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Antón Castro

NACE UN NOVELISTA: FRANCISCO RUBIO

San Sebastián: intrigas, sombras y crímenes

 

El escritor turolense Jon Lauko, seudónimo de Francisco Rubio, debuta con ‘Donostia’ (Meteora), una novela de intriga donde cuenta la historia de un espía que intenta integrarse en ETA

 

 

Jon Lauko es el seudónimo literario de Francisco Rubio, un catedrático de Matemáticas y profesor de Álgebra nacido en Caminreal, educado en Calamocha y en Teruel, en el Instituto Ibáñez Martín, donde tuvo como profesores a José Antonio Labordeta y a Eduardo Valdivia, a quienes reconoce como sus maestros literarios. Labordeta, ha dicho Laudo, le contagió la pasión por la literatura, “era un sublime poeta”, y Valdivia le deslumbró con su novela ‘Arre Moisés’. Francisco Rubio cambiaría su nombre tras leer a John Le Carré, que es otro de sus maestros, con Patricia Highsmith, James M. Cain y con autores como Ivo Andric o William Saroyan.

Poco después de la muerte de Franco, Francisco Rubio-Jon Lauko obtuvo un puesto de profesor en San Sebastián. Más de 30 años después, cuando decidió debutar en la novela, ha vuelto los ojos hacia la ciudad y le dedica una tensa, rápida y muy planificada narración: ‘Donostia’ (Meteora), que tiene algo de novela corta de intriga con varios frentes abiertos.

La narración empieza con la fotógrafa Guillermina Anglada, que es tan buena profesional como licenciosa en sus hábitos amorosos, a la que le encargan un cometido muy especial: debe seguir el rastro de un personaje dado al disfraz, a los alias, al espionaje y a un sinfín de proyectos un tanto infames o cuando menos peligrosos: Marcel Camember, que tiene la idea de crear una industria de hamburguesas en Euskadi. Nada menos.

Pronto entra en acción otro personaje, Pedro Mari Garabain, Kepa, que trabaja en un banco y que está un poco de vuelta de todo, incluido el sexo y las mujeres y la política. Y más bien solo y decepcionado en la vida. Da vueltas en su coche, recorre calles y más calles, se adentra en la lluvia y en la noche, contempla el mar, acude a magníficos restaurantes. Y en uno de ellos le dan un bote de tomate, que le salvará la vida al desparramarse como sangre. De golpe, dos asaltantes le sorprenden en el coche, y le disparan y lo dejan por muerto. Se salva de milagro, y ahí empieza otra vida: intentará saber qué ha pasado, por qué le han disparado, quién le persigue. Entra en escena una vecina suya de buen ver, de hermosa mirada, con la que empieza a salir. Aintzane tiene un hermano senador muy implicado con la idea de “liberación de la patria vasca”. Habrá un momento en que todas las historias converjan (incluida la de Guillermina, que reaparecerá casi al final), asistidas por el impulso del azar, a veces excesivo o un tanto inverosímil. El libro analiza los equívocos políticos, la proliferación de grupos terroristas (“La triple A asesina a un taxista de Andoain”, se dice y se cita a Apala), entre ellos, claro, ETA, que entonces “parecía tener una idea más romántica de la independencia de Euskadi”.

El escritor turolense, afincado ahora en Barcelona, plantea dos temas aún más claros: cómo un hombre se siente acorralado y perseguido por fuerzas misteriosas y cómo intenta resistir al miedo sin volverse loco, y cómo San Sebastián –que sigue de moda tras su borrascosa elección como Capital Cultural de 2016- es el gran personaje y el gran escenario de esta novela de intriga, de capítulos cortos, fluida, pautada en su escritura, en su ritmo y en la acción.. A Laudo más que solucionar conflictos o desvelar tramas, más que condenar a nadie, le preocupa la creación de criaturas, de estados de ánimo y de incertidumbre. Y eso se percibe incluso en el final, que cierra algunos enigmas y abre otros abismos al futuro.

Los personajes que creen haber logrado secretos excepcionales no sospechan ni de lejos que podrían ser ellos los perseguidos. Una bala podría esperarles en algún restaurante en un tiempo en el que ya empieza a sonar el nombre de Karlos Arguiñano.

 

Donostia. Jon Lauko. Meteora. Barcelona, 2011. 144 páginas.

 

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