Blogia
Antón Castro

UNA CARTA PARA UN MAESTRO DECISIVO

https://elpais.com/elpais/2018/03/05/eps/1520254675_389612.html

Recuerdos para el porvenir

Una semblanza del curso 1975-1976, en el que el autor intimó con la gran literatura. Su maestro tenía nombre. Y también una mujer bella y enigmática.

QUERIDO XOSÉ Toba Quintáns: eras de Muxía, en plena costa de la Muerte, de la que se contaban historias de romerías y naufragios. Lo dijiste un día como quien no quiere la cosa. Acababas de terminar la carrera de Letras en Santiago de Compostela y tenías ese aire tímido, jerséis ajustados y pantalón acampanado, de quien había trabajado mucho, porque en tu casa no sobraba nada. Gracias a ti, en aquel curso puente de FP-1 a FP-2, aprendimos mucho de literatura. En tus clases, con la fuerza del torrente, aparecían Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, y más tarde los grandes poetas del 27: Jorge Guillén, que parecía ser tu favorito, en concreto el poema ‘Sol en la boda’, que nos leíste y nos hiciste leer a ver cuánto entendíamos; García Lorca, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda y dos malabaristas del verso, Gerardo Diego y Rafael Alberti.

Ir a tus clases era algo especial. Ofrecías gestos de complicidad y eras uno de los nuestros: te gustaba el fútbol, jugabas de interior, te definiste como pundonoroso más que estilista. Entendías con una sonrisa condescendiente y pícara nuestros desafueros y parecías sentir una indefinible afinidad con los que éramos chicos de aldea como tú. De vez en cuando se te escapaban algunas palabras en gallego y parecías disfrutar cuando recitábamos alineaciones de fútbol o contábamos algún combate de boxeo. Un compañero (creo que era Cazus) escribió un cuento ingenioso donde unía un accidente de coche y la derrota del púgil Perico Fernández por “la puta calor”. Los cuentos nos llevaron a Julio Cortázar y nos enseñaste a leer su relato ‘Todos los fuegos el fuego’, cuyo tema central, dijiste, era la pasión amorosa y el deseo sexual en los tiempos de Roma y en el moderno París.

Y de repente, inolvidable Xosé Toba Quintáns, que solías recordar que la novela La hija del mar, de Rosalía de Castro, sucedía en tu pueblo, nos hablaste del boom latinoamericano: de Borges, Cortázar, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Fue como si alguien nos arrojase en el territorio de las maravillas y los prodigios. Un día me invitaste a tu casa en la calle de San Andrés, me mostraste los apuntes de la carrera, los mismos que usabas para impartir las clases, y tu biblioteca. Tu pasión parecía ser Ernesto Sabato, en particular Sobre héroes y tumbas, aunque también tenías El túnel y Abaddón el exterminador. Creo que estaban encima del armario de tu dormitorio. La casa estaba llena de libros.

En un instante, apareció tu mujer: bella, enigmática, joven, con el pelo oscuro muy largo y no sé si tímida o más bien indiferente. Cuando salí a la calle con una edición de Cien años de soledad, tuve la sensación de que aún te admiraba mucho más. Miro hacia atrás, hacia aquel curso 1975-1976, en la Universidad Laboral Crucero Baleares de A Coruña, y me doy cuenta de que fuiste determinante, auroral: el primer gran maestro para la vida que me esperaba. 

 

 

*Antón Castro es escritor, periodista y dramaturgo. Dirigió los encuentros literarios de Albarracín durante siete años. Ahora coordina el suplemento 'Artes & Letras' de Heraldo. Uno de sus últimos libros es Golpes de mar (Ediciones del Viento).

 

3 comentarios

Javier Quiñones Pozuelo -

Estimados Antón y Xosé, gracias a los dos; a ti, Antón, por la emocionante carta de reconocimiento a la labor de los profesores de literatura, y a ti, Xosé, por haber sabido transmitir a tus alumnos de entonces (Antón sería, seguro, en estas materias de humanidades, eso que suele llamarse un "alumno aventajado") el gusto por la literatura y la importancia de esta como fuente de conocimiento. Sois los dos, maestro y alumno, un ejemplo.Y lo digo hoy en que parece que la cordialidad y la complicidad entre profesores y alumnos se está perdiendo a pasos agigantados, quizá como fruto de las políticas educativas de esos que arrinconan las humanidades en las clases más sombrías de los institutos y colegios. En fin, una hermosa comunicación entre vosotros, Antón y Xosé, que nos conmueve a todos. ¡Qué necesarios son este tipo de reconocimientos en los días que vivimos... cuarenta y dos años de docencia, bravo Xosé!
Un fuerte abrazo, Javier.

P.S. José María, tengo mis dudas acerca de si el medio en el que Antón publicó su hermoso texto es "la cima del Everest", como dices...

Xosé Toba Quintáns -

Hola, Antón. Acabo de leer tu artículo lleno de semblanzas tan bonitas como inmerecidas. Me ha hecho una enorme ilusión, sobre todo en unos momentos en los que estoy "estrenando" jubilación y, al hacer balance de lo que fue mi vida profesional, surgen dudas sobre lo que pudo haber sido y no fue...Personalmente, y creo habértelo dicho alguna vez, guardo un gran recuerdo de aquel curso de acceso al segundo grado, curso que nadie quería y que me ha marcado tanto y tan positivamente como, parece, yo a vosotros. Como tú sabes, estaba -a mis 23 años- estrenándome en la docencia y, lleno de dudas y miedos, decidí compartir con vosotros mis sentimientos de recién titulado. Fueron muchos los cursos y alumnos a los que impartí clases a lo largo de mis 42 años de docencia, pero de este curso guardo un especial recuerdo.
Gracias por recordármelo, y gracias una vez más por acordarte de mí.

José María Bardavío -

Enhorabuena por llegar a la cima del Everest; por el contenido y por el continente. Un gran abrazo.