presente en toda mi literatura, con su vitalidad, sus deseos y sus pasiones. Dolor y felicidad van de la mano, igual que la conciencia de la muerte hace más intensa la experiencia de la vida.
¿Existen seres más frágiles que otros?
Me imagino que está pensando en el relato ‘El tren Neckermann’, sobre esas dos niñas que se escapan de casa. Los niños y los adolescentes poseen una inmensa resistencia y, al mismo tiempo, una inmensa vulnerabilidad. A esas dos crías en concreto, las salva su amistad, el amor que se tienen.
A veces asoma la idolatría o el fanatismo, sobre todo en los cuentos de gitanos, y a la vez el profundo desconocimiento del otro. ¿Somos todos extranjeros?
Sí, extranjeros en el sentido de extraños. En las situaciones extremas, cuando todas las seguridades que habíamos construido saltan por los aires, descubrimos que no solo la vida nos resulta desconocida, sino que también nosotros somos extraños para nosotros mismos. Y eso es mucho más perturbador que convivir con grupos cuya identidad cultural nos resulta ajena.
Vivimos un tiempo amargo, a veces terrible, de desconcierto y precariedad. ¿Diría que hay un eco en el libro, quizá en la desesperanza y el nihilismo de algunos personajes?
Probablemente yo no he sido ajena como autora a la desesperación provocada por la crisis que sufrimos como país desde hace años. Mis criaturas, igual que yo, anhelan escapar del dolor y ser felices. Creen que no todo está perdido. Para ellas, como para mí, en la oscuridad brillan siempre las pequeñas luces.
¿Qué le da Madrid para sus ficciones, qué atmósfera concreta desarrolla en estas narraciones?
Madrid me ofrece una atmósfera para narrar. Es una ciudad donde coexisten mundos muy distintos, donde resulta muy fácil pasar al otro lado del espejo.
-¿Cómo entiende usted el cuento?
Decía Joan Brossa que entre las 27 letras del abecedario aún queda mucho por descubrir. Ese elemento lúdico y la práctica de la literatura como una exploración y una tarea de descubrimiento forman parte de mi poética como escritora. A ello uniría en el caso del cuento: intensidad, tensión narrativa, atención a los diálogos, finales abiertos para que el lector se apropie el cuento…
¿Qué tipo de relatos y qué escritores le interesan?
Bebí de los latinoamericanos, pero me siento más cercana a los norteamericanos: Lorrie Moore, Robert Coover, Raymond Carver, Charles Bukowski, Alice Munro…
¿Has tenido algunos libros de compañía en este viaje tan descarnado?
No ha sido un viaje descarnado y aún menos solitario, me han acompañado películas, ensayos y poesía, especialmente.
Este es un libro que no dejará indiferente a nadie. Todos somos hermanos o parientes cercanos en la experiencia del dolor. ¿Le está pasando algo especial con él?
Siempre me conmueve el encuentro con lectores que han hecho suyas las historias. Son la prueba de que el libro que he escrito no es un objeto inerte, sino que está vivo.
LA FICHA
Ocho centímetros. Nuria Barrios. Páginas de Espuma. Madrid, 2015. 178 páginas. [El libro se presenta hoy lunes, a las 20.00, en la librería Cálamo, en compañía del escritor Carlos Castán y el editor Juan Casamayor.]
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