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Antón Castro

'PASOS' DE EMILIO PEDRO GÓMEZ

[Emilio Pedro Gómez, matemático y poeta, fotógrafo y andariego, rapsoda y soñador, acaba de publicar ‘Pasos’, un diario lírico del Camino de Santiago, un libro en cinco tramos que cuenta  -de diversos modos: casi siempre desde la evocación y la intuición poética- las impresiones ypaisajes de 1.000 kilómetros de caminar, apuntar, observar y escribir. Gentilmente, Emilio me envía esta selección de textos, que fueron los que se leyeron ayer, acompañados de fotografías, en su presentación en la Sala de Música del Palacio de Sástago.]

 

 

CAMINO DE SANTIAGO

  • Emprender este camino es ponerme a prueba: saber si sé vivir de caminar.
  • En Roncesvalles. Por sorpresa -golpe de algodón en la mirada- invierno atesorado en pleno abril: una montaña de nieve en el pequeño claustro.
  • Viajar, perder países

vivir un ver constante.

  • Hablar para alcanzar la plenitud del silencio. Caminar para colmarme de quietud.
  • Soñé hacer el camino con mi hijo. El sueño comprendía estos paisajes impregnados de mutuo aprendizaje y una filial complicidad que ya nunca sabré.
  • Los hijos caminan hacia nosotros alejándose.
  • Me pasma la belleza del amanecer. Me desafía a que también yo amanezca.
  • Nunca resisto la tentación de mirar a lo hondo del río, desde lo alto del puente.

¡Qué desvelo!

¿Cómo puede estar dormido

en ese fondo sin parar de sueños?

  • La siesta sirve para soñar que el cansancio no existe. 
  • La pequeña laguna contiene la respiración. Como en la concentrada atmósfera de un cuadro de Vermeer, nada se detiene, pero todo está quieto.
  • Puente la Reina. Hay un poema grabado muy cerca de la orilla del Arga. Su resumen: “El día está bien hecho, porque yo hago bien el día”.
  • Flor de soplo

vilanito

enséñale a la viña

olvido

  • Pasión de pétalos.

Son labios del trigal

las amapolas.

  • Fuente generosa.

Saliva de mujer deshabitada.

No me calma la sed

que no tenía.

  • Me acompaña un taciturno, peregrino. Mantenemos una conversación tan silenciosa como el tañido de las manzanas.27 Se va sin decir nada.  
  • Ese peregrino arrastra una ciudad llena de nadie.
  • ¿Alcanzaré Sansol? ¡Qué rápido se ve, qué tarde llega!
  • Torres del Río, iglesia del Santo Sepulcro. En el interior del templo entrego los ojos sin sentirlo. La mirada se aloja en lo más alto (arriba de la orla ajedrezada), en la espléndida estrella de nervios de la cúpula, y se queda cautiva –elevada sin red- en su mágico círculo.
  • Cuesta abandonar el templo. Su armonía invisible es más fuerte que la visible.31 En pocos lugares me he sentido tan bien. Lugar del alma.
  • El centro del camino es una orilla. Casi balsa. Mis largas piernas no me sirven de puente  Hundo mis sandalias al fondo indescifrable de los charcos, después de haber llovido.
  • En plena soledad, brota la pluralidad del yo. Toda mi multitud recuperada.
  • El filo de una hoz acuna Venus.
  • En Navarrete, me entra la tentación de mirar en los zaguanes a la búsqueda de suelos empedrados, arcas antiguas, viejos aperos de labranza... huellas sencillas, de los antepasados.
  • Porque Hay un camino en cada cosa.
  • Y yo quiero mirar las cosas como las cosas me miran a mí.
  • En la recoleta plaza de la Alameda, siete mujeres de pelo canoso han desplegado mesa, sillas, tapete verde, monedas de 1 céntimo de euro... Cual esculturas vivas, sin pudor, juegan serenas al julepe.
  • Cuanto más me alejo, más percibo la llamada de un lejos más distante.
  • Pedro lleva en la mochila multitud de hogares. Te los entrega y se desborda como un cántaro roto. Hace el camino en soledad, pero no he conocido peregrino menos solo.
  •  Intento infundirle ánimos :Porque todo es camino-le digo-

aunque la ruta a veces parezca una traición. 

  • Montes de Oca. Comienza la ascensión (y el duende). La niebla se apodera de todo lo que miro. Amedrenta, se configura apenas unos pasos adelante, mas no se deja alcanzar nunca. ¿Será porque la llevo conmigo?
  • San Juan de Ortega. Accedo al pueblo. Sencillo, acogedor. En este lugar sería hermoso aceptar el helado celaje del invierno, ver nacer la nieve. No sé porqué huída y búsqueda se hallan aquí tan bien reunidas.
  • Placer de madrugar y estrenar el diario silencio de las cosas.
  • Ni sol ni luna, mas alguien parece alumbrarme el incierto camino. Por tres veces me paro, doy la vuelta,  miro. No hay nadie. El ángel de una luz inexistente.
  • Desde el alero cercano, una golondrina me ofrece todo su repertorio de trinos. Desde las ramas generosamente manda su melodía a la mañana...
  • Reemprendo la marcha pensativo. ¿En verdad se diferencian las palabras del piar de los pájaros?
  • Caminando entre dos hileras de amapolas, siento que la claridad viene del suelo.
  • Hipnotizado

el gallo en la veleta.

Viento en calma.

  • ¿Un tren que se aproxima? No me sucede nada, pero ¿qué me está sucediendo?. Este momento lo ha escrito por mí, José Corredor-Matheos:

Luz a lo lejos.

Infinita nostalgia

no sé de qué.

  • A la entrada de la Catedral de Burgos, los doce apóstoles ¿comentan despreocupados las sagradas escrituras o acaso el fatigado posar ante la cámara digital de los turistas?.
  • La calle Real de Hornillos: su bella austeridad, su piedra nítida...
  • No acierto con el ritmo. Aprieto fuerte el paso y luego, sin porqué, desacelero. Cuesta dejar los pies al pulso del camino.
  • De golpe, a punto de ser tragada por la tierra, aparece la torre de la iglesia de Hontanas.
  • Ofertorio de caños generosos junto al ábside. Sorbo sus voces transparentes, como quien recobrara el habla.
  • Ruinas de San Antón: ¿amanecer de piedra o piedra amanecida?
  • Asoman como una aparición.,¿Quién, con qué romántica destreza, fue deconstruyendo el monasterio hasta dejarlo así, tan espectral, con tal exacta arquitectura de umbral de la melancolía? Al pasar bajo el arco, es como si ingresara de nuevo en el ambiguo enigma del camino.
  • A orillas del Ucieza, de repente, el encarnado fulgor de unos escaramujos. Los miro con admiración, como si resumieran la belleza del mundo.
  • En el mesón de Villalcázar de Sirga, del solomillo a la ternura, del tocinillo al cielo
  • Nos demoramos en la plácida sobremesa. La comida rápida ahorra tiempo de vida pero a quién le interesa eso, salvo a la muerte.
  • En Terradillos de Templarios sobrevive el adobe, pan de barro y paja, hogar de tantos huidos campesinos.
  • Templo de “La Peregrina”. Nuestras miradas prenden en las configuraciones geométricas de las yeserías. Vislumbres del rostro impensable de Alá: sus ojos infinitos.
  • Catedral de León. En su interior, levadura visual. Espejismo sublime. Colores tallados en reflejos que atraviesan los párpados y ascienden. Vidrieras en estado de gracia: manan la gloria de una luz insobornable.
  • Me embriaga de amor esta fiesta de los ojos .
  • Regreso de mirar

transfigurado

ligero

con un regusto inédito en el alma.

  • He de salir. Van a cerrar las puertas. Me da la tentación de hacer noche, furtivo, en el lugar sagrado. ¿Cómo será sin nadie –los ecos nada más- la luz de su silencio (y se quede la catedral hablando sola)?
  • El gallo insiste en su canto de madrugada. Lo miro con sosiego. ¿Qué cabe responder a esa alegría?
  • Me adentro en el sistema vascular de la noche. Mis pasos copian la falsa lentitud celeste. El alba me halla cómplice de las sombras que, como al principio de los cuentos –consuelo del color- se desvanecen.
  • Ya la noche estocada de muerte (palidez enfermiza de las constelaciones). Reconozco el ámbar del amanecer.
  • Ayer la lluvia encendió el olor del romero. Hoy la anisada fragancia del hinojo aroma nuestros pasos.
  • En el albergue converso con Ramón. Tiene el don de elegir palabras sabias, convenientes, certeras… “En el desacuerdo, dice, comenzar por comprender que no nos comprendemos”.
  • Astorga a lejana vista de pájaro.
  • Camino hacia quién he sido y mis pasos entran en mí.
  •  Mis dedos casi tocan la memoria. El silencioso pie de la tierra natal. La luz en que nací.
  • Cuesta mirar mi ciudad, la ciudad de mi alma (primeriza) como una ciudad más.
  • Su armonía de formas,  su colectivo balcón corrido, su no se qué de piedra noble, asambleada... ¿porqué el ayuntamiento de Astorga me sigue pareciendo el Ayuntamiento por antonomasia?
  • Ahora que regreso, fugazmente, a mi tierra lo comprendo: se aprende a partir en el momento de volver.
  • Después de recorrerlo serenamente con la mirada, abandono el pórtico de la catedral convencido de la impenetrable intimidad  de la piedra.10
  • Quisiera percibir Astorga con ojos nuevos, limpios, desprendidos de la ficción de los recuerdos
  • ¿Mas acaso no continúa siendo este lugar paisaje de mí mismo?
  • Desayuno en la calle Real de Santa Catalina de Somoza, frente a la iglesia. Me consuela un olor a rosales que atraviesa el camino.
  • Cruz de Ferro. Tomo un guijarro de los alrededores y me atengo al rito de lanzarlo sobre los demás. Emociona pensar que este humilde montón de piedras junto a la endeble cruz permanezcan después de tantos siglos, mientras grandes monumentos se han convertido en ruinas.18
  • Manjarín: José Antonio se ofrece a dar un masaje a mi tobillo inflamado. Lo impregna con aceite de aloe vera. Sus manos hablan el lenguaje de la delicadeza.
  • Cuando me dice que va a continuar con un masaje radiante, sin contacto físico, percibo el ala de un ángel contra el viento helador.
  • A mis pies, El Acebo, un puñado de casas apiñadas de piedra, tejados de pizarra, espadaña,  balcones de madera… Estampa viva de un tiempo que se fue.
  • La expresión ingenua y cómplice del barquillero en bronce de la desierta plaza mayor de Ponferrada.
  • Me miran unas zapatillas que parecen apiadarse de mí. Tentación de entrar en ellas y dejar que me conduzcan placidamente a casa.
  • El Bierzo es allá donde León copula con la fruta y canta.
  • A veces, en el camino surgen imprevistas desapariciones. El aliento acechante de mis padres, por ejemplo.
  • Tal vez deseo crear mi propia estela, sin alejarme demasiado de las suyas.
  • Salgo de la frondosa vegetación a inclinadas praderas… La bondad de tanto espacio libre me deja su limosna de infinito.
  • Por la noche, en el albergue, varios peregrinos intercambiamos direcciones, teléfonos... Mañana el camino se bifurca. Intentamos cazar en una fotografía este instante de nómada amistad.
  • Alto de San Roque. El peregrino en bronce afianza su sombrero contra el viento… Firmeza del propósito frente a la adversidad.
  • Enigmático pensamiento del libro del mesón de  O Cebreiro,: “Sabemos dónde somos, pero no cuando”.
  • Perecen figuras de un belén: vacas de color palestina. Dan a la mañana una verdad que no tenía.
  • Baño de pies en el agua helada del viejo lavadero de San Cristobo do Real. Me consuelo pensando: No hay sufrimiento que no sea dolor del mundo. Mejor no evitarlo. Cada ampolla es un ojo en el que examinarme.
  • Aldeas con más vacas que vecinos, boñigas  en las calles, por las que asoma de vez en vez alguna anciana de enlutada saya, extraída de una película en blanco y negro de Cifesa. Así era la España rural en que nací.
  • Todos los pasos conducen a mis pies.. Y mis pies son mis ampollas ¿Por qué este empeño ciego en avanzar?
  • Éste es un instante perfecto para aprender a no llegar.
  • Por fin, una fuente. Descanso. Estoy con nadie, mas disfruto  la soledad de estar con todo.
  • Popular pulpo a feira de Ezequiel. Del caldero de cobre extrae el cefalópodo de lánguidos tentáculos Vierte  sal, pimentón, aceite. Parece imposible que una receta tan sencilla logre  conjugar una fusión de sabores tan perfecta.
  • El macizo de hortensias ofrece su muestrario de azules. En la gloria del verano, los colores del cielo prevalecen.
  • Acaricio el tronco del roble cubierto de honda capa de musgo. En mi mano hay un recibimiento y un adiós. Percibo lo irrepetible del instante. La alegría de no volver jamás.
  • Monte de Gozo. No percibo júbilo alguno en el lugar. Cualquier cumbre pasada fue mejor.
  • Plaza del Obradoiro. Da una bienvenida de jerarquías abismales: arriba, el poder divino de la iglesia; abajo, el austero llegar del caminante.
  •  Es el lugar del clero como institución, como poder inaccesible: los propietarios de Dios.
  • He llegado por fin; esto no es mi lugar pero he llegado.
  • Pórtico de la Gloria, gloria de todos los pórticos. Santiago tiene la expresión de un ciego que sabe donde va, y  lleva y se deja llevar hacia una eternidad sumida dentro de él.
  • La gente corriente, el pueblo llano, bienaventurado en las palabras de Jesús, aparece minimizado en la iconografía religiosa.
  •  Por fin, después de tantos  pasos de pasos, se avista el mar. Desde aquí parece  que el sendero no tuviera otra razón de ser que ponerse a su servicio. Me embarga la emoción definitiva de quien arriba a la costa azul de un infinito.
  • Los bandos de gaviotas

propagan lejanías.35

  • En el Cabo de Finisterre parece recomenzar esa sed de lo que nadie ha visto.
  • Oigo el murmullo de un pensamiento que parece no tener fin. El del otro lado del mar es uno mismo. 40
  • He visto mochilas desplegando sus alas escondidas. He visto al tren mendigar paisaje a los incendios gallegos y he visto al río incapaz de volcarse contra el fuego. He visto a gente llorar de no estar sola… ¡Hay tantas forma de volver que no conozco!
  • Al final del viaje, siento que he soltado lastre. Me he librado de rutinarias corazas y pieles superfluas. Menos arropado, soy más yo.
  • Temo que al volver pierda de nuevo la conciencia de que todos los días son viaje.47

 

            Cuando regresé, mi andamio de rutinas todavía estaba allí.

1 comentario

Ángel Guinda -

Gracias, querido Emilio, por llevarme "encitado" en tus pasos.