ENRIQUE VILLAGRASA: DOS POEMAS
ENRIQUE VILLAGRASA: EL CIRCO EN CALAMOCHA
[Enrique Villagrasa, Burbáguena, 1957, publica un nuevo poemario: ‘Palabra y memoria’ en las Ediciones del 4 de agosto de Enrique Cabezón y Carmen Beltrán. Me envía un par de poemas. Las fotos son de Michael Garlington.]
UNA TARDE EN CALAMOCHA
Como agua de manantial fría y dura
los sonidos de la pista se deslizaban.
Qué frío hacía aquella tarde en el circo,
que sin carpa inundaba la plaza de toros
de aquel industrial pueblo del Jiloca.
Llegó el calor al contemplar
al ágil acróbata que en el portor se apoyaba,
y cuántos aplausos cuando el anciano jinete
rompió el círculo de papel en su salto.
Y Arnau, en el asombro de sus ojos,
reía de puro gozo;
pues, el payaso en su cómica salida
con sus zapatones y maleta tropezaba.
Ya el acordeón suena
en la puerta caoba del otoño:
qué melancolía de gestos
con aquel payaso de lentejuelas y cara blanca
y con el del vestido grotesco y maquillaje exagerado.
Qué gestos de belleza con la luz
que iluminaba la pista, la comedia y el musical.
Y con las manos cargadas de pasión y esperanza
los niños aplaudían con sus sonrisas y carcajadas.
Qué frío hacía aquella tarde
en el circo, a orillas del Jiloca.
TU VIDA
I
El corazón desea en silencio,
del convento queda la distancia.
El Jiloca siente nostalgia de su lecho
y la campana de su Burbáguena:
así incrementa el alma su fervor.
Asombrado por Francisco de Asís
y mecido por los querubines
todo fue verso en Benisa y Pego,
latitud alicantina.
Eres tarde otoñal
en el claustro de Teruel.
Su belleza, tu melancolía,
su decadencia, tu vida,
su soledad, tu alma.
Encerradas tras los labios
las palabras esperan
la luz del día y su brisa.
El tiempo estremecido
anhela otras teologías.
Inquieto todo. Oración y letanías
en el sentir de los frailes.
Volver a tenerte, ángel de la Guarda.
Duerme novicio tus sueños:
tus pensamientos son tuyos.
Espejo puro, filósofo-teólogo,
de la memoria abismo.
Realidad universitaria
de lúcidos encuentros.
Poética única: Tronos,
Dominaciones y Potestades,
Ángeles y Arcángeles.
Todos ellos para ser
se miran en el Amor.
Sentimientos, emociones,
levadura de tu vida.
Caridad, palabra inventada.
El rostro del serafín desaparece.
Calla el teólogo
en la brevedad del instante.
II
Hoy, el mar vive el crepúsculo.
Las sombras, de nuevo,
levantan el vuelo.
Se adueña la luz de tus poros
y ves, otra vez, el ángel
caído. Eco de tu voz,
¿y la palabra ida?
Palpita el momento:
melancolía de gestos
en arrasadas lágrimas,
para ocultar
el rechinar de dientes.
Ocaso, más estrellas.
La botella deja caer
su última gota.
Emborracha el poema
de lágrima angelical.
Su aroma te arropa.
Tu corazón anhela.
Acaricias el momento
de vacías celdas
y te refugias en el silencio
de las olas de la tarde,
por descifrar el poema.
Lentas, graves las oraciones,
se repiten insaciables:
el ángel -tal vez- no ha muerto,
queda Valencia olvidada.
El estudiante ya no es
un fraile franciscano.
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Enrique Villagrasa -
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