Blogia
Antón Castro

AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL ESCRIBE DE ELEN@A DE CÉSPEDES, CIRUJANA

AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL ESCRIBE DE ELEN@A DE CÉSPEDES, CIRUJANA

Agustín Sánchez Vidal presentaba ayer en Madrid, y hoy lo hace en Zaragoza, su nueva novela: ‘Esclava de nadie’, sobre Elena de Céspedes, una mujer que se casó como mujer, combatió en la batalla de las Alpujarras, amó como hombre, contrajo nupcias de nuevo, aprendió el arte de la cirugía y finalmente fue objeto de un proceso inquisitorial en 1587. La novela ha sido publicada por Espasa.

 

¿Quién fue Elena / Eleno de Céspedes? Haznos un retrato de aproximación y vincula un poco la ficción con la realidad

Se trata de un personaje real. Hermafrodita, por más señas. Y uno de los casos más extraordinarios de coraje en nuestra historia. Alguien que nace esclava, mulata, en un entorno morisco, pobre de solemnidad. Que se casa como mujer y tiene un hijo, para luego participar como hombre en la guerra de las Alpujarras. Y termina contrayendo matrimonio con una mujer y siendo cirujano, con dos títulos. El primer caso que se conoce en todo el mundo de alguien que lo lograse teniendo el sexo femenino, porque el oficio estaba prohibido a las mujeres.

¿Qué te atrapó de un personaje así, tan infrecuente en su época, hermafrodita?

Por supuesto el hermafroditismo es esencial, porque lo singulariza ya de un plumazo. También su nacimiento en esclavitud, un tema muy poco tratado en nuestro país. Pero hubo una razón añadida: que el lector actual podía seguir la historia con naturalidad, sin que las truculencias del caso tapasen a la persona. Si hubiera nacido ahora, en Alhama de Granada, Céspedes no tendría ningún problema: habría podido someterse a una operación de cambio de sexo por la Seguridad Social, alistarse en el ejército y, por supuesto, ejercer la cirugía.

Como curiosidad: la acción se desarrolla en el contexto del conflicto entre cristianos y moriscos, y el libro aparece cuando se cumplen 400 años de la expulsión de los moriscos. ¿Hay alguna relación, ha sido casualidad?

Los moriscos están en la novela porque condicionan en todo momento la vida real de Céspedes: crece en ese ambiente, la encarcelan porque la toman por uno de ellos y los combate durante tres años para que no la confundan más con los perdedores.

¿Qué novela querías escribir exactamente porque tiene la estructura de un biopic con las elipsis muy bien elegidas y bien distribuidas: aprendizaje y educación sentimental, casamiento, aventura, identidad, guerra, proceso…?

Al estar narrada desde la doble perspectiva de un proceso judicial y la memoria de Céspedes, puedes detenerte en su vida de una forma selectiva, y eso es muy eficaz para que la acción no se estanque. Además, llevó una vida tan ajetreada que contarla toda habría dado para el doble o triple de páginas. Y yo quería algo sintético, intenso, con mucho nervio.

También podría decirse que es, ante todo, una novela sobre la identidad sexual…

Sin duda. Era una cuestión muy debatida entonces, cuando uno de los discípulos del anatomista Vesalio reivindicaba el descubrimiento del clítoris. Y sigue siéndolo ahora, cuando la transexualidad está a la orden del día, en los titulares de los medios de comunicación.

En la novela no dejan de pasar cosas. ¿Cómo te has planteado el ritmo del libro?

Cada momento tiene su propio ritmo. No puedes contar del mismo modo una guerra que el aprendizaje del oficio de cirujano. Pero he pretendido que fuera ascendente, a partir de los sucesos que van marcando al personaje protagonista. De modo que culmina en un proceso judicial en el que lo tiene todo tan en contra que será un milagro que pueda salir con vida. En realidad, fue lo que pasó.

¿Era tan importante el arte de la costura en la época?

Sí, para una mujer que pretendía vivir de su trabajo con cierto grado de emancipación. La costura era de los pocos dignos que estaban a su alcance. Además, la destreza que adquiere Céspedes como tejedora, calcetera y sastre es fundamental para su desempeño como cirujano. Al parecer, era un cirujano excepcional.

Uno de los capítulos más reveladores del libro es la historia de amor con Ana de Albánchez… Ahí, ya se ve claramente que Elena pasa a ser Eleno…

Ana de Albánchez es algo deslumbrante en su vida. Todavía en el proceso judicial se transmite ese fogonazo. Incluso estando en la sala de audiencias de una cárcel, ante un tribunal inquisitorial, se deduce esa fascinación. Es el deseo en estado puro, la potencia de la sexualidad femenina en todo su esplendor, una fuerza desatada de la Naturaleza.

Nunca había habido tanta descripción sexual en tus libros. ¿Cómo has afrontado el erotismo, el sexo explícito, incluso tan explícito como luego se narra en el juicio?

La clave de todo el juicio y del personaje es el sexo. O coges ese toro por los cuernos, o no hay historia ni protagonista. Cerca de la mitad del proceso --es decir, unos trescientos y pico folios-- hablan una y otra vez del sexo. Y de forma muy pormenorizada, con los detalles más escabrosos.

El otro gran personaje del libro es María del Caño…

Cuando decide casarse con Eleno de Céspedes, María demuestra una determinación y valentía admirables. Tiene poco más de veinte años, es una chica de pueblo y se ve envuelta en turbulencias que habrían echado atrás a la más templada. A mí me parece conmovedor que se comportara como lo hizo, sabiendo que podía acabar en la hoguera por apoyar en todo momento a su marido.

¿Cómo valoras el capítulo de la guerra de las Alpujarras, cómo cambia al héroe? Ahí juegas con el mito de la doncella guerrera.

La guerra contra los moriscos fue una de las más feroces y terribles de este país, quizá sólo superada por la de la Independencia y nuestra última guerra civil. Y el travestismo femenino en los ejércitos europeos, de esa época te deja pasmado. Por aquel entonces se ingresaba en la vida adulta mucho antes que ahora. Se alistaban con 16 y hasta con 14 años. Y muchas mujeres se camuflaban entre estos adolescentes barbilampiños.

¿Ocurrió así la transformación del ex soldado que acaba siendo un gran cirujano? ¿Se parece esa parte tan importante, la relación con León y Francisco Díaz, a  la realidad?

Esa relación y aprendizaje se zanja en las declaraciones de Céspedes con un par de líneas. Ni siquiera dice el nombre del cirujano, sólo insiste en que era de Valencia. Está claro que trataba de encubrirlo. Lo que he hecho ha sido estudiar el perfil personal y profesional de docenas de cirujanos y reconstruirlo del modo más verosímil.

Esa parte, tan decisiva para la historia, supone la reivindicación del humanismo, los ecos del erasmismo…

El humanismo es la espina dorsal de la cultura europea, el momento en que se propone que el destino de cada cual está en sus propias manos, y no en otras ajenas, por muy Altas que se pretendan. Ahí no caben ambigüedades, ni invocar instancias superiores, ya sean dioses, el Estado, el Proletariado o el Mercado.

La novela es un gran flash back, desde la cárcel, en vísperas del gran juicio. En ese instante la novela parece recomenzar de nuevo con una gran fuerza. ¿Te lo habías planteado así, como un recurso, como un nuevo impulso a la trama?

Absolutamente. Esa era la idea. Si la última parte no arrancaba y remataba bien, la narración se habría quedado coja. Es una de las cuestiones que te quitan el sueño: cómo contar las cosas del modo más eficiente y enriquecedor. Lo demás me parece secundario.

Se cita varias veces el ‘Discurso de la dignidad’ de Pico Della Mirandola. ¿La palabra clave de la novela es esa: una defensa de la dignidad?

Sí, y también de la libertad, porque Céspedes nace esclava e hija de esclava. En esa cita de Pico della Mirandola está seguramente la quintaesencia de esta historia: la dignidad humana entendida como la asunción de una identidad propia, a partir de las decisiones individuales.

Esta es tu tercera novela, quizá la más fluida, la más contenida también. ¿Cómo ves tu propia evolución?

Soy consciente de que estoy aprendiendo el oficio. Todavía me siento muy torpe. Miro hacia atrás y lo que veo son fallos, mucho más que logros. Tengo un montón de historias en el telar, bastante más de las que lograré escribir. Cada una plantea sus propios desafíos, y hay algunas que aún no estoy en condiciones de sacarlas adelante. Pero otras espero que sí.

La novela también tiende puentes con la actualidad a través de aspectos como la libertad, la identidad y el cambio de sexo. ¿Cuál sería ese mensaje, qué nos quieres decir, qué quieres reivindicar?

Lo que cuento es real, tiene mucha mayor autoridad de la que yo pueda pretender. Sencillamente, muestro cómo en pleno siglo XVI, alguien muy en su sano juicio, una persona perfectamente productiva, estaba reivindicando algo que hemos tardado cuatrocientos años en asumir con naturalidad: que se puede ser mujer, nacer esclava, y mulata, y ser tan profesional como el mejor cirujano del momento. ¿Necesitamos esperar otros cuatro siglos para proceder en consecuencia con otra serie de reivindicaciones similares?

¿Te ha supuesto muchos viajes, investigación, proceso de escritura? Nos interesa cualquier detalle que te parezca curioso...

Tenía ganas de escribir sobre un caso verídico para tantear algo que hace tiempo barruntaba. Tanto si escribes sobre algo real como si se trata de ficciones, es esencial dosificar la documentación. En el momento en que estés en condiciones de asumir las sensaciones y ambientes a través de la piel de tus personajes, debes echar a andar y primar la lógica narrativa y el ritmo sobre cualquier otra consideración.

 

0 comentarios