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Antón Castro

CARMELA TRUJILLO LEE 'LA LEYENDA DE LA CIUDAD SUMERGIDA'

https://libroscarmelatrujillo.blogspot.com/2015/10/para-tener-en-cuenta.html

La leyenda de la ciudad sumergida, 

de Antón Castro
Ilustraciones de Javi Hernández
Si se hiciera una encuesta sobre por qué leemos o qué buscamos en los libros, creo que un alto porcentaje de nosotros diríamos que es para encontrar tesoros. Y por tesoros me refiero a descubrir una obra que nos llena por completo, que nos hace creer en mundos paralelos y que nos transforma en compulsivos (desesperados que buscan cualquier momento para seguir leyendo la historia).
Pues de un tesoro recién descubierto quiero hablar hoy. Se trata de La leyenda de la ciudad sumergida, publicado por Ediciones Nalvay(pequeña editorial aragonesa que solo edita “aquello que a nosotros mismos nos gustaría encontrar en las librerías”). Un libro escrito por Antón Castro e ilustrado por Javi Hernández. Una novela (¿juvenil?) que comienza así:
Sabela Camelle estaba a punto de dar a luz el día en que Cidre Oután, el ciego de Baladouro, se detuvo ante ella frente al lavadero, le cogió el vientre y se lo palpó amorosamente para comprobar hacia qué lado le abultaba más. La mujer, que conocía su fama de adivino, se dejó tocar por aquí y por allá como si nada.
-Parirás mañana al amanecer un muchacho que, a medida que pasen los días, se volverá un poco brujo- le dijo el ciego.
Y ya es imposible detener la lectura. Una lectura que, para mí, ha sido como un estadillo de sabores. Ha sido algo así como cuando te comes un bombón relleno, que explota en la boca, y todos los sabores se mezclan. El sabor del mundo rural de Rosalía de Castro, por ejemplo, o esa reminiscencia de libros clásicos como “Lazarillo de Tormes” o “Don Quijote de la Mancha”. ¿Recordáis que encabezaban sus capítulos con largas frases que explicaban lo que iba a acontecer? Pues aquí, igual. Un ejemplo:
III
DE CÓMO EN BALADOURO LLOVÍA SIN PARAR
O EL INICIO DE LA AVENTURA
Después del primer domingo de otoño se había desatado una inmensa tormenta y ya hacía más de tres días que llovía sin cesar. El río Bolaño se salió de su cauce e inundaba los prados y las vegas de frutales. Illó Oscuro amenazaba también con salirse de sus límites y extenderse por las fincas de siembra, la propiedad inmensa de Ferreño, y por los huertos protegidos por muros de laja a lo largo del río. En los caminos nacían riachuelos que bajaban enloquecidos desde las cumbres y desembocaban en la era del tío Xosé do Nacho, donde formaban barrizales, lagunas de lodo y un mar de agua con residuos, espantapájaros y aparejos de labor.”
Las aventuras, en este libro, ocurren una tras otra, con todo tipo de personajes (muchos, propios de la mitología gallega). Y nosotros, como lectores envueltos en la magia de Antón Castro, nos lo creeremos todo. Todo. Incluso que los animales hablen. O que existan seres como los nuberios. También las meigas, por supuesto, que las hay. Y seguiremos leyendo para conocer qué le ocurre a Esteban, un chaval que posee ciertos dones únicos desde que fue obsequiado con un libro escrito a tres tintas y que le iba a proporcionar la capacidad de“arreglar las mayores catástrofes, de curar las más punzantes y dolorosas heridas y de vivir las aventuras más increíbles”. El amor por la lectura, por los libros, por las historias que cuentan esos libros o los relatos que se narran en voz alta, todo eso, tiene cabida en La leyenda de la ciudad sumergida.
¿Y qué decir de las ilustraciones? Pues que forman una perfecta simbiosis con el texto, acompañándolo de una manera sutil, delicada.Javi Hernández, el ilustrador, me cuenta que se siente muy cómodo realizando este tipo de dibujos, con el lápiz “porque me permite de un modo sencillo expresar mucho, construyendo atmósferas y a la vez conseguir  precisión en los detalles”. Me cuenta que no le atraen las técnicas digitales porque necesita “tener un contacto táctil con los materiales sobre el papel”. Las imágenes que acompañan esta reseña, repletas de detalles y de color, son un ejemplo del buen hacer de este artista argentino afincado en Huesca.
El autor, Antón Castro, nació en La Coruña y reside en Zaragoza. Es escritor, periodista (ganó en 2013 el Premio Nacional de Periodismo Cultural) y traductor. Y nos habla a continuación de La leyenda de la ciudad sumergida. Preguntas y respuestas para conocerle mejor.
…….
¿Qué supuso, para ti, que este libro tuviera una segunda oportunidad? Me refiero a que, casi diez años después de su publicación en gallego, la editorial aragonesa Nalvay te dijera que se había enamorado de la historia.
Tras publicar ‘El niño, el viento y el miedo’ en la editorial Nalvay, le di a David González, el editor, el ejemplar en gallego de ‘A lenda da cidade asolagada’, sin ninguna intención oculta. Él sabe poco gallego, me confesó, pero se zambulló en el libro, le interesó la historia y me dijo: “Antón, esta novela me ha encantado. Me gustaría que la tradujeses”. Y ahí empezó todo: la reescribí un poco, la “desbarroquicé”, la hice algo más fluida y mantuve sus constantes: la fantasía, el enigma, el bestiario, etc.
Hay un personaje, un animal, que me ha gustado mucho: la yegua Pindusa (quizá porque cuando yo era niña tuve un caballo imaginario que también hablaba). Y tú, ¿con qué personaje te sientes más identificado o cuál te resulta más atrayente? ¿Tal vez el bibliotecario don Darío Barrerio, por eso de que en los años 80 buscabas un empleo de bibliotecario en Arteixo?

El libro nació en una época en que yo trabajaba en un bingo y fui a La Coruña a realizar un curso de tres meses de biblioteconomía. A mí me gustan mucho Pindusa, la yegua, que tiene la propiedad del habla y que es como la protectora del héroe, y por supuesto Don Darío Barreiro, que es el bibliotecario ideal, implicado, que entiende que los libros son seres vivos y que deben ayudar a vivir. O incluso a solucionar un conflicto tan urgente como una inundación por tormenta incesante.  
Me han impresionado los dibujos de Javi Hernández. Puesto que ya habíais trabajado juntos en “El niño, el viento y el miedo”, saber que él te acompañaría en “La leyenda de la ciudad sumergida” ¿te dio cierta seguridad respecto a los resultados?
Sin duda. Con Javier Hernández, desde ese primer proyecto, surgió una corriente de cariño y de afinidad. Tiene un trazo personalísimo, sutil, lírico e imaginativo, y aquí, de nuevo, lo resuelve muy bien. Con él siempre estoy en buenas manos y en mejores trazos. Me encanta trabajar con él y creo que no será nuestro último trabajo; tenemos por ahí dos sueños en marcha: uno sobre el tango y otro sobre el jazz. Le apasiona la música y a mí también.
  
En tu historia se habla de la superación del miedo. ¿Crees que lo que mueve al mundo es esta sensación de angustia que provoca el peligro real o imaginario? ¿O tal vez es, “simplemente”, la clave para las novelas de aventuras?
El miedo está en nuestras vidas, en la convivencia diaria, todo el rato. Sí, esa es una parte importante: es una invitación al atrevimiento, a la confianza, al riesgo. La vida, incluso cuando te vienen muy torcidas, te da segundas y terceras oportunidades. Y por supuesto, la angustia, el pánico, la incertidumbre, la pasión, querer saber, todo ello es muy útil en el desarrollo de la intriga de las novelas. 
El bestiario que aparece al final del libro, ¿es real,  pertenece a la mitología gallega, o algunos de esos seres han sido creados expresamente para que se asomaran a tu historia?
Sustancialmente es imaginario, pero forma parte de la mitología gallega. Hay cosas inventadas que forman parte de ese fabulario de prodigios que te cuentan las abuelas, los ancianos o algunos libros en la niñez. Y he intentado usarlo todo. De niño me hablaban de ‘Los moros de Larín que salían del trasmundo para ayudar a la gente del campo en sus tareas con las vacas’. Me lo dijo un pariente de mi abuela Emilia, o quizá ella misma, y lo he utilizado. Así se trabaja: con lo que pasó, con lo que pudo pasar, con lo que te cuentan que ocurrió, desdibujado por la imprecisión de la leyenda, y lo que sueñas, lo que imaginas. Aquí hay varias figuras inventadas.
………

-La biblioteca-

Mientras leía La leyenda de la ciudad sumergida (Nalvay, 2014) me he sentido como el rey que se mantenía despierto sólo para seguir escuchando las historias que contaba, noche tras noche, Scheherezade. Y esta sensación me ha hecho recordar un pensamiento que Carmen Martín Gaite dejó escrito en su libro “Cuaderno de todo” y que habla de la importancia de contar bien las cosas. La escritora dijo: Así pasa en muchas narraciones que embriagan, las amorosas, de preferencia. Se pide, en definitiva, que le cuenten a uno las cosas bien. Y para contar bien hay que mirar fuera de sí, insertar lo propio en lo ajeno.
      
ENLACES DE INTERÉS:
Antón Castro: http://antoncastro.blogia.com/
Javi Hernández: http://javihernandez.jimdo.com/
Ediciones Nalvay: http://www.edicionesnalvay.es/

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