RÍO ABAJO / y 9. Y TÚ MEJOR QUE NADIE, VIDAL
ADIÓS A LA EXPO: ADIÓS A TODO ESO
Manuel Martín Mormeneo es un viejo enamorado del Maestrazgo. Conoce a la perfección los montes, las vegas, las sinuosas calzadas que ofrecen un cielo perfecto surcado por el vuelo de los buitres. Hace unos días, se hallaba ante el pórtico barroco de la iglesia de Ejulve, que es el umbral del Maestrazgo, una villa que se levanta desde el fondo de un vallecillo y que huele, ante todo, a jamón. Ejulve es el pueblo del jamón y de algunos mitos: allí aún se cuentan historias del bandido “El Floro”, relatos inverosímiles de la Guerra Civil y de los maquis, narraciones legendarias de mujeres lobas. E incluso alguien dijo que la raíz de la palabra Ejulve estaba vinculada con exilio, y que el pueblo debió ser antaño una tierra de exiliados. A todo ello le daba vueltas Martín Mormeneo, al que le gusta definirse también como un “coleccionista de crepúsculos” como el profesor José Manuel Blecua, cuando oyó una conversación que reclamó su atención. Cuatro hombres maduros, de ésos que se hacen oír en el guiñote de las tabernas y en la soledad del sembrado, empezaron a hablar tras salir de la iglesia. Se fueron quedando rezagados y, poco a poco, cobró vigor una voz y un tema. Uno de ellos, de impoluta camisa blanca, empezó a contar historias de la Expo: habló de los pabellones, de las plazas temáticas, de “esa cabeza loca llena de letras” y de la amabilidad de los voluntarios. Agregó: “Para mí, ir a la Expo es como estar de fiesta. Comes, bebes, caminas y hasta te puedes echar una cabezadita en el pabellón de Aragón”. Los otros lo oían con verdadera admiración: parecía hablar de un reino encantado junto al río. Entre ellos, estaba el campesino y masovero Vidal Gascón, uno de esos “milmañas” de la hacienda doméstica. Vidal escuchaba con algo de preocupación: quería ir a la Expo, sí, con todas sus fuerzas, pero le daba un poco de miedo. Cojea de una pierna, y no puede andar demasiado. El otro, el charlatán apasionado, se percató de sus reservas y le dijo: “Y tú mejor que nadie, Vidal. Llegas, entras por la Puerta del Ebro, y ya te reciben y te sientan en una silla de ruedas. Y no solo eso: te dejan entrar a los sitios antes que a nadie”. Vidal sonrió, y el amigo expansivo y pícaro resumió: “¡Qué bien te lo vas a pasar, pajaro!”
[*Esto sucedió hace varios días, hace un par de semanas o así; desconozco si al final el masovero Vidal Gascón visitó la Expo, que llega hoy a su fin. Ha sido una bella experiencia viajar por Ranillas de la mano de Manuel Martín Mormeneo, que reaparecerá en mi libro de relatos Fotografías veladas, que saldrá hacia finales de año. La fotografía del Cirque du Soleil pertenece a la cámara de José Antonio Melendo; el vestuario de la compañía fue diseñado y concebido por Doblete.]
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