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Antón Castro

JAVIER LACRUZ: UN DIÁLOGO EN TORNO A LA VIDA Y OBRA DE VIOLA

JAVIER LACRUZ: UN DIÁLOGO EN TORNO A LA VIDA Y OBRA DE VIOLA

Javier Lacruz (Zaragoza, 1956) es psiquiatra y coleccionista de arte, especialista en Manuel Viola (Zaragoza, 1916- Madrid, 1987) y comisario de la muestra ’En recuerdo del porvenir’ del artista aragonés en el Palacio de Sástago. El pasado miércoles, en la sala de música, ofreció una charla sobre el artista dentro de un ciclo de tres conferencias dedicadas al artista.


-¿Si tuviéramos que hacer un retrato inicial de Manuel Viola de presentación, casi un señuelo para el lector, cuál sería? ¿Cómo lo definiría?

-El mejor retrato de Viola lo dibujó el gran artista Francis Picabia: “Si un día Viola tiene a la vez una cita con la vida y con un cuadro, se irá siempre con la vida”. El crítico de arte Aguilera Cerni apuntó: “Viola: un hombre, un artista y una leyenda”. Y el poeta Juan Eduardo Cirlot dijo que el gesto de su pintura era “afilado como garfio de carnicero”. Yo añadiría que se llamaba José, no Manuel; que quiso ser poeta, no pintor; que se situó en la confluencia entre lo vivido y lo soñado, y entre lo abstracto y lo figurativo. 

-¿Qué le dio su infancia zaragozana, qué aprendió aquí a orillas del Ebro? 

-A su madre, Pilar Gamón, una mujer tierna, simpática y muy atractiva. Y una afonía jugando a orillas del Ebro, un día de fuerte cierzo, que le dejó la voz de cazalla, lo que tiempo después sus paisanos interpretaron de forma maledicente como por exceso de tragos. Con todo, aprendió a ser fuerte, a superar la adversidad: el cierzo, la ventolera, el Moncayo, son recurrentes en sus cuadros.

-Lérida parece clave en su vida. ¿Por qué? ¿A qué es debido que le atrajeran tanto los gitanos?

-Viola es tan zaragozano como ’lleidatan’. A los seis años lo acogieron su abuela y sus tías paternas, lo cuidaron y lo formaron escolar e intelectualmente. Los gitanos de la calle fueron sus amigos: eran “las vacaciones del espíritu”, gente no normativa. Se hizo ’lorquista’, tras leer el “Romancero gitano”. Luego, cuando volvió a España, en la posguerra, los únicos que lo acogieron fueron los gitanos. El cante y el baile flamenco fueron su vida. Su hija Encarna, es de la familia de los Heredia… 


-¿Qué supusieron en su vida García Lamolla y Leandre Cristòfol? ¿Y Crous?

-Dos amigos íntimos, uno pintor y otro escultor, ambos claves en su formación artística. Con Crous –¡con 17 años!– hizo la revista ART (en puridad, Anti-Art), en el año 1933, una revista radical y rupturista de cuidado diseño, surrealista. Allí escribió como poeta, crítico de arte; también escribió textos para sus amigos artistas. Como poeta y dibujante estuvo en la estela de Lorca y Dalí.

Viola, Remedio Varo y Esteban Frances.

-¿Cómo le marcó su estancia en Barcelona, quiénes fueron sus amigos, cómo se integró en el arte del momento?
-En el 36 marchó a Barcelona a estudiar Filosofía y Letras y fue el benjamín del grupo ADLAN. Con Cassanyes escribió en el catálogo de la exposición Logicofobista (fobia a la lógica) de las Galeries Catàlonia. Fue el puente entre los surrealistas leridanos, los ADLAN y la dupla Esteban Francés y Remedios Varo. Solo por esto ya está en la Historia del Arte.


-Se alista en el POUM. Cuéntenos cómo fue esa militancia y dónde combatió en la Guerra Civil.

-Fue un surrealista y un revolucionario de izquierdas. “Queridas tías: no me busquéis, me voy a defender la República”, dejó escrito sobre su mesa. Estuvo en Mallorca, Lérida y en el frente del Ebro. Intimó con el poeta Benjamin Péret. ¡Al que salvó de los anarquistas, que lo querían fusilar porque tenía cara de cura! En el exilio estuvo en dos campos de concentración: Argelès-sur-Mer y Valbone. De uno escapó, del otro salió vestido de legionario y estuvo en Dunkerque, donde pasó a llamarse Manuel. Y luego en el maquis. Estuvo perseguido por Franco, por el gobierno de Vichy y por los alemanes: diez años pegando tiros. Para que luego, los rojos de salón, le nieguen el pan y la sal.


-¿Cuál es la importancia de Picasso en su vida? ¿Qué relación real tuvieron?

-Al llegar a París de manera clandestina, estuvo refugiado por la Resistencia. Entró en el grupo surrealista ‘La Main à Plume’ y escribió en su revistas. El único español del grupo. Trabajó de mozo en el taller de Picasso y le ayudó la maîtresse en titre del malagueño, Dora Maar. Viola reprodujo por primera vez la cabeza de toro de Picasso en una de sus revistas. Lo admiró como artista, pero no le influyó en su pintura. Y nunca falsificó “picassos”.


-Francia fue el escenario de dos de sus grandes pasiones: Edita y Lorenza Iché. ¿Qué nos puedes contar de ellas?

-En París tuvo una novia judía, Tita (Edita Hirschová), con la que se iba a casar, que era muy bella y sordomuda. En una redada fue detenida y deportada a Auschwitz, donde murió. Laurence Iché, estaba casada con el poeta Robert Rius, que fue fusilado con otros miembros del grupo. Tras perder a sus parejas se juntaron Manuel e Iché.

-De manera breve y sencilla, ¿cabría decir que el artista Viola nació en Francia, tras ver la obra de Cézanne y entrar en contacto con Picabia y otros?

-El primer Viola, como pintor, es francés. Desde sus inicios cézannianos hasta su etapa tachista en la ’abstraction lyrique’, cuando expuso en Claude Bernard de París, en el 57. De Picabia fue íntimo, le influyó su gran personalidad y su apuesta por un “arte sin jerarquías”. Viola le hacía las paellas los domingos…

-¿Es cierto que hacia 1949 regresó a Zaragoza y visitó a Lagunas, el líder de Pórtico? ¿Barajó quedarse aquí?

-Del exilio vino a Zaragoza a reencontrarse con su madre y casarse con Lorenza. Como hombre inquieto duró poco tiempo en la cuidad. Conoció a los Pórtico, pero vio en ellos un poscubismo muy francés, muy ‘déjà vu’, que no le interesó demasiado.


-Después de Torremolinos, Madrid. ¿Cómo construyó su carrera?
-Estuvo en la playa de La Carihuela, con sus amigos gitanos, haciendo cestos y tocando palmas. Y luego en Madrid, donde deslumbró a los del café Gijón. Apoyado por Cela, d’Ors y Ruano expuso en la galería Estilo y cimentó su éxito. Luego se fue a vivir a San Lorenzo de El Escorial con su vecino Felipe II.

-¿Le aportó algo El Paso a él, o viceversa?
-El Paso fue decisivo para su despegue, gracias al cuadro ’La saeta’ (1958), que pintó tras visitar el Museo del Prado y a su paisano Goya. Se hizo un pintor español. El blanco y negro eran los colores de El Paso, y los de Viola. Aportó su vena ácrata. Canogar me dijo que era llegar Viola y desbarajustar todo. Saura se irritaba, pero lo quería y lo respetaba mucho. Sabía que Tàpies, Millares y él mismo pintaron de manera surrealista, pero que Viola era surrealista. A Viola el Paso le dio un lugar en la pintura, fama y prestigio. Pero no se lo creyó mucho, él venía de muchos grupos, de muchas historias…

-Estuvo en varias ocasiones en Latinoamérica… Explíquenos un poco la aventura.

-En dos ocasiones. En el 67 y en el 69. Primero en Perú y Ecuador, y luego Chile y Argentina. Fue a buscar la luz del nuevo continente. El “continente de la esperanza” que dijera Malraux. Para iluminar sus cuadros. Antes de ir pintó el homenaje al Che Guevara.

-¿Qué te atrae del Viola de los 50 y 60, el de sus grandes cuadros, cuál es la clave, su verdadera aportación?

-La vida de Viola supera a mucha ficción, es un gran relato, una gran novela. Su espíritu combativo, su aventura, su nomadismo, sus amistades… Su humanidad y camaradería. En pintura, además de ser un pionero de la abstracción en España, es uno de los informalistas fundamentales. Maneja el color, tiene discurso propio, identidad. Es un “poeta plástico”. No quiso hacer carrera artística. Pero es uno de los grandes, sin duda.


-¿Estamos valorando adecuadamente la exposición ’Esperando el porvenir’ del palacio de Sástago? ¿Está contento, es la más ambiciosa? ¿Puede decirse ya que el pintor ha vencido al personaje?

-Lo interesante es que el visitante entra con una idea de Viola y sale con otra. Luego, misión cumplida. En el palacio de Sástago se pueden ver muchas novedades: los cuadros que nunca quiso vender, su etapa literaria en ’La Main à Plume’, la ’femme bandée’ del mural del psiquiátrico de Saint-Anne de París, documentos, fotografías, cuadros inéditos, todas sus etapas representadas… Ya van 25.000 visitantes. Viola es uno de los nuestros y, sin embargo, en ninguna institución aragonesa había un cuadro decente para exponer en esta muestra, y muchos aragoneses siguen despreciando al artista que, como suelo decir, sigue pintando “violines” aún después de muerto. La derechona actual lo boicoteó. Dalí dijo que, aún siendo ateo, Viola era un pintor de iglesias. Por eterno.

 

*Esta entrevista apareció en heraldo.es

http://www.heraldo.es/noticias/ocio-cultura/2016/05/17/vida-viola-una-gran-novela-861415-1361024.html

 

*La foto de Javier Lacruz es de José Miguel marco.

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