FERNANDO SANMARTÍN: UN DIÁLOGO
LITERATURA. FERNANDO SANMARTÍN. Nacido en Zaragoza en 1959, publica ‘Notas sobre Zaragoza del capitán Marlow’ (Xordica).
“La poesía está en mi escritura y es
una de sus señas de identidad”
“Alejarse de lo que uno ama produce dolor”
¿Qué ocurre cuándo se escribe de noche?
La noche es más íntima que el día, mucho más, y eso lo refleja la escritura. La noche también te empuja a la transparencia y fortalece, como algún poeta ha dicho, el argumento de la mirada.
¿Que tiene la escritura de recreación, de evocación, de llamada a los fantasmas, de captura de climas?
Todo eso está en las páginas de este libro. Y en su comienzo se dice: la escritura es una convicción y la cita con uno mismo.
“Tengo miedo de no estar a la altura de mis amigos escritores. Y por eso escribo libros menudos con la sinceridad como única sintaxis”. ¿No será falsa modestia o petición de indulgencia?
Hay amigos míos que son grandes escritores, tipos con enorme talento. Espero que algo se me vaya pegando. Si no, malo. Hay seres que nos hacen mejor: con ellos hay que estar.
“Zaragoza es el argumento de estas páginas”. ¿Cómo es el cuento o la novela de Zaragoza?
Todos hemos sido algo que ya no somos. Y eso le ocurre a una ciudad. Este libro lo refleja. También contiene un viaje novelado y el hecho de que ella, la ciudad, como diría Peter Handke, es un ser lleno de preguntas.
¿En qué medida este libro es o quiere ser una topografía sentimental de Zaragoza?
El contenido sentimental está presente. De niño, me impactaba ver las bombas dentro del Pilar o escuchar leyendas sobre el pozo de San Lázaro. Alguien me contó que ese pozo, a través del centro de la tierra, comunicaba con el Índico. De ahí el riesgo que asumían los submarinistas al descender a sus profundidades. ¡Fabuloso! De esa topografía sentimental forma parte el Parque Grande (hoy parque José Antonio Labordeta), que fue circuito de motos en el que Ángel Nieto compitió; y las terrazas de la plaza de San Francisco, el café de Levante, Casa Emilio, la pastelería Fantova, los hermosos bulevares de la ciudad…
¿Existe algún vínculo entre Joseph Conrad y Zaragoza?
No existe ningún vínculo entre Conrad y Zaragoza. Pero Marlow es el personaje de Conrad en libros como ‘El corazón de las tinieblas’. Y ese personaje es un narrador dentro de la narración, que observa y explica. Lo utilizo para dar nombre al libro, como homenaje a Joseph Conrad, a su literatura, al viaje por el interior de la ciudad.
Son muy bonitas las líneas que le dedica a su padre: su diccionario de inglés, una borrachera, las noches en la Base Americana, su temprana muerte...
Mi padre es la gran ausencia de mi vida. Su muerte prematura lo desordenó todo. Hace poco estuve en Tetuán sólo porque él vivió allí. Y me fotografié donde él se había fotografiado en los años 50. No sé si eso es bueno o malo. En todo caso, se trata de problemas no resueltos dentro de mi cabeza y que no lograré resolver nunca.
¿Qué le gustan más los taxis, las piscinas o el perfume de algunas mujeres?
El perfume de algunas mujeres, sin duda. En ese perfume hay otra escritura.
¿El amor más perfecto es el soñado? Pienso en la joven Esperanza, que tiene algo de primer amor...
Lo digo en el libro: de jovencito, el instinto básico de poeta, con algunas chicas, se convertía en el instinto de un peón caminero. Y ese personaje, la joven Esperanza, es hoy una mujer elegantísima, excelente profesional del Derecho y jugadora de golf. Me enamoré en silencio de una de sus amigas. Yo tenía veinte años y unas copas de coñac tuvieron algo que ver con aquello. Jamás volví a tomar coñac.
“Nunca me ha sentado mal una cena en casa Emilio”, escribe. ¿Es un elogio de su gastronomía o quiere decir otra cosa?
Casa Emilio es ya un lugar mítico, lleno de karma como dice ese gran pintor que es Jorge Gay. Casa Emilio pasará a la posteridad. No tengo ninguna duda. Escritores, músicos, actrices, pintores, libreros, cineastas… coleccionan momentos muy felices vividos allí. Y ojo, hacen una fritada, entre otras cosas, espléndida.
¿Qué importancia tiene la poesía en su escritura?
Hay que tener cuidado. La poesía puede ser un lastre en la creación narrativa. Y lo peor que hay es una prosa azucarada. Reconozco, eso sí, que la poesía está en mi escritura y es una de sus señas de identidad.
Hay una vena más o menos fantástica y humorística en el libro. Suena un teléfono y habla Habermas; en otro lugar, también habla Baudelaire, en otro lugar te siente a Mallarmé en Zaragoza...
El humor y también el afecto por algunas personas salen con más facilidad en mis libros que en lo cotidiano. Tengo que profundizar en esto para saber por qué.
¿Qué libros y autores le han acompañado durante la escritura?
Cuando escribo, mi vida como lector continúa su curso normal. Durante la escritura de este libro, recuerdo haber leído algunos títulos que valen la pena: ‘Tiempo de vida’, de Giralt Torrente; los ‘Diarios’ de Iñaki Uriarte; ‘En medio de todo’, de Julio José Ordovás, un autor que pronto publica nueva novela en la editorial Anagrama. También leí las ‘Cartas desde Rusia’, de Juan Valera, porque aquel verano yo me iba a Helsinki y después a San Petersburgo. En esas cartas, y lo recojo en mi libro, cuenta Valera, antes de encontrarse en Rusia con el literato Sobolevski, que cantaba la jota, hay una afirmación que escucha: la defensa de Sebastopol solo fue comparable a la de Zaragoza.
Se va a Sitges y dice: “Escucho el mar y pienso que si no pudiera volver a mi ciudad el dolor me volvería loco”. ¿Es verdad?
Amo profundamente Zaragoza. Y sé que alguien, al escuchar o leer esta afirmación, dirá: « ¡qué tío más gilipollas!». Eso me da igual. Mi respuesta es sencilla: lo gilipollas es hacer una despedida de soltero en un puticlú, o ser chulito por ir en yate. En todo caso, para responder bien a la pregunta, alejarse de lo que uno ama produce dolor.
*La foto de Fernando Sanmartín es de Columna Villarroya.
2 comentarios
ana a. -
Angel Guinda -