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Antón Castro

JORNADAS DE CINE MUDO DE UNCASTILLO: PREMIOS PARA IVÁN NÚÑEZ Y ANTÓN CASTRO

Tras un parón pandémico de dos años, regresan las Jornadas de Cine Mudo de Uncastillo y lo hacen cumpliendo 20 ediciones. Aquel Homenaje a Ino Alcubierre que desde la Asociación Cultural La Lonjeta brindamos en 2000 a una olvidada actriz que fue estrella de cine mudo, nacida en Uncastillo, se convirtió de hecho en la primera edición de este encuentro cultural en torno al cine silente y a la música en directo. Una propuesta a la que nos hemos mantenido fieles, enriqueciéndola con todo tipo de músicos y de músicas, incluida la voz humana, quizá el instrumento musical más perfecto. Nacimos como la única muestra anual de cine mudo en Aragón y en España, cuando este apenas se podía ver en filmotecas y en algún superviviente cineclub; 23 años después celebramos que la programación de cine mudo con música en directo, en festivales de cine y otros eventos culturales ya no sea una absoluta rareza.

En estos años hemos realizado proyecciones de cine mudo con música en directo —algunas al aire libre—, de cine mudo actual y de cine sonoro sin diálogos o vinculado al mudo, de todos los géneros y formatos, incluido el cine familiar y amateur; exposiciones, talleres infantiles de cine mudo, publicaciones y carteles, siempre muy cuidados (este año realizado por el artista vasco Roskow); conciertos, cenas en el cine, charlas y presentaciones… Un programa concentrado en tres intensas jornadas, tres días y dos noches de descubrimientos, de emociones y de encuentros. Esa es, quizá, la palabra que mejor define lo que entre todos hemos construido en estas dos décadas: un espacio para el encuentro, la amistad, los afectos...

Este año, cerramos un círculo y volvemos la mirada hacia Ino Alcubierre, subrayando su nombre en nuestro cartel y entregando la Bocinas de Piedra de las Jornadas a sus descendientes: Víctor, Elisabet y Esther, que regresan al pueblo de su abuela. Nos hemos saltado la tradicional configuración temática del programa, pero mantenemos un hilo conductor: todas las películas del programa fueron estrenadas en la década de los años 20 del pasado siglo. No entran en este marco las obras de Segundo de Chomón con las que conmemoramos el 150 aniversario de su nacimiento, que no pudimos celebrar en 2021, en un homenaje que incluye la presentación de ‘Chomón a media luz’, un revelador libro sobre el pionero cineasta turolense escrito por Iván Núñez, quien también recibirá una de las Bocina de Piedra; la proyección de un corto de José Ángel Guimerá y una exposición del Instituto de Estudios Turolenses comisariada por Julio Sánchez Millán.

Las obras de Chomón se proyectarán la noche del viernes (22.30) con el acompañamiento en directo de Geek Orquesta, formada por Juanjo Javierre y Justo Bagüeste. Cerrará la jornada una sesión para adultos, primera en la historia del festival y en la que se podrá ver Consultorio de señoras (1920, Ricardo de Baños), con Josetxo Fernández de Ortega acompañando al piano una de las películas porno que, al parecer, pertenecían a la colección privada del rey Alfonso XIII.

La mañana del sábado (11.00) habrá una sesión especialmente dedicada al público infantil y familiar, con cortos de Chaplin y Harold Lloyd acompañados por el poeta sonoro Gustavo Giménez y el Dj Lord Sassafras. Seguirá la proyección de ‘El tren mongol’ (Ilya Trauberg, 1929), película con la que recordaremos la actual guerra en Ucrania y que interpretará al piano Jaime López, con Esther Bentué como explicadora.

En la sesión de la tarde, recordaremos al gran dramaturgo francés Molière en el 400 aniversario de su nacimiento, reviviendo el estreno de ‘El tartufo’ en 1925 (F. W. Murnau), con la interpretación en directo de la banda sonora compuesta en su día para acompañar esta película, interpretada por uno de los más destacados pianistas de cine mudo de nuestro país, Javier Pérez de Azpeitia. En esa misma sesión se hará entrega de las ‘Bocinas de Piedra’ y del Premio Ramón Perdiguer a la Pasión por el Cine, otorgado al periodista y escritor Antón Castro (el anterior premiado fue Antón García Abril, en 2019).

Por la noche tendrá lugar la ‘Cena en el cine’, con una proyección-concierto muy especial, ‘Whitin Our Gates’ (1920), primer largometraje conservado de un director negro, Oscar Micheaux, que acompañará el cuarteto de jazz madrileño ‘The Silent Entertainers Band’, liderado por el pianista Jorge Gil Zulueta.

El domingo por la mañana cerrará las jornadas la proyección del cortometraje de Segundo de Chomón ‘El heredero de casa Pruna’, con Jaime López, y la película ‘Las siete ocasiones’ (1925), de Buster Keaton, con música del joven pianista Noel Redolar y su hermano Ángel en el papel de explicador. Tras la sesión se celebrará un tradicional vermú popular en la plaza del Mercado de Uncastillo.

Entre otros colaboradores, las Jornadas contarán también este año con la participación de Francisco Boisset, Stella Ibáñez y Amparo Martínez en la presentación de algunas de las proyecciones, y de Tasio Peña en los vídeos.

La Asociación La Lonjeta agradece a instituciones, empresas y colaboradores el apoyo recibido a lo largo de estos años y que ha hecho posible llegar a esta vigésima edición.

 

DIÁLOGO CON DANIEL IZQUIERDO, POETA

DIÁLOGO CON DANIEL IZQUIERDO, POETA

Daniel Izquierdo: “Escribo por catarsis psíquica,

uso la palabra como catalizador”

 

El poeta de Aguilar de Alfambra, donde afirma haber renacido, publica su tercer poemario: ‘A despecho del mundo’ (Los Libros del Gato Negro)

 

Daniel Izquierdo Clavero (Barcelona, 1975; le gusta decir que ha renacido en Aguilar de Alfambra (Teruel), el pueblo de sus padres), autor de poemarios como ‘El alféizar del tiempo’ y ‘Las cicatrices invisibles’, publica un nuevo libro, ‘A despecho del mundo’ (Los Libros del Gato Negro), donde reflexiona sobre la vida, la escritura, la infancia campesina, algunas pasiones reales o soñadas, pintores, la enfermedad (pasa por épocas de grandes dolores), y lo hace con sinceridad y con una belleza descarnada. “El dolor (lo poético) estaba de mi parte”, escribe, y en sus dedicatorias se reconoce “herido por la vida”.

¿Cómo abordó el poeta ‘A despecho del mundo’, qué se proponía cuando inició este volumen narrativo, de personajes, entre ellos sus propios abuelos? Daniel Izquierdo confiesa: “Proponer no me propuse nada, nada salvo cartografiar las diversas dimensiones del dolor desde el parapeto de la experiencia estética. Para ello, busqué inconscientemente anclaje en el poso que han dejado algunas obras artísticas en la resaca de la vida. Reconocer que una obra equis ha dejado huella en ‘la vida’ de uno es mucho reconocer”, se arranca.

En su libro conviven lo íntimo y lo autobiográfico con personajes como María Zambrano, el pintor Giotto, la pensadora Hanna Arendt, la musa de Modigliani Jeanne Hébuterne, y la tierra turolense está muy presente: “Salir a caminar por tu pueblo turolense / pasadas las ocho de la tarde / es desolador (…) Ya no hay despoblación en este pueblo: / solo osamenta de hogueras pasadas”. “Fueron saliendo los poemas e imitando a las hormigas voladoras que vuelan alrededor de la luz, fueron ordenando su anarquía a la luz de la idea expuesta: la cartografía estética del dolor. Eso sí, hubo un trabajo menos innato de pulimentación”.

En este complejo paisaje terrenal e imaginario del poeta de Aguilar de Alfambra ocupa un puesto decisivo el escritor Julio Cortázar (1914-1984). “¿Cortázar? Cortázar es ventral en mi modesta biografía humana. A los 9 años conocí la noticia de su muerte en la radio y quise saber quién era el escritor al que despedían con tanto pesar. A esa edad, en una antología para niños, leí el cuento del escupitajo en la montaña de azucarillos y sucumbí. Tardé un verano en beberme sus ‘Historias de Cronopios y famas’ y ‘Rayuela’. Recuerdo que ese año, tenía 10 para 11, Rayuela se me cayó. Lo recuperé a las 12 y traté de leer ‘El libro de Manuel’, su novela más política. No pude hasta los 14”.

El autor tiene perfectamente registrado en su memoria ese vínculo tan estrecho con el autor de ‘Bestiario’, ‘Las armas secretas’ o ‘Queremos tanto a Glenda’. Insiste: “El caso es, a los 14, a la edad en la que el mundo aprende a besar, mi enfermedad congénita me mordió las manos, repetí curso, blablablá, y me eché en brazos de la Literatura leyendo todo lo que caía en mis manos. Y claro, cayó la poesía de Cortázar, cayó su cuentística. Y hasta hoy. Cortázar es, aún hoy, un flotador en el mundo. Todo lo que escribo lo escribo buscando su complicidad tácita. Si a eso sumamos su elefantiasis, en fin... Qué siniestra metáfora el gigantismo y el dolor. Siempre será en mi corazón el escritor belga más querido. Es broma, desde luego, esta profanación”, dice Daniel. El escritor argentino nació accidentalmente en Bruselas. La Universidad San Jorge posee una parte de la biblioteca de su primera esposa Aurora Bernárdez.

 No resulta fácil explicar un poemario. Tampoco me gusta hablar de lo ya escrito porque en el fondo escribo por catarsis psíquica, uso la palabra como catalizador. No entiendo a la gente que se llama a sí misma poeta y me siento extraño en esa mención. Para mí la poesía es una bolsa amniótica y la literatura el cordón umbilical que transforma en digerible el alimento del mundo en alud”, resume. Y cierra su libro: “La memoria, en la esquina mercenaria del silencio, / teje su telaraña. / El rocío pende de sus hilos de arena. / Teruel, este poema, / calla”.

 

DIÁLOGO CON CARMEN RUIZ FLETA



Tras su libro anterior, ‘Vida doméstica’ (PUZ, 2017), Carmen Ruiz Fleta (Zaragoza, 1978) publica un nuevo poemario: ‘Los secretos de los demás’ (PUZ, 2022).
¿Qué puede suceder en la vida de una poeta durante cinco años, que es el tiempo que se ha tomado para redactar ‘Los secretos de los demás’?
En un lustro caben muchas cosas. En el mío han cabido mi segundo hijo, la enfermedad y muerte de mi padre, una sacudida profesional, la frustración, la rebeldía, la celebración, la nostalgia y la constatación de lo infinitamente pequeños que solemos ser. Todos repetimos los mismos errores y  tropezamos en las mismas piedras que lo hicieron nuestros mayores. Aunque a veces nos creamos la fantasía de ser originales.
¿Por qué titula así el libro, por una parte que, en apariencia, no es la más sustancial?
Hay ironía en el título. Claro que es un libro muy personal y anclado en mis vivencias. Pero no hay tanta exposición como aparenta. Mis secretos, los tuyos, los del que tenemos enfrente son siempre los mismos, aunque se vistan de historias y personajes distintos. Y también porque desde pequeña me fascina la pieza que falta en el puzle, la razón oculta que explica comportamientos y actitudes, y que no se muestra por vergüenza, decoro o convención social.
En cierto modo, retoma el poemario donde habías dejado el anterior: en un homenaje y en un diálogo, ya imposible, con su padre…, en la sección ‘Una manera de no decir adiós’, que hace pensar en el poemario de Ildefonso-Manuel Gil.
La certeza de la proximidad de la muerte es un tema recurrente en la poesía. Yo he sido consciente de la intensidad de la vida en las dos orillas: cuando he dado a luz a mis hijos y cuando, junto a mi madre y mis hermanas, acompañaba a mi padre en su adiós. Y esa intensidad es la materia prima a partir de la que escribo.
¿Hasta cuándo podemos o debemos contar cuentos a los hijos?
En el poemario hay un texto que hace referencia a eso. Al deseo de detener el tiempo en ese momento cuando acaba el día y le leo cuentos a mis hijos (aunque ahora ya es mi hija mayor la que me los cuenta a mí). Ojalá pudiéramos encontrar siempre, a cualquier edad, espacios de complicidad entre padres e hijos que recordaran a ese instante del cuento infantil antes de dormir. Hay que contar cuentos siempre. La vida es mucho más entretenida y llevadera si se tejen historias con ella.
¿Qué le inspira de la intimidad familiar y sus pequeñas cosas?
Hago literatura de lo cotidiano no tanto porque me inspire, sino como un intento de comprensión. Voy saltando de asombro en asombro y la poesía me ayuda a ordenar la vida.
Otro polo muy claro del libro es la identidad. ¿Se pregunta Carmen Ruiz Fleta, con dolor, sobre quién es, qué desea, qué busca?
Sonrío con esta pregunta porque depende de lo que te conteste puedo parecer pesadísima. Y eso es de las peores cosas que se pueden ser en la vida... Ahora en serio. Creo que moriré buscando parecerme lo más posible a quien creo ser, pero imagino que no lograré encontrarme nunca. Esa especie de desacompasamiento fluye en los poemas, pero, afortunadamente, soy mucho más doliente en la poesía que en la vida, que la disfruto mucho.
¿Ser poeta es también un modo de sentirse una inadaptada?
Tiene que ver con lo que antes te comentaba. Sí, en mi caso la poesía nace de la inadaptación. No ahora, desde siempre. Inadaptación a una identidad, a un cuerpo, a una realidad, a un adiós. No me adapto, no lo acepto y lo escribo. Intento hacer de ese desasosiego algo bello.
¿Cabría hablar de un clima de pesimismo, de desolación existencial? ¿Ha querido hacer un libro sobre las heridas de la vida?
No he pretendido hacer un catálogo de heridas. Pero escribo sobre la vida, y la vida pincha, ensucia, raspa y, a veces, duele. Dice la poeta gallega Olga Novo en un verso que cito y que me encanta: "A veces no sé si escribo o es que ando descalza sobre las brasas". Me parece una definición fabulosa de lo que es escribir poesía.
Otro asunto clave, tentador para una lectura superficial, se centra en el desamor. ¿Conocemos de verdad a quién amamos o esa es una tarea constante y misteriosa que también revela nuestra vulnerabilidad?
Si conocerse a uno mismo ya es una tarea compleja no me parece posible conocer del todo al otro, por muy cerca que el otro esté. Somos seres vulnerables, cambiantes y contradictorios. No decepcionas a quien no te ama, solo puedes fallar a quien espera algo de ti. Y como creo que el desamor más agudo es la indiferencia no diría en absoluto que este sea un libro de desamor.
Habla a veces del juego de hacer versos. ¿Se atreve, por ello, a redactar un soneto?
Me gusta jugar con las palabras, retorcer el lenguaje, encontrar significados. Ese soneto es un juego por el que me sometí a la métrica, algo que no hacía desde los ejercicios de lengua de BUP. Estaba leyendo en ese momento sonetos de Benedetti y me dije "voy a probar". Y probé.
Quizá el texto más vitalista sea ‘Celebremos’. ¿Qué debemos festejar, exaltar, cantar? ¿Qué quieres cantar usted?
Hay que celebrarlo todo siempre. Ya está la poesía para sacar nuestro lado doliente. Pero no podemos desperdiciar ni una sola oportunidad de disfrutar de la familia, el amor o la amistad. Ni de entusiasmarnos con la música, la danza o los libros. Hay que celebrar las mañanas de primavera y las tormentas de verano.
En el texto ‘A modo de poética’ habla de la poeta urbana y posmoderna que ha querido ser. ¿En qué ha cambiado?
Creo que hay quien vive con conciencia poética las 24 horas del día. Y yo no. Ni de lejos. Yo la mayoría de los días no soy poeta, bastante tengo con acordarme de lo que hay que comprar en el supermercado o de que los niños tienen tal o cual actividad. Yo nunca me he sentido poeta. Pero es cierto que cuando éramos jóvenes y recitábamos en los bares nos creíamos estar haciendo algo importante. Era muy divertido. Ahora lo miro con mucha ternura y con esa ironía que se ve en el poema que citas.
¿Qué le debe a Mario Benedetti?
Le debo algunos de los sonetos más hermosos que he leído. Me gusta leérmelos en voz baja, recitándolos para mí. Hace bailar las palabras en la boca.  
Da la sensación de que la poesía para usted está ligada a la autenticidad, a la confesión y en cierto modo a la insatisfacción. ¿Es así?
En buena parte es así. En términos administrativos y, si me permites la ironía, sería una especie de "externalización": es la poesía la que gestiona mi cara B, con sus miserias, aristas y desacoples. La cara A, la de las celebraciones y la vida, prefiero gestionarla yo directamente. Y aunque disfruto muchísimo escribiendo, aún disfruto más viviendo, por eso pasa tanto tiempo entre libro y libro.
También es un libro repleto de hermosos instantes de la memoria. ¿Vivir es recordar, habitar momentos de felicidad? Pienso en esos veranos en que se empiezan a escribir obscenidades, a las amigas inolvidables, a ciertos paisajes…
Me gustaría poder observar los momentos pasados sin el tamiz de la memoria, que siempre nos engaña y redibuja las cosas para dejarnos en buen lugar. Una no puede vivir asida al pasado, ni recreando tiempos que probablemente no fueron tan felices. Pero, indudablemente, lo que los años destilan y dejan en el recuerdo explica lo que somos en el presente. Me asusta perder la memoria, no solo de los hechos, sino de lo que sentía o pensaba en un momento dado del pasado.
¿Qué poetas le han acompañado o le acompañan en la redacción de estos versos, qué ha descubierto en este lustro?
Ya he nombrado a Olga Novo, que me parece la mejor poeta española en la actualidad. Y hay voces que me llegan de siempre y de lejos, como Lorca o Joan Margarit, a quienes acudo de manera recurrente, a veces como quien va a la farmacia.

 

 

TERESA GARBÍ, UN DIÁLOGO

TERESA GARBÍ, UN DIÁLOGO

Hace algunos días, Teresa Garbí (Zaragoza, 1950) presentaba su último poemario, mayoritariamente en prosa poética, en la librería Antígona: ‘El aire encendido’ (Renacimiento), en compañía del poeta y crítico de arte Luis Moliner. La foto es de Teresa Garbí.]

    ¿De qué sentimiento o sensación o tormenta interior o exterior nace este libro?El aire encendido’ comenzó con un sueño en Shangai. En él me decían que nunca más vería a mi madre, porque estaba muerta, muy lejos. A partir de este núcleo, que escribí en vilo, el libro fue creciendo en un intento de detener el tiempo y de hablar con los muertos.

     ¿Sería un poemario, deliberado o no, sobre ese territorio incierto que es la vejez?Creo que todas las personas hemos de reflexionar sobre el final de la vida. Por eso, este libro, aparte de ser una indagación en el límite entre la vida y la muerte, una búsqueda en ese no-lugar, mundo en sombras, es una preparación para la propia muerte.

     ¿Ha habido anécdotas exteriores, pérdidas, adioses, que le han llevado a esta meditación serena pero sombría? La pérdida de los padres, también de amigos, es un momento importante en nuestras vidas. Esa experiencia personal me ha impulsado a escribir este conjuro que me permita llegar a los seres perdidos y a reconocer ese lazo que nos une a todos los seres humanos: la vida y, con ella, la muerte.

    No sé si se puede hablar de pesimismo. Me ha parecido que el sujeto poético resulta inmisericorde consigo mismo, con su amado y hasta con los padres. ¿O es una impresión equivocada? Creo que quien lee no se equivoca nunca en sus apreciaciones. Cada lector/a escribe el libro que lee. He intentado contar la vida, poner nombre a las cosas, dibujarlas con palabras que recogen su latido, sin faltar nunca a lo que considero verdad.

    Dice: “Estoy aquí para morir”. ¿No sería más bien “¿Estoy aquí para vivir hasta el último aliento? Esta cita pertenece a Cinco, un libro que publiqué en 1988. He querido incluirla en El aire encendido porque concebí este último libro como un final, una preparación para la muerte, una reflexión sobre la misma, que me enlaza a toda la humanidad. No me refiero a que fuera a ser el final de mi vida literaria -de hecho tengo otros dos libros en espera-, sino a que este libro debía recoger lo que había sido fundamental en obras anteriores. También se podría decir: “Estoy aquí para mirar, para mirar el paisaje”, dado que en dos poemas dos personas diferentes dicen que no quieren morir y dejar de ver la tierra húmeda, los bosques lejanos, el cielo azul. Ahora bien, la vida es una preparación para la muerte, como ya he dicho. El poeta Luis Moliner advierte que “ ‘El aire encendido’ no es uno más en un cómputo literario, sino el punto negro al que los libros anteriores condujeron y ante el cual el lector debe pararse”.

    El aire encendido ha sido planificado con mucho cuidado, con aroma de partitura musical. Explíquenos qué ha querido hacer. Como acabo de decir he querido enlazarlo con libros publicados anteriormente. También he querido tener en cuenta en él a personas con quienes mantengo una relación de amistad y de experimentación literaria: Luis Moliner, Sergio Gaspar, Laura Giordani, Joan de la Vega, Chus Pato… Son fundamentales en él: la naturaleza; la ausencia de los padres y de tantos seres que nos han precedido, que han ocupado la tierra antes que nosotros y son ahora nuestra tierra; el límite entre la vida y la muerte; el conjuro para atravesar ese límite. Todo se sumerge en la naturaleza, en la belleza de los paisajes. El contrapunto final rescata el amor y la vida. Porque la vida es sabiduría, una danza interminable. Te agradezco que hables de “aroma de partitura”. Sí, la música es fundamental para mí. Releo lo que escribo en voz alta para escuchar su ritmo. La propia estructura del libro debe reflejar la estructura musical de la naturaleza, como decía Valle Inclán en su Lámpara maravillosa

    Parece que solo hay belleza en lo vivo, en el paisaje, en la piedra, en la bondad natural del perro, y que el ser humano la ha perdido o la pierde en ese viaje final que emprende. ¿Es así? Este contrapunto que acabo de citar se sumerge en la belleza del ser humano y en la de su vida. El aire encendido es el lugar en el que podemos cruzar los límites, hablar a los padres y a los seres que perdimos. La muerte es el gran regalo de la vida. Todo ello sin olvidar que “no acaba todo. Lo que he vivido es esta derrota, porque pertenezco a los pobres seres humanos”. Una derrota inevitable.

    Se impone la presencia de los padres muertos. ¿Sucede eso, especialmente, cuando uno se siente en el otoño de su existencia? ¿Son una sombra, un continente de cariño, una necesidad de tantos años después de su adiós. Es conmovedor y doloroso el poema de la página 51. En efecto, en Ausencia y en Requiem, dos partes del libro, la sombra de los padres muertos es una constante. Con su pérdida nos damos cuenta, de pronto, de que no se puede volver atrás. Lo que es o ha sido nuestra vida podemos apreciarlo con el tiempo, porque tenemos una experiencia; sabemos qué es vivir, su belleza y su oscuridad. Los padres son una sombra protectora, están con nosotros siempre porque, como dice Miguel Hernández en su cuarteto “Hijos de la luz y de la sombra”, en nosotros se besan nuestros muertos. En nuestro ser se integra la tierra de todos los que nos precedieron. El poema de la página 51 intenta liberar a los padres. Es cierto que, como dijo Cernuda, cuando nacemos, con la vida, recibimos la muerte, dura compañera. Pero los padres, con el nacimiento de los hijos, reciben una herida de sufrimiento incurable por la preocupación que siempre tendrán por ellos. He querido liberarlos de esa cadena de sufrimiento. Tal vez -vuelvo a Miguel Hernández-, nacemos con tres heridas, la del amor, la de la vida, la de la muerte.

    Entre los elementos metafóricos y simbólicos más poderosos está “la cueva”. “Eran ellos, la familia, los muertos”, escribe. ¿Tiene ese poema algo de ajuste de cuentas, es un poema espectral sobre el otro lado, habla de una dolencia o de un resquemor de un sujeto poético? Es el sueño al que me refería al principio, en el que me decían que todo era irreversible y nunca más podría ver a los seres que había perdido. Es un poema espectral, por tanto. Creo que venimos al mundo con una válvula de seguridad que nos permite soportar tanto dolor, tantas pérdidas. El sueño me traía imágenes familiares y a la vez desconocidas que aparecían para recriminar su pobreza: no rozar la tierra, no ser más que una sombra gris que casi nadie puede ver. Es admirable que los seres humanos seamos capaces de afrontar esta experiencia. Un vitalista como Juan Gil-Albert dijo que, si se suprime la muerte, nos sobrecoge un vacío insoportable. “Si la ponemos en su lugar, cada segundo se llena de angustia, de placer, de deseos. En una palabra, de vida”.

    ¿Cómo se escribe poesía como la escribe Teresa Garbí? No olvido lo que dijo Antonio Machado: “Para escribir poesía hay que sentir honda y fuertemente y expresar con claridad los sentimientos”. Hay que buscar la verdad implacablemente, en un aire encendido de libertad. Procuro vigilar su música, su ritmo. La corrijo sin descanso. Pero la poesía nos sorprende en los momentos más inesperados, como un don que viene de muy lejos.

    ¿Cuál es su responsabilidad ante la página en blanco, cómo se enfrentas a la escritura? ¿Sería este su libro más tenebroso, más terrible, a pesar de inequívoca hermosura? Es una dicha poder escribir, tener horas por delante para escribir, pensar, revisar notas… Si tengo un paisaje delante y música, ya tengo un buen comienzo. No hay trampa ni cartón, ni descanso en este libro. Por eso puede parecer tenebroso. Pero ¿es tenebrosa la vida? Sí y no. A pesar de todo, de que nuestra vida acaba en tierra ¿no formamos parte de una inmensa cadena? ¿No vivimos sobre la tierra de nuestros muertos? ¿No es la tierra fragante?

    Viene la feria del libro de Zaragoza. ¿Cuáles serían esos tres o cuatro poemarios que le han marcado y modulado? Cernuda, César Simón, Alejandra Pizarnik, Blanca Varela, Svietáieva, Ajmátova, Mª Auxiliadora Pérez Álvarez…

 

 

 

 

 

 

HA MUERTO EL CINEASTA JESÚS LOU

HA MUERTO EL CINEASTA JESÚS LOU

Ha fallecido el cineasta, operador de cámara y fotógrafo Jesús Lou (1957-2022), que procedía de Plou, al lado de Muniesa, en Teruel. Se instaló muy pronto en Zaragoza con su familia. Inicialmente, en su juventud, contactó con el núcleo de jóvenes cristianos y no tardaría en incorporarse al movimiento de objetores de conciencia.

Lector apasionado y cinéfilo, aficionado a realizar una lectura transversal de las artes y buen lector de la generación del 27 y de ‘La Edad de Plata’ de José-Carlos Mainer, no tardaría en pasar del cine al vídeo. Tanto Luis Felipe Alegre, actor y director del grupo teatral El Silbo Vulnerado, como el realizador Emilio Casanova lo conocieron muy bien y trabajaron con él. Alegre lo retrata así: “Yo creo que fue de los pioneros que dieron el salto del cine al vídeo y lo hizo con buen gusto y profesionalidad. Nuestros inicios están unidos a él, que hacía muchas cosas y era muy creativo”.

Casanova dice: “Hemos colaborado mucho. Recuerdo que en los 80 él trabajaba en una empresa en Madrid y yo estaba en Barcelona. Hablamos y vi que él tenía ganas de volver a Zaragoza: así lo hizo, yo también, y trabajamos en muchos proyectos. Recuerdo, entre otros, documentales y grabaciones sobre Antonio Saura, el grupo Pórtico, la obra mural de Goya en Aragón y diversos trabajos sobre restauración del patrimonio, proyectos dirigidos en ocasiones por Concha Domínguez”, dice Emilio Casanova. El director de películas sobre Ramón Acín o Pilar Bayona asegura que “con Jesús Lou y Blas Calvo hicimos un equipo y trabajamos mucho en los 80 y los 90. Y luego, ya a principios del siglo XXI, hicimos ‘Ramón Acín. La línea sentida’, la documentación y la base de datos de los fondos de Ramón Acín y su hija Katia Acín Monrás, y de toda la familia en general”.

Luis Felipe Alegre, objetor de conciencia, fue de sus primeros y más cercanos amigos con el guitarrista Gregorio Maestro, el fotógrafo Antonio Ceruelo, más tarde el director teatral Héctor Grillo, etc. “Jesús Lou hizo de todo con El Silbo Vulnerado: fue actor y salía a escena, fue productor, fue documentalista, yo diría que hasta el año 1995 o así de la compañía. En 1979 compramos una cámara con un magnetoscopio y él solía grabar los espectáculos. En su buhardilla de la calle Miguel Servet nos reuníamos allí para preparar un espectáculo de las ‘Coplas’ de Jorge Manrique”.

Otro de sus grandes amigos fue el escritor y cinéfilo Carlos Calvo, que lo fue visitar en varias ocasiones a los dos pueblos en los que vivió en los últimos años: Trébago, en Soria, y Bulbuente, en Zaragoza. “Sinceramente, creo que fue un buen documentalista, colaboró con el director José Miguel Iranzo y deja un legado valioso. No se lo tomó en serio del todo, era muy disperso, pero aspiraba a un cine total, y ha dejado piezas preciosas. A mí me gusta mucho ‘Aparición de la Virgen’, de lo mejor que se ha hecho en Zaragoza en cine documental”.

Eduardo Laborda e Iris Lázaro lo conocieron y lo trataron mucho: en Zaragoza, especialmente en las noches del bar Bonanza, con el poeta Manuel Forega y tantos y tantos otros artistas, y en Trébago, el pueblo de la pintora. “Jesús trabajó una década en el pueblo y dejó una buena imagen. Era creativo, emprendedor, llevó el bar, se encargó de la limpieza, atendía con cariño a los ancianos. Y la gente, de veras, lo quería mucho. Se implicó y se sintió muy cómodo allí”, dice, apenado, Eduardo Laborda. En los últimos años, se casó con una mujer de Georgia, y se trasladó a Bulbuente; fue allí, ante el majestuoso Moncayo, donde se le reveló el cáncer de vejiga que iba a acabar con su vida.

Uno de los trabajos de los que sentía más orgulloso fue la digitalización que hizo de la obra pictórica de Manuel García Maya. En ‘El pollo urbano’ recordó el regalo que le hizo al artista, bohemio y camarero del Bonanza: En 1999, junto con un grupo de amigos míos y también amigos de Manolo, realizamos un CD interactivo, titulado ‘Obra y zozobra’, sobre la figura y obra de Manuel García Maya. El objetivo de este CD era hacerle un regalo a Manolo para que dispusiera de gran parte de su obra fotografiada y catalogada mínimamente, añadiendo, además, datos biográficos, facsímiles de sus singulares cuadernos y algunas de sus músicas favoritas, entre otras cosas. Sólo se hizo un CD original que entregamos a Manolo para su uso y disfrute, diciéndole que si deseaba regalar el CD a algún amigo nos pidiera copias. Fueron, al final, seiscientas –sí, seiscientas– las copias que distribuyó Manolo gratuitamente entre sus amigos”.

 

*Este artículo se publica hoy en la web, en abierto, de HERALDO.

RETRATO DE JOSÉ LUIS VIOLETA

Con Violeta cerca, todos eran valientes:

elegía por el gran capitán de los blanquillos

 

El Real Zaragoza ha sido una fábrica de símbolos, de futbolistas que marcaron con su presencia el álbum de la memoria del club: Lerín, sin duda, Juanito Ruiz, Avelino Chaves, Joaquín Murillo, Severino Reija, Perico Lasheras y Yarza, Luisito Belló, Juan Señor, Andoni Cedrún, Xavier Aguado, Carlos Lapetra, Miguel Pardeza, la lista es larga, casi inacabable, y entre ellos, no sé si por encima, pero sí con esa alma de gladiador y de jugador de clase, irreductible, estaba José Luis Violeta, aquel joven que casi había visto morir a un compañero de juegos en el Canal Imperial y que estaba llamado a ser un ciclista legendario, hasta que un día cambió su suerte, y se convirtió en un medio de ataque y, luego, poderoso, de exuberante zancada, un libre imperial, el auténtico León de Torrero, uno de los semidioses del paseo Sagasta.

Violeta lo fue todo aquí. Hubo de probarse en Puertollano y allí, entre otras cosas, se midió con Alfredo Di Stéfano, al que marcó bien y sin brusquedades, y recibió las primeras lecciones de fútbol total, al que se aproximaría poco después con Los Magníficos y una década después con Los Zaraguayos, de los que sería el gran capitán, la testa segura, el vallador rocoso, pero también el zaguero que se desenvuelve en ataque, dispara de lejos y acude a rematar un córner.

José Luis Violeta fue internacional en catorce ocasiones, formó línea con Costas, con Uriarte, y siempre estuvo ahí, dando lo mejor de sí mismo. No se ahorraba ni los conatos de desesperación cuando la cosa iba mal. Y fueron alguna vez: el equipo descendió a Segunda en 1971 (y él desoyó los cantos de sirena del Real Madrid) y, luego, un lustro después, no le dejaron seguir para devolver al club a su categoría con Arsenio Iglesias.

Violeta fue puro corazón, entrega, determinación, conciencia de club. Fue un zaragozano intenso que lo dio todo por sus colores, en La Romareda y lejos de casa. Se midiese a quien se midiese (y se midió a los más grandes artilleros del planeta: Pelé, Di Stéfano, Eusebio, Cruyff, etc.), ahí estaba, entero, combativo, orgulloso, sin reblar. En Los Magníficos tejió alianzas con los medios clásicos de entonces: Isasi, Pepín, el estiloso Pais, Encontra, Endériz y siempre conectaba con el trabajo a destajo de Santos y la clase de Villa. Y aquel equipo intuyó que el fútbol tenía música, armonía, una sinfonía inagotable de belleza, ambición y fantasía. Más tarde, con Los Zaraguayos ya ejerció autoridad de mariscal, y lideró desde la retaguardia, con su cómplice Manolo González, un juego preciosista y eficaz. Él, con las agallas del guerrero que no descansa, reforzó la clase de García Castany, oreaba espacios para Arrúa y disfrutaba de la clase fugaz (maldita lesión la suya) de Javier Planas, un artista interrumpido. Su palmarés es envidiable y pudo ser más amplio: ganó una Copa de Ferias, dos Copas del Generalísimo, perdió una final de la Copa del Rey ante el Atlético de Madrid y logró una de esas hazañas que dan lustre al Real Zaragoza: estuvo entre el elenco que goleó al Real Madrid por 6-1 el 30 de abril de 1975 y que logró otras pequeñas grandes gestas. Antes de verlo en La Romareda, lo veíamos de niños por la televisión, en los partidos de los sábados y los domingos, y jamás defraudaba. Tenía esa virtud. Carecía de perfil: iba siempre de frente, con la autenticidad por espíritu y la cabeza erguida de los que no huyen del peligro.

El hombre que había sido un héroe sobre el césped, fuera del campo quizá fuese cauto, temía el infortunio y la enfermedad. Pensaba que podía soplarle un viento enfurecido, un resuello envenenado, un burdo rumor. Y donde más feliz estaba era en su estudio, donde acumulaba la memoria de sus días de gloria en fotos y recuerdos, y cerca de su mujer Adela, de la que siempre le gustaba decir que le había dado otra forma de gloria, una hermosura inefable y carnal que no cesaba (repetía a los 80 años, y a los 81 y a los 82), y el inmenso cariño de quien te entiende a la perfección. Mejor aún, mucho mejor, que el más solidario y cómplice de los laterales.

Violeta encarna la épica del zaragocismo, el camino que va y viene de los sueños de gloria a la fragilidad oscura del abismo. Con Violeta cerca, todos eran valientes. Se fue, casi con brusquedad, sin ver cumplido su auténtico deseo: que el Zaragoza, esa región suya del alma que es un territorio y un dietario de secretos inconfesables, saliese a calentar en Primera División, que “es el escenario, el lugar donde le corresponde estar”.

 

PREMIOS DEL FESTIVAL DE CINE DE LA ALMUNIA

El Festival de Cine de La Almunia premia a Charo López, Gonzalo Suárez, Alberto Castrillo-Ferrer y Laura Gómez-Lacueva en su 26ª edición

 

  • La actriz salmantina y el director ovetense recibirán sendos Premios Florián Rey y los dos intérpretes aragoneses, dos Villa de La Almunia.

  • El viernes comienza una nueva edición de Fescila que, bajo el tema monográfico “Luces, cultura… ¡Acción!”, quiere homenajear a todas las artes.

  • Abrirá el festival el estreno del documental 25 veces un sueño, que recoge testimonios sobre la historia de la cita almuniense.

 

La vigésimo sexta edición del Festival de Cine de La Almunia tendrá de nuevo un póquer de premios de excepción, formado por la actriz Charo López, el director y escritor Gonzalo Suárez, el actor Alberto Castrillo-Ferrer y la actriz Laura Gómez-Lacueva. El doble Florián Rey y el doble Villa de La Almunia, los dos premios honoríficos del festival, se entregarán en una única gala el jueves día 12 a las 19,30 horas en el Cine Salón Blanco de la localidad, presentada por la periodista aragonesa Susana Luquin.

López y Suárez son una de esas eternas parejas de director y actriz que han dado grandes obras al cine español y recibirán cada uno su premio Florián Rey a toda su carrera. Charo López (Salamanca, 1943) sumará este galardón a premios como el Goya (por Secretos del corazón), varios Fotogramas de Plata, el premio de la Unión de actores, el Sant Jordi a toda su trayectoria profesional y varios TP de Oro. A lo largo de seis décadas de carrera, López ha encarnado a personajes míticos del cine, la televisión y el teatro a las órdenes de directores como Mario Camus, Basilio Martín Patino, Vicente Aranda o Montxo Armendáriz, además de su inseparable Gonzalo Suárez.

Y es que Suárez (Oviedo, 1934) ha dirigido a Charo López en innumerables ocasiones, desde que la descubriese para su primera película, Ditirambo. Sin embargo, nunca habían recogido un premio juntos, como harán le día 12 en La Almunia. En el caso del asturiano, el Florián Rey se unirá a varios Goya, el Premio Nacional de Cinematografía, la Medalla de Oro de Bellas Artes, la Medalla de Plata del Principado de Asturias o la Medalla de Oro de los Premios Forqué. Ambos encarnan a la perfección el valor de la cultura en tiempos de crisis, como pretende ensalzar el festival almuniense

 

Premios Villa de La Almunia

Por su parte, los intérpretes aragoneses Alberto Castrillo-Ferrer y Laura Gómez-Lacueva recibirán sendos premios Villa de La Almunia, que otorga el Ayuntamiento de la localidad a sugerencia de la Asociación Florián Rey. Castrillo-Ferrer es sin duda uno de los intérpretes y directores teatrales más destacados que ha dado Aragón. Formado en Francia, ha recorrido media Europa de teatro en teatro, y también ha hecho incursiones en el cine, con películas como Marcelino, el mejor payaso del mundo, de Germán Roda, o Historias Lamentables, de Javier Fesser.

Precisamente en estos dos proyectos coincide con su compañera de premio, Laura Gómez-Lacueva, inmensa actriz de la tierra que lo mismo nos hace reír desde la pequeña pantalla en Oregón TV que se marca un drama como Incierta gloria, de Villaronga o Las niñas de Palomero.

 

Programación 26 Fescila

Este será sin duda uno de los actos más destacados de la programación, pero el festival comienza este viernes día 6 con un taller de animación stop motion para niños y la primera de las cinco sesiones de cortometrajes de la Muestra Adolfo Aznar, que se reparten a lo largo de la semana. El sábado 7 será la inauguración oficial con un concierto de bandas sonoras a cargo del pianista Alfonso Latorre (17,00 Palacio de San Juan), y con el estreno del documental 25 veces un sueño sobre la historia del festival que han dirigido Laura Hevia y Javier Gimeno (19,30, Cine Salón Blanco). Tras el estreno, distintas personalidades del audiovisual aragonés participarán en un coloquio en el que recordarán cómo han vivido ellos el festival almuniense, y debatirán acerca de la evolución de la cultura y el cine en nuestro país durante este tiempo.

 

El domingo, el programa se centrará en otras artes, dando rienda suelta a ese tema monográfico, "Luces, cultura, ¡acción!", con el que el festival pretende rendir homenaje a todas las disciplinas que “en los últimos dos años nos han ayudado a sobrellevar la extraña realidad en la que hemos vivido”, explican desde la organización. Así, la mañana se dedicará a la música con un concierto de Alexandra and The Goldtriggers (12:30h) y la tarde al circo con el espectáculo Memphis Rock&Circ, que comenzará a las 19:00 horas (organizado por la Concejalía de Cultura y Participación Ciudadana). Ambos serán en la Plaza de los Cineastas.

 

Durante la semana se podrán ver varios largometrajes, como Historias lamentables, de Javier Fesser, El amor en su lugar, de Rodrigo Cortés, Las leyes de la frontera, de David Monzón o Uno para todos, de David Ilundain. Este último se proyectará el viernes y, tras el visionado, tendrá lugar la mesa redonda “Cómo hacer y enseñar cine en el aula”.

 

La cena de cine será, nunca mejor dicho, el otro plato fuerte de la jornada del viernes 12. Los asistentes degustarán un menú creado por el equipo de cocina del Restaurante El Patio, inspirado en la película Delicioso de Eric Besnard, sobre la creación del primer restaurante de la historia de Francia. El sábado 14 Fescila pondrá el broche final a la programación con una jornada de clausura protagonizada por los cortometrajistas y guionistas premiados en los concursos que organiza el festival y cuyo palmarés se hará público ese mismo día. El día comenzará con una visita guiada teatralizada a los rincones de cine de la localidad (organizada por la Concejalía de Turismo), seguirá con la proyección de los trabajos premiados y finalizará con la gala de entrega de premios, presentada por Luis Cebrián.

 

 

EL GRAN DÍA DE LAS MADRES

EL GRAN DÍA DE LAS MADRES

El mismo sábado por la mañana me lo contaba una amiga. Su suegra, que había sido una suegra-madre de la que solo podía decir maravillas, se dejó morir. Durante algunos años tuvo una cuidadora que también era su compañera con la que hablaba, cocinaba, escuchaba la radio o conversaba antes de ir a dormir. Un día, la asistenta le dijo que tenía que dejarlo, que se iban a trasladar a otro lugar con su marido. Su familia contrató a otra joven, algo más parca, y la cosa no fue bien. Y aún contrataron a una segunda, que era fantástica, cariñosa, divertida, le cantaba, bailaba sus canciones favoritas, le leía, le contaba cuentos, pero no había manera. La anciana, nonagenaria, como si hubiera tomado una brutal determinación, dejó de tomar las pastillas, y en poco menos de quince días falleció. Es una vieja historia: quieres a quien no puede quererte y te resistes a quien te ofrece una bella pasión o amistad incondicional. Ya lo dice Rosa Montero en ‘El peligro de estar cuerda’: el mayor misterio del mundo anida en el interior de nuestro cerebro.

En las últimas semanas, he convivido con muchas madres, que también son abuelas, en la Universidad de la Experiencia. Resultan conmovedoras sus ganas de aprender, lo felices que son en clase, cómo quieren aprovechar el tiempo recibiendo lecciones de todo: historia de la ópera, aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados, civilizaciones antiguas. Acuden siempre, con puntualidad, miran apuntes de los personajes, entrevistas, aportan sus recuerdos, y les gusta sentirse vivas leyendo un texto de Irene Vallejo, una carta de Cajal, o recorriendo sin pereza alguna las cuatro plantas del Museo Pablo Serrano. Una tarde, una de ellas se me acercó y con todo el dolor de la tierra me dijo: “No podré venir el miércoles. Y no sabe cuánto lo siento. Soy madre de una madre y me necesitan mis nietos”.

Hace unos días, una compañera que trabaja ahora en Madrid y se bate el cobre con Díaz Ayuso y sus pupilos, regresó a ver a sus amigos de HERALDO. Me conmovió la huella maravillosa que había dejado: nos conmovió el afecto que sentía por todos sus años en la redacción. Esa actitud fue una lección directa y conmovedora de gratidud. Con los ojos acuosos de lágrimas, contó cómo vivía y cómo trabajaba. Y reveló un bonito detalle: su madre, que también vive en Madrid, no hace más que buscar alguna oferta de un piso asequible en Zaragoza.