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Antón Castro

SOLEDAD PUÉRTOLAS: UN DIÁLOGO

SOLEDAD PUÉRTOLAS: UN DIÁLOGO

Soledad Puértolas: “La tarea del escritor

es explorar la complejidad y contar la vida”

 

“A través del mar respiramos

los personajes, la trama y yo"

 

  

“La vida es mi tema, es lo que hay.

¿O es que hay algo más?”

 

 

La escritora y académica zaragozana publica el volumen de once relatos ‘Chicos y chicas’ (Anagrama), que salió a la venta en toda España el pasado día 10 y que presentó en Barcelona 

 

 

¿Cómo surgió ‘Chicos y chicas’?  

De manera muy natural. Tras terminar la novela ‘El fin’, se me impuso un libro de cuentos. Elegí la tercera persona, esa voz omnisciente, no exactamente como las de antaño sino algo más moderna, y los cuentos iban saliendo, con fluidez. Uno me llevaba a otro. Escribía sobre la perplejidad, la búsqueda, como si quisiera ampliar el campo de posibilidades de la ficción. He disfrutado mucho.  

Hay cuentos que son como una novela completa, con largas elipsis de años…  

Es cierto. Eso es nuevo en mí. Tampoco quería ir más allá de lo que exige un cuento. He escrito cuentos con la perspectiva general de la novela, pasan muchas cosas, hay saltos en el tiempo, pero todo se acomoda a la sensación y a la atmósfera de un relato breve. 

¿Hubo una idea de partida, sabía qué buscaba? Parece que hay un poso de melancolía, una visión de la pérdida y los amores que se esfuman…

Quizá escriba de las imágenes o de las impresiones de lo que no hemos vivido. Yo niego la melancolía en mi obra. Me parece insana, no nos ayuda a nada y no siento melancolía por nada. Soy del presente, tengo muy mala memoria, vivo sin ancla, y en el fondo el pasado me resulta un poco borroso y desdibujado. Me interesa lo que queda en el presente y los hilos que va derramando por aquí y por allá. Los once cuentos son el resultado de eso: el presente es mucho más rico de lo que parece a simple vista.

Vuelve a aparecer la familia…

Sí claro. Hablo del núcleo de la relación de la familia y los extranjeros, por decirlo así, los que llegan de fuera, los que se incorporan de golpe. En el fondo, es como la curiosidad del niño ante lo que viene de lejos. A veces te fascina, a veces te produce envidia su mundo, a veces se observa con un poco de distancia e incluso te incomoda. Y todo ello anda por aquí. La familia siempre es un territorio lleno de secretos.

¿Y el mar, tan presente, qué significa para usted?

Me gusta mucho, cada vez más. Paso muchas horas ante él o cerca. Y, sí, está muy presente en el libro. El mar un símbolo de la vida y de la naturaleza. Me reconforta, me estimula. A través de él respiramos los personajes, yo y la trama. El paisaje es clave en este libro. Te da muchas cosas. Es fundamental en la atmósfera y en el desarrollo de acciones.

Hablemos de algunas relatos como ‘Tarot’, la historia de Luz y de Félix Unceta, donde parece que se impone una idea de fatalidad.

Existe. Este es un cuento, tremendo, sobre la relación de madres e hijas. Me sorprende que haya gente tan obstinada que parece estar llamando por la fatalidad. La madre comete un grave error y eso le lleva a situación de desconcierto y perplejidad y a la ruptura con su hija. Yo creo que en la vida hay que dejar que fluyan las cosas, confiar en el otro y no empecinarse en estropearlo. No es necesario abrir todas las puertas ni atosigar. ‘Chicos y chicas’ habla de traiciones y lealtades, de lo inesperado, del dolor, generados a menudo por los más cercanos.

En otro cuento, ‘Incendios’, protagonizado por las gemelas Paz y Mar, se impone un gran personaje: Joaquín, el contador de historias, ese extraño que se vuelve decisivo.

Me gusta ese personaje. Es el que entretiene a todos con su capacidad para contar historias, el fabulador, el amigo que está un poco al margen y que de repente, no sé sabe muy bien por qué, es capital: es el que los alivia un poco a todos. La palabra es una forma de consuelo.

Del consuelo a Consuelo. El cuento que da título al conjunto está protagonizado por Consuelo Quintana, que trabaja en una tesis doctoral. ¿No sería un poco la quintaesencia de sus criaturas, extraviados y a la deriva?

‘Chicos y chicas’ es un cuento complicado. Es el relato de una mujer que está suelta, que anda errática sin saber muy bien qué busca ni qué espera de la vida. Alguien que va y viene con sus sueños en un cuento lleno de circularidad, técnica recurrente en el volumen. Emprende un viaje, vuelve sola a casa, parece colgada del abismo. No sabe muy bien hacia dónde va.

¿No encarnaría ella encarna una idea del fracaso, tan recurrente en el libro?

Se alude a ello, sí, en varias ocasiones, pero para mí el fracaso no existe. Es una categoría que no contemplo. ¿Qué quiere decir fracasar? ¿En qué, con respecto a qué…? Los demás pueden pensar que uno ha fracasado, pero ¿quién les da derecho a juzgarnos? Prefiero verla como una mujer errante e indecisa que busca su sitio en el mundo.

“No tengo un solo punto de apoyo”, dice uno de los personajes. ¿Sucede a menudo eso, que nos sentimos irremediablemente desamparados?

Consuelo podría ser una mujer desamparada. Solitaria. Es una idea bonita esa del punto de apoyo, de la palanca de Arquímedes, que era un auténtico genio, por eso y por su principio tan conocido. Es algo simbólico. Nos pasamos la vida buscando un punto de apoyo que moviese el mundo y nos sujetase, que nos diese equilibrio. Es bonito pensarlo, es consolador.

En el último cuento, ‘Arkímedes’, esa palanca podría ser el perro…

Es mi cuento preferido. Habría querido titular el libro ‘Arkímedes’. Uno elige su compañía, su punto de apoyo, y ¿por qué no podría serlo un perro?

Otro asunto clave parece el azar. ¿Qué le sugiere, cómo interviene en sus ficciones?

El azar está en todas partes. Es lo que te mantiene alerta, lo que te lleva a pensar que la vida siempre da sorpresas y que la vida misma podrá desaparecer algún día, también, por azar.

En qué momento literario se encuentra? ¿Segura, relajada?

Relajada, es posible. Segura, no. Lo que me define, en realidad, es la inseguridad, que siempre es preferible a tener confianza y es el mejor agente para explorar la complejidad y contar la vida, que es la tarea del escritor. La vida es mi tema. Es lo que hay. ¿O es que hay algo más?

 

*Soledad en una foto de Heraldo.

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