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Antón Castro

LOS OJOS DEL ALIVIO

LOS OJOS DEL ALIVIO

Aquella canción del colibrí y la flor empezaba diciendo: “Hay en esta vida seres…” Seres apasionados y trabajadores que han desplegado aquí y allá un gran amor al territorio, y lo han estudiado de arriba abajo, en sus cicatrices y cardenales, por tierra, fuego y aire, y han desvelado sus tesoros, el legado de su historia, el misterio de sus paisanos y sus héroes (desde Nipho a Costa, de Ibn Paquda a Avempace, desde de Pedro Alfonso, Servet y Sender a Goya y Buñuel). Toda una generación, emparentada con ‘Andalán’ y otras aventuras, se jubila de la Universidad: Eloy Fernández Clemente, Gonzalo Borrás, Agustín Sánchez Vidal y tantos otros que nos han enseñado a ver, a leer, a estar un poco en el mundo desde Aragón. Hay en esta vida seres como José Antonio Labordeta que están ahí, en la trinchera del conocimiento, de la música, de la literatura y del pudor (¿qué habría sido de Labordeta sin el pudor y la brusca timidez que ha acompañado sus conciertos?), y que han coescrito el libro de nueva existencia: con sus melodías, con su actitud, con su falso escepticismo, con su rebeldía pertinaz, con su mochila cargada de curiosidad y también con sus mayúsculos cabreos, amplificados por la corte. Enfermo pero entusiasta, con un sinfín de proyectos en la gaveta, recibió la Medalla de Oro del Trabajo en su propia casa. Hay en esta vida seres luminosos como ese bombero, Óscar Vega, que ha recibido, con los ojos asombrados de felicidad, el gran misterio de la vida en medio de la hecatombe: ese niño perplejo, Redjeson, que mira sin entender, con alivio, y que esboza una sonrisa que es una afirmación contra la muerte. Hay en esta vida seres como Anton Chejov, el contador de las historias y su envés, el médico de los silencios y las flores amarillas, el fabulador de las sombras del alma que hoy cumple 150 años.

 

*Este artículo ha aparecido hoy en ‘Heraldo de Aragón’ en la sección ‘Cuentos de domingo’. En la foto, Anton Chejov.

 

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