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Antón Castro

EL OFICIO DE CONTAR DE PISÓN

EL OFICIO DE CONTAR DE PISÓN

 

MARTÍNEZ DE PISÓN O EL OFICIO DE CONTAR

 

Una lectura de ’La buena reputación’ (Seix Barral, 2014)

 

Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) es uno de esos novelistas que entiende su oficio como el arte de la naturalidad. Busca una voz sólida y serena, convencida, que le permite alcanzar lo que desea: desgranar historias, investigar vidas y épocas, crear personajes, desmenuzar mundos con su pálpito realista y dibujar atmósferas en apariencia sosegadas, pero que no lo son en absoluto. Y resultan más inquietantes cuando cerramos el libro: entonces, como si nos persiguiesen sus personajes o sus fantasmas, todo se torna aún más inquietante y quizá desolador. En los libros de Ignacio Martínez de Pisón rara vez hay familias felices. Parece decir, con Leon Tolstói: «Todas las familias felices se parecen; cada familia infeliz lo es a su manera». El Premio de las Letras Aragonesas de 2011 así, como quien no quiere la cosa, dota sus ficciones de una auténtica carga de profundidad, de detalles, de aristas y pesadillas, que no se ven a primera vista porque Pisón huye de la afectación, de la estridencia y parece abrazar un clasicismo intemporal.

 

Pero no conviene llamarse a engaño: es un novelista meticuloso, de la estirpe de Anne Tyler, Natalia Ginzburg y Alice Munro, e incluso de Philip Roth y John Cheever, con quienes comparte la pasión por lo cotidiano y sus cuchillos. Y sabe manejar las elipsis, las situaciones, las paradojas del vivir. Es clásico y moderno, y por eso firma libros tan distintos y complementarios como ’Carreteras secundarias’, ’El tiempo de las mujeres’ o ’El día de mañana’, piezas que nos permiten navegar a la perfección por su última novela: ’La buena reputación’, uno de esos libros que hunden sus raíces en Galdós y Baroja, en la precisión ’naturalista’ de Gustave Flaubert y en los laberintos cruzados de las sagas de Thomas Mann. Pisón , para quien cada novela es una aventura procelosa y un regate a la pereza, se ha ido a los años 50 a Melilla y Tetuán, en los tiempos del Protectorado Español, para narrar la ambiciosa historia de Samuel y Mercedes, la de su hija Miriam y la de los hijos de esta: Elías y Daniel. En realidad, son cinco libros, cinco partes que tienen algo de independientes. Aunque pueda parecer prolijo en ocasiones, Pisón oculta cosas, las reserva, las dosifica, las embarga, y su narrador omnisciente, en sigilosas piruetas narrativas, revela de súbito detalles de los personajes: el heroísmo inesperado de Samuel, la muerte de varias personas, la razones de la huida de Sara, la pasión escénica de Elías... De ese modo la novela se ensancha y el narrador administra la acción a su antojo.

 

Y constata algo que es una de las lecciones del libro: todos, de alguna madera, acaban legando los errores, las obsesiones e incluso la fatalidad. Y los hijos, con terquedad, realizan actos parejos y similares revueltas a los que criticaron con alguna saña de sus progenitores.

 

’La buena reputación’ aborda la existencia de una pareja que se amó en sus principios y que ahora, cabría decir, más bien se soporta. Y de esa tensión deriva uno de los elementos importantes de la vida de Samuel: su historia con Alegría, con quien suele reunirse en Tetuán. Quizá ahí radique uno de sus errores capitales o también una de sus ilusiones. El narrador parece interrumpir esa peripecia y sabremos de ella algo más adelante. Mercedes es zaragozana; la familia, en un determinado momento, decide trasladarse a Málaga y depués a Zaragoza, que tiene una importancia capital en la narración. Pisón , tan preciso con los datos, propone una topografía física y sentimental de la ciudad, en la vida de Mercedes, y en la de Miriam, en los paseos por la carretera de Logroño y la Base Americana, e incluso en los dos hijos. Una familia, al menos las de Pisón , se caracteriza por sus contrariedades y a veces por la fatalidad. Y eso explica, en buena parte, la fuga de Sara (cuya existencia las cuentan los otros, por decirlo de algún modo: ella no tiene ’nouvelle’ propia pero anda por ahí) y cómo ese hecho ensombrece a la familia; explica el infortunio reiterado de Miriam: con sus tentativas para cantar, con su marido Ramiro o incluso en su noche en el hotel Corona de Aragón el día que se produjo el incendio. No revelaremos aquí por qué estaba hospedada allí Miriam, pero sí que esa contigencia le permite a Martínez de Pisón recrear el horror dantesco de aquel día de julio de 1979.

 

Los libros de Pisón se caracterizan por el rigor y la elaboración de su poética de la elocuencia y la claridad, por el tramado histórico y sociológico tan perceptible. Por la ambición. Esa es una de sus audacias. Trabaja, investiga, viaja y encuentra... Y aquí hay materiales de muy diversa factura: se cuenta cómo vivían los judíos españoles en el Protectorado de Melilla, se aborda su deseo de trasladarse a Israel, se habla de música y de teatro, hay guiños a varios autores (Justo Navarro, González-Ruano o Garriga Vela, por ejemplo) y, sobre todo, escruta con lucidez la urdimbre y las paradojas de una familia en la que hay ocultación, ambigüedad, memoria, fracaso y crueldad.

 

’La buena reputación’ es una espléndida y laboriosa novela sobre las ilusiones perdidas y sobre cómo los buenos tiempos se convierten en un puro espejismo, en dolor y en léxico familiar.

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