FERNANDO ARAMBURU: POEMAS
La editorial Demipage, que dirige David Villanueva, siempre sorprende en su catálogo. Ahora acaba de publicar la poesía de Fernando Aramburu, un novelista espléndido que estudió en Zaragoza. Reside en Alemania, y ha redactado, también, poesía para niños. El libro se titula ‘Yo quisiera llover’. La siempre amable Paloma Mendoza, jefa de comunicación de Demipage, me envía una selección de poemas de Fernando Aramburu.
POEMAS DE FERNANDO ARAMBURU
Entras al agua. Tu adolescencia lisa
apetece a la ola. Se aferra todo el mar a tu desnudo,
su lengua fresca con vaivén ligero
lame las piernas. Gritas con deleite
en tanto el agua blanca sube
por los redondos muslos, volviendo el rostro
hacia la playa, con juvenil melindre
mientras te moja la vagina, el talle, y gozas
sumergiéndote.
Te envuelve la marea de amanecer azul,
en la que como un rayo más del sol flotas
y te ofreces, hermosa y libre criatura
que das placer a cuanto en torno a ti resbala.
Surgen, desaparecen en la espuma
los pechos húmedos que estamparás
después contra otro pecho, donde se altera un
corazón durmiente.
Y mientras tiemblas por el frío,
dando forma al deseo,
te secarán mis manos, harás crecer la vida
que tu boca salobre suave siente.
También eres dolor, lo sabes.
Lentamente alguna caducidad
vierte su ácido en el rostro.
Los días raen la ilusión y un muro
negro te aleja de las gentes.
Así comprendes que al amar
piadosa compañía es lo que anhelas,
buscas testigo de las lágrimas,
alguien que ayude a levantar tu roca.
Residuo de tu vida reluciente,
verás la juventud sin disimulo
retirarse como arena entre dedos.
Pero no eres tristeza,
porque no hay culpa en ti por esta infamia.
HIJA
Conocerás la luz, el mar variable
que precede al origen y es ulterior al mundo,
las laboriosas hormigas dispersas por la senda
repitiendo el afán inútil de los hombres.
Conocerás la sed del agua y la del vino
y aquella de los cuerpos más terrible
que no querrás saciar ni acaso puedas nunca.
Conocerás la llama, la rosa y el cristal.
La dicha desde luego conocerás un poco,
suave nube sin aire que pasó
y no ha pasado, la desatada música
que es, igual que el tiempo, un artificio.
No podría olvidar las injusticias que harás y que han
de hacerte,
el grito, la pared, la muchedumbre,
las incontables horas de ajetreo
precisas cada día si quieres resolver
un ínfimo momento sosegado,
y esa noche de lluvia en que estarás muy sola.
Conocerás también la estatua, el libro,
el espejo, el relámpago y la taza,
la sangre que discurre buscando una salida,
la mosca pertinaz, la inapartable muerte
que no ha de consentir que te conozcas.
Un sueño sin piedad sabe tus días.
Números, padres, ríos, sombras, luna
–espléndido dolor– te aguardan. Nace.
EN LENGUA MUERTA
Las tantas en mi tumba y el amor,
pobre diablo, de qué me va a salvar
si ni mecha le queda
para velarse
a sí mismo.
Embáucame, le dije,
si puedes, si te atreves. Pon
muleta al alba, resplandor
en su orla al rojo engaño de poniente,
antes que se me olvide
seguir mañana estando vivo dentro
de mi pecho. Le dije: pues ya que tienes alas,
lávame estas cenizas paulatinas,
y luego le juré, a cambio del favor,
colgarme un sol azul de vez en cuando
en el centro absoluto de mi frente.
19 de enero de 1996
Quien sigue a su deseo y deja que más tarde
apagado el deseo lo persiga;
quien dio su juventud violentamente
en pos de unos fervores momentáneos,
falsos como la propia vida al fin es falsa,
abandonando padre y madre envejecidos
y a su ciudad nativa allá en la costa
borrada en los confusos recuerdos del ausente;
con segura fatiga en que concluye la ilusión de un
hombre,
cuando no con fastidio en soledad desengañado,
ante un paisaje de gentes tan extrañas,
apaciguando su derrota, sin duda silencioso,
sobre la arena acaso escriba:
ya que un azar me cupo en esta nave,
concédame el destino la sola muerte apetecida,
la muerte que antes de la muerte
en brazos de sirena hace olvidarse.
Adónde conduces, labio, con violencia; a qué gozo
te sigo, la voluntad entre aromas suspendida.
Un rostro quieres, un cuello fino en que una quemadura
sella tu llama. Raptado por tu afán, no te resiste
el ser sumiso que arrastras por lugares de deseo.
*Las fotos son, por este orden, de Gilles Peress, Silvia Plachy, Dorothea Lange, y las dos últimas de Sylvia Plachy, de nuevo.
3 comentarios
Nemías Meléndez -
Ja -
Mario Vargas Llosa -